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El informe Aladino publicado en 2020 concluye que en España el 40% de los menores, de entre 6 y 9 años presentan exceso de peso, que su prevalencia aumenta con la edad y que afecta a hogares con menos recursos. Es una tendencia global que se observa en casi todas las regiones del mundo, lo que se deriva en un problema de salud. En las últimas décadas parece haber cierta estabilidad, pero las cifras como vemos no son buenas.

               

La OMS estima que hay más de 380 millones de niños, niñas y adolescentes con este problema y cifra en 41 millones los menores de 5 años que presentan obesidad, datos que podrían duplicarse para 2025 de seguir como hasta ahora.

                   

Cada vez se ve más clara la relación entre los estilos de vida y la obesidad infantil. En esta pandemia, como la catalogan muchos especialistas, juega una importancia primordial los hábitos nutricionales y el estilo de vida.

                           

La obesidad infantil es un fenómeno con muchas aristas que abarca multitud de áreas y aspectos, es multidimensional: medicina, nutrición, psicología, ambiente sociocultural y un fenómeno socioeconómico. De hecho, está considerada como una de las epidemias más graves de nuestra sociedad. Aunque  la genética influye en el 60% de la variabilidad del IMC (Índice de masa corporal), hay factores como: estilos de vida no adecuado, disminución de la actividad física, hábitos de alimentación, bajo consumo de frutas y hortalizas, uso excesivo de pantallas, poco tiempo para cocinar, el barrio o pueblo donde vivimos, relaciones sociales, comedores escolares,  publicidad de los alimentos, brecha importante dependiendo del nivel de ingresos económicos y el nivel educativo de los progenitores, hábitos de sueño, comer viendo la televisión, evitar el desayuno y calmar los estados emocionales comiendo, que están interrelacionados entre sí y que engloban multitud de aspectos de la vida cotidiana. Configuran lo que algunos expertos denominan el estilo de vida obesogénico.

         

Además, en los últimos años los especialistas también apuntan hacia la alteración de la microbiota intestinal humana, es decir, la comunidad de microorganismos vivos en un nicho ecológico determinado. Esta parece estar relacionada con genes, medio ambiente y sistema inmunológico y por lo tanto implicado en la regulación de la función metabólica.

Las diferentes instituciones han puesto en marcha planes y estrategias para poder frenar la subida de esta enfermedad, pero por el momento no la ha reducido. En 2005 el Ministerio de Sanidad y Consumo puso en marcha la “Estrategia para la Nutrición, actividad Física y prevención de la Obesidad” (NAOS) para mejorar los hábitos alimentarios e impulsar la práctica regular de ejercicio físico de todos los ciudadanos poniendo mayor énfasis en la etapa infantil. Lo hizo estableciendo unas medidas entre las que se encuentran: la prohibición de máquinas de vending en los centros educativos, prohibición de alimentos y bebidas ricos en ácidos grasos y azúcares, etc… Estas medidas y otras se siguen manteniendo, pero después de 15 años las cifras no acompañan.

   

Los cambios acaecidos en la sociedad juegan un importante papel en este problema. Cambios como los derivados de la incorporación de ambos progenitores al mundo laboral, lo que puede conllevar, por ejemplo, falta de tiempo para cocinar o realizar una compra responsable, pero también:  el ocio sedentario, con la aparición de las consolas, ordenadores, redes sociales, diferentes plataformas de televisión, cambios en la alimentación.

Los niños deberían ahora comer mejor que nunca ya que se tiene acceso a diferentes productos y alimentos, sobre todo frescos e información sobre ellos. La transición nutricional, como se denomina ahora a la transformación que estamos sufriendo en España con el paso de la dieta Mediterránea a otra de mayor nivel calórico, aumento de grasa animal y azúcares y disminución de fibra y carbohidratos complejos.

                     

Las causas socioeconómicas son otra gran muralla para llevar una alimentación equilibrada. La tasa de obesidad es el doble entre familias con rentas más bajas y humildes que aquellas con rentas más altas, lo que se denomina “correlación de clases” o los malos hábitos vinculados a la renta. Por lo general, toman más bebidas azucaradas, comen menos fruta y verduras y participan menos en actividades de ocio y deporte. Este tipo de comida es más barata y se consume en menos tiempo de preparación frente a la compra de alimentos fresca que es más cara y que necesita un tiempo de preparación y cocina.

                           

Ante este problema los diferentes países y regiones, con más o menos acierto han puesto en marcha diferentes programas para combatir la obesidad. Vamos a ver dos ejemplos

  • En el País Vasco: “Plan de los mil días” Poner un plazo razonable a medio plazo para poder conseguir efectos y objetivos realistas. Se pretende: Aumentar en un 20% el número de menores que consumen fruta y verdura, reducir el consumo de sal y de azúcares libres un 20% y lograr que el 50% de los agentes e iniciativas que trabajan a favor de la alimentación saludable en el País Vasco lo hagan en red y de forma alineada. Para ello se han apuntado unos objetivos como: Vending inteligente y saludable, una aplicación móvil lúdico-pedagógico, el proyecto puesta al día de comedores escolares, elaboración de un calendario multicanal y vigilancia del etiquetado y composición nutricional de los alimentos. Este plan se encuentra en su fase final y veremos a ver si los resultados son los esperados.
  • Noruega: “Fiskesprell” traducido sería algo así como “Diversión con el pescado” Se trata de un programa que intenta aumentar el consumo de marisco entre los niños y adolescentes noruegos. Los profesores de las escuelas y jardines de infancia intentan promover el pescado y el marisco como opción natural en las comidas. El gobierno ofrece recursos didácticos y cursos al personal de estos centros sobre nutrición infantil. Con ingredientes frescos y métodos de cocina variados, se les enseña a preparar platos sencillos de marisco que gusten a los niños y que se adapten a la vida cotidiana en el jardín de infancia.

Como vemos hay que realizar una educación tanto a nivel familiar como en los colegios. En el caso de los colegios, formaría parte de la educación recibida en los comedores escolares, donde tanto los gobiernos centrales, autonómicos y asociaciones de padres, tienen voz para realizar los diferentes menús “saludables”, donde se planteen mejoras, conocimiento nutricional para una dieta sana, sostenible, accesible para un cambio o introducción de hábitos. Para ello también es interesante y aconsejable conocer la cultura alimentaria y los estilos de vida de las diferentes familias para proponer cambios y objetivos adaptados a cada una y que se puedan afrontar por parte de esta. El objetivo es trabajar con todos los miembros de la familia, no solo con el menor afectado. Es un trabajo de todos.

             

El ser obeso o no afecta transversalmente a individuos y sociedades. Es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en occidente y va en aumento tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo

Stephen Mennell habla del concepto de “civilización del apetito” en tanto que domesticación social del modo de comer. Mabel Gracia-Arnaiz, señala que este proceso de civilización se ha intensificado en los últimos 50 años, como resultado de 4 fenómenos:

  • El establecimiento del peso corporal ideal y las normas dietéticas
  • La construcción de la delgadez como un tributo de la salud y de la distinción social
  • El reconocimiento de la obesidad como una enfermedad
  • La transformación de la salud y el cuerpo en factores socioeconómicos y por tanto en oportunidad de negocio

De los dos primeros se deduce la delgadez como modelo a seguir y una pauta cultural de lo que es un cuerpo atractivo. El conflicto de carácter social y psicológico que conlleva, lleva a un individuo, en este caso al niño o a la niña, a un estado patológico y culturalmente estigmatizado.

La obesidad es igual de negativa en términos estéticos, morales y de salud.

             

Como podemos ver los medios para combatir la obesidad infantil parecen claros, pero llevarlos a cabo es complicado. La teoría nos la sabemos, pero hay multitud de factores y circunstancias que hacen que el éxito o los resultados no sean los que esperamos y deseamos. Tenemos que actuar y lo tenemos que hacer ya, porque los estudios estiman que el 57% de los niños y niñas parecerán obesidad en la edad adulta y tan solo uno de cada cuatro tendrá un peso saludable.

Muchos padres no ven como un problema el hecho de que su hijo presente sobrepeso, incluso en los más pequeños se suele asociar a un estado “saludable” y que se irá perdiendo según crezca de forma natural. Pero las cifras también revelan que cada vez hay más niños y niñas con enfermedades de adultos como son la diabetes tipo 2, hipercolesterolemia, hipertensión arterial,… lo que les predispones a sufrir enfermedades cardiovasculares.

La evaluación y magnitud del problema es fundamental para su conocimiento y para dar respuesta desde las diferentes instituciones y las familias, para que no se convierta en una enfermedad crónica y de gran prevalencia.

                           

El problema es de salud pública, con lo que ello engloba, que necesita un abordaje holístico abierto para combatirlo y ser entendido coherentemente.

                     

                                                                            Amaia Castresana Palma

Amaia Castrexana

Referencias

https://www.aesan.gob.es/AECOSAN/web/nutricion/subseccion/indicadores.htm

Amigo Vázquez, I; Busto Zapico, R.; Fernández Rodríguez, C. “La obesidad infantil como resultado de un estilo de vida obesogénico”EndocrinalNutr 2007:54(10)530-4 Departamento de Psicología. Universidad de Oviedo. Oviedo Asturias. España

Revista EroskiConsumerAbril 2021. Época V, númro 32

Medina, F.X.; Aguilar, A.; Solé-Sedeño, J.M. “Aspectos sociales y culturales sobre la obesidad: reflexiones necesarias desde la salud pública” Nutr. Clin. diet. Hosp. 2014; 34(1):67-71 DOI: 10.12873/341medina

Mennell, S. “All manners of food”. Oxford. Basil Blackwell, 1985

Gracia, M. “Fat bodies and thin bodies. Cultural, biomedical and market discourses on obesity” Appetite 2010; 55(2):219-225

Tinahones, F.J. “La importancia de la microbiota en la obesidad”. Rev Esp Endocrinol Pediatr 2017; 8 (Suppl)

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