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En julio de 2022, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro acogió el estreno de «La Toffana», una obra de Vanessa Montfort que pone de manifiesto la dicotomía que plantea el personaje de Giulia Toffana. La fragmentación entre lo real y lo teatral (¿existió realmente Giulia Toffana?) sirve de base argumental para descubrir el resto de contradicciones que rodean la leyenda del agua tofana, el veneno que mató, según algunas fuentes, a Mozart.

Pero no fue el único. Más de 600 hombres murieron asesinados tras ingerir el veneno creado por la que algunos consideran la primera asesina en serie de la historia. Una fórmula que perfeccionó de la original heredada de su madre para liberar del abuso de sus maridos a las mujeres que acudían a ella. Ayudaba a disimular el veneno la imagen de San Nicolás de Bari en cada una de las botellas de vidrio que se vendían como agua para el cuidado de la piel.

Sucedió en lo más profundo del siglo del Barroco, un siglo aciago para las mujeres (¿cuál no lo es?) y fue en 1659 cuando Giulia Toffana confesó y fue ahorcada junto a su hija y tres de sus colaboradores. «Toffana no es culpable, Toffana ayuda a todas, libertad para Toffana» grita el coro de la obra de Vanessa Montfort.

El también llamado «Maná de San Nicolás» era un veneno que desafiaba el orden natural de las cosas, porque daba un poder a las mujeres que, hasta entonces, solo tenía Dios y, en su defecto, los hombres. «Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre y mucho menos una mujer». El poder de librarse de un matrimonio violento y de una existencia anulada por una sociedad moderna que no se diferenciaba tanto de la medieval.

La vida de las mujeres del siglo XVII era un ciclo continuo de embarazo, crianza y embarazo. Morían sin haber tomado ninguna decisión sobre sus cuerpos o sus vidas. Sus padres (tíos, primos, confesores) elegían su casamiento y tras éste sus maridos decidían su destino. Salvo excepciones, las mujeres no tenían acceso a la cultura ni a la vida social, ni mucho menos podían optar a una profesión. Sus posesiones (de tenerlas) eran gestionadas siempre por un hombre. Podían ser golpeadas en privado y en público por su marido sin que ello se considerase delito. ¿Qué alternativa tenían las mujeres obligadas a contraer nupcias siendo niñas con un hombre treinta o cuarenta años mayor ante los abusos legitimados de éste?

Toffana o Tufania, o Giulia, de la que no sabemos si era original de Palermo o Nápoles, se dice que era propietaria de una tienda de cosméticos en la que vendía polvos con base de arsénico. La identidad de la madre se pierde y confunde con la de las hijas y nietas en la noche de los tiempos y hay que elucubrar para construir su historia. Se dice que fue Fernando Afán Enríquez de Ribera y Téllez-Girón, virrey de Nápoles, quien la envió a la hoguera y que la ola de crímenes empezó cuando la primera mujer de la familia contaba 16 años.

Cuando lees su historia hecha de retazos, a pesar de las lagunas y la falta de información, solo una pregunta queda suspendida en el aire: ¿Criminal o justiciera?

Susana R. Sousa

Susana R. Sousa

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