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La infancia y el rosa
El rosa había sido un color tradicionalmente asociado a la infancia, a la imagen del “Niño Jesus” y a la delicadeza de la piel de los bebés. A mediados del siglo XIX, el rosa pálido y el azul cielo, empiezan a usarse para bebés de ambos sexos, considerándose más varonil el rosa. Pero, desde los años 50 del s.XX se impuso el rosa como sinónimo de feminidad y fue convirtiéndose en productos para niñas de color rosa más intenso.
Esto ha supuesto una diferenciación en cuanto a los gustos de niños y niñas que se extiende a la edad adulta, situación que alimenta la diferencia entre géneros y propicia campos de exclusión que afectan a niños y niñas que se identifican con el criterio impuesto.
En 1921 Henry Huntington compró la obra de Thomas Gainsborough, The blue boy, 1770 y más tarde la obra de Sarah Barrett Moulton, Pinkie, 1974. La difusión de estos dos cuadros asentó en EEUU la adscripción de género del rosa y azul.
El rosa y la música del siglo XX
Recuerda una afirmación de Paul Simonon, bajista del grupo The Clash: “el rosa es el único color verdadero del “rock and roll” tradición que comenzaría Elvis Presley, con sus vestuarios y Cadillac rosas.
Los rockeros habían tomado el color como rasgo expresivo de los músicos de Jazz, trasladando así el discurso de identidad al choque generacional con los padres.
Con la llegada del Punk en los 70’, cuya formulación estética parte de la deconstrucción semiótica de la realidad, el rosa adquiere una relevancia especial y explosiona en su forma más subversiva.
Los punks abrazaron toda la carga negativa para confrontar las estructuras de buen gusto y la jerarquía del orden simbólico establecido. Así se puede interpretar la imagen que crean Malcolm McLaren en su boutique SEX (1974-76) cuna de la estética Punk. La palabra SEX en letras mayúsculas de color rosa, invadía la calle y convertía la amabilidad del “femenino” rosa en un reclamo de independencia. Así pues, el color más despreciado por los varones burgueses, se convierte en arma arrojadiza que escandaliza a los defensores del statu quo imperante.
La industria de la música ha demostrado una gran capacidad para difundir nuevos modelos de comportamiento que son asumidos masivamente y a veces, encuentran en el color rosa un símbolo eficaz para confrontar los viejos modelos.
El rosa también es adoptado en la imagen de diversos colectivos gay y feministas desde los años 70 y con él, revierten del mismo modo su asociación la opresión. Este color posee una carga significativa que ha sido abundantemente explotada por diversas técnicas de representación mediática. La generación de nuevas identidades a través del lenguaje de la imagen ha introducido de nuevo el rosa en el mundo masculino actual, trascendiendo sus relaciones excluyentes con la feminidad. Diferentes sectores de la sociedad, han establecido distintas líneas de interpretación del color, todas marcadas por el esteticismo y la búsqueda de distinción a través de códigos propios. Todo un potencial simbólico se refleja en el uso que se ha hecho del color en diversas manifestaciones artísticas, en las que aborda la problemática de la condición humana actual.
La gran fuerza del nuevo arte hecho por mujeres reside en su capacidad para identificar y poner en cuestión los estereotipos dominantes durante siglos en la cultura de occidente, la visión masculina/blanca de sí mismo y del otro: la mujer, las pautas de comportamiento de los géneros sexuales…
Sobre tales estereotipos se asienta la visión también estereotipada de las otras culturas y de la historia concebida como espacio de colonización y dominio. En consecuencia, el arte hecho por mujeres implica la subversión más profunda de la tradición artística de la vanguardia histórica todavía anclada en todo tipo de prejuicios frente al protagonismo del arte femenino. El arte hecho por mujeres gira en torno al cuerpo, el género y la sexualidad. (José Jiménez, 2002)
Como nota anecdótica muy actual y política, la Ministra de Mujer, Familia y Derechos Humanos, Damares Alves, del Gobierno del ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro, comenzó un discurso tras asumir su nombramiento con la siguiente frase: “los niños visten de azul y las niñas de rosa”. Esto, lógicamente, no ha sido siempre así, como color discriminador de género. En todo caso, a pesar de lo que diga cualquier Ministra, hoy en día podemos comprar y llevar ropa del color que queramos.
El relativismo lingüístico y el color
El color de 2019 según Pantone es el llamado Living Coral un rosado vivo. Esta muestra de Pantone… ¿Es salmón, coral o rosa?
Puede que incluso alguno crea que “no ve” o “no distingue” tantos colores como otras personas, sólo porque se lía con los nombres, pero no es así, siempre que no tengamos un problema de visión como el daltonismo, todos somos capaces de diferenciar más de 2 millones de colores diferentes; con pocas diferencias culturales o individuales, como explica Julio Lillo Jover (Catedrático de Ergonomía de la UCM y coautor de “Percepción del color y daltonismo”).
No es lo mismo diferenciar colores que categorizarlos, es decir, darles nombres. En español tenemos 11 categorías básicas de color: rojo, verde, azul, amarillo, blanco, negro, gris, marrón, naranja, rosa y morado-violeta. Con este término, los estudiosos del color se refieren a las categorías que comparte la mayor parte de la población.
Los colores suelen surgir en los diferentes idiomas en un orden similar. Estas similitudes, derivan de la existencia de factores universales en la percepción-cognición del color. Además de por factores universales, la evolución de las categorías cromáticas también depende de factores culturales.
Por ejemplo, mientras que el español hablado en España o México tiene 11 categorías básicas, el utilizado en Uruguay incluye una más, el color celeste, similar a la existente en el turco, italiano, ruso, griego o japonés moderno entre otros. El celeste (azul claro) sería comparable al rosa que para nosotros no es solo un rojo claro como explica Lillo, el hecho de que en Uruguay el celeste sea una categoría básica derivaría de causas culturales muy concretas como el color de la bandera y la llegada de migrantes italianos al país. Esto no quita para que podamos distinguir decenas de miles de tonalidades dentro de cada una de estas categorías.
Es decir, si estamos comprando corbatas y nuestro acompañante nos dice que prefiere el color coral al fucsia, es posible que no sepamos a cuál de los dos se refiere porque desconocemos estas categorías de color. Esto no quiere decir que no veamos que se trata de 2 tonos diferentes, solo que necesitamos que nos aclaren que el fucsia en este caso es más intenso. Vemos el color, pero no hemos aprendido su nombre concreto.
En nuestra memoria o recuerdo, el color tiende a acercarse a lo que más o menos consideramos de ejemplo ideal para cada categoría y que es muy parecido para casi todo el mundo. Por tanto, cuando pensamos en el color rojo o el verde (en abstracto) a todos nos viene a la mente un color similar. Muchas de estas categorías las aprendemos por nuestra profesión o nuestros intereses. Un restaurador de arte medieval sabe perfectamente qué tono es el azul ultramar y un joyero no tendrá problemas con el verde esmeralda, lo mismo que un diseñador reconocerá a la primera el coral o rosado.
El color como símbolo de un lenguaje universal que no necesita traducción, un código único como dimensión estética (Ball, 2003). El color que se emplea en el arte es química, de la misma manera, el arte son tradiciones históricas, religiosas, espirituales, simbólicas, litúrgicas, vínculo de parentesco.
En definitiva, es un lenguaje que tiene influencia en nuestra forma de comprender y de expresar; con el color usamos un lenguaje que consiste en aprender a ver, que deviene en una relación estrecha que especifica la cultura de cada comunidad, en sentido antropológico.
Fueron los antropólogos Brent Berlin y Paul Kay, los que intentaron jerarquizar los colores. Se encontraron con un problema de vocabulario, la palabra; y es que al iniciar el experimento se presuponía que existen nombres de los colores básicos en todas las culturas. Si no podemos nombrar algunos colores, es que no están en nuestro vocabulario. Esto ocurre en todos los idiomas y grupos culturales humanos.
El lingüista John Lyons dice que los colores son productos del lenguaje de una cultura y si no tenemos la palabra, definimos el color con el material, por ejemplo, rosa palo, etc.
Whorf y Sapir, lo llamaron “la teoría de la relatividad lingüística” que establece que el lenguaje que hablamos condiciona nuestro pensamiento. Este principio de relativismo cultural está basado en que los juicios se fundamentan en la experiencia y cada individuo interpreta la experiencia a partir de su propia enculturación.
También hay que tener en cuenta que las conversaciones sobre los significados de cada color son arbitrarias y además cambian con el tiempo. Así el rojo, se suele identificar con la vida, la salud, el vigor, al ser el color de la sangre. Sin embargo, a menudo la connotación del color no tiene que ver con ningún paralelismo: el púrpura se asocia a la nobleza y los reyes, simplemente por lo caro que resultaba conseguir ese tinte.
Estos significados también pueden cambiar dependiendo de la cultura en la que estemos y por supuesto hay modas: el rosa se llevó en el Rococó, como se puede ver en el retrato de Luis XVI pintado por Nicolas-André Monsiau.
Conclusiones y citas
El color despierta actitudes pasivas o activas. Nos inspiran orden o desorden, el color y sus significados van más allá de su apariencia. Sus efectos son de carácter fisiológico, psicológico y cognitivo, incluso llegamos a identificar el color con lo masculino y femenino, el peligro o la ideología política.
El color, por tanto, es una sensación, pero también una emoción. El color como lenguaje directo y provocador que reclama la atención del ciudadano y lo usan los diseñadores y la publicidad o en los medios de comunicación, pues en el mundo occidental tienen el rasgo de la expansión de la técnica. (Jiménez, 2010).
El objetivo de la autonomía modal es concebir unos términos teóricos desde los que construir una autonomía del arte y la sensibilidad que, sin renunciar en absoluto a sus imperativos formales y sus especificidades lingüísticas, constituye un mismo movimiento con la autonomía política.
Si entendemos que los repertorios y las competencias constituyentes que constituyen el arte son modalmente las mismas que necesitamos para construir la polis, nos estaremos situando en el contexto concreto del capitalismo tardío, en el camino de la lucha por la república de los fines. (J. Claramonte, 2010)
Para Tatarkiewicz hay una cuestión principal en la estética. ¿Son las cosas bellas en sí mismas o lo son simplemente para nosotros? ¿Dónde está la belleza? En un esquema modal, se encontraría en un polo de belleza que está en el objeto y por ello lo mejor es imitarlo, y en el otro, la postura de la belleza está en el observador, que es la tendencia actual desde Kant. En este polo se valoraría la poiesis, la creatividad y lo original.
Marchán Fiz pone de manifiesto que hubo tensión entre la universalidad y las diferencias en el ámbito estético, dando lugar a “relativistas del gusto”, así como había diferencias en los comportamientos y hábitos y los “objetivistas del gusto”.
Los primeros están avalados por los principios antropológicos que cuestionan la centralidad del gusto europeo. Marchán Fiz menciona que, Charles Perrault distinguía entre las bellezas naturales (positivas, universales y absolutas) y las bellezas arbitrarias (particulares, relativas) que gustan, estas últimas, debido a que nuestros ojos se acostumbran a ellas, o a que debido a la moda, se sustraen de lo bello intemporal y dependen del gusto particular de cada época y pueblo.
Tatarkiewicz (1975), defendió el pluralismo estético: “No hay un sistema universal válido de los valores estéticos”.
“El color es la tecla, el ojo el martillo. El alma es el piano de muchas cuerdas. El artista la mano, que por esta o aquella tecla hace vibrar adecuadamente el alma humana.”
“El arte abre una dimensión en la que los seres humanos, la naturaleza y las cosas no permanecen por más tiempo bajo la ley del principio de realidad establecido. El encuentro con la verdad del arte tiene lugar en el lenguaje alienado y por medio de imágenes que hacen perceptible, visible y audible. Lo que ya no, o todavía no se percibe, se pronuncia y se espera de la vida cotidiana. La autonomía del arte refleja la ausencia de libertad de los individuos en la sociedad sin libertad. Si las personas fuesen libres, el arte sería entonces la forma y la expresión de su libertad. El arte continúa marcado por la falta de libertad; por contradecirla, consigue su autonomía.”
Hablando sobre el gusto en término kantianos, se pretende establecer que la finalidad del juicio del gusto se agota en sí misma, es la “finalidad sin fin”. Lo que caracteriza según Kant al juicio del gusto, es una universalidad sin conceptos y una forma de apreciación desinteresada que se resuelve en una tranquila actitud contemplativa. El juicio estético encuentra su mayor cercanía y paralelismo con la experiencia religiosa. En suma, según (Berenson, 1948), el momento estético es una visión mística.
Kant
Graduado en Antropología Social y Cultural
Referencias
Ball, P. (2003). La invención del color. México: Turner Publicaciones, S.L.
Claramonte, J. (2010). La República de los Fines. Murcia: Cendeac.
Goicoechea, E.R. (2013). Antropología Biosocial. Madrid: Universitaria Ramón Areces.
Jiménez, J. (2010). Teoría del arte. Madrid: Tecnos (Grupo Anaya)
Marcuse, H. (2007). La Dimensión Estética. Madrid: Biblioteca Nueva, S.L.
Kandinsky, W. (2008). De lo espiritual en el arte. Buenos Aires: Paidós.
Kant, I. (2010). Crítica del Juicio. Madrid: Gredos.
Tatarkiewicz, W. (2001). Historia de seis ideas. Madrid: Tecnos/Alianza.
Velasco, H. (2013). Hablar y pensar, tareas culturales. Temas de Antropología Lingüística y Antropología Cognitiva. Madrid: UNED
Museo del Traje: Exposición “La vie en Rose”
http://seminariodecolor.blogspot.com/
http://fundacioenllac.cat/es/memoria-las-victimas-holocaust/
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