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Decía Winston Churchil que “el político se convierte en estadista cuando empieza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”, una cita que genera cierta esperanza en la clase política hasta que se leen o se oyen las noticias. Actualmente la clase política está más preocupada por permanecer en su estatus que en mejorar la vida de sus representados y para eso no dudan en traicionarse, insultarse, etc., y no necesariamente a los adversarios políticos, sino a sus propios compañeros de partido que “amenazan” su posición. Ejemplos tenemos en los dos partidos mayoritarios españoles, Partido Popular y PSOE. Por desgracia para ellos, y fortuna para todos los demás, tienen que pasar el examen de las elecciones cada cuatro años para que la población les revalide en el cargo.

Una vez preguntaron a José Bono (exministro y expresidente de Castilla La Mancha) qué había que hacer para ser diputado, su respuesta nos despeja el camino que pretendo con este artículo, “Para ser diputado hay que ser amigo de quien hace las listas para el Congreso”. Es evidente que una posición privilegiada en las listas al Congreso por la circunscripción adecuada facilita mucho el camino. En un mundo donde las ideologías, si bien no han muerto como proclamó el psicólogo Jordan Peterson, han pasado a un segundo plano, al menos en las cúpulas de los partidos, donde parece más importante mantener el estatus alcanzado, que ser fiel a unos principios.

 Decía Aristóteles, en su tratado Política, que la democracia deviene en demagogia, para ello solo es necesario que los gobernados o bien pierdan el interés por los asuntos de la “polis”, o bien, que ese interés esté dirigido hacia asuntos intrascendentes, así aquellos que tienen el dominio del manejo de la palabra parten con ventaja para alcanzar el gobierno.

Como decía más arriba, los políticos deben ser votados cada cuatro años para permanecer en su puesto, y para eso deben tener una mínima aceptación por parte de los votantes, y posicionarse a favor de los intereses de la mayoría de los que van a votar.

Si como decía Sigmund Freud en su Psicología de las masas “la multitud es extraordinariamente influenciable y crédula. Carece de sentido crítico y lo inverosímil no existe para ella” es fácil hacer creer que las acciones que se llevan a cabo desde el gobierno (cualquier gobierno) favorece a sus intereses ¿pero qué sucede cuando la población toma conciencia sobre algún asunto concreto?

Entonces los políticos ven correr peligro su posición si no actúan en consecuencia a las demandas de la población.

Podemos llegar a pensar que el político actúa en función de los intereses de la mayoría por propio egoísmo, para que sea revalidado en el poder, llegado a este punto debo volver a recordar la cita anterior del padre del psicoanálisis. Los Think Tank son los encargados de generar opinión, establecer un relato que justifique el posicionamiento político, los medios de comunicación trasladan masivamente esa información y la población toma un posicionamiento concreto sobre un asunto sobre el que se actuará posteriormente con el beneplácito de la mayoría de los votantes.

La pregunta que deberíamos hacernos es ¿a qué intereses se deben estos tanques de pensamiento? ¿Quién pone o quita gobiernos, los votantes o aquellos que generan su posicionamiento ideológico?

George Lakoff en su magistral No pienses en un elefante expone que “la gente no vota necesariamente por sus intereses. Votan por su identidad” si entendemos esta frase podemos dar explicación a los resultados de muchas elecciones.

El ritmo de vida que nos impone el Sistema socioeconómico en el que vivimos no facilita disponer de las condiciones óptimas para la reflexión, por lo que si nos presentan un relato “coherente” que encaja con nuestra forma de entender el mundo, nos es más fácil tomar una posición sobre un asunto concreto y por lo tanto somos más fáciles de manipular.

Concluyo con la siguiente reflexión, si los políticos son elegidos en función a ser percibidos positivamente por los votantes, y esa percepción viene determinada por los relatos construidos por científicos sociales dedicados profesionalmente a velar por unos intereses determinados, los que detentan verdaderamente el poder son los constructores de relatos y creadores de imaginarios colectivos que trabajan para organizaciones para nada democrática y que defienden intereses concretos. Así pueden conseguir que nos posicionemos a favor o en contra de una guerra, aceptar recortes en los servicios públicos o una bajada de salarios.

Los hechos se desvirtúan o falsean hasta hacerlos encajar en el relato constructor de la realidad que el partido difunde” Byung-Chul Han

Por Manuel Carmona

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