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Los ecosistemas y la salud humana están en peligro a escala mundial a causa del cambio climático. Con el fin de hacer frente a tan importante amenaza apareció el concepto del desarrollo sostenible, que se ha aplicado ampliamente para guiar y enfocar la formulación de políticas. Son múltiples las consecuencias sanitarias que tiene el cambio climático, desde su efecto en el abastecimiento de alimentos, pasando por los desastres naturales y las enfermedades infecciosas, y llegando a la provocación de la elevación del nivel del mar. Es de suma importancia discutir un modelo integrado que contenga políticas internacionales de desarrollo sostenible para evitar llegar a parámetros de colapso total.

La sostenibilidad de la salud de la población exige el continuo apoyo de actividades que permitan tener aire puro, agua limpia, suficiente cantidad de alimentos, temperatura tolerable, clima estable, protección contra la radiación ultravioleta solar y altos grados de diversidad biológica. Los cambios socioeconómicos y las intervenciones sanitarias han mejorado sobremanera la salud poblacional en los últimos siglos, aunque siga habiendo mucha disparidad a escala mundial. No obstante, como efecto desfavorable del desarrollo económico, han comenzado a ocurrir cambios de salud resultantes del deterioro de las condiciones del medio ambiente mundial.

Las actividades humanas, principalmente el uso de combustibles fósiles, han aumentado las concentraciones atmosféricas de gases con importante efecto invernadero, lo que ocasiona el calentamiento de la superficie terrestre. Sería muy poco probable que la constante elevación de la temperatura del planeta se debiera a la variabilidad natural del clima, además de las evidencias existentes de dicha influencia humana. Es un problema de doble sentido porque, por otra parte, el cambio climático compromete a la sostenibilidad del desarrollo humano en el planeta, pues amenaza los sistemas de apoyo ecológico de los que dependen la vida, la salud y el bienestar de la humanidad, cuya continua mejora debe ser la meta primordial del proceso de desarrollo propiamente dicho.

Se denomina desarrollo sostenible a aquel que atiende a las necesidades de la generación actual sin poner en peligro las necesidades de las futuras generaciones. Esta definición antropocéntrica se basa en el principio de equidad intergeneracional, en el que queda estipulado que las generaciones que están por llegar no deben heredar la carga de problemas ambientales que son evitables ahora. Desde un punto de vista más ecocéntrico, la definición incluiría al desarrollo que mejore la calidad de la vida humana y al mismo tiempo permita vivir dentro de la capacidad máxima admisible de los ecosistemas de apoyo. Esta segunda definición que tiene la ventaja de reconocer que el desarrollo es un proceso destinado a mejorar las condiciones de vida de la población y a la vez asumir que la capacidad del medio ambiente es limitada. La comisión de la OMS sobre la salud y el medio ambiente declaró muy explícitamente que ninguna clase de desarrollo puede calificarse de sostenible si causa daño a la salud y al bienestar del ser humano actual o futuro.

La ONU tiene como objetivo la estabilización de las concentraciones de gases con efecto invernadero a un nivel que prevenga los efectos peligrosos para el sistema climático, exigiendo concretamente que ello se logre dentro de un marco cronológico suficiente para asegurar que la producción de alimentos no se vea amenazada y permitir que el desarrollo económico prosiga de una forma sostenible. Se exige específicamente que al lograr ese objetivo se tenga en cuenta a los países con particular vulnerabilidad a los efectos adversos del cambio climático.

Todos los sistemas ecológicos y socioeconómicos indispensables para el desarrollo y bienestar del ser humano, incluso para la salud, son sensibles a la velocidad y magnitud del cambio climático. Esa evaluación debe hacerse con el telón de fondo de muchos cambios ambientales a escala mundial, no todos relacionados con el clima. Varios países en desarrollo están atrapados en sentido demográfico porque las comunidades han excedido o excederán la capacidad máxima admisible de sus ecosistemas locales, su capacidad para emigrar y la capacidad de la economía para producir bienes y servicios a cambio de alimentos y artículos de primera necesidad. Esos fracasos del desarrollo sostenible ocurren independientemente del cambio climático y están marcados por los patrones de salud relacionados con las enfermedades infecciosas, la malnutrición, el hambre y los actos genocidas de agresión en masa. Lo que ocurre es que el cambio climático inflige más estrés a ecosistemas ya sobrecargados. Los efectos más graves del aumento de temperatura y del cambio de la precipitación, la mayor frecuencia de acontecimientos climáticos extremos y la elevación del nivel del mar en todo el mundo podrían recaer sobre algunos de los países menos desarrollados. Además, el hambre específica de cada región aumentará mucho en cualquiera de los marcos hipotéticos del clima mundial, aún si se considerase responsabilidad del crecimiento demográfico propiamente dicho.

Alrededor de 250.000 personas mueren cada año como consecuencia de desastres naturales y cerca de 95% de esas defunciones ocurren en los países pobres. Esta distribución es quizá un buen punto de reflexión sobre las diferencias en el grado de mitigación de los efectos de los desastres y de preparación para situaciones de esa índole que existen entre los países ricos y pobres. Por ende, no es difícil prever dónde se producirá la mayoría del daño adicional si llegan a ocurrir cambios climáticos extremos con más frecuencia o cuando la elevación del nivel del mar destruya más zonas costeras. Varios de los países más vulnerables a los efectos de los desastres naturales ya están superpoblados, y no hay margen para mitigar esos efectos con migraciones obligada o restricciones del uso de la tierra.

La elevación del nivel del mar, las inundaciones y la erosión del litoral tendrán un efecto directo en la viabilidad de muchas poblaciones costeras expuestas al riesgo de mareas de tormenta, lo que podría amenazar a culturas enteras y forzar a las poblaciones a una emigración interna o internacional. Del mismo modo, están previstos una serie de cambios en la distribución de las enfermedades infecciosas, con una mayor frecuencia de aparición de enfermedades nuevas y otras reemergentes. Los ecosistemas naturales proporcionan muchos bienes y servicios importantes para el desarrollo sostenible, entre ellos los siguientes: alimentos, fibra, medicinas y energía; absorción y conservación de carbono y otros nutrientes; asimilación de desechos, purificación del agua, regulación de los cauces y control de las inundaciones, la degradación del suelo y la erosión de las playas; y actividades de recreo y turismo. El cambio climático puede alterar la composición de muchos ecosistemas y reducir la diversidad biológica y los servicios que proporcionan los ecosistemas. Es posible que algunos ecosistemas forestales y montañosos desaparezcan del todo y que la desertificación se agrave y no sea tan fácil de corregir. Los ecosistemas acuáticos y marinos importantes para el turismo, las reservas de agua dulce, la pesca y la diversidad biológica, como las zonas húmedas costeras, los arrecifes de coral y los deltas fluviales, estarán expuestos a un mayor riesgo por el cambio climático y la elevación del nivel del mar.

La materialización de las posibles repercusiones del cambio climático para la salud pública dependerá de las suposiciones hechas, la idoneidad de los modelos usados y el grado de mitigación y adaptación factible, aceptable y económicamente asequible. Es de esperar que un país con una producción agrícola en deterioro, pero con suficiente potencial de crecimiento industrial, alimente a su población con bienes importados. Un país con un sistema de salud pública en buen funcionamiento puede frenar el incremento de morbilidad sin aumentar el gasto del sector. Sin embargo, los efectos del cambio climático pueden ser acumulativos para las poblaciones vulnerables, pues la malnutrición puede exacerbar la enfermedad y la muerte ocasionadas por enfermedades infecciosas. Es difícil cuantificar estos datos ya que, en los índices de salud convencionales, como las tasas de esperanza de vida y de mortalidad, no se tiene en cuenta que las bases de la salud humana dependen de la integridad y productividad de los procesos sustentadores de la vida de un ecosistema, particularmente de los relacionados con la estabilidad del clima y la producción de alimentos. La salud de las poblaciones humanas es uno de los componentes de la compleja interacción que ocurre entre los procesos demográficos, biológicos, ecológicos, sociales y económicos.

Los planes para la protección de la salud humana contra los posibles efectos del cambio climático mundial y los relacionados con mayores concentraciones de radiación ultravioleta a causa del agotamiento de la capa de ozono y de la contaminación del aire de las zonas urbanas, exigen que se entiendan los mecanismos desencadenantes de la enfermedad en cada caso, los posibles efectos sinérgicos y la vulnerabilidad de las poblaciones. Es indispensable establecer indicadores válidos para los cambios en las condiciones de salud ambiental en relación con los experimentos basados en el uso de modelos y con la vigilancia de ambiental en regiones vulnerables, mejorando así los sistemas de alerta anticipada sobre condiciones meteorológicas extremas y desastres naturales que ayudarán a poner en práctica las medidas de preparación para situaciones de emergencia. El perfeccionamiento de los sistemas de pronóstico del clima y su aplicación a la planificación agrícola podrían ayudar a mejorar la seguridad alimentaria y a evitar el hambre generalizada como consecuencia de la pérdida de cultivos.

Los campos de investigación que conviene estimular a medio plazo incluyen, por un lado, la elaboración de mejores modelos integrados para evaluar los riesgos que acarrean los ecosistemas para la salud humana por la variabilidad del clima. Por otro lado, el desarrollo de las adaptaciones técnicas necesarias para acondicionar el aire y responder ante las variaciones extremas del clima, a la elevación de niveles de radiación ultravioleta y al empeoramiento de la calidad del aire exterior, particularmente en zonas urbanas. En el plano nacional, convendría instar a los países a hacer una evaluación general de la vulnerabilidad de la población a los efectos sanitarios de los diversos componentes del cambio climático, al aumento de la radiación ultravioleta y a la contaminación ambiental.

Si los efectos para la salud humana que tiene el cambio climático en el largo plazo son tan graves como se pronostica, la base sostenida más eficaz para la mitigación consiste en reducir la emisión de gases con efecto invernadero. El sector de la salud puede desempeñar una función activa al asegurarse de que los gobiernos asignen prioridad a estrategias que reduzcan notablemente las emisiones de anhídrido carbónico, concentrándose en medidas de uso eficiente de energía y en el aprovechamiento y uso de fuentes de energía renovables. Casi todas las evaluaciones del efecto del cambio climático se basan en marcos hipotéticos en que la concentración atmosférica de anhídrido carbónico es el doble de la registrada en la época preindustrial. Los posibles efectos sanitarios del cambio climático y el principio de precaución ofrecen argumentos racionales para estabilizar la concentración atmosférica en un nivel inferior. También es necesaria una transferencia de tecnologías de alto rendimiento energético para no desviar el desarrollo económico a corto plazo ni comprometer la atención de las necesidades de salud de la generación actual.

El debate sobre los efectos sanitarios de los cambios climáticos y el desarrollo sostenible debe continuar a escala mundial y nacional, dentro de un marco integrado global. Cada país debe evaluar primero su actual situación de salud en función de factores de desarrollo económico y clima, y posteriormente su vulnerabilidad a los efectos sanitarios del cambio climático y sus posibilidades de mitigación y adaptación. Es preciso adaptar las políticas en materia de población, agricultura e industria a metas ecológicamente aceptables en lo que respecta al bienestar de la población y a los efectos económicos para otros países, y someterlas a rigurosos criterios de sostenibilidad.

Los efectos proyectados del cambio climático para la salud internacional son una clara amenaza para el desarrollo sostenible, especialmente en las naciones más pobres del mundo y, por ende, ofrecen un argumento convincente para acelerar las negociaciones y medidas en marcha a fin de reducir las emisiones de gases con efecto invernadero.

Las respuestas que demos como sociedad globalizada deben ir encaminadas a mejorar las perspectivas de desarrollo económico sostenible de todos los pueblos y naciones.

Marta Valle

Marta Valle Carbajo

Referencias

Caring for the Earth: A strategy for sustainable living. Gland, Switzerland: International Union for Conservation of Nature and Natural Resources (IUNC) United Nations Environment Programme (UNEP)/World.

McMichael AJ, et al., eds. Climate change and human health: An assessment prepared by a Task Group on Behalf of the World Health Organization, the World Meteorological Organization and the United Nations Environment Programme. (Documento inédito WHO/EHG/96.7).

Intergovernmental Panel on Climate Change. IPCC second assessment synthesis of scientific-technical information relevant to interpreting Article 2 of the UN framework convention on climate change. Geneva: Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC)/World Meteorological Organization (WMO)/United Nations Environment Programme (UNEP).

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