La RAE define la involución como: Detención y retroceso de una evolución biológica, política, cultural, económica, etc.
Vivimos tiempos en los que parece que está presente esta definición. Se podría debatir si en todos los campos sociales/culturales/científicos, se produce este fenómeno, no obstante, parece que está claramente demostrado que en muchos aspectos sí se está produciendo. Esto sucede desde la aparición de avances tecnológicos que nos facilitan la vida para muchos actos cotidianos, no necesitamos pensar; la calculadora nos ha hecho abandonar las operaciones matemáticas manuales, los navegadores han sustituido a los mapas, los teléfonos móviles, más recientemente la aparición de la inteligencia artificial (IA), etc.
En la época de la COVID-19, parece que se multiplicaron los negacionistas científicos, conspiranoicos, terraplanistas y demás personas que sintiéndose “revolucionarios” se atrevieron a cuestionar evidencias científicas ya superadas, transportándonos en algunos casos a la pasada Edad Media.
En la vida cotidiana y el lenguaje corriente, muchas veces la idiotez remite a una falta de inteligencia o a un defecto del pensamiento. Se trata de una concepción que alcanzó gran precisión en la psiquiatría clásica y que no se halla totalmente ausente de la filosofía contemporánea. Sin embargo, a juicio de Deleuze y Guattari, el idiota constituye el personaje filosófico por excelencia. ¿En qué medida este personaje supone o permite construir una concepción alternativa de la idiotez? En realidad, existen tres tipos de idiotas en la obra de Deleuze: uno que se identifica con el tonto, otro que se identifica con el loco y un tercero que ríe de la creencia en este mundo.
La teoría de la estupidez según Dietrich Bonhoeffer, sostiene que la estupidez es más peligrosa que la maldad. En un contexto oscuro durante la Segunda Guerra Mundial, Bonhoeffer, un pastor luterano alemán y opositor al nazismo, se preguntó cómo personas comunes y “de bien” podían cometer atrocidades bajo el régimen de Hitler. Llegó a una conclusión sorprendente: no era maldad, sino estupidez. Para él, la estupidez se refiere a personas sin criterio, que siguen órdenes sin evaluar las consecuencias de sus actos. La estupidez se refiere a la estrechez de miras, y cuanto más se multipliquen los puntos de vista, menor será la estupidez y mayor será la inteligencia.
El perro del hortelano ni comía ni dejaba comer, y los estúpidos perjudican a los demás sin obtener a cambio ningún beneficio. Esa es la regla de oro de la estupidez humana que el economista italiano Carlo María Cipolla enunció a mediados de los años setenta, pero que sigue vigente hoy: la estulticia es atemporal. Su breve texto es de las grandes piezas de filosofía satírica de la segunda mitad del siglo XX, que avisaba a los lectores sobre el gran peligro social que suponen los estúpidos. Cipolla, en su libro “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, expone cinco leyes fundamentales:
1.- La primera de ellas es que «siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo». Grande es nuestra sorpresa cuando caemos en la cuenta de que personas que habíamos considerado racionales e inteligentes se revelan como irremediablemente estúpidas.
2.- La segunda ley reza: «La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona».
3 Todo ser humano queda enclavado en una de estas cuatro categorías: incautos, inteligentes, malvados y estúpidos. La tercera ley dice que estos últimos son aquellos que causan «un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, incluso obteniendo un perjuicio», algo absolutamente incomprensible para alguien razonable que se resiste a entender cómo puede existir la estupidez.
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4.- Lo problemático es que la estupidez es muy peligrosa, puesto que a las personas razonables les es complicado entender el comportamiento estúpido. Mientras que podemos comprender el proceder de una persona malvada (que sigue un modelo de racionalidad), no ocurre así con la estúpida, frente a la que estamos completamente desarmados: su conducta es imprevisible y su ataque no se puede anticipar. Además, el estúpido no sabe que lo es. Esto conduce a Cipolla a enunciar la cuarta ley: «Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas».
5.- La quinta y última ley indica que «la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe», pues de su actuar no se sigue una vacua nada, sino un peligroso vacío en el que cabe toda posibilidad.
El principio de Hanlon establece que “nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez”.
Para Hanlon es el origen de la mayoría de los más graves errores que cometen los seres humanos. Antropológicamente en el Homo Erectus, no había estúpidos, más bien todo lo contrario. Es solo el hombre actual, el Homo Sapiens, quien gracias al proceso de civilización y socialización, es capaz de alcanzar este estado singular: la estupidez.
Al ser humano le resulta muy difícil ser objetivo sobre sus propias capacidades y conocimientos. Aquellos que menos saben de una materia sobrevaloran sus conocimientos. Sin embargo, cuanto más se aprende sobre un tema, más dudas surgen. Es lo que se conoce como Efecto Dunning-Kruge.
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La crisis política y social que atraviesa el conjunto de la sociedad, no sólo en nuestro país, sino a nivel global, es prácticamente una cuestión evidente y que no requiere de una demostración exhaustiva. No obstante, entre las perplejidades que despierta esta situación, hay una que, en tanto cuestión de fondo, sí es necesario poner especialmente de manifiesto: el fenómeno de la despolitización, el cual, para ser comprendido, puede ser analizado desde distintos ángulos. En primer lugar, como disminución progresiva del espacio público, que afecta el debate y la discusión política, mientras los ciudadanos se aíslan cada vez más en preocupaciones privadas. En segundo lugar, como desinterés por la participación política, producto de la desconfianza en las instituciones y la percepción de que las decisiones políticas están dominadas por intereses económicos y grupos de poder. En tercer lugar, como fragmentación de la esfera social, lo que conduce a una menor solidaridad y comprensión de los problemas colectivos y las responsabilidades compartidas. Y, finalmente, como desencanto general con la política, donde los ciudadanos pierden la fe en el proceso democrático debido a la incapacidad de las instituciones políticas para abordar eficazmente los problemas sociales y económicos.
La democracia, en su sentido original, se asentó en la participación activa de los ciudadanos en las cuestiones públicas y la responsabilidad compartida por el bien común, que se traduce en la práctica como compromiso efectivo en la superación del bienestar particular individual. En este sentido, resulta ilustrativo el recurso etimológico al sentido original de la palabra idiota. En la Grecia clásica, el idiota era propiamente aquel cuyo quehacer tenía como principal finalidad el bien particular, privado, quien atendía y cuidaba únicamente de sus propios asuntos. Pasan así a ignorar las necesidades y desafíos de la sociedad en su conjunto, lo que termina exacerbando las desigualdades y las tensiones sociales.
La idiotización también se manifiesta en una despolitización de la educación y la cultura. En lugar de fomentar el pensamiento crítico, la conciencia política y la responsabilidad social, la educación y la cultura se orientan hacia objetivos más individualistas. El resultado final de la idiotización es un tipo de sociedad alienada donde cada individuo termina vuelto sobre sí mismo y olvidado de los asuntos de la comunidad. En lugar de ser miembros activos y responsables de su comunidad, los individuos se convierten en meros espectadores y receptores pasivos de las normas y reglas impuestas por las instituciones.
La idiotización también se puede ver como una estrategia de dominación, ya que el poder se vale del entretenimiento vacío, con el objetivo de abotagar nuestra sensibilidad social, y acostumbrarnos a ver la vulgaridad y la estupidez como las cosas más normales del mundo, incapacitándonos para poder alcanzar una conciencia crítica de la realidad. En el entretenimiento vacío, el comportamiento zafio e irrespetuoso se considera valor positivo, como vemos constantemente en la televisión y en las tertulias espectáculo en las que el griterío y la falta de respeto es la norma.
El sistema establecido es muy sutil, con sus estupideces forja nuestras estructuras mentales, Y para ello se vale del púlpito que todos tenemos en nuestras casas: la televisión. En ella no hay nada que sea inocente, en cada programa, en cada película, en cada noticia, siempre rezuma los valores del sistema establecido, y sin darnos cuenta, creyendo que la verdadera vida es así, nos introducen sus valores en nuestras mentes.
Otro elemento tan importante o más que la televisión, son los teléfonos móviles. En la era de la información y los avances tecnológicos, tenemos noticias al instante y contacto con personas de todas partes del mundo en tiempo real. En la actualidad, nos bombardean con noticias y videos para informarnos de todo, pero eso sí, todo son videos cortos y noticias fugaces, lo cual hace que perdamos la capacidad de concentración, reflexión y pensamiento para formar nuestra propia opinión. Es curioso como en la actualidad, con toda la información que tenemos a mano, la gente parece cada vez más desinformada y confundida. La inmediatez nos está despojando de la capacidad de análisis reflexivo que todas las personas deberíamos tener para formar un pensamiento sólido. El daño cognitivo que puede hacer esto a las nuevas generaciones, podría ser irreparable.
Esto está afectando a toda la sociedad en general, estamos inmersos en esta distopía y nadie es ajeno. Todos/as, en nuestras vidas, tendremos momentos en los que nos enfrentaremos a personas idiotas o estúpidas, y lo que es peor, en ciertos momentos de la vida y con temas y aspectos que no gestionemos del todo bien, los/as estúpidos/as e idiotas podemos ser nosotros/as aunque no lo sepamos ni nos demos cuenta.
Artículo escrito por Roberto Aguado Gudiel. Estudiante del Grado de Antropología Social y Cultural por la UNED de Talavera de la Reina (Toledo).
REFERENCIAS:
467886;">https://www.lahaine.org/mundo.php/la-idiotizacion-de-la-sociedad
467886;">https://revistas.um.es/daimon/article/view/338931
467886;">https://rinconpsicologia.com/leyes-fundamentales-de-estupidez-humana/
467886;">https://gregoriopunzano.substack.com/p/la-teoria-de-la-estupidez-de-bonhoeffer
467886;">https://revistamira.com.mx/2021/05/30/que-es-la-estupidez/
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467886;">https://www.lamarea.com/2019/11/09/la-democracia-de-los-idiotas-idiotes-lo-comun-y-lo-propio/
467886;">https://quesignificado.com/principio-de-hanlon/
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