Que el cambio climático es un hecho, nadie lo duda. A lo largo de la Historia de nuestro planeta, los cambios climáticos han sido una constante. En el que estamos inmersos ahora, lleva la firma del ser humano y no es que llevemos sobre nuestros hombros el hecho del cambio como tal, pero si lo rápido que está sucediendo.
Estas variaciones en el clima y lo que ello conlleva a nivel de la Tierra como son los desastres naturales, tienen su repercusión en todos los niveles de la vida. Estos desastres se han hecho cada vez más frecuentes y extremos a consecuencia del cambio climático. Problemas como: aumento de fenómenos meteorológicos extremos (olas de calor, sequías, incendios, ciclones y tifones, terremotos y maremotos,…) aumento de la contaminación y su impacto en la salud, la acumulación de basura en los océanos, la pérdida de biodiversidad, la escasez de agua, la sobreexplotación de recursos naturales y la deforestación, la subida del nivel del mar, etc.
De los diferentes estudios y encuestas realizadas a la población se deduce que aproximadamente el 45% de la población mundial está preocupada o afirma estarlo sobre como el clima afecta a su salud.
Según publica la revista The Lancet en una encuesta reciente en la que participaron 10.000 personas de 10 países y edades entre los 6 y los 25 años, un 45% de la población afirma que la preocupación de como el clima afecta a su vida cotidiana, tres cuartas partes cree que el futuro es aterrador y un 56% asegura que la humanidad está condenada.
Esta situación está provocando estrés, angustia y miedo. Algunos de los síntomas que experimentan las personas con ecoansiedad y que se desencadena cuando hablan del futuro o cuando piensan en él son: estrés, depresión, sentimiento de pérdida, abuso de sustancias, desórdenes postraumáticos, etc. También se conoce como ecoangustia o ecoculpabilidad.
La ecoansiedad es el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental o catástrofe natural y cada vez se ve más en las consultas de los psicólogos/as. De momento, no está considerada como enfermedad, pero sí que puede derivar en diferentes trastornos psicológicos. La American Psychology Association (APA) la describe como “el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones” Por lo tanto, considera que la interiorización de los grandes problemas medioambientales que afectan al planeta puede tener secuelas psicológicas más o menos graves en algunas personas.
Evidentemente no afecta a todas las personas por igual. Está más presente en aquellas personas más concienciadas con la protección del medio ambiente.
La angustia climática está relacionada con la percepción de que los gobiernos no dan una respuesta adecuada a la emergencia climática. Esta angustia descrita es un problema que va más allá de lo político porque ataña a una perspectiva de daño personal y ecológico de los jóvenes.
“Los jóvenes no pueden renunciar a su herencia porque no tienen un mundo alternativo en el que desarrollarse y perpetuarse«, explica Enric Soler, profesor colaborador de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
El cambio climático, además de los ya mencionados desastres naturales, trae otros muchos problemas como son: la propagación de enfermedades como el dengue o el paludismo, aumento de las alergias, incremento de la violencia y el crimen y de la inestabilidad social, migraciones forzosas y conflictos ligados al clima, el impacto en las infraestructuras sociales (cierre de centros educativos, de salud, disrupciones en los sistemas de trasporte, etc.) y sobre todo en las diferentes poblaciones indígenas que son las que más sufren este problema con el añadido de la perdida incluso de identidad propia individual y colectiva ya que la naturaleza es parte de su identidad en muchas de estas poblaciones.
Los medios de comunicación, las redes sociales y la publicidad han ayudado a mostrar esta emergencia y las acciones para luchar contra ella, pero también los efectos nocivos del cambio climático y en opinión de los expertos, no hay una sobreinformación del tema y en este caso, la sobreexposición no es un problema, al contrario.
Según el informe “Who cares, Who does 2021” de Kantar, la mayoría de los países desarrollados tiene más activos ecológicos (30%) que los países con más dificultades económico-sociales (16%). Es un tema que nos compete a todos, no solo a las sociedades modernas y ricas. Los países en desarrollo no pueden afrontar, la mayoría de las veces, los programas para reducir el impacto medioambiental y en el mismo estudio antes mencionado, la ecoansiedad mantiene niveles similares en los diferentes países (Australia, La India, Reino Unido, Filipinas o Finlandia, entre ellos). Aunque no hay datos de a cuanta gente afecta, ya que es un mal reciente, los expertos afirman que a medida que los problemas relacionados con el clima aumenten, también lo harán las personas que lo sufran, como apunto el informe “Mental health and our changing climate: impacts, implications and guidance” APA (2017). Por eso es urgente que todos los países dispongan de programas con los que luchar contra el cambio climático.
Como hemos dicho anteriormente, estamos tratando con un concepto nuevo, pero en relación con otro, la solastalgia. La revista Lancet ya incluyó este concepto en 2015 y que relacionó con el impacto del cambio climático sobre el bienestar humano. No está tampoco considerada como enfermedad, y fue acuñado por el filósofo australiano Glenn Albrecht y define al conjunto de trastornos psicológicos que se producen en una población nativa tras cambios destructivos en su territorio, ya sean por actividades humanas o del clima y eso lo que relaciona a ambos conceptos. De hecho, las personas que han sufrido un desastre natural presentan un 4% más de posibilidades de padecer una enfermedad mental, además de sufrir cuadros de estrés postraumático o depresión.
El desarrollo tecnológico nos puede aliviar el deterioro, pero no existe solución técnica para la crisis actual. Los humanos buscamos autoconvencernos que cada vez actuamos con más conciencia contra el cambio climático. Existe lo que se llama sesgo de acción única (“yo ya reciclo”) y que hace que justifiquemos múltiples acciones contaminantes para justificar y argumentar nuestro comportamiento ecológico. Lo vemos como una responsabilidad de terceros, como son las empresas, instituciones o de los gobiernos, que son los que deben de tomar medidas y no nosotros.
En nuestras cabezas también está la idea de compensación “si hago una acción contaminante, planto un árbol y ya está” o “que las medidas contra el cambio climático no son tan urgentes y pueden esperar”. El sesgo optimista nos hace pensar que los refugiados climáticos no vamos a ser nosotros. Es una característica humana que consiste en creer que no nos ocurran cosas negativas en el futuro. Tiene una acción adaptativa: disminuir la ansiedad y el estrés. Pero hay que tener en cuenta el famoso efecto mariposa y pensar que todo el planeta está conectado y que, como cualquier sistema, lo que afecta a tan solo uno de sus elementos repercute en el resto. Formamos parte de un todo.
Por lo que las estrategias de intervención para intentar paliar el daño causado deben promover cambios de actitud y comportamientos ecológicos personales y colectivos. Poner el énfasis en los prejuicios que las acciones humanas tienen sobre la naturaleza, promover sentimientos negativos como la indignación hacia la insuficiente protección y culpabilidad por el legado que dejaremos a generaciones futuras.
Con estas estrategias, y junto con la ecoansiedad, se espera incrementar las acciones a favor del medio ambiente. Aunque en ocasiones, podemos provocar la reacción contraria, pensando que por mucho que hagamos, no va a servir para nada y llevar a la apatía climática.
Otras estrategias para disminuir la ecoansiedad y que ha cobrado fuerza en los últimos tiempos es el sentimiento de pertenencia a un grupo social concienciado con la causa climática, a través de las redes sociales y de los influencers. De esta manera, se llega a la gente más joven. Un ejemplo de ello es el movimiento Fridays for futurehttps://fridaysforfuture.org/ creado por Greta Thunberg que impulsa el activismo percibido en el grupo de amigos, identidad intergrupal para la protección del clima y la norma ambiental personal. El pensar que todos juntos podemos llevar a cabo acciones que ayuden a frenar el cambio climático ayudan a disminuir la frustración que lleva a la ecoansiedad.
Otra actividad sería poner a en contacto a las personas con la naturaleza, sobre todo durante la infancia (paseos por parques, montes, bosques…) y de esa manera generar un desarrollo ecológico y una promoción del bienestar personal. Esto se asocia con actitudes positivas hacia el medio ambiente, reduce la ansiedad y toman conciencia de lo que está pasando y de lo que sus acciones pueden hacer tanto para empeorar o mejorar la situación.
Debemos ser conscientes de cómo nuestras acciones influyen en el medio ambiente y comprometen tanto la salud del planeta como la nuestra propia. Este es el gran desafío al que debemos enfrentarnos.
Referencias
Haz clic para acceder a whocares-who-does-2021-latan-esp.pdf
“Mental Health and our changing climate. Impacts, inequities, responses” 2021 edition www.apa.org/news/press/releases/mental-health-climate-change.pdf
Marks, Elizabeth y Hickman, Caroline y Pihkala, Panu y Clayton, Susan y Lewandowski, Eric R. y Mayall, Elouise E. y Wray, Britt y Mellor, Catriona y van Susteren, Lise, Young People’s Voices on Climate Anxiety, Government Betrayal y Daño Moral: Un Fenómeno Global. Disponible en SSRN: https://ssrn.com/abstract=3918955 o http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.3918955
“Ecoansiedad: las secuelas psicológicas de la crisis climática” www.iberdrola.com/compromiso-social/que-es-la-ecoansiedad.
www.thelancet.com/countdown-health-climate
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