3 0
Read Time:6 Minute, 32 Second

Vivimos tiempos convulsos en los que nos están enfrentando a todos en beneficio de unos pocos; priman la división ante la unión, la intolerancia ante el respeto, la prepotencia ante el diálogo. No debemos dejarnos arrastrar…

Sigüenza es un pueblo medieval ubicado en la provincia de Guadalajara, comunidad de Castilla la Mancha, de algo más de 4300 habitantes, rico en historia y con un patrimonio arquitectónico y cultural impresionante. Podría contarte sobre todo lo que me encanta de este pueblo, que es mucho, pero ya tendremos tiempo de hablar de ello. El hecho es que vivo aquí desde hace casi un año y, como suelo bromear, me siento “seguntino de todas las vidas”. No sólo por la belleza del pueblo, sino y también por su gente. Es que me acogieron, me integraron y me mimaron de una forma que, a mis casi sesenta tacos y habiendo vivido en tantos sitios diferentes, no había sentido nunca. Me siento en deuda con ellos, aunque ellos no sepan que les debo, ni cuánto les debo. Y mi forma de pagar esa deuda que ellos no saben que tengo es participando, sobre todo en la inmensa actividad cultural y social del pueblo. No es algo difícil de pagar, no les voy a engañar.

Como en tantos ámbitos, casi todos, existe un grupo de Facebook de vecinos de Sigüenza. En él, cualquier miembro cuelga lo que le apetece. Hay quien publica poemas manuscritos de su madre; hay quien cuelga fotos; otros, avisos comerciales, objetos perdidos… tenemos de todo, como en botica. Y también quejas, sobre todo a la actividad del Ayuntamiento.

El Consistorio está compuesto de 11 concejales. Las elecciones locales de 2019 cambiaron la composición política de éste; la relación de fuerzas se invirtió drásticamente, pasando de 7 concejales del PP contra 3 del PSOE y 1 de IU a 6 del PSOE contra 5 del PP. Evidentemente el cambio ha sido grande y, como suele pasar en estos casos y por eso intuyo, uno de los motivos debe haber sido una mala gestión anterior, aunque sólo intuyo porque, como dije antes, no vivía aquí entonces. Pero volvamos a las quejas en el grupo de Facebook…

Gran parte de esas quejas están motivadas por quién lleva a cabo las actividades, o las obras. No por las actividades o las obras en sí. Lo que molesta es el color político, sin detenerse a pensar si la actividad o la obra es buena para el pueblo. Este detalle podría pasar por anecdótico, incluso me ha llegado a arrancar alguna sonrisa, hasta que se llega a la falta de respeto. En uno de esos post de queja, cuyo autor se caracteriza por cierta agresividad en sus comentarios, tanta que ya lo han suspendido en el grupo varias veces, comenté que a mí, particularmente, la obra en cuestión me gustaba, que, por supuesto, estaba bien que criticara si a él no, pero que lo que no veía bien era la falta de respeto, que cualquier crítica es bienvenida si es constructiva y con respeto. Su respuesta fue: “Tú, seguramente, eres un “palmero” “progre” que aplaude lo que te dicta esta banda de ladrones que debes aplaudir”. Luego me preguntó si yo no estaría detrás de sus suspensiones, si había sido yo quien lo denunció, y me amenazó diciendo que ande con cuidado, que quien las da, las toma. En otra entrada otro miembro proponía instalar una cucaña pero no para colgar jamones, sino a los “subcampeones de la guerra”; y, si hay subcampeones, es porque hay campeones, y llamar así a las víctimas de una guerra, sean del bando que sean, es banalizar uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia.

Lamentablemente no son casos aislados. El ejemplo viene de arriba. En el mismo Congreso de la Nación lo podemos ver en cada debate. Lejos quedaron las épocas en que se debatía con respeto, se contraponían argumentos opuestos, pero fundamentados; se discutía con ideas, con propuestas. Han inventado palabras que utilizan como insultos, utilizado otras para menospreciar al adversario; pusieron de moda el “y tú más”, o el “y tú antes”; el “No quieren acuerdos porque no aceptan nuestras propuestas” como si la única forma de acordar fuera someterse a la voluntad del otro; el “gobierno ilegítimo”; quieren blanco cuando les conviene y, cuando no, reclaman negro. “Divide y vencerás” dijo Julio Cesar; y, a pesar de que ya han pasado más de 2000 años, han vuelto a poner de moda esos procederes. Polarización, extremismo, nosotros o el caos; acabar con ellos. Lamentablemente esa actitud no es patrimonio de un partido político, ni siquiera de un sector de cualquier agrupación. Es general, son todos. Y es global. Nos sobran los ejemplos. Trump, Erdogan, Bolsonaro, Putin, Maduro o Kirchner son ejemplos de esto; solo ejemplos, porque hay más.

Ese clima de crispación de los dirigentes cae como en cascada sobre la población en general. La intolerancia que pregonan los de arriba es la que sufrimos los de abajo. El desprecio a la persona y a su idea, el menoscabo a sus creencias o a sus convicciones, la negación hacia los ideales del otro, no me hace más que hacer pensar que aquellos quienes fomentan esas conductas están logrando lo que se proponen. Nosotros o el caos, sin importar que “nosotros” somos todos, independientemente de a quién votemos, que en un sistema como el nuestro, hoy gobiernan unos y en un corto plazo de tiempo pueden gobernar otros, y que cada uno debe gobernar para todos. Pero el perdedor no sabe perder, y el ganador no sabe ganar. Cuando pierden amenazan a quien gana para que deje de ganar, y cuando ganan amenazan a quien pierde para que no deje de perder. Comenzamos a mirarnos con recelo, a juzgar sin conocer. Catalogamos al vecino simplemente por su forma de vestir, tildándonos de facha, rojo podemita, cayetano o progre sólo por la forma de llevar la barba o el peinado, o por el coche que conduce.

Y yo, que me eduqué hace muchos años en un colegio donde me enseñaron a aceptar ideas aunque no sean las mías, a debatir, a dar la razón, a pedir perdón y a asumir la equivocación, me resisto a mirar atrás por si se me acerca aquel que me dijo que donde las dan las toman simplemente por pedir respeto en un comentario en una red social. Me resisto a la idea de tener amigos sólo de mi “palo” político. Me resisto a no poder debatir una idea, cerveza de por medio, en una barra de bar y despedirnos luego con un abrazo. Me resisto, en definitiva, a una sociedad polarizada donde pensar distinto es una condena, donde están mal vistas las ideas propias, donde el diálogo ya casi no existe. Exoneremos al que piensa distinto, no lo convirtamos en un terrorista por eso.

“Pueden decir que soy un soñador, pero no soy el único”, cantó Lennon. Sueño con una sociedad justa, con una sociedad tolerante, con una sociedad dialogante, con una sociedad diversa, con una sociedad que acepte los cambios de una forma natural, con una sociedad respetuosa. Alfredo Barragán, un aventurero argentino, utilizó para una de sus expediciones el lema “QUE EL HOMBRE SEPA QUE EL HOMBRE PUEDE”. Creo firmemente en eso. Pero para poder dejar de ser una sociedad manipulada por aquellos que sólo buscan crispación, debemos darnos cuenta de que estamos siendo manipulados. A partir de entonces podremos empezar a cambiar conductas que sólo nos llevan a enfrentamientos estériles. Estamos a tiempo, sepamos que podemos empezar a cambiar una conducta social que no es la nuestra, que nos está llevando al enfrentamiento, que nos conduce al odio. Que así sea, y que sea pronto. Sólo así podremos dejar de ser testigos para pasar a ser protagonistas de un presente condenado a ser historia.

Diego Moll Soto

Happy
Happy
0 %
Sad
Sad
0 %
Excited
Excited
0 %
Sleepy
Sleepy
0 %
Angry
Angry
0 %
Surprise
Surprise
0 %
anthropologies
Entrada anterior Una visión etnográfica del carnaval en pueblos del estado español: el carnaval serrano abulense de la sierra de Gredos y el carnaval en la Comunidad foral de Navarra
Entrada siguiente Botellón en la capilla

Average Rating

5 Star
0%
4 Star
0%
3 Star
0%
2 Star
0%
1 Star
0%

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.