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Susana R. Sousa 

Susana R. Sousa

Adelaida García Morales escribió un relato titulado ‘El Sur’ que su compañero, director de cine, convirtió en una conmovedora obra maestra. De sobra son conocidos los rifirrafes del director y el productor a consecuencia de la interrupción abrupta del rodaje por motivos económicos. La película, a ojos del director, es una obra inacabada y no representa el relato que le fue entregado por Adelaida.

Entre tanto, ella, Adelaida, siguió existiendo, parió, fue esposa y no dejó de escribir. A su novela ‘El silencio de las sirenas’ está cosido el Premio Herralde de 1985 y a su figura como escritora el olvido. Más allá del rodaje de ‘El Sur’ y más allá de la fama de su marido y de otros escritores hombres que la adelantaban en género, pero no en talento, Adelaida, una mujer de sensibilidad expuesta e inadaptada, siguió. Aunque su literatura no tuvo nunca la proyección que hubiera tenido de haber sido un hombre o de haber sido otro tipo de mujer, Adelaida nunca dejó de escribir.

Murió en la indigencia en 2014, presa de una grave depresión y su muerte dicen que “provocó una fuerte conmoción en el mundo editorial”. Mucha conmoción para tan poca ayuda que recibió, me temo. Dos años después de su muerte, en 2016, otra mujer, Elvira Navarro, escribió una novela inspirada en la escritora olvidada. El marido de Adelaida consideró que Elvira se había apropiado del nombre y la vida de su mujer para escribir una historia que no la dejaba en buen lugar. Elvira, a pesar de las críticas, publicó la novela y aseguró que no se había apropiado de la vida de nadie, que únicamente se había inspirado en ella para crear un personaje.

La novela de Elvira Navarro visibilizó a una escritora que estaba condenada a la indiferencia más absoluta, aunque al viudo, el hombre, no le pareció bien el uso que hizo de su imagen y de su nombre. Quizás a la propia Adelaida nunca le interesó el éxito en vida ni ser recordada tras su muerte, o quizás, presa de una humildad aprendida, se empeñó en no ser ni permanecer.

La lógica del vampiro

“Mi vida era demasiado ordenada para que cupiera en ella lo imprevisto. Vivía sola, pero eso hacía tiempo que había dejado de ser una insuficiencia. Visitaba de tarde en tarde y siempre a los mismos amigos, daba clases de Geografía en un colegio y creía haber perdido toda curiosidad por personas desconocidas. La monotonía y la disciplina regían todas mis horas, no había en ellas resquicio alguno para el aburrimiento, ni tampoco para la autocompasión. Pero cualquier forma de sorpresa hacía tambalear mi precario equilibrio.“

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