La silvicultura, mirando al pasado para salvar el futuro

Publicado en Por anthropologies
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Hace mucho, mucho tiempo en un planeta muy lejano, el ser humano modificó su relación con el medio que lo rodeaba y consiguió su propia extinción. Éste podría ser el comienzo de una obra de teatro, de una novela o de una película, pero por desgracia muy posiblemente sea una realidad dentro de no demasiado tiempo. Nos quedamos sin plazo y no nos damos cuenta de que algunas de las muchísimas soluciones que son necesarias para frenar nuestro viaje suicida, las llevamos practicando desde el mismo momento en el que el viaje comenzó.

Son muchas las voces que nos dicen que nos quedamos sin planeta. Gigantescos incendios en la Amazonia, Siberia o centro de África; deshielo de glaciares y aumento del nivel de los océanos; graves inundaciones en diferentes latitudes; sequías interminables y otras catástrofes naturales extremas o incluso pérdida de especies como los corales por el aumento de la temperatura de nuestros mares, son alguna de las señales que nos auguran un mal pronóstico a la raza humana. Sin duda hay tantas cosas que hemos hecho mal, que la solución  es extremadamente compleja. Pero como todo, por algún lado hay que empezar y una medida interesante que hay que potenciar es la silvicultura para intentar aportar un granito de arena y no abocarnos a un destino bastante oscuro.

“La silvicultura (del latín silva, selva, bosque, y cultura, cultivo) es la disciplina que trata sobre la gestión de los bosques o montes forestales  y también, por extensión, la ciencia que trata de este cultivo”.

Se trata por tanto de obtener una producción continua y sostenible de bienes y servicios que pueden ofrecernos las masas forestales. La silvicultura siempre ha estado al servicio de la conservación del medio ambiente, protección de las cuentas hidrográficas y de los pastos. A diferencia de la agricultura, la silvicultura tiene una producción diversa y por tanto necesita compatibilizar producción y externalización. Se puede dividir la masa productiva en la producción directa como la madera, leña, corcho, caza, resina entre otros productos y la indirecta que comprende todo lo que genera la propia masa, como la biodiversidad o la regulación del ciclo hidrológico.

La silvicultura se apoya en otras disciplinas como la ecología, edafología, climatología, geobotánica entre otras y engloba dentro de su campo la pascicultura o ciencia que gestiona la producción sostenible de los pastos. La silvopascicultura engloba ambos campos y por ejemplo es la encargada de la gestión de las dehesas.

Situamos su aparición en la edad media, cuando los señores feudales de Europa Central aprovecharon los bosques tanto para la construcción de sus ciudades como el aprovechamiento cinegético de los mismos. Como disciplina científica tenemos que situarnos en Alemania en el siglo XVII.

Al principio, la silvicultura perseguía una producción óptima de cultivos de madera casi en exclusividad. Actualmente se tienen otros objetivos ecológicos con otros recursos, como encontrar un equilibrio entre las necesidades ecológicas, biológicas y también económicas de los cultivos.

Los sistemas de trabajo van a variar dependiendo del tipo de producción que se quiera, así si se trata de cantidad, se trabajará en que haya un crecimiento anual mayor y si es calidad, se controlará el crecimiento según el terreno; la conservación del suelo o regularización de cursos hídricos exigirá una poda o corte de árboles muy controlado, etc. Es decir, se trata de procesos muy complejos ya que así es la naturaleza. El estudio de lo que es mejor para tener un beneficio manteniendo sostenible el medio de donde lo obtenemos, hace necesario estudios concretos para mantener el sistema productivo durante mucho tiempo. De hecho, a diferencia de la agricultura, estos estudios  no se prevén anualmente, sino que se trata de estudios que ocupan entre 30-50 y hasta 200 años.

Calcular los beneficios no es tarea fácil puesto que hay múltiples factores y diferentes consecuencias que hay que ir ajustando continuamente, de ahí la necesidad de estar en contacto con otras disciplinas.

Podemos practicar la silvicultura de manera intensiva; optimizando con diversas técnicas silvícolas la superficie forestal dedicada al cultivo o de forma extensiva; donde los cultivos se sitúan en diferentes áreas de bosques naturales, ofreciendo otros servicios a la población como el turismo, garantizando la producción y el mantenimiento de los montes.

Como todo, la silvicultura tiene ventajas, pero también desventajas.

Como ventajas encontramos

  • La reforestación de áreas que han sido deforestadas por incendios o por la acción del clima.
  • Al cuidar los bosques, ayudamos a que estos absorban el CO2 reduciendo la contaminación por gases de efecto invernadero y a que se produzca más O2.
  • Ayudamos a que los bosques y selvas eviten la erosión del suelo. Garantizamos así una fuente de nutrientes que favorece la biodiversidad, pero también mitigamos los efectos de las lluvias torrenciales.
  • También contribuimos a que se regule el clima, que baje las temperaturas por la sombra de los árboles o la evapotranspiración. Esta evapotranspiración sobre todo en zonas tropicales, crea grandes masas nubosas que reflejan las radiaciones del sol, disminuyendo la temperatura del planeta.
  • Se fomenta la biodiversidad, al cobijar diversas especies animales y vegetales al abrigo de los bosques y selvas.

Inconvenientes

Una mala gestión de los bosques cuando no se conoce bien el terreno, los cultivos, las técnicas etc, puede producir el efecto contrario al deseado. Es decir, una tala excesiva o la introducción de una especie no adecuada o incompatible con las autóctonas, puede poner en peligro todo el sistema. Además la mala gestión de la mano de obra, como pasa en otros campos de actividad económica, da lugar a trabajadores subcontratados con malas condiciones laborales. En un mercado muy competitivo, bajar los costos de mercado recae habitualmente en los trabajadores y sus salarios, además de sus condiciones laborales. En países en desarrollo, la silvicultura es una de las tres ocupaciones más peligrosas. Si bien en países europeos, la formación de los trabajadores así como sus condiciones han mejorado, no es así en otros países más pobres donde se entra en un círculo vicioso de mala gestión, malos resultados, malas condiciones.

Algunos ejemplos: Las cabras bomberas

Pensar que la naturaleza siempre se ha autorregulado y que ahora también lo hace es un tremendo error. Si, la naturaleza tiene sus mecanismos, pero no cuenta con los activos que tenía antes. Es decir, hemos modificado el paisaje, hemos sustituido bosques por cultivos, o unos bosques autóctonos por otros en base a intereses económicos. También hemos sustituido la fauna o la hemos eliminado, hemos modificado nichos biológicos e introducido actividad humana donde antes no la había. Por lo tanto, la naturaleza no cuenta con sus herramientas lógicas para autorregularse. Nosotros lo hemos modificado, nosotros debemos arreglarlo.

Durante mucho tiempo, ganaderos y agricultores estaban enfrentados por los terrenos. La idea era la extensión de la actividad en lugar de utilizar los mismos espacios de forma eficaz. Pero ante la degradación que supone esas políticas extensivas, se alzan voces y programas que abogan por sistemas integrados de manejo de cultivo y ganadería. Si se realiza una buena gestión de la actividad, el ganado no tiene por qué comerse los brotes tiernos. En el caso de nuestros bosques, tan castigados por los fuegos, podemos nombrar la Estación Experimental del Zaidin como ejemplo de estudios sobre prácticas de pastoreo y sistemas silvopastoriles.

En el caso de nuestros bosques, por ejemplo, el uso de ganado para limpiar los cortafuegos o para limpiar de maleza el cuerpo del bosque, disminuye la propagación de los incendios. Además con las heces fertilizan el suelo y ayudan a la reforestación. Esta gestión, supone una actividad económica sostenible al aunar la explotación del bosque y su cuidado, con el mantenimiento del ganado.

Los cauces de los ríos

Quizás la vida es como un río que va al mar. No ha ido donde creía ir, pero ha acabado dónde necesitaba estar.
Fabrizio Caramagna

Ingenieros, geógrafos y urbanistas coinciden que nadie está bastante preparado para enfrentar una tromba de agua que descargue 450 litros por metro cuadrado como ha pasado este septiembre en nuestro litoral Mediterráneo. Pero debemos asumir el factor humano en  los daños que provoca, para poder mitigar las consecuencias de estos episodios.

Pretender creer que las inundaciones y sequías de la zona del Mediterráneo son fenómenos puntuales es la mejor manera de que cada año suframos las terribles consecuencias de una inundación de grandes proporciones. No, el clima Mediterráneo no funciona así. Lo primero que debemos hacer es diferenciar entre crecida e inundación. En una crecida, el caudal del río aumenta y ocupa zonas del río que van más allá del cauce pero que olvidamos que son río también y que se denominan cauces fluviales. Estos cauces son necesarios para la biodiversidad y la buena salud de las cuencas hidrográficas y, por lo tanto, hay que respetarlas.

Por otro lado, una inundación se produce cuando el agua ocupa zonas que no son del cauce del río, es decir, donde no debería haber agua. El daño que una inundación provoca está relacionado con la cantidad de exposición de bienes y población, o lo que es lo mismo, con el grado de ocupación de zonas inundables. Es por esto que si respetamos las zonas inundables, una crecida del río no tiene por qué desembocar en una inundación.

Concluyendo, el riesgo de inundación tiene dos factores: Peligro debido al clima (lluvias torrenciales) y exposición de población y bienes (proporción de población y bienes que se encuentran en zonas inundables, si, donde no deben).

Muchas son las voces que claman como solución una mayor limpieza de los ríos, pero en realidad eso es una solución bastante nimia en estos casos, aunque no por ello debemos descuidar el estado de los cauces. Limpiar de cañas las márgenes de los ríos evita que sean arrastradas en una riada, pero no es fácil erradicar las cañas de los ríos, se invierte mucho dinero y el problema persiste. Para evitar las temidas baldomeras, se debe recuperar el bosque de ribera y la vegetación natural. Este bosque no es arrastrado como las cañas. Y entonces si es eficaz esa limpieza de los cauces.

La urbanización de zonas inundables no solo provoca daños puesto que esas urbanizaciones están en el paso del agua, el sellado del suelo con el asfalto hace que este agua no se filtre a zonas subterráneas. La impermeabilización hace que se acumule más agua y que corra más rápido y con más fuerza. Cuidar el cauce del río también significa respetar su curso. Canalizar el rio, montar motas y ramblas no naturales, diques etc, paradójicamente puede provocar el efecto contrario ante grandes crecidas. Es por ello que la vieja gestión hidráulica debe ser revisada muy a fondo y, sobre todo, tener en cuenta lo que decía al principio. El clima Mediterráneo no tiene estos picos de lluvias o sequías de forma esporádica, se trata de un clima fluctuante que lleva comportándose como lo hace ahora (eso sí, ahora agravado por el cambio climático) hace siglos. La idea no es ir contra él, sino adaptarse y minimizar daños al tiempo que le sacamos beneficio.

Conclusión

Hemos hecho tantas cosas mal durante tanto tiempo, que la solución a nuestro problema de medio ambiente es muy compleja. No podemos echar la culpa a que los consumidores no reciclamos cuando las grandes superficies nos envasan cada alimento con plástico. Nuestro coche contamina, pero también lo hacen y en mayor medida los aviones, por lo que se hace necesario establecer alternativas al transporte más contaminante. Es decir, nosotros desde nuestra posición, tenemos que mejorar el comportamiento medioambiental, pero ese comportamiento debe ser modificado también a gran escala, incidiendo en las grandes prácticas que priman el beneficio económico de diversas actividades humanas sobre la conservación de nuestro planeta. Repensar nuestra relación con el planeta es extremadamente necesario, por lo que potenciar aquello que ha sido anteriormente eficiente y sostenible, nos pone en el buen camino.

                Sonia Hidalgo

 

Referencias

http://www.fao.org/3/a-i4950s.pdf

https://www.curiosfera.com/historia-de-los-bosques-en-espana/

https://www.theguardian.com/commentisfree/2019/aug/08/ipcc-land-climate-report-carbon-cost-meat-dairy?fbclid=IwAR2ceQQPRQygwAAA-4AWrypystamE3oE9y60IIqSqBB61yaHOxAOw-wxT4s

https://blogs.iadb.org/bidinvest/es/combinar-ganado-y-silvicultura-cinco-beneficios-de-silvopastoreo/

https://es.wikipedia.org/wiki/Sistemas_silvopastoriles

http://www.redalyc.org/pdf/1930/193015490001.pdf

https://www.ideal.es/sociedad/ciencia/evitan-incendios-ovejas-cabras-vacas-bomberas-20180426105641-nt.html

https://www.agrodigital.com/2018/05/22/la-oveja-bombera-nueva-ayuda-de-castilla-la-mancha/

https://www.ecologistasenaccion.org/wp-content/uploads/2019/09/An%C3%A1lisis-de-causas-y-soluciones-mitigacion-de-crecidas-e-inundaciones-1.pdf

Imágenes

Imagen 1: noticias Piura 3.0

Imagen 2: Rvtv

Imagen 3: Archivo de la comunidad de montes

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