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Nueva reforma educativa. Otra más. Desde 1970, terminando el franquismo, hasta la actualidad contamos con un listado de siete leyes, que serán ocho si se aprueba el anteproyecto de Ley planteado por el Gobierno. Todas tienen algo en común: su mediocridad. El panorama educativo en España cada vez parece más una montaña rusa, con subidas y bajadas, sin estabilidad y con una estructura tan precaria que se puede derrumbar en cualquier momento. Quién sabe, puede que algún día demos con la reforma correcta y merezcan la pena tantos esfuerzas… De momento no es el caso.

En las últimas semanas hemos asistido a oleadas de críticas al Gobierno por no mencionar las Matemáticas en Bachillerato, suponiendo que serán integradas en un programa de optativas junto con tantas otras. Es absurdo e improductivo ya que muchas asignaturas necesitan a las Matemáticas, como puede ser Física en la modalidad de Ciencias o Economía en la modalidad de Ciencias Sociales, lo que implicaría que, salvo alumnos bien orientados escojan la asignatura optativa, los profesores deberán duplicar sus esfuerzos para explicar algo que, quizás, solo requeriría una aclaración. Sin embargo, las voces que se han pronunciado respecto al Latín y al Griego han llegado más tarde y, hasta ahora, han sido una minoría. Las Matemáticas, al menos, se conservan como obligatorias en Primaria y en la ESO, pero Latín y Griego han estado desaparecidos durante un tiempo de la nueva reforma educativa y sólo se mencionaba la asignatura de Cultura Clásica, optativa, como un paliativo. Esto quiere decir que los institutos harían un estudio de la rentabilidad de las asignaturas y si no hay alumnos suficientes, desaparecerán de las aulas. Es un despropósito. La LOMCE nos intentó quitar la Filosofía y la LOMLOE ha estado a punto de arrebatarnos nuestros orígenes. El delito -podríamos decirlo así- no es solo del Gobierno, sino de todos a los que parece no importarles nada de esto. Una educación centrada en la Ciencia -precarizada también, por supuesto-, las Humanidades heridas de muerte, con un golpe nuevo, cercano al definitivo. Han rectificado en el último momento, claro, pero las intenciones parecían claras.

Gracias a esto la sociedad se embarca directa a la deshumanización y al desarraigo de sí misma, olvidando su pasado. Perdiéndose en la nada. El progreso, ese sendero por el que nos quieren conducir, no es posible sin las Humanidades, si queremos que el mundo no acabe en la ruina -dadas las circunstancias qué más da-. Aprendemos números, fórmulas, compuestos y todo para qué, si carecemos de una ética que nos marque el camino. ¿Cómo puede la Ciencia beneficiar a la sociedad en un mundo donde priman otros intereses? Su objetivo originario era comprender el medio en el que nos desenvolvíamos, la curiosidad nos hizo investigar y estudiar a los animales, al ser humano, el cielo y la tierra. Todas las disciplinas -Matemáticas, Astronomía, Biología, Historia, Economía, etc.- proceden de una misma raíz, la Filosofía.

Lo mismo ocurre con el Latín y el Griego. Las culturas grecolatinas son el germen de todo lo que somos. Les debemos un lenguaje, un sistema político, el Derecho, hasta la literatura tal y como la conocemos nació en Grecia y Roma. Han construido nuestro pasado, configurado nuestro presente y nosotros construimos el futuro sobre ellas. Entre los romanos y los griegos también hubo grandes ingenieros y médicos, los primeros y a los que tanto les debemos.

Cada vez nos dirigimos a un presente sin pasado y a un futuro incierto, como si estuviéramos en mitad del mar, sin rumbo, negando o borrando procesos históricos por no ser acordes a nuestra actualidad, obligados a olvidar un hecho que, de ser recordado y estudiado en su contexto, tal vez no volvería a repetirse. La lógica y la estadística ahogan nuestro sentido crítico, el pragmatismo estrangula los valores. No nos importa nada, sino que parecemos disfrutar de sumirnos en esta ignorancia voluntaria, donde somos nosotros los que decidimos no saber. La libertad también sirve para esto, supongo. Mientras un Gobierno tras otro niega una educación de calidad, el pueblo se encoge de hombros, enciende su TV y conecta con alguna serie o programa de ruido, con insultos, acusaciones y banalidad. Sin una formación decente, a saber cómo se formarán futuros profesores, administradores, médicos o ingenieros, en manos de quién nos pondremos. Perdidas las Humanidades, a saber dónde irá a parar todo nuestro conocimiento, si la vida de una criatura televisiva es más importante que aprender a leer y a escribir con corrección – que no es lo mismo que saber leer y escribir-.

En la Edad Media un campesino no tenía acceso a los estudios de la época, el Trivium y el Quadrivium. Bastante tenía con mantener a su familia, sobrevivir al hambre, a la peste, a la falta de higiene y a la miseria. Leían las esculturas de los capiteles en monasterios y catedrales donde los escultores se encargaban de transmitir las Sagradas Escrituras a un pueblo analfabeto por obligación. De haber tenido posibilidad, no sabemos si esos campesinos hubieran decidido estudiar algo de Gramática o Retórica, lo que sí está claro es que no tuvieron elección. Por razones como esta decimos que la Edad Media fue un período oscuro. ¿Nos acordaremos de esto cuando volvamos a leer dibujos y nos cueste entender las letras?

La sociedad es tan frágil que han bastado unos meses de confinamiento para que asignaturas consideradas “marías”, como dibujo o música, fueran imprescindibles para el sustento de la salud mental de muchos, cuando fue el arte el que nos rescató. Hay a quien le dio incluso por reflexionar.

Las Humanidades son imprescindibles en nuestra formación. “El conocimiento os hará libres”, decía Sócrates. Podemos creer que lo somos, tragarnos todo tipo de discursos y de normal que se engrandecen en la mentira del bien común, de nuestra libertad o de nuestro bienestar mientras adormecen nuestro sentido crítico y nuestra madurez intelectual. Un pueblo ciego solo es un pueblo esclavo.

La ignorancia voluntaria será nuestra ruina.

Rodolfo Padilla Sánchez

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