En la madrugada del sábado 06 de febrero (2022) nos impactó la noticia de una pelea en pleno centro de Madrid donde perdió la vida un joven de 15 años. Esa misma noche otro joven de 25 años perdió la vida en el distrito de madrileño de Usera, mientras otros 2 fueron gravemente heridos en otras peleas, también ocurridas ese “fin de semana negro” como lo denominó una periodista. Todos estos hechos se relacionaron con las llamadas “bandas latinas”. A partir de ese momento todos los medios de comunicación comenzaron a bombardear con las noticias del incremento de la violencia en las bandas, nos hablaban de “bandas del crimen organizado” que se dedican al narcotráfico, la extorsión, el sicariato, etc. En la mayoría de los casos se estaba creando una impactante alarma social, con la expectativa de una segura “vendetta” por parte de la agrupación que había sufrido las bajas y se dio la orden de un gran despliegue policial durante el fin de semana posterior a los hechos, en el centro de Madrid y en los barrios donde se supone se asientan las agrupaciones enfrentadas: Dominican Don´t Play y Trnitarios.
Pero ¿realmente ha habido un incremento de la violencia? ¿Han resurgido las “bandas latinas”? ¿Tenemos que esperar que haya una guerra entre bandas? Lamentablemente esta es la impresión que se nos ha dado (no por parte de todos los medios, pero si buena parte de estos), con el bombardeo mediático del que ha sido objeto este tema. Pero este fenómeno no es nuevo, lleva 20 años enquistado en Madrid, suele tener picos de violencia y períodos de menos violencia, en el que hay agrupaciones que ya no están activas, o no interactúan desde la violencia. Para entender un poco más estas agrupaciones juveniles de calle, es necesario que hagamos un poco de historia y nos remontemos a los orígenes, de las dos agrupaciones más activas en la actualidad: Dominican Don´t Play (DDP) y Trinitarios (Trinis) que son las que me he dedicado a investigar.
Todo empezó en el sistema penitenciario de N.Y., según la versión reciente (a la que he tenido acceso) los DDP se crearon en una cárcel de N.Y., en el año de 1969 para defenderse del racismo que sufrían los dominicanos en las cárceles, para proteger a los dominicanos que ingresaban en las cárceles de N.Y. Según otras versiones los DDP se crearon en las calles de N.Y. a raíz de una pelea entre 2 líderes de los Trinitarios. Los Trinis se crearon en la cárcel de Rikers Island, en el año 1989. Inicialmente se llamarían Dominican Powers, pero luego, en una macro reunión en Wyoming Faciliti Center, en 1991, decidieron llamarse Trinitarios, como una seña de identidad nacional dominicana, pues los “Trinitarios históricos” (Durán, 2018; Núñez, 2020) fueron los que gestaron la independencia de República Dominicana de Haití, en el año 1844. Desde ese momento adoptan una estructura, normas, juramento y simbología que los caracterizaría siempre. Tanto los Trinis como los DDP se crearon con una idea de identidad nacional, por lo que utilizaron los colores de la bandera dominicana, pero los Trinis utilizan el verde para diferenciarse, mientras los DDP utilizan el negro.
Los Trinitarios también se crearon con la idea de protección y apoyo para los dominicanos que ingresaban a las cárceles de N.Y., además de defenderse de los Bloods, quienes les oprimían dentro de las cárceles, ya que los dominicanos eran minoría, no hablaban inglés y muchos se encontraban de forma irregular en EE.UU. sin ninguna red familiar. Los Trinitarios se convirtieron en la familia de todo dominicano (o latino) que ingresara en el sistema penitenciario de N.Y. en la década de los 90. Pero en realidad se crearon con la idea de solidaridad y protección en las cárceles, no en las calles. Uno de los Trinis que ya había cumplido su condena y saldría fuera, pide autorización a los líderes de la cárcel y a pesar de la reticencia de algunos, el líder mayor autoriza la creación de los Trinis en las calles de N.Y. En las calles la agrupación adopta una estructura distinta a la estructura de la cárcel (algo más reducida que las de las cárceles). Cada sección del barrio se les llamó capítulos y cada capítulo adoptaría el nombre del barrio donde se asienta (Núñez, 2020: 130).
Como hemos indicado anteriormente, hay distintas versiones sobre la creación de los DDP, uno de los líderes de los Trinis entrevistados (Núñez, 2020) indicó que los DDP se crearon en las calles de N.Y. y que todas las disputas comenzaron desde el momento que se pelaron 2 líderes de los Trinis en una fiesta (por una chica). Indicó también que la idea inicial era llamarse Dominican Power, pero no se lo permitieron, pues era el nombre inicial de los Trinis, por lo que decidieron llamarse Dominican Don’t Play, que en el argot popular de los/as dominicanos viene a ser “con los dominicanos no se juega”. A partir de la creación de los capítulos en las calles, comienzan las disputas entre ambas agrupaciones. Tal como indicó uno de los líderes fundadores de los Trinis entrevistado, cuando la agrupación sale a las calles se enfrentan a lo que había en las calles de N.Y en los 90: pobreza, desigualdad, exclusión, racismo narcotráfico, delincuencia y a partir de toda esta violencia estructural, comienza a reproducirse la violencia callejera, que a menudo es la que resaltan los medios de comunicación.
Pero ¿cómo llegan estas agrupaciones a España? Núñez (2020) indica que ambas agrupaciones surgen al inicio del siglo XXI, una vez iniciados los procesos de reagrupación de las familias de migrantes dominicanos/as y latinos/as en general (2020:142). Al incremento de la población migrante en el nuevo siglo, se le achaca el despunte de estas agrupaciones de calle, ya que inicialmente la mayoría de los/as integrantes eran de origen inmigrante, específicamente latinos/as, de ahí la denominación de “bandas latinas”, por parte de la prensa. Todos estos aspectos hacen que se asocie a los/as jóvenes con la delincuencia y la violencia, formen o no parte de estas agrupaciones. Una de las señales que dispara la alarma social sobre el tema de “bandas latinas” en España, fue el asesinato del joven colombiano Ronny Tapias, en octubre de 2003 en la puerta de un instituto de Barcelona. A partir de ese momento los medios de comunicación comenzaron a describir historias de bandas (al estilo gangs del Bronx o Chicago) y se incrementa la persecución policial hacia estas agrupaciones (Núñez, 2020: 143).
Muchos/as de los/as informantes que participaron en la investigación de Núñez (2020) indicaron que ambas agrupaciones se crearon a principio del 2000. Al igual que en el caso de EE.UU. hay distintas versiones sobre el año en que comienzan a estar activas las agrupaciones de los DDP y los Trinis en España. En una de las versiones indican que los DDP se fundaron en el año 2004, sin embargo, uno de los profesionales contactado indicó que hay indicios de miembros de un grupo llamado “Dominican Yorks” en el año 2001 en uno de los distritos de Madrid, que posteriormente se convertirían en DDP. En otro relato indicaron que había una sola agrupación (DDP) en el barrio donde se asientan actualmente los Trinis. Según esta versión eran 21 integrantes DDP, pero por disputas entre dos líderes se separaron. El líder que se separó creó un grupo aparte con 7 miembros, que se denominaron Trinitarios. Este mismo informante comentó que un conocido líder legendario del capítulo de uno de los barrios donde realizo la investigación creó el capítulo DDP en ese barrio que es el que se conoce actualmente (Núñez, 2020: 142).
Pero el foco de atención sobre estas agrupaciones se lo podemos atribuir a los medios de comunicación. En los últimos años los medios de comunicación españoles le han dado una extensa cobertura al fenómeno. Los sucesos acaecidos han desencadenado en una serie de publicaciones caracterizadas por el sensacionalismo, los estereotipos y la estigmatización de los/as jóvenes migrantes (sobre todo latinos) a los que se les considera delincuentes peligrosos, vinculados a bandas del crimen organizado. Tal como indica Vera Vila (2005), los actuales medios de comunicación, potenciados en Internet (al igual que la prensa impresa, la radio o la T.V.) son poderosos recursos para “la representación simbólica y la construcción de las identidades de los individuos y los grupos”, estos hacen suyas sus representaciones para impulsar un discurso sesgado y “mediatizado por su cultura y personalidad”. El autor afirma que estos medios son agentes que contribuyen a la “redefinición de juventud” (Vera Vila 2005 en Núñez, 2020).
Esta misma situación de potenciar la alarma social sobre las agrupaciones juveniles de calle, se da en otros medios de comunicación como los programas de “periodismo de investigación”, tan de moda en las cadenas de televisión o las llamadas “tertulias”. Algunos de estos programas realizan una elaborada producción en la que contactan con expertos en la materia, jóvenes implicados en las agrupaciones, instituciones y vecinos de los barrios donde se supone se han establecido las agrupaciones. Si la verdadera intención fuera mostrar “la cruda realidad” de los/as jóvenes y de los barrios, acompañada de la visión de expertos y profesionales de la intervención, sería un gran aporte para la comunidad, pero ese no es el caso (Núñez, 2020: 322). En realidad, se dedican a potenciar la idea de inseguridad ciudadana, que avala el discurso de rechazo de los legisladores, los políticos y el resto de la ciudadanía. Esto también sirve de base para potenciar el enfoque punitivo con el que se ha abordado la problemática de las agrupaciones de calle, sobre todo en Madrid.
Núñez (2020) indica que la mayoría de las noticias consultadas de los medios de comunicación (ya sea prensa leída, T.V. u otros medios), utilizan las agrupaciones juveniles de calle como “carnaza”, para potenciar discursos sensacionalistas que generan alarma social y la inseguridad ciudadana. La imagen que se presenta de las agrupaciones sólo fomenta el rechazo y la exclusión, e invisibiliza la realidad de los/as jóvenes que las integran, criminalizándoles a todos/as (2020: 323) Tal como lo expresa Nateras (2015), los medios de comunicación se han convertido en un poder real muy potente, con capacidad para modificar los acontecimientos cotidianos y configurar las relaciones sociales de acuerdo con los “intereses políticos y económicos”. Sacan las situaciones de contexto “y desinforman” desde la falta de honestidad y la falta de ética, ejerciendo influencia en la opinión pública “y en los estados de ánimos colectivos”, o sea, construyen y crean ambientes extremos de “inseguridad pública, de temor y de miedos sociales” (Nateras, 2015 en Núñez, 2020), centrando la responsabilidad de estos sucesos a “determinados sujetos”, con la intención de juzgarlos como los únicos sujetos implicados, por lo que es fácil construir una imagen “del enemigo amenaza para la seguridad” a niveles locales e internacionales (Idem: 323).
Nateras (2015), explica que en los medios de comunicación se asocia la imagen de las personas migrantes o de los deportados (en las sociedades de origen) al crimen, la violencia y la inseguridad ciudadana. Desde los discursos de los grupos de poder y el Estado, los jóvenes integrantes de estas agrupaciones “son los que supuestamente amenazan la paz social y el nuevo orden mundial” (2015: 241). Por su parte Queirolo (2017) expresa que, por lo general, para “los subalternos”, lo que se expone en los medios de comunicación (prensa, T.V., redes sociales, etc.) representa el poder y el control, es decir, las noticias representan a los que cuentan con capital cultural y muestran el poder que tienen para llegar a las grandes masas, que es su objetivo. Lo mismo pasa con el sistema educativo del que han sido expulsados, la producción desarrollada para la educación formal se convierte en una “maquinaria de control” que convierte a estos/as jóvenes en “minusválidos culturales”, sinónimo del fracaso, violencia, delincuencia, etc. (Nateras 2015; Queirolo, 2017 en Núñez, 2020). Todos estos factores generalmente no son tomados en cuenta en los medios a la hora de publicar noticias sobre estas agrupaciones. No afanan por entender el problema, si no de explotarlo para alimentar el sensacionalismo.
Después de todo lo expuesto, concluimos que la imagen que se da de estas agrupaciones de calle desde los medios de comunicación responde a una imagen distorsionada de la realidad, que no toma en cuenta los factores que verdaderamente inciden en la proliferación de la violencia en estas agrupaciones juveniles de calle. No se trata de minimizar los hechos violentos, ni las muertes acaecidas tras las reyertas entre las dos agrupaciones a la que nos referimos (DDP y Trinis), esto es realmente preocupante. La violencia, en ninguna de sus formas es justificable, pero es necesario mostrar las dos caras de la moneda. Tampoco se trata sólo de la violencia que se reproduce en estas agrupaciones, si no también la violencia estructural (falta de recursos, falta de programas y proyectos de intervención con jóvenes, falta de profesionales de calle, falta de centros de jóvenes, etc.), que ha sido una constante en Madrid. Este es un problema que debemos afrontar, no sólo desde un enfoque punitivo, sino también desde una perspectiva de intervención social, cuyo principal objetivo sea suplir las demandas y necesidades de los y las jóvenes que integran estas agrupaciones, o son del entorno de éstas.
Referencias
Durán, A. (2018) “Gang Exportation and the Reproduction of Violence: The Trinitarios in the Crucible of Mass Incarceration”. Senior Project submitted to The Division of Social Studies of Bard College. Annandale-on-Hudson, New York. Traducción realizada por K. Núñez.
Nateras Domínguez, A. (2015). Vivo por mi madre y muero por mi barrio. Significados de la violencia y la muerte en el barrio 18 y la Mara Salvatrucha. México D.F.: Universidad Autónoma Metropolitana. Thirant Humanidades.
Núñez. K. (2020). Generación, género y violencia en grupos juveniles: El caso de los Dominican Don´ t Play y los Trinitarios. Una etnografía transnacional en barrios de Madrid, Nueva York y Santo Domingo (Doctoral dissertation, Universitat de Lleida).
Queirolo Palmas, L. (2014). ¡Bandas fuera! Escuela, espacio público y exclusión. Revista Española de Sociología, 21: 25- 46
Vera Vila, J. (2005). Medios de comunicación y socialización juvenil. Revista de estudios de juventud, (68):19-32.
Imágenes
Imagen 4: https://hoy.com.do/inmigrantes-bajo-la-lupa-tras-pleitos-de-bandas-latinas/
Resto de imágenes: Kattya Núñez. (Núñez, 2020)
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