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Los que viven aquí no son ni franceses ni españoles, son vascos ¿Cómo son los vascos? Los vascos son como son”

Orson Welles

22 de Abril de 2015, pueblo de Hólmavik, en la región de los Fiordos occidentales, uno de los ocho distritos que dividen Islandia. Allí están presentes Martín Garitano, diputado general por Guipúzcoa y Xavier Irujo, uno de los descendientes de los protagonistas de nuestra historia.

En Islandia, como en todo estado de derecho que se precie, está prohibido asesinar personas. Sin embargo, existe una ley que declara “permitido asesinar vascos”. El comisario Jónas Gudmunsson toma la palabra y deroga la ley. Los vascos presentes respiran aliviados.

Esta ley debió de ser abolida hace mucho tiempo, pero ya saben; vamos dejando las cosas para mañana y al final… Pues bien, este asunto se fue dejando de un día para otro desde 1615. Por lo que podemos decir, a ciencia cierta, que durante 400 años hubo una ley en Islandia que declaraba legal matar vascos (y sólo vascos) durante casi medio milenio.

Pero, para entender lo que está pasando, lo mejor será comenzar por el principio.

De reyes heroicos, balleneros y una historia de amor

Para ello tenemos que viajar hasta el siglo XVII y acercarnos a conocer a los hombres del norte. Así nos encontramos con su rey: Christian IV de Dinamarca. Es uno de los principales héroes militares del país (como nuestro Cid Campeador, pero en nórdico). No sólo era un gran amante del arte y la cultura, también llevaría a cabo dos guerras contra Suecia y mandaría a sus súbditos a participar en la “Guerra de los 30 años” en la que se enfrentaría, entre otros, a España. Quédense con su nombre porque está a punto de liarla parda.

Es en este tiempo cuando vascos, principalmente, y cántabros, están dejando las costas del norte de España limpias de ballenas. Es cierto; en España la carne de ballena no tiene mucho éxito, pero la grasa es muy preciada. Se utiliza para el alumbrado y producir calor, pues arde sin humo y sin producir olor desagradable. Los huesos, además, son aprovechados para la fabricación de muebles.

Es tal la competencia por estas piezas que en los puertos vascos se pelean por las piezas más grandes. Se calcula que en esta actividad son empleados una treintena de barcos, en los que participan unos 2.000 hombres, lo que da lugar a una captura de, en torno a, 400 ballenas por año.

Con este nivel de productividad no es extraño que la costa cantábrica se quede pequeña y haya que buscar nuevos horizontes. Es este motivo, precisamente, el que se convierte en leyenda al situar a vascos y cántabros en las costas de América del Norte en 1375. Más de cien años antes que Cristóbal Colón.

Lo que no es una leyenda es que los vascos, en esta búsqueda de seguir mermando la población de ballenas, llegaran hasta Islandia, territorio que, en aquellas fechas, se encontraba bajo dominio del ya mencionado Christian IV.

El hecho de que llegara gente de tan lejos a la isla no suponía, a priori, ningún tipo de problema. Es más, aquello se convirtió en un idilio, una simbiosis perfecta. Los nativos no sabían matar ballenas, los extranjeros sí. Estos no gustaban de su carne, aquellos sí. Los vascos pagaban honestamente sus tasas y vendían la carne en un acuerdo que dejaba satisfechas a ambas partes. Pero el intercambio no era únicamente comercial, también cultural. Se creó un dialecto, lo que se conoce como pidgin, mezclando palabras del euskera y el islandés para que fluyera la comunicación. Es más; el diccionario más antiguo descubierto en Islandia, a excepción de uno previo del latín, para traducir palabras de otro idioma fue, precisamente, del euskera.

En islandés se utiliza la expresión “hvelreki” para desear buena suerte. Esta palabra está formada por el sustantivo “ballena” y el verbo “varar”. El designio de la buena fortuna es algo así como que una ballena quede varada en tu playa.

Pues cuando un grupo de vascos quedó varado en las playas islandesas en busca de ballenas no fue buena suerte, precisamente, lo que tuvieron.

El único asesinato en masa de la historia del país más septentrional del mundo

Así llegamos hasta el verano de 1615. Los vascos, como ya es habitual, llegan a las costas islandesas. Concretamente a la región de Vestifoir. Todo marcha bien, como de costumbre, a pesar de que los islandeses han pasado por tiempos mejores; arrastran ya algún que otro invierno duro, lo que ha provocado hambre y pobreza entre la población. La venta de carne de ballena sigue yendo fenomenal, nunca ha habido problemas en este sentido.

Sin embargo, todo cambia en septiembre, cuando un vendaval provoca que los barcos de nuestros balleneros queden dañados al golpear con unas rocas. El accidente se ha llevado por delante tres almas. Quedan otras ochenta, que ya se resignan a pasar el frío invierno en Islandia.

Los vascos se dividen en tres grupos, encabezados por Pedro de Aguirre, Esteban de Tellería y Martín de Villafranca. Este último se separa de los otros dos, marchando por su cuenta con el resto de su grupo. Será del que hablaremos de aquí en adelante.

Pese a que el comportamiento que siempre habían tenido había sido irreprochable hasta la fecha, las cosas se torcieron un poco, tal vez debido a las extraordinarias circunstancias que estaban viviendo.

Entraron en una casa de un comerciante de Pingeyri y se abastecieron de cuanto pudieron. Antes, habían amenazado a un pastor con el que trataban de comerciar. Los nativos se fueron enfadando más y más. El hecho de que profesasen una religión diferente tampoco ayudó.

Todo esto llegó a oídos del rey de Dinamarca, Christian IV que, raudo, promulgó una ley clara y concisa: “permitido asesinar vascos”. El gobernador, Ari Magnússon, deseoso de deshacerse de tan molestos huéspedes, no tardó en ponerla en práctica.

Los autóctonos se arman y por la noche acuden a la casa en la que se encuentra el grupo de Martín de Villafranca para hacerles una visita de cortesía.

Los asaltan, les extraen los ojos, les arrancan la nariz y los genitales. Con lo pacíficos que parecían al principio.

La peor parte se la lleva el jefe del grupo, Villafranca. Le hacen profundos cortes en hombros y caderas a pesar de no dejar de pedir clemencia. Finalmente logra escapar, pero una piedra le alcanza la cabeza y cae fulminado. De todo el grupo tan sólo logra salvar la vida uno de ellos.

Los otros dos grupos que habíamos dejado atrás decidieron volver a casa antes de lo previsto, y a pesar del riesgo implícito, debido al enrarecimiento del ambiente en el que de repente se vieron inmersos. No tenían la más mínima sospecha de la suerte que habían corrido sus compañeros de pesca.

Y así, hasta el 2015, 400 años más tarde, en el que por fin se derogó la ley que, dicho sea de paso, sólo se aplicó en la ocasión aquí descrita.

Rubén Blasco

Rubén Blasco

Referencias

Canal de YouTube “Un mundo inmenso”; “Islandia, donde la tierra se divide”.

https://www.larazon.es/

https://www.abc.es/

https://www.publico.es/

https://es.wikipedia.org/

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