In ajibal in chemélom ti bitxow tének. Fiesta de los muertos en un pueblo Huasteco

0 0
Read Time:9 Minute, 58 Second

En el oriente de México, los pueblos Tének que habitaban la sierra de Otontepec, veneraban a Dhipak, dios del maíz, que en su generosidad brindaba dos cosechas al año, el tonamil o cosecha del sol y el xopamil o cosecha de la lluvia, siendo esta última la más abundante, dada a finales de octubre y principios de noviembre.

 

Con la llegada de la religión cristiana se da un giro a las festividades en honor a las deidades de las culturas mesoamericanas, tal es el caso del humilde pueblo de Gutiérrez Zamora, Tantima, Veracruz, México; aproximadamente en el año de 1800.

Al darse la conquista espiritual del grupo nahua-español hacia el Tének, éste, al ser minoría y pacífico, acató sin mucha resistencia la doctrina cristiana, y de ahí parte con mayor emotividad la celebración de la fiesta de todos santos, conocida también como santorum, palabra latina proporcionada por los conquistadores y recibida así por los tének (en la cultura náhuatl se cambia de santorum a xantolo).

En Gutiérrez Zamora, los festejos dan inicio el 29 de septiembre en honor a san Miguel arcángel, donde se ofrendan tamales de wachín (pulpa maciza del pipián), frijol de chivo, calabaza, carne de pollo y puerco, principalmente; a esto se le conoce como la primera ofrenda. Antiguamente los abuelos contaban que esta muestra de agradecimiento era dedicada al Dios Dhipák o Dios del Maíz, quien hacía producir la madre tierra y para este mes otoñal se recogían los primeros elotes con los cuales se hacen los cuiches (tamales de elote), watapes, pan de elote y demás alimentos.

La segunda ofrenda se da entre los últimos días del mes de octubre y principios de noviembre. Es ésta la más representativa por su colorido y religiosidad e invita a una preparación de trabajo arduo, iniciándose un jueves antes del 2 de noviembre cuando varias personas acuden a la plaza de Tamalín y Naranjos, Ver. a vender productos como hoja de maíz, plátano y papatla, calabacitas, pipianes, yucas, pan de mono o de muerto, frutas de temporada, palmilla y rollos de xantorowich (flor de muerto). Una vez que hayan vendido sus mercancías compran todo lo necesario para la celebración (velas, veladoras, candeleros, cohetes, pilón, azúcar, dulces, manzanas, entre otras cosas).

Finalizando el mes de octubre, las panaderas empiezan a elaborar el tradicional pan de mono, mientras tanto, entre los días 29 y 31 del mismo mes se buscan los cahuayotes y papayas para preparar la conserva (dulce hecho con pilón, cahuayote y papayas de monte) normalmente hecha por los mas viejos o por el padre de familia. En tanto, las mujeres de dedican a hacer nuevamente los tamales de calabacita, frijol de chivo (en náhuatl “kaxtilan”), de wachín; todo esto para ofrendarlo el día 31 de octubre y 1 de noviembre, acompañado de dulces y frutas de temporada, en honor a los que fallecieron siendo niños y para todos los santos.

Prosiguiendo, una vez que los varones hayan terminado de hacer la conserva, se disponen a elaborar los arcos o pulnel (de otates o palo de sol) que con palma o izote se atan a una mesa; posteriormente se amarra la palmilla por la parte trasera, para después ir recubriendo la parte frontal con rollos de flor de rosamuerto, entreverando si así se desea con flor de mano león o bojolillo.

Para continuar, las señoras cuelgan de los arcos lo ya citado en la ofrenda para los niños y se coloca sobre la mesa el mejor de los manteles (nuestros abuelos le ponían hojas de plátano).

El 1 de noviembre, las mujeres vuelven a hacer tamales y zacahuiles pero ahora con carne de cerdo, pollo y res, para ofrendarlos el día 2. Ya casi para finalizar la elaboración de los alimentos se prepara el tradicional chocolate y/o atole de maíz y si aun hay recurso, se hace mole.

Para Gutiérrez Zamora algunos significados del altar son los siguientes:

Flor de muerto: su color amarillo se relaciona con el sol, con el ser que propicia la vida, pero también con Dios, porque él es el que da la vida.

La palmilla y limonaria: por su color verde representa la naturaleza en donde se encuentra inmersa la humanidad.

La luz de las velas: significa Dios, como la luz que ilumina nuestra existencia.

El arco: por su forma (extremos) simboliza la dualidad nacimiento-muerte o vida-muerte.

El vaso con agua: el líquido por el cual se puede vivir.

Las comidas y frutas: Son los alimentos ofrecidos al ser querido que en vida fueron de su agrado, pero también se ofrenda a aquellos que murieron a consecuencia de hambres, motivo por el cual es compartido entre los visitantes de cada casa.

Cuando se concluye el trabajo del hogar, se prosigue a hacer arcos igualmente con santorowich y palmilla, en las tumbas de cada uno de los familiares que ya fallecieron, y es un verdadero espectáculo, ver el entusiasmo con que la gente realiza dicha actividad, pues hasta se anochecen en el panteón k´uptalab (último lugar para descansar o dormir feliz) ubicado en el cerro, para que en el amanecer del día 2, el camino luzca amarillezco cubierto con pétalos de rosamuerto, y esto se completa con los caminos de flor que provienen de los altares de cada hogar que salen por la puerta que conduce a la calle.

Ese mismo día se observa el vaivén de las personas que con entusiasmo comparten sus ofrendas, utilizando el idioma tének y también preparándose para que a las doce del día (ch´ejel ki´txaj), al toque de la tercera campanada de la iglesia, todo el pueblo esté reunido en el cementerio para honrar a sus difuntos con una misa de acción de gracias precedida por el párroco del lugar. Después de ello algunas familias buscan a los rezadores de la comunidad para que vayan a las tumbas y bendigan los alimentos, iniciándose así, la convivencia; mientras esto sucede es gustoso ver bailar la danza de los negritos.

Finalmente, cuando culminan los festejos allá en el camposanto, la gente regresa a sus hogares para degustar los alimentos colocados en la ofrenda, pero antes de su consumo la familia debe rezar un rosario, para que la virgen María interceda por los familiares difuntos ante Dios.

Durante las festividades dedicadas a los difuntos es común que en la región Huasteca Veracruzana, aún en la actualidad puedan apreciarse danzas diversas como Matlachines o Viejos en Tantoyuca-Tempoal, Comanches en Chontla-Tepetzintla, Huehues en Tamalin, Cuanegros en Ixcatepec y Negritos en comunidades pertenecientes a los municipios de Tantima, Citlaltépetl, Tamalín, Chinampa y Naranjos-Amatlán.

 

En el caso particular del pueblo que nos ocupa, la danza que acompaña la fiesta de los muertos es llamada “Los Negritos”

Como lo enuncia la historia de la comunidad plasmada en un escrito informal; debido a la movilización de nuestra gente durante el movimiento revolucionario, se desconoce el inicio de la citada danza y porqué se ejecuta en estos días. Sin embargo, no deja de ser muy propia.

Anteriormente los abuelos se preparaban desde el 29 de septiembre y durante el mes de octubre. Ensayaban todos los que quisieran participar y así, el último día de ese mes estuviesen listos para inaugurar su periodo de baile, sacando su indumentaria con mucho respeto en el domicilio de la familia encargada y ahí mismo ejecutar los primeros sones. De ahí en adelante los invitaban a bailar de casa en casa, siendo su momento de máxima algarabía en la visita al panteón el 2 de noviembre.

Durante los jueves y domingos también solían bailar en las casas con la finalidad de alegrar y también recaudar fondos; para dejar de hacerlo el 30 de noviembre con la tercera ofrenda dedicada a San Andrés cuando nuevamente se hacían tamales y conserva.

En nuestros días son pocas las personas que la mantienen viva, y aunque solo bailan en fechas especiales, sigue siendo acompañada con violín, jarana y huapanguera participando cinco personajes principales que representan lo siguiente:

El negrito: es un hombre que representa al indígena que ama su tierra, al colonizado por el extranjero español y se le distingue por portar un chaleco, machete y máscara de madera, la última pintada de color negro y hecha con palo de pichoco o pémutx.

El pañolito (español): es el conquistador de nuestro México, representado igualmente por un hombre y se diferencia del negrito por portar una máscara de color blanco.

La pobrecita (María Lucerito): es un hombre vestido de mujer con un sombrero en la cabeza del cual tiran varios listones de colores que simbolizan las riquezas del territorio nacional, su cara es cubierta por una pañoleta semitransparente; así pues, la pobrecita cumple dos roles, por un lado, representa la tierra que tanto el mexicano como el español se disputan y por otro el de la malinche.

El abuelito y la abuelita: ambos se ven como los papás de la pobrecita y simbolizan los padres de la tierra, en el caso de las culturas indígenas, a sus deidades.

Durante el baile, el negrito y el pañolito pelean por el amor de la pobrecita diciendo y haciendo chistes, mientras los abuelitos cumplen la función de buscar “chamba” (trabajo o contratos para dicho baile), pero cuando se llega el día 30 del mes, estos salen, pero ahora lo hacen llorando, porque el español matará al negro.

Cabe hacer mención que un día antes, en casa de los organizadores, se hacen tamales y/o zacahuil para los bailadores y la gente que asista al tradicional remate, esto como representación de un velorio.

Ya en el anochecer, el pueblo se reúne en la plaza principal, para presenciar el “remate de los negros”, donde todos los bailadores pasan a danzar por última vez en el año; aquí, todos observan y ríen a carcajadas al escuchar los chistes que formulan los hábiles participantes, y además es este un momento propicio para escuchar hablar tének a la gente mayor.

Luego de larga espera, dadas casi las 11 de la noche pasa a bailar la última pareja; de pronto para la música y sale en secreto el pañolito acompañado de la pobrecita (lleva una vela para iluminarse) para ir ofreciendo carne de negro, pues lo va a matar sin piedad; cuando terminan, el baile se reanuda y ahora en una pelea mortal, ambos le dan su espada a la pobrecita para empezar el enfrentamiento donde ella finge defenderlos para que no se hagan daño.

Cuando ya las manecillas del reloj apuntan las 11 p.m., se oye un disparo (un cohete) inmediatamente cae el negro bañado en sangre, entonces el pañolito trata de rematar al negro con su carabina, llama a su mozo y ambos tratan de despedazar el cuerpo. En ese instante aparecen también unas personas con disfraces de perros para irse sobre el negro. Una vez que el Pañol cree haber acabado con su enemigo, toma un caballo de madera y sale corriendo disfrutando su victoria (simboliza la conquista y colonización).

Sin embargo, el negro cobra vida y el Pañolito en repetidas ocasiones piensa haber visto un fantasma. En una de tantas el Negrito le toma los pies y lo suelta después de un buen rato, entonces se muestra plenamente vivo y en venganza lo hace hincar junto con la pobrecita ante su presencia obligándolo a decir “perdón papacito”, el español se rehúsa, pero al fin lo hace. Luego, para quedar en condición de iguales el acto se ejecuta a la inversa, para que al culminar los tres salgan como buenos amigos. De aquí todo se soluciona y se concluye con la convivencia general (Simboliza la independencia y relación de cordialidad con España).

De esta manera se lleva a cabo la celebración de Día de Muertos en Gutiérrez Zamora, que aún posee rasgos ancestrales, pero con la influencia de la cultura dominante y la migración masiva, esto solo sobrevive, resiste o quizá agoniza; por ello necesitamos hermanarnos con otros pueblos para mantener vivas nuestras tradiciones.

Hilario del Ángel Esteban

Happy
Happy
0 %
Sad
Sad
0 %
Excited
Excited
0 %
Sleepy
Sleepy
0 %
Angry
Angry
0 %
Surprise
Surprise
0 %
anthropologies
Entrada anterior La sombra de la recesión amenaza de nuevo la economía global
Entrada siguiente Vistiendo el vacío. La persona y la comunidad como frontera piacular

Average Rating

5 Star
0%
4 Star
0%
3 Star
0%
2 Star
0%
1 Star
0%

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.