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En las siguientes líneas, trataré de abordar las dificultades de planteamiento que entrañan la presencia de las ONGs en los países de América Latina, en concreto, en sus áreas rurales. Para ello, me apoyaré en el texto de Víctor Bretón Solo de Zaldívar, profesor titular de Antropología en la Universidad de Lleida e investigador asociado a FLACSO con sede en Ecuador. Al igual que el autor en su texto, sin criticar ni negar la importancia de la existencia de las ONG, expondré una visión crítica sobre las mismas en cuanto a su utilidad real y a su verdadera motivación. Todo ello, vinculado a las nuevas políticas económicas neoliberales, que como más adelante expondré, sostengo que son un importante factor desencadenante de la proliferación de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y de las Organizaciones No Gubernamentales de Desarrollo (ONGD).

Para empezar, definiré a qué se refieren exactamente las políticas neoliberales. El neoliberalismo, término acuñado por Alexander Rüstow en 1938, es una corriente económica y política íntimamente ligada al capitalismo, pues promueve un tipo de organización social, económica y política en la que el mercado sea libre, es decir, que no esté regulado ni controlado por el Estado.

Así mismo, las ONGs son entidades compuestas por una serie de individuos que de forma voluntaria y sin ánimo de lucro, crean medidas y realizan actividades destinadas a mejorar las condiciones de vida de los menos favorecidos. Generalmente, asociamos la actuación de las ONGs a su incursión en países en vías de desarrollo o bien perjudicados por alguna catástrofe (natural o no).

Estas organizaciones, son autónomas con respecto al Estado y su función principal es la de acaparar recursos en los países ricos (del hemisferio Norte del globo) para distribuirlos entre los países del Sur.

La principal característica que tienen estas organizaciones es su supuesta independencia del control de los Estados de los países del Sur, siendo posible, gracias a esa autonomía, que sus labores no se vean afectadas por la corrupción y la burocratización de los aparatos estatales de Latinoamérica.

A pesar de que hace décadas que los países latinoamericanos cuentan con la presencia de estas ONGs, cuando realmente se produce el Boom de su presencia es a finales de los años ochenta y en concreto, durante la década de los años noventa. ¿A qué se debe este aumento repentino?

Hasta los años ochenta, países como Chile o Ecuador habían estado regidos por una dictadura. Con la transición española tras la muerte del dictador Francisco Franco, las dictaduras latinoamericanas se fueron “transformando” en gobiernos democráticos reconocidos como tal, pero sin querer perder la estructura económica neoliberal. Así, a lo largo de los años 90, se fueron sucediendo una serie de medidas y reajustes tales como recortes salariales, aumento de impuestos al pueblo, despidos masivos, privatización de servicios, etc. Este desajuste tuvo el nefasto efecto de sumir en la pobreza a un creciente número de ciudadanos que, si bien nunca habían gozado de una calidad de vida extremadamente buena, ahora la habían visto aún más mermada y con perspectivas de futuro casi inexistentes.

El neoliberalismo trajo consigo un cambio en la mentalidad de las oligarquías, los grandes empresarios y el Estado. La búsqueda única del mayor beneficio económico posible por parte de las clases adineradas y el creciente desligazón por parte del Estado de cada vez más aspectos de la vida pública, han creado una realidad en la que los únicos organismos que parecen velar por los intereses de los más desfavorecidos sean esas agencias extranjeras, las ONGs que han proliferado coincidiendo con esta etapa de reajustes sociales.

El efecto de la actuación de estas ONGs, no obstante, no se limita solamente a la población o a las comunidades de individuos sobre las que actúan, sino que inevitablemente, tienen un efecto también sobre las esferas políticas y sociales.  A continuación, trataré de ilustrar con cinco afirmaciones que ilustran cómo se produce esta influencia.

En primer lugar, la introducción de medidas neoliberales en América Latina se traduce en la liberalización y la desregulación de los mercados como consecuencia de la aplicación de los preceptos de la aldea global y la teoría de las ventajas comparativas, la liberalización del mercado de tierras y el fin del pacto del Estado con los campesinos, mediante el cual se había logrado frenar las revoluciones agrarias, y finalmente la substitución del paradigma de la reforma agraria por el de desarrollo rural integral.

La clave la encontramos en este último aspecto, pues el abandono de la reforma agraria en pos del nuevo plan de desarrollo rural, ha implicado el abandono de una transformación del sector agrario adoptando, en cambio, una intervención parcial y adherida a unos determinados grupos concretos, al mismo tiempo que ha inducido a una privatización de las intervenciones en el medio rural. Es decir, que el Estado empezó a perder el poder y el control sobre las actuaciones que se realizaban en el medio rural para su mejora, delegando ese papel en las ONGs y en demás entidades privadas.

La desigualdad que produce esta privación y fragmentación de las entidades que actúan sobre el medio rural, nos lleva al segundo aspecto a tratar. Si partimos de que cada ONG actúa de forma independiente (no hay una entidad unificadora de ONGs ni nada por el estilo), debemos suponer que sus métodos y sus ámbitos de actuación serán tan diversos como los mismos grupos. Es decir, que cada ONG opera según sus principios, que, por lo general, no van a coincidir con los empleados por otra de estas organizaciones, aunque esté operando en una comunidad vecina. Debido a la incompatibilidad de paradigmas, es muy frecuente encontrar reticencias a la colaboración interinstitucional. Desde el momento en el que se establecen diferencias, se produce un efecto similar al de las empresas en el mercado. Entre ONGs, siempre existe una competencia de mercado en el sentido de que sus medios financieros son limitados, por tanto, las ONGs compiten entre sí para obtener la mayor colaboración posible por parte de otras instituciones. Esta dependencia de, creo que podemos llamarlo “socios capitalistas”, conlleva el riesgo de que los intereses supuestamente puramente humanitarios de las ONGs, se vean supeditados a los intereses económicos de las entidades e instituciones que les proporcionan sus recursos económicos. A este aspecto, surge una curiosa contradicción. Siempre suponemos que las actuaciones de las ONGs van dirigidas hacia los sectores de población que se encuentran en una mayor situación de necesidad. No obstante, esto no es del todo cierto. Está comprobado que las ONGs, guiadas por la entidad financiera que permite su desarrollo, dirigen sus actividades y convierten en beneficiarios de sus servicios a aquellos que sabrán y podrán aprovechar mejor los bienes ofrecidos y estos individuos, generalmente, no coinciden con los más necesitados. Casi siempre son sectores de población que se encuentran en una situación económica o cultural algo más ventajosa.

SAN CRISTOBAL, VENEZUELA – MARCH 08: A father and daughter rest while someone holds their place before sunrise in a long line to buy basic foodstuffs at a supermarket on March 8, 2014 in San Cristobal, the capital of Tachira state, Venezuela. Shortage of such products as flour, milk and sugar have made life increasingly difficult for residents of Tachira, which has been a focal point for anti-government protests for almost a month. (Photo by John Moore/Getty Images)

Pero la pérdida de las razones humanitarias no se queda aquí. Los EE.UU., a través de su agencia oficial de cooperación, se sirvió de la actuación de estas ONGs como un instrumento para defender sus propios intereses. Así, por medio de estas organizaciones, han conseguido no solo una relativa estabilidad en la obtención y la producción de los recursos de la zona sino, lo más importante, una supresión de la amenaza revolucionaria en estas áreas potencialmente conflictivas. Por otra parte, las agencias europeas, apoyaron a las minorías ayudándolas a cimentar una oposición a los regímenes autoritarios y como contrapeso a la presencia militar estadounidense. Con la democratización de los gobiernos, estas agencias perdieron su razón de ser y su estrategia viró a una mera ayuda solidaria. Es decir, que el apoyo y el sostén a aquellos movimientos revolucionarios se sustituyó por la actuación de caridad. Las ONGs han terminado por desentenderse de la política y en lugar de ayudar a los movimientos revolucionarios para la obtención de mayores garantías sociales, se han convertido en un instrumento colaboracionista que únicamente busca paliar las carencias del Estado a nivel de garantías sociales. En este caso, nos remitimos a lo mismo. La causa de esta desligazón político viene dada por el carácter neoliberal global. Es decir, no podemos olvidar que, tras las ONGs, siempre está presente la mano de las entidades que las financian, las cuales no tienen por qué compartir los valores u objetivos de las ONGs, o al menos no son su prioridad. No debemos olvidar que, en un mercado neoliberal, el principal objetivo de todas las empresas es la obtención del mayor beneficio económico, por tanto, serán estas entidades financieras las que dirijan las orientaciones políticamente correctas, las temáticas y los proyectos ejecutados por las ONGs en función de garantizar dicho beneficio. En el caso concreto de America Latina, la mayor parte de agencias que actúan allí reciben su financiación de organismos interesados en el efecto paliativo que generan sus intervenciones, en otras palabras, en conseguir que las carencias no sean tales que provoquen disturbios y revueltas.

Unas líneas más arriba, ya comenté el hecho de que las actuaciones de las ONGs no van necesariamente dirigidas a las áreas más necesitadas. Ahora, vamos a profundizar un poco más en ese aspecto. Resulta chocante el hecho de que, pese a la proliferación masiva de agencias de actuación no gubernamentales, la brecha social y económica, lejos de reducirse, está aumentando.  Esto puede deberse, en parte, a que la actuación de la ONGs continúa orientada al medio rural y a la economía agraria, a pesar de que hace años que los pobres ya no se concentran en las áreas rurales, al menos no solamente, sino que la pobreza está ampliamente extendida también en el medio urbano. Con esto, no quiero decir que la actuación de las ONGs en el ámbito rural sea ineficaz o deba eliminarse, si no que únicamente, partiendo de los datos obtenidos en “Portes, Revista Mexicana sobre la Cuenca del Pacífico, Vol. 11, nº21” es necesario poner el punto de mira en la pobreza urbana, puesto que va en aumento y tiene tendencia a superar a la rural. Así, “la pobreza urbana de los países en desarrollo se incrementa más que en las áreas rurales debido a un crecimiento acelerado de la urbanización y la migración del campo a la ciudad, por tanto, en América Latina la proporción de personas que viven en pobreza urbana es más de 50%. Estas cifras pueden registrar mayor aumento si se toma en consideración la pobreza desde una perspectiva multidimensional” (Revi y Rosenzweig, 2013: 13-14).

La puesta en entredicho de la eficacia de las ONGs es relativa. Debemos preguntarnos ¿eficacia para qué? ¿eficacia para quién? Si partimos del principio de que la eficacia de las ONGs se mide según la imagen corporativa que ofrecen y no en la mejora real de la estructura de la población afectada, podemos comprender que sus medidas sigan enfocadas sobre las áreas rurales. Es decir, de cara a un público exterior, de cara a todas aquellas agencias financieras que deben escoger a qué entidad apoyar económicamente, se considera que su actuación es eficaz en la medida que consigan transmitir una imagen centrada en los logros visibles como obras de infraestructura, talleres de capacitación, … Es decir, todo aquello que es fácil de percibir a primera vista pero que, en la realidad, no supone una diferencia significativa para el medio de vida de las personas afectadas.

A pesar de la imagen corporativa que se quiera ofrecer de presunta horizontalidad en las relaciones que se establecen en torno a estas ONGs, no debemos perder de vista que, en realidad, se trata de una organización vertical y jerárquica. Nunca puede existir verdadera igualdad y horizontalidad, puesto que las ONGs están supeditadas a los “socios capitalistas” de la misma manera que la población receptora de ayuda se encuentra en una posición de dependencia en lo que respecta a las ONGs.

Así, se ha fomentado la cooperación de las ONGs con los líderes de las poblaciones receptoras de ayuda. Estas poblaciones, tradicionalmente han sido las que se caracterizaban por movimientos revolucionarios, por ser una fuerza de izquierdas y por defender su carácter étnico. La actuación continuada de las ONGs ha convertido ese fervor militante por un carácter más tecnocrático. La conflictividad social, dada la fragmentación y la precariedad social, está garantizada, pero las ONGs han contribuido a calmar la situación, a frenar las protestas y las revueltas.

Para concluir, me gustaría enfatizar sobre un par de aspectos. Puede ser que, a lo largo de estas líneas, al lector le haya quedado la sensación de que me posiciono en contra de la actuación de las ONGs y de empresas privadas de cooperación internacional, pero nada más lejos de la realidad. El objetivo principal de este texto no era otro que poner el punto de mira sobre algunos de los aspectos prácticos del funcionamiento de estas entidades que debería mejorarse. Recapitulando todo lo escrito antes, creo que en concreto son dos aspectos los principales a replantear: la sustitución de las responsabilidades del Estado por las ONGs y las motivaciones reales de las ONGs.

En el primero, creo importante remarcar el hecho de que un Estado que deja que una entidad extranjera, controlada por el capital extranjero, pierde el control sobre su pueblo, permitiendo que sean agentes externos los que marquen la dirección de su tejido social y sus políticas. Así, por ejemplo, aquellas zonas de América Latina en las que las agencias que actúan provienen de Estados Unidos, se verán afectadas de forma que los líderes locales actuarán para favorecer los intereses estadounidenses. Es decir, que si el gobierno de los Estados Unidos pretende obtener algún beneficio del área a la cual va a enviar agencias de ayuda, puede manipular las orientaciones políticas de la región en cuestión, enviando más o menos efectivos de ayuda “solidaria”, calmando más o menos los inicios de revueltas sociales. Con ello no quiero decir que deba negarse la entrada y la actuación de las ONGs, simplemente pienso que debería remarcarse el hecho de la importancia de que sea el Estado beneficiario de estas ayudas el que maneje las políticas sociales sin dependencia de las potencias extranjeras, adecuando la ayuda extranjera a las políticas ya existentes.

El segundo aspecto, tiene carácter más utópico que práctico y por ello, su posibilidad de hacerlo real es menor. Hace referencia a la dependencia de las ONGs, que tal vez en sus inicios sus motivos fueran realmente solidarios y desinteresados, a los “socios capitalistas”. Resulta imposible que los motivos de ayuda sean puramente humanitarios y desinteresados si detrás se esconden los intereses políticos o económicos de otros Estados o de empresas multinacionales. Para conseguir su independencia y cumplir realmente con sus objetivos éticos, las ONGs deberían desligarse de tales entidades. En ese caso, se plantearía la dificultad de cómo obtener la solvencia necesaria para llevar a cabo sus actuaciones de ayuda humanitaria.

No pretendo dar ninguna solución a ninguno de los aspectos tratados, creo que es algo que escapa a mis competencias, pero espero haber conseguido poner el punto de mira sobre algunos detalles que deberían replantearse y reformularse.

Naíma Muñoz Moreno

Facebook: https://www.facebook.com/naima.munozmoreno

Instagram: @na.ima17

Referencias

https://www.caracteristicas.co/neoliberalismo/

https://www.elsaltodiario.com/america-latina/jesus-gonzalez-pazos-ecuador–paquetazovuelta-neoliberalismo

http://www.portesasiapacifico.com.mx/revistas/epocaiii/numero21/2.pdf

Entre las gracias y el molino satánico, Paz Moreno Feliu

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