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Durante este fin de semana, y a consecuencia de los diferentes actos terroristas que han tenido lugar tanto dentro de nuestras fronteras como fuera de ellas, el mundo de las redes sociales se ha convertido en un sinfín de trincheras ideológicas donde cada usuario ha dado rienda suelta a sus publicaciones más recurrentes. La comunidad cibernética es variopinta, singular y hasta ingenua, por lo que cada cual, ha expresado su condolencia, repulsa, opinión y critica de la manera más directa que la ventana del “caralibro” puede ofrecer.

Como usuario activo, observador y analista… he sentido vergüenza. No voy a negarlo y perdonad mi juicio de valor. He visto políticos separatistas cuando lo que debería de importar es la unidad (por todas las partes), he contemplado odio a semejantes y motivos de exclusión cuando lo que debería de haber es comprensión hacía aquellos que temen a lo que todos tememos. He observado cómo se acusa a la religión como excusa barata de unos actos terroristas cuando lo que existe es fanatismo y radicalismo. He contemplado el etnocentrismo occidental propio del colonialismo, a fecha de hoy…. Cada uno busca su interés y el interés distrae al pueblo de lo que de verdad importa.

Esto también ha logrado que las ciberventanas sean escaparates improvisados de barbarie y morbosidad. Aún sigo sin entender como un señor pueda limitarse a grabar las consecuencias de un atentado, en vez de colaborar con la comunidad y salvar o proteger las vidas que ahí se encuentran. Esto no es nuevo, lo he visto en muchas ocasiones, pero como me mencionó nuestro compañero Álex Negro, el mérito de “ser el primero” y el “yo estuve ahí” es un premio mayor que salvar una vida humana.

Cuantos más memes veamos, cuantas más viñetas patrióticas haciendo referencia a periodos históricos vanagloriados del imperio español o cuanta más información tergiversada oigamos sobre el señor del “todo a cien“ de la esquina, se alimenta el odio xenófobo, la exclusión y marginación y aumentan las ganas de querer combatir el terrorismo con el mismo fanatismo con el que se efectúa. Hemos olvidado nuestra humanidad para sentirnos soldados de nuestras palabras, y defendemos cuestiones que son más simples de entender de lo que pensamos.

Ante esto, no me siento español, catalán o andaluz… prefiero sentirme PERSONA y entender que lo que me importa, son las personas.

Lean, investiguen, indaguen … no sean ignorantes de sus palabras ni de sus actos. Han muerto muchas personas para que lo que se recuerde de ellas sea el revuelo que se está formando por culpa de muchos irracionales.

Daniel Pérez Madueño

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