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Hace unos días, haciendo zapping para terminar de comprobar que la televisión no podía ofrecerme nada con lo que ocupar mi tiempo satisfactoriamente, al pasar por Telecinco, estaba retransmitiendo en directo un “evento” que captó mi atención. Tamara Falcó celebraba su cuarenta cumpleaños, dados, como somos, a celebrar los números redondos, la homenajeada había preparado una fiesta por todo lo alto. En el momento en el “cacé” la retransmisión, la protagonista estaba saliendo del Hotel Ritz de Madrid, donde se había vestido para la ocasión, un número nutrido de cámaras y periodistas cubrían su salida del hotel, llegando el momento cumbre, cuando su actual novio la esperaba para recibirla en la entrada del hotel. Los comentarios se afanaban en describir el vestido, la expresión de su rostro, etc.

Es evidente que la celebración del cumpleaños de la hija de Isabel Preysler y Carlos Falcó y actual marquesa de Griñón generaba una amplia expectación. Si buscamos en Google “Tamara Falcó cumpleaños” obtenemos 3.690.000 resultado en 0,72 segundos, los datos objetivos nos dicen que esta señorita cumpliera su cuarta década es del interés de un amplio sector de la población.

Lo que me llevó a hacerme la siguiente pregunta ¿por qué una persona que no tiene ni oficio ni beneficio, qué no ha aportado nada a la sociedad, y que su mayor logro es ser hija de…, genera tanto interés?

La marquesa a pesar de pertenecer a la nobleza, ser hija de Isabel Preysler (de la que tampoco tengo muy claro su currículum) tiene necesidades básicas que cubrir, al igual que todo ser humano, debe comer, vivir en una vivienda, vestirse, etc., y para eso es necesario ganarse la vida, no olvidemos que como ya nos advirtiera D. Francisco de Quevedo: “Poderoso caballero es Don Dinero”.

En estos tiempos en que la meritocracia está puesta en tela de juicio, y que el ascensor social parece estar averiado, Tamara Falcó (como tantos otros) ha sabido encontrar un “nicho de empleo” para ganarse la vida, vendiendo eventos y pasajes de su vida, donde un amplio sector de la población delega su felicidad en imágenes de otras personas.

Si como bien dice Joseph Stiglitz “el 90% de los que nacen pobres mueren pobres por más esfuerzo que hagan” por lo que las nuevas generaciones heredarán el estatus social de sus progenitores, haciendo de la clase social un círculo vicioso, lo mismo sucede en las “clases altas” de nuestra sociedad. A pesar de que la mayoría de nosotros no podremos celebrar nuestro cumpleaños como lo hizo Tamara Falcó, a muchos les gustaría celebrarlo así, y es en esa ilusión donde los “famosos” de segunda o tercera generación encuentran una lucrativa forma de “ganarse la vida”.

“El espectador de la posmodernidad, básicamente no entiende nada de lo que está viendo, es solo una secuencia de imágenes que entretienen”

Alexander Duguin

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