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“La enfermedad no tiene realidad y valor más que en una cultura que la conoce como tal”

Michel Foucault

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el suicidio como una prioridad de salud pública. Es la muerte silenciada en las sociedades actuales. Se calcula que alrededor de 800.000 personas se quitan la vida cada año en el mundo, una cada 40 segundos, y esta cifra se multiplica por 20 cuando se habla de intentos. Es la segunda causa de muerte por ejemplo en los jóvenes entre 15 y 29 años, en el mundo por detrás de los accidentes de tráfico.

                 

La conducta suicida es compleja ya que se asocia a factores de riesgo y vías causales múltiples e interrelacionadas de tipo biológico, psicológico y sociocultural. Dichos factores se pueden dar a nivel individual o comunitario y pueden cambiar con el tiempo.

La intención de este artículo no es hacer ningún tipo de juicio de valor, es simplemente exponer unos hechos y sus posibles razones.

Pero antes de todo habría que preguntarse por qué una persona decide “voluntariamente” terminar con su vida. ¿Es realmente una decisión libre y meditada? ¿Siempre? ¿Qué le lleva a una persona a dar un paso tan drástico? Son preguntas que a todas y todos cuando conocemos a alguien que se ha quitado la vida.

                           

La palabra suicidio procede del latín y está compuesta por los términos sui (a sí mismo)- Caedere (matar). Por lo tanto, es la muerte que una persona se produce a sí misma de forma intencionada. Así el suicidio, al menos formalmente, “es una meta voluntaria”. Es un proceso deliberado y que analiza las razones a favor o en contra del hecho, una decisión y la ejecución de un acto. A razón de esto, se debería de hablar de suicidios, ya que la decisión, análisis y ejecución que se lleva a cabo, lo hacen diferentes personas y por diferentes causas. Cada persona es un mundo y cada caso diferente y único, con sus particularidades (Factores individuales)

El suicidio se puede estudiar desde diferentes puntos de vista. Pero voy a intentar dar una visión general.

Dentro de los factores biológicos podemos encontrar la fisiología y la genética. Las enfermedades mentales (como la esquizofrenia) o los trastornos psicológicos (los trastornos de alimentación, el trastorno bipolar, la depresión…) son un punto a tener muy en cuenta cuando se habla de factores de riesgo. Por ejemplo, la relación de la depresión con alteraciones neurohormonales (desajuste de la melatonina y demás neurotransmisores). Enfermedades físicas, dolor e incapacidad; factores genéticos: edad y sexo. El abuso de sustancias, rasgos de personalidad como la inestabilidad emocional en los adolescentes, el perfeccionismo o la impulsividad. Son factores que pueden desencadenar y precipitar una conducta suicida.

Hay algunos factores que por sus características podemos controlar, porque la persona da señales, bien por su comportamiento físico o verbal (aislamiento social, autoabandono…) o porque el mismo problema conlleva ese riesgo, como son las patologías mentales. Pero hay cambios de comportamiento, sobre todo, en adolescentes y niños a los que deberíamos estar atentos (por ejemplo, con respecto al acoso escolar) y que por diferentes razones no nos damos cuenta o no se les da importancia. Consideramos que son “normales” en ciertas etapas de la vida (adolescentes, personas de edad avanzada). Y porque pensamos que a nosotros no nos puede pasar. No se nos pasa por la cabeza, que un hijo, padre, madre, amigo, hermano… se pueda quitar la vida.

                 

Pasando ya al ámbito sociocultural o contextual, hay que situarse en la mentalidad del otro a través de la cultura, instituciones sociales, familia, economía y a la vez en una mentalidad colectiva. Hay que tener una perspectiva multidisciplinar e integral. Estos pueden ser factores sociofamiliares, que incluyen las relaciones y la participación con otras personas, como la familia, amistades, compañeros/as de trabajo, la comunidad que nos rodea y el sentido de pertenencia en el medio social donde vive. Todo se relaciona y todo influye en la vida de las personas. Hay que tener en cuenta la historia familiar de suicidio, la falta de apoyo familiar, el nivel socioeconómico y la situación laboral; nivel educativo…

Para Michel Foucault, muchos de estos factores, que se explican y entienden en un contexto y cultura determinada, son decisivos en el acto del suicidio. Para él, el papel de la biopolítica es crucial. Esta quiere administrar la vida y protegerla, sin importarle si existe o no calidad de vida, a expensas del sufrimiento. El suicidio para Foucault es un acto de resistencia.

Emile Durkheim delimita el suicidio como una patología colectiva, de hecho, sus investigaciones le llevaron a establecer que la cohesión social podía ser un factor protector. Hay que conocer los procesos socioculturales implícitos en este hecho y la interpretación de este, porque lleva consigo múltiples consideraciones de carácter multicultural, ya que cada cultura presenta variaciones de acuerdo con variables económicas, sociales y culturales.

  1. Durkheim en su famoso libro “El suicidio”, clasifica el hecho en tres categorías: el suicidio egoísta, el suicido altruista y el suicidio anómico.

Este último concepto es relevante a la hora de hablar de las causas que llevan a diversos individuos al suicidio.

“La anomia como estado social es: una falta de dirección que suele aparecer en las épocas de revolución social. En el individuo se corresponde con un desconcierto o inseguridad o lo que hoy se suele definir como alienación o pérdida de identidad. La anomia es un estado de la sociedad donde los valores tradicionales han dejado de tener autoridad, mientras que los nuevos ideales, objetivos y normas todavía carecen de fuerza. Anomia es un estado social en que cada individuo o cada grupo buscan por si solos su camino, sin un orden que lo conecte con los demás (…) es frecuente en las comunidades sociales cuyos valores y normas pierden fuerza” (Durkheim, 2008 p. XXV)

Por lo tanto, podemos decir que la anomia proviene del desajuste entre la estructura social y la conciencia cultural. Hay una contradicción entre las leyes escritas y las exigencias sociales nuevas, que conducen a conductas marginales. Las crisis de valores sociales, éticos, religiosos, junto con la pérdida o falta de orientación, provocan desorientación y desilusión social. Y esto a su vez a la escasa integración del individuo en los grupos sociales, clave en este tema para Durkheim.

Las crisis económicas, con sus ciclos de bonanza y caída, la ocupación profesional, stress laboral, el desempleo, el deterioro de la imagen, tienen mucho que ver con el nivel socioeconómico puede llevar a depresiones y problemas psiquiátricos y adicciones. Las presiones sociales pueden causar estragos en algunos individuos. Y al final todos estos cambios y desajustes sociales llevan a la persona a un callejón sin salida.

Hoy en día, la familia, por ejemplo, se considera un factor de protección ante el suicidio, pero a la vez pueden suponer una gran presión. En estos momentos las relaciones familiares fallidas, como un divorcio, pueden ser traumáticos. De ahí el alto porcentaje según las estadísticas de suicidios en divorciados. Incluso la religión protege al individuo, por las creencias y la visión que tienen ciertas religiones como las monoteístas sobre el suicidio.

                             

Los factores culturales, junto con el contexto y las tradiciones son otra cuestión a tener en cuenta.  A lo largo de la historia y hasta la actualidad, hay culturas en las que el suicidio se ve como un paso “honorable”. En la India era costumbre u “obligación” que las viudas se inmolasen en la tumba de su marido (ritual Sati). En estos momentos está prohibido por ley, pero todavía hay zonas aisladas en los que se practica. Están los terroristas suicidas. Y posiblemente la más conocida es la cultura japonesa, donde el suicidio a día de hoy sigue viéndose por su sociedad como “tolerable”. Hay una larga historia desde el suicidio ritual de los Samurais hasta los pilotos kamikazes de la Segunda Guerra Mundial.

En realidad, podemos decir que el suicidio difícilmente puede ser comprendido cuando se le saca de los contextos sociales y culturales. Es un acto individual con sentido social.

Podemos citar también las variables climatológicas. Es conocida la influencia de los cambios estacionales, la luz, etc.. en el ánimo de las personas. Hay estudios que van en este camino y relacionan el suicidio con estas variables. Pero también están los que rechazan tal relación. Siempre se ha dicho que existe una alta tasa de suicidios en los países del norte, pero no parece que sea así.

                                 

Al final lo que si podemos decir, es que todo cambio social puede influir en el bienestar y en el entorno social de las personas. Es verdad que el bienestar social es subjetivo y que está basado en las expectativas, deseos, aspiraciones y esperanzas, muchas de las cuales, están dadas y propiciadas por la sociedad y la cultura en la que cada persona viva. Cuando todo esto no se cumple, la frustración sale, nos angustiamos, y puede producirse un desajuste a nivel físico y/o psicológico, que en unas personas va a producir un sentimiento de lucha, de desafío o de superación y en cambio en otras, posiblemente también influido por factores biológicos, no encuentren otra salida que no sea el quitarse la vida.

Inmanuel Kant dijo “que el suicidio es descortés, un insulto que se hace a la humanidad y a uno mismo. Un acto contrario al deber con uno mismo”

El filósofo Jacques Lacan hizo una pregunta respecto al suicidio “¿Por qué no? El suicidio es el único acto que tiene éxito sin fracaso”. Efectivamente es un acto sin vuelta atrás.

¿Cuál es el objetivo fundamental del suicidio? ¿Cómo y en qué condiciones, entorno o situación se produce esta decisión?

En la mayoría de los casos, el objetivo no es morir, sino dejar de sufrir. Es el resultado de un “sufrimiento psicológico insoportable” (Edwin Shneidman, padre de sucidiología moderna) y es fundamental atender la causa que produce tal sufrimiento. En este sentido considerar el suicidio como un acto voluntario e individual, viene a darnos una idea de la falta de recursos a nivel social y preventivo. Es importante desarrollar planes de prevención implicando a las instituciones sociales (educación, sanitarias…) y por qué no a toda la sociedad para poder aprender a identificar los factores de riesgos y precipitantes, y desarrollar medidas y planes preventivos tanto a nivel social como individual desde un enfoque multidisciplinar.

                                 

Solo el que ha pasado por el trance de vivir el suicidio de un ser querido sabe lo que se sufre, el sentimiento de culpa y la desolación que queda. Y solo la persona que se suicida, conoce su dolor y el sufrimiento que le lleva a ello. Hay que desterrar mitos y prejuicios. Hay que hablar de ello y dar la posibilidad de que las personas que hayan tenido ideas de suicidio puedan expresar sus sentimientos y miedos. Sacarlo a la luz para se puedan desarrollar programas de prevención y evitarlos.

                       

Ha quedado mucho por explicar y nombrar, autores, disciplinas, matices, las diferentes clases de suicidio, etc… Me he centrado en el aspecto biológico y sobre todo dar una concepción cultural y social del suicidio. Pero su enfoque debe ser multidisciplinar e incorporar variedad de intervenciones desde los diferentes ámbitos.

                                                         Amaia Castresana Palma

Referencias

Felipe Palacio, A. La comprensión clásica del suicidio. De Émile Durkheim a nuestros días. (2010) Affectio Societctis, vol 7 nº 12 Dpto de Psicoanálisis. Universidad de Antioquia.

Carbonell Camós, E. Tiempo y suicidio. Contribución antropológica a una discusión transdisciplinar. Gazeta de Antropología, 2007,  23, artículo 01

Estrategia de Prevención del Suicidio en Euskadi. Osakidetza-Servicio Vasco de Salud. www.bibliotekak.euskadi.eus/WebOpac

Corpas Nogales, J.M., Aproximación social y cultural al fenómeno del suicidio. Comunidades étnicas amerindias. Gazeta de Antropología, 2011. 27 (2) artículo 33

Contreras, Carlos M.; Gutiérrez García, A.G. Bases biológicas del suicidio. La Ciencia y el hombre, volumen XX, nº 1

Foucault, M. Enfermedad mental y personalidad (1991) Argentina. Edit. Paidós.

Durkheim, E. El suicidio. (2008) España. Edit. Akal

Asociación Vasca de Suicidología/Euskal Suizidologia Elkartea (AIDATU) www.aidatu.org

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