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«No es que no hayan existido mujeres que filosofaran. Es que los filósofos han preferido olvidarlas, tal vez después de haberse apropiado de sus ideas».

Umberto Eco, “Filosofare al femminile”

Umberto Eco leyó el libro Historia de las mujeres filósofasde Guilles Ménage y quedó sorprendido con la cantidad de filósofas que habían sido, literalmente, borradas de la historia. El libro se publicó por primera vez a finales del siglo XVII y, aunque desconozco su recorrido tras su publicación, su existencia no parece haber trascendido. En 2009, volvió a publicarse en Francia y, tras su lectura, Eco escribió sus impresiones en el artículo ‘Filosofar en femenino. El pensamiento silenciado’. Lo que hizo Guilles no fue tanto una historia de la filosofía, pues no se entretuvo en los pensamientos de cada una de las filósofas, pero sí recopiló los nombres de sesenta y cinco filosofas de la Antigua Grecia, las ordenó por escuela y lanzó al mundo su hallazgo. Esto significa que, aunque solo se trate de una suerte de diccionario, como lo han definido algunos críticos, su aportación es mucho más valiosa que la de otros estudiosos que, directamente, ignoraron la existencia de mujeres filósofas desde la Antigüedad.

¿Por qué perdería el tiempo Guilles Ménage en escribir un libro sobre mujeres filósofas? Bueno, los motivos reales no podemos averiguarlos, pero podemos elucubrar a partir del estudio de su figura y de su contexto histórico. Sabemos que Ménage frecuentó el círculo del palacio de Rambouillet, el célebre salón parisino creado por Catherine de Vivonne, marquesa de Rambouillet, y acudió asiduamente al salón literario de Madeleine de Scudéry. Parece ser que, además de un personaje polémico, como suelen definirle algunas biografías, era un hombre fascinante y un gran latinista. Desde muy joven valoró la amistad de las mujeres, quizás porque vivió en una época en la que un nutrido grupo de damas ocuparon un lugar principal en la vida parisina: las llamadas ‘Preciosas’ (a las que Moliére ridiculizó en una de sus comedias, inmortalizando también a Ménage en Las mujeres sabias).  Prueba del poder femenino de la época (aunque se limitase a los ambientes palaciegos), son las numerosas obras dedicadas a elogiar a las mujeres, algo que, como comenta Rosa Rius Gatell, en la magnífica introducción del libro de Ménage, “podría responder a un parcial cambio de actitud por parte de un sector de la cultura masculina”. Esto ocurre en 1690, me pregunto ¿qué ha pasado?

Es decir, un hombre, un latinista, un experto en estudios clásicos, recopiló, en 1690, a todas las filósofas de la Antigua Grecia que pudo encontrar en los libros de los clásicos. No se sabe qué fue de ese libro recopilatorio durante estos siglos, pero está claro que no resultó de interés, porque tales filósofas no están en los libros de texto ni en los planes de estudios de los últimos siglos. Ni siquiera están en los programas de la carrera de Filosofía, en la que solo enseñan a los de siempre: Sócrates, Platón, Aristóteles, el plasta de Kant, Nietzsche, Spinoza…

Hacemos un salto en el tiempo y nos detenemos, ahora, en la figura de una de las escritoras más influyentes de la literatura norteamericana: Edith Wharton, nacida en 1862 en Nueva York.  En la novela que la consagró ‘La casa de la alegría’ narra la historia de Lily Bart, huérfana a los diecinueve años y acogida por una tía en el seno de uno de los clanes más antiguos de la sociedad neoyorquina. Una novela escrita en 1905 en la que Wharton se cuestiona la costumbre de la época de que la mujer es educada para ser un adorno y empujada al mercado del matrimonio.

Parece increíble que después de Hipatia, de Guilles Ménage y de Edith Wharton, pueda surgir un grupo de mujeres que deseen vivir bajo el dominio de sus maridos. Después de todas las luchas por la liberación femenina, de las muertes, de los esfuerzos y de los logros conseguidos. Pues ha ocurrido en el siglo XXI en muchos lugares del planeta, pero es en el Reino Unido donde se han organizado y se han puesto un nombre: se hacen llamar Tradwifes (tradicional wifes). Por supuesto, todo ello (y todas ellas) a la sombra de una ideología masculina de ultra derecha que se aprovecha de la opresión a sus congéneres. Y de la que, por supuesto, sacan rédito político, es decir: necesitan a las mujeres para ganar elecciones ahora que pueden votar (algo que, por otra parte, no les hará mucha gracia). Que voten, sí, pero luego a casita.

Podríamos decir, en favor de este ‘amanecer dorado’ del machismo, que las tradwifes eligen libremente someterse a sus maridos. De hecho, se sabe que algunas de ellas tenían su carrera y su puesto de trabajo y lo dejaron para dedicarse a sus labores. Es decir, no es tanto que las obliguen a ello o que no tengan otras opciones (como ocurría en otras épocas), sino que libremente han decidido ser lacayas de sus maridos. En este punto, habría que hablar del concepto de libertad, de cómo se confunde a día de hoy y de que, la mayor parte de las veces va ligado a falsas creencias que anulan sus efectos. También Briget Jones es libre e independiente y, sin embargo, sufre como una perra por no encontrar un novio a su treinta años. Y sufre por no tener el peso ideal y después sufre por no tener hijos… ¿es libre Briget Jones? ¿Es libre para sufrir por todas esas cosas que la sociedad le ha dicho, desde su más tierna infancia, que debe tener para ser feliz?

La tercera parte de la saga de Briget Jones, la titulada ‘Briget Jones baby’, es la más indignante de todas, la que más se aleja de Hipátia, de Wollstonecraft y de cualquier ola de feminismo habida y por haber. Todo podría haberse quedado en la historia de la pizpireta Briget, soltera a sus treinta y tantos, pero divertida en su torpeza y con su infumable machismo aprendido, pero no, tuvieron que hacer dos partes más para confirmar lo que ya quedó claro con la primera: que estamos ante una historia que perpetúa el machismo y que presenta a la mujer como una boba busca maridos. En esta tercera parte, la pizpireta Briget ya no tiene treinta, sino 43, una edad que convierte a la mujer en una vieja invisible e inservible en los círculos sociales. No vamos a entrar en la calidad del guion o de la comedia (que deja mucho que desear respecto de la primera parte), pero sí en algunos mensajes que atesora y que parecen más del siglo de Edith Wharton que del que vivimos.

Por ejemplo, el hecho de que Briget con 43 sea una vieja y sus compañeros de reparto, mayores que ella, sean unos maduritos interesantes. No sabemos la edad de ellos, no interesa, porque ellos molan a cualquier edad, tampoco se les ridiculiza ni se les tiene lástima por su soltería o porque sus relaciones en el pasado hayan “fracasado”. Briget, sin embargo, es un dechado de despropósitos. Por otro lado, muestran a Briget como una ridícula que va a un festival de música para gente más joven y a Jack, que también está en el festival, como un tipo interesante y aventurero. Él es interesante y experimenta y ella es ridícula y está desesperada. Y luego está el hecho de que se insista en que Briget es mayor para tener hijos, pero ni se mencione que Mark va a tener un hijo a sus, por lo menos, cincuenta años.

Todo esto nos demuestra que la historia no siempre es lineal, ni progresiva, y que no somos más libres que las mujeres que nos precedieron, casi podría decirse que más bien al contrario, porque en muchos aspectos se está volviendo a la infancia del feminismo, o peor, a la era en la que ni siquiera se vislumbraba.

Para terminar esta barbarie que he cometido al resumir un tema tan inconmensurable, aunque he intentado hacerlo con rigor, incluyo una pequeña lista de filósofas. No están todas las que son, pero sí son todas las que están. No solo es importante saber el nombre de estas mujeres, también lo es conocer su legado y su trascendencia, su visión del mundo, sus investigaciones, sus trabajos por los derechos sociales en general y de las mujeres en particular y darse cuenta de cómo lucharon contra viento y marea, porque no lo tuvieron fácil.

Gracias a ellas, la pizpireta Briget Jones puede ganar dinero, usar anticonceptivos, tener un hijo sin estar casada, fumar, comprar una lavadora, alquilar un piso, pensar, hablar, usar pantalones y un largo etc. Y todas nosotras, también.

ANTIGÜEDAD

-Themistoclea de Delfos

– Théano de Crotona

-Aspasia de Mileto

– Diotima de Mantinea

– Hyparquia de Maronea

– Hipatia de Alejandría

EDAD MEDIA

– Hildegarda de Bingen

– Eloísa de Paráclito

– Herrada de Langsberg

– Bettisia Gozzadini

EDAD MODERNA

– Madame Guyon

– Elisabeth de Bohemia

– Émilie de Châtelet

– Mary Wollstonecraft

EDAD CONTEMPORÁNEA

– Edith Stein

– María Zambrano

– Simón de Beauvoir

– Harriet Taylor Mill

– Hannah Arendt

– Ayn Rand

– Simone Weil

– Elisabeth Anscombe

Susana R. Sousa

Mitad persona, mitad animal

Referencias

Enlace Tradewifes: https://www.bbc.com/mundo/noticias-51176498

Enlace ‘Historia de las mujeres filósofas’ de Guilles Ménage: https://filoymas.files.wordpress.com/2016/08/menage-gilles-historia-de-las-mujeres-filosofas.pdf

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