Historia y estética del color rosa: “Think pink”

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Introducción

El color es una de las percepciones sensoriales que más reacciones despierta en el ser humano. Este trabajo pretende hacer un recorrido histórico hasta nuestros días sobre el rosa y las sensaciones que han despertado en cada época.

Intentaré reflejarlo desde un punto de vista estético como disciplina filosófica a través del gusto y la sensibilidad y también desde una mirada antropológica de los significados del color rosa o rosáceo que este color transmite a través de mitos, ritos y costumbres. El color a través del sentido de la moda es tremendamente importante para los seres humanos.

No hay ninguna fuente en la naturaleza, sea de origen animal, vegetal o mineral de la que se obtenga directamente el color rosa. Debe recurrirse a la mezcla del rojo con el blanco o la dilución del rojo con agua. Las técnicas de obtención del rosa fueron originariamente cochinilla de Polonia, pero eran demasiado caros. Estas técnicas de obtención se vieron alteradas por la conquista de América, en particular se describen las propiedades del color rojo que en México se obtenía de la cochinilla, un parásito que para alimentarse se adhiere a algunos tipos de plantas, en su interior se obtiene la materia colorante del color rojo. Pero seguía siendo muy caro elaborar estos pigmentos y quedará asociado a la Iglesia.

El rosa aparece en las artes durante la antigüedad y Edad Media (terracotas) y se asocia al color de la piel y aparece en Roma como maquillaje y síntoma de buena salud. En la Edad Media, el rosa fue un color reservado a las indumentarias de clases altas y frecuentes en el arte, asociado a lo milagroso. Las representaciones de imágenes de Santos con túnicas rosas, afianzará el color como positivo y al poder y a la masculinidad.  Mientras que el azul, se solía elegir para representar la pureza  de la Virgen María.

La fecha de envío del primer cargamento de cochinilla a España fue en 1528 teniendo la importancia económica parecida al oro y la plata. A partir de mezclar con alumbre, aparecerían otros tonos como morados, escarlatas, carmesíes, etc.

Más tarde, se utilizaron pigmentos minerales al mundo del color, particularmente el cobalto con el que se conseguirá el violeta y el blanco del zinc para mezclarlo con rojo y conseguir nuevos rosas.

No será hasta 1856 cuando se elabore el primer tinte químico artificial, abaratándolo y saldrían al mercado rosas con nombres sugerentes como, rosa palo, rosa ciruela o rosa rubor de doncella. Se tenía en cuenta si el tono iba a ser expuesto a la luz natural o artificial, por afectar a la sensación visual.

A finales del siglo XIX y principios del XX, los hombres habían adoptado ya una estética marcada por la renuncia al color. Paulatinamente, el rosa se incorpora a un lenguaje que se constituye en oposición a los rasgos masculinos. El rosa se hace muy presente en las modas de la mujer, ropa interior, diseño de objetos cotidianos. Pero el rosa puede convertirse en signo de exceso y lujuria o mal gusto según el tono y la intención. Especialmente en productos de consumo para niñas, pero también es el color del movimiento PUNK. El rosa se ha convertido en un color con nuevos significados y ha demostrado el potencial de un color estigmatizado por su propio atractivo.

Los colores: “la emoción” “la armonía” y “lo cromático”

El color es una percepción en respuesta a la estimulación nerviosa del ojo causada por la luz y la longitud de onda que la compone. Es también una sensación que transmite y emociona. La luz blanca se descompone en 7 colores diferentes al atravesar un prisma óptico. El rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta.

Los colores provocan emociones y siguiendo la estética y tradiciones sociales y culturales a veces ciertos colores unidos serán vistos como no armónicos.

Son 12 los colores perceptibles al ojo humano divididos en tres grupos. Rojo, amarillo y azul, los principales. Los segundos, verde, violeta y naranja y los restantes 6 colores, una mezcla de los 6 primeros.

“Goethe” publicó la teoría de los colores y declara que el color tiene un carácter subjetivo y depende de la percepción del individuo y otorga un valor simbólico y emocional a los colores.

Hay gamas frías y cálidas como la iluminación. La descomposición del color se aprecia por la descomposición de la luz solar en las gotas de agua produciendo el efecto llamado arco iris. Percibimos la realidad a través de la vista en color y percibimos una descripción naturalista, una dimensión estética y ciertos significados y símbolos a través de la imagen. La armonía cromática se aplica para obtener equilibrio y simetría.

Los colores no existen, sólo existen los materiales con los que se preparan los colores. El negro no existe y los tonos de un color cambiarán según mezclas de aceites y en que materiales o soportes se usen.

Los colores son capaces de transmitir emociones y provocar en nuestro cerebro reacciones. Por ejemplo, un árbol el almendro, en primavera cuando tiene su flor ¿no transmite mejores sensaciones o emociones diferentes que en invierno?

Los colores pueden alegrar, motivar o, todo lo contrario. Cada color tiene su significado y representación. Nos hacen sentir felicidad, alegría, paz. Nos inspiran y simbolizan poder, lujo, pasión y amor.

Los psicólogos afirman que cuando escogemos un color o tonalidad para la ropa, para un diseño o cualquier obra de arte, incluso la publicidad o el marketing, estamos respondiendo a razones que están muy definidas en nuestro subconsciente. El color rosa, según algún psicólogo, las personas que lo eligen lo relacionan con lo sofisticado, educado… El rosa evoca romance, amor, amistad y representa cualidades femeninas y pasividad.

Época Rococó y el rosa

El siglo XVIII se presenta como una sinfonía del color para ambos géneros. Idénticos colores se empleaban en las indumentarias de hombres, mujeres y niños en las primeras décadas del XVIII que reflejan colores de la naturaleza, con un rosa vivo luminoso aplicado a motivos decorativos de gran tamaño. A partir que avanza el siglo, se van imponiendo los colores pastel del rococó, destaca el rosa.

El estilo francés representado por María Antonieta  y la marquesa Madame de Pompadour se extendió por todo el mundo y se hablaba del “gusto francés”. La misma marquesa sentía tal pasión por el color rosa que lo quería hasta en la porcelana. En la fábrica de Sevres que ella controlaba, se elaboró un color rosa que fue bautizado como su nombre “el rosa pompadur”.

Este rosa contenía una tonalidad muy concreta que incluía trazos de azul, algo de negro y amarillo y fue muy utilizado en su tiempo.

La llegada de los Borbones a España propició la instalación de la moda de Versalles popularizando el color rosa. Se pasó del “negro español” a los colores alegres “franceses”. El rosa fue más intenso en España que en Francia en esa época.

La iglesia católica y el color rosa

Llama la atención que, frente a la austeridad cromática de otras religiones, la iglesia católica presente ricos colores. El clero ha utilizado el color como instrumento de poder. Los colores que lucía eran los de moda por lo que no es extraño que cuando el rosa se impone lo vistan también sus altos representantes.

Si la aristocracia viste de rosa, el clero también y selecciona en todo momento del siglo el tono que marca “tendencia” desde los rosas vivos a los pasteles para terminar con los neoclásicos que cierran este siglo XVIII tan colorista.

De hecho, en el siglo XVIII no se diferencia la indumentaria religiosa de la civil, ni por el color ni por los motivos decorativos por lo que no es sorprendente que también los clérigos vistieran de rosa en las celebraciones litúrgicas.

El color rosa para a la simbología asociándolo a la obediencia, la esperanza y a lo masculino más espiritual y menos agresivo.  Su uso ceremonial se celebra la resurrección de Cristo, que aparece habitualmente representado con una túnica rosa, por la asociación del color con la encarnación y el poder benévolo.

También se volverán a vestir con tonos rosas en la segunda mitad del siglo XIX cuando los movimientos historicistas se impongan repitiendo el estilo y el color del siglo anterior.

El rosa neoclásico

El descubrimiento de Pompeya en 1748 revive la fascinación por el mundo clásico y la recuperación de las tonalidades y sus colores.

El Neoclasicismo se afianza con la Revolución Francesa y frente al rosa pastel aristocrático del periodo “Rococó”, se usaba un nuevo tono recuperado de la antigüedad, con el que se identificará a la burguesía y su propia estética revolucionaria. La razón, la educación y la libertad eran los nuevos postulados.

Si los referentes de moda del periodo anterior habían sido María Antonieta y Madame de Pompadur, en este periodo lo será Josefina Bonaparte.

El siglo XVIII tan rico en tonalidades se despide con un cambio cromático radical: los colores pasteles son sustituidos por los bien definidos rojos pompeyanos y un nuevo rosa más oscuro y con irisaciones más azuladas. Se traslada la técnica de pintura al bordado y la composición se convierte en un coqueto y delicado jarrón de flores

Romanticismo s. XIX y el rosa

En el siglo XIX, el hombre burgués trabajador se desprende del color en su atuendo y reduce su uso a chalecos y corbatas en la vestimenta al color rosa. Este color no estaba todavía asociado preferentemente a lo femenino. No obstante, en esa época la mujer se convierte en protagonista absoluta de la moda. El rosa será aún solicitado en todo lo que rodea a la mujer. En realidad esto significa que este tono rosa, amable, dulce y claro es sumisión de la mujer obediente y radicalmente opuesta a la versión femenina de la época anterior del Rococó cuando era protagonista de su destino. Complementos como capotas, bolsos o sombrillas decorados con rosas suaves.

En 1856 Henry Perkins consigue el primer tinte químico para el violeta. Surgirán multitud de nuevas tonalidades del rosa bautizados como cereza, rosado, rosa suave, rosa desvaído, como un tono muy demandado, el “rosa rubor de doncella”. Las jovencitas que acudían a sus primeras reuniones sociales debían aparentar recato y por ello vestían de rosas que recordaban las mejillas levemente sonrosadas luciendo un discreto maquillaje.

La tauromaquia y el rosa

Cuando a mediados del siglo XIX se asienta el “traje de luces” para los toreros ya está de moda el color rosa. El rosa se emplea como un color ajeno a las connotaciones de género que lo pudieran asociar al mundo masculino o femenino. Cuando empiezan a ser recogidas imágenes de la fiesta de los toros en grabados y cuadros, el color de moda es el rosa. Como si de un ritual religioso se tratara, incluye su momento de ceremonia, pasión y resurrección. El matador viste de rosa como resucitado. Las medias siempre son rosas, al igual que la corbata y la faja. Sólo al matador correspondía el privilegio de vestirlas de ese color, norma  que se ha relajado con el paso del tiempo. Lo que no ha cambiado es el código cromático de los capotes.

El capote de brega con el que se inicia la ceremonia realizando los primeros lances. Este capote tiene una cara rosa, asociado a la buena suerte, clase y nobleza del torero. A la otra o envés, que suele ser amarilla, por contraposición se la relaciona con la mala suerte. Sobre la arena se vivirá un momento de dicotomía inherente al mundo del toro: la suerte y la desgracia, triunfo o fracaso, vida o muerte.

A finales del siglo XIX la implantación de los tintes químicos (el primero fue el violeta) propició loa aparición de sucesivas tonalidades rosas. Los diseños modernistas compartían protagonismo con los historicistas que mezclaban rojos y blancos y creaban efectos de rosa.

A finales del siglo, las mujeres mayores de 30 años abandonaban los colores brillantes por los pasteles, entre los que destacaba el uso del palo de rosa o el rosa desvaído. Esta situación cambiaría después de la primera década del nuevo siglo XX: las damas, independientemente de su edad y en el caso concreto del color rosa, se verá en su indumentaria, un aumento de su intensidad, como tonos ciruela, cereza, rosa real o rosa heces de vino. Esta euforia cromática se frustrará con la primera guerra mundial https://es.wikipedia.org/wiki/Primera_Guerra_Mundial. Con la guerra todo cambia: los colores de la calle son los propios de la tragedia y recurren a los neutros y terrosos para demostrar su empatía con los soldados.

Habrá que esperar a los años 20 para que el rosa vuelva a ocupar su puesto en la moda.

El siglo XX y el rosa

La época Rosa de Pablo Picasso

 En 1904 Picasso se instala definitivamente en Paris –Momtmatre- con Fernande Olivier, su primer amor y se convierte en su musa. Es el paso de la llamada “época rosa”. Picasso y sus amigos se aficionan al opio hasta que, en una velada de exceso con las drogas el pintor alemán G Wiegels se suicidó. Entonces los dos dejaron el opio. En la época rosa su interés humano se desvía hacia la gente de la farándula, en especial la del circo. Pinta arlequines, saltimbanquis y también maternidades rosas. No pierde la melancolía, pero utiliza tonalidades cálidas, rosáceas, pasteles más suaves y delicados.

Picasso: El arte no es la aplicación de un canon de belleza, sino lo que el instinto y el corazón ven más allá de cualquier canon. Cuando amamos a una mujer no empezamos a medir sus miembros.

Mariano Fortuny: Experimenta con rojos y rosas químicos, aunque sabemos de su predilección por la cochinilla de México que se producía en Canarias. Encuentra en el color rosa, un color con el que recorrer la historia del textil.

En cuanto al color, mientras que Willian Morris, cerebro del movimiento, se inspiraba en edad media nórdica, Fortuny investiga técnicas tintóreas de diferentes países y culturas.

Sus rosas no se encontraban en el mercado de la tintorería al igual que el resto de los colores, trabajaba mezclando una y otra vez. Hacia 1910, los ballets rusos llegan a París cargados de orientalismo que sirven a Fortuny para bucear en los tonos rosas del pasado. Fortuny supo participar de los colores que se empleaban en otras disciplinas de las Bellas Artes como la pintura. Él siempre se sintió pintor, un pintor de telas.

En la época de entre guerras del siglo XX fue un momento propicio para la difusión del rosa. El cuerpo adquiere nuevo protagonismo, se descubre brazos y piernas y el color de la piel toma relevancia, lo que facilita que el gusto derive hacia la paleta de los rosados y se empieza a explotar en la industria de los cosméticos. Los rosas suaves son habituales.

Llegados a los años 30, se abre a tonalidades más intensas. En 1936, Elsa Schiaparelli lanzaba el “smoking pink”, un rosa mezclado con magenta. Como el rosa como color provocador, sus socios le desaconsejaron usar ese color en sus colecciones pues parecía propio de “negros”. Los afroamericanos, tanto hombres como mujeres lo comenzaron a utilizar como signo de identidad racial (desde inicios del siglo XX, el rosa desaparece del armario masculino). Al mismo tiempo, a la asociación de término “rojo” con el socialismo, cuyo triunfo en la URSS atemoriza a las clases dirigentes, se acentúa el rosa a lo vulgar y frívolo.

El rosa designa el género novelesco peor considerado (novela rosa). En general se califica de rosa el al pensamiento débil, proclive al mal gusto como a la moralidad y puede que, debido a estos antecedentes, el régimen nazi decidiera señalar a los homosexuales recluidos en los campos de concentración con un triángulo rosa. Un gesto que posteriormente se apropiarían colectivos de activistas para convertirlo en un signo identitario.

Después de la II Guerra Mundial a Mamie Eisenhower, la esposa del veterano general se atribuye el inicio de una tendencia que iba a asentar la consideración del rosa como el color de la femineidad por antonomasia. Su afición al color se trasladó a la decoración de la casa blanca y se la llegó a denominar “pink palace” y se difunde una tonalidad de rosa “Mamies pink”. Se difunde mundialmente el traje sastre “Rosa” de Chanel que vestía Jackie Kennedy.

El color rosa extiende su influencia en el mundo femenino. Richard Nixon hacía carrera política atacando a los “pinkos” como a los “roseras” en referencia a la amenaza comunista. El rosa se asocia a una feminidad estereotipada que recupera en buena medida criterios “heteronormativos” que constituye un claro retroceso en el proceso de emancipación de la mujer. Y el rosa, por favorecedor, por carnal, por inocente y erótico, fue un color idóneo para subrayar este ideal.

En Funny Face (1957), película protagonizada por Audrey Hepburn, se escenifica la alianza del rosa con lo femenino, con el tema musical “Think Pink” (piensa en rosa), subrayar la feminidad a golpe de rosa no solo objetos, sino también su imagen comercial o la publicidad. Una década después del primer impulso a la “feminidad rosa” que propició Mamie Eisenhower alcanza nuevas cotas de popularidad.

La década de los 60’ podría ser considerada la del triunfo del color debido a la influencia de los gustos juveniles y a la publicidad. Entre los nuevos colores que llegan a través de la influencia de los tonos acrílicos propios del pop y la psicodelia, el rosa tendrá un lugar destacado en el mercado de masas.

La difusión del plástico tendrá gran importancia en la apreciación negativa del rosa. Se asocia a lo barato a lo fácil e insustancial. Útiles de cocina se produjeron frecuentemente en tonos rosáceos. Un hito en esa degradación simbólica del rosa tiene lugar en 1957, cuando Don Featherstone crea para la empresa Union Products el diseño del flamenco de plástico que amadrina los jardines de la clase trabajadora americana. El Pink Flamingo, sería elevado por la película de culto a la categoría del Kitsch, paradigma del mal gusto que propicia la difusión de modas en la sociedad de consumo.

Enrique de Miguel Grelleaud

Graduado en Antropología Social y Cultural

 

Referencias

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Claramonte, J. (2010). La República de los Fines. Murcia: Cendeac.

Goicoechea, E.R. (2013). Antropología Biosocial. Madrid: Universitaria Ramón Areces.

Jiménez, J. (2010). Teoría del arte. Madrid: Tecnos (Grupo Anaya)

Marcuse, H. (2007). La Dimensión Estética. Madrid: Biblioteca Nueva, S.L.

Kandinsky, W. (2008). De lo espiritual en el arte. Buenos Aires: Paidós.

Kant, I. (2010). Crítica del Juicio. Madrid: Gredos.

Tatarkiewicz, W. (2001). Historia de seis ideas. Madrid: Tecnos/Alianza.

Velasco, H. (2013). Hablar y pensar, tareas culturales. Temas de Antropología Lingüística y Antropología Cognitiva. Madrid: UNED

Museo del Traje: Exposición “La vie en Rose”

https://www.rae.es

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www.wikipedia.org

http://seminariodecolor.blogspot.com/

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