Y si el relato de los hechos del 11-S tal y como lo contaron los grandes medios de comunicación estuviese faltando a la realidad? ¿Y si esa realidad estuviese contenida en otro relato, uno al que, sin duda, a la mayoría de las personas, adoctrinada por dichos grandes medios, le costaría bastante creer?
Con esta más que básica y necesaria duda cerrábamos la primera parte de este artículo. En esta vamos a iniciar la exposición de un buen número de datos e informaciones que harán palidecer a esas interrogaciones, convirtiendo dicha duda, ya de por sí muy difícil de mantener para muchos, en terrible e increíble afirmación. E innegable. Muchos de estos datos e informaciones provienen, obviamente, de las teorías alternativas o conspiracionistas, llamadas peyorativamente en demasiadas ocasiones “conspiranóicas”, por las supuestamente irracionales e inverosímiles exposiciones de los hechos que presentan al mundo. Sin embargo, en no pocas ocasiones, estas exposiciones acaban demostrándose ciertas, acaban siendo la verdad. En un mundo como este, presidido en tantas ocasiones, precisamente, por lo irracional, lo inexplicable, lo que en un primer momento parecía casi imposible pero que finalmente no lo fue, ¿habría que extrañarse de ello?
Todo lo acontecido en torno al 11 de septiembre de 2001 es, posiblemente, el mejor ejemplo de que las hipótesis al margen de la versión oficial de los hechos, en este caso la presentada por el Gobierno estadounidense, pueden acabar confluyendo con lo verdaderamente ocurrido. A veces, incluso estas supuestas estrafalarias teorías terminan por dejar al desnudo la versión canónica esgrimida por los gobiernos: por el Poder o Sistema al fin y al cabo, de tal manera que, irónicamente pero de manera justa, pasa entonces dicha versión a ser la irrisoria e insostenible. Así ocurre también en este caso, monumental e histórico caso.
En las últimas partes de este artículo, ya hemos desgranado una serie de datos, de conexiones más que significativas y, sobre todo, totalmente veraces: de ésas que cualquiera puede comprobar fácilmente, porque en los últimos años, hasta en algunos grandes medios de comunicación se nos ha informado de las mismas. El destino de la verdad no es otro que el abrirse paso hacia la luz, por más miserables y patéticos que sean los obstáculos que le pongan en el camino. Otros datos y conexiones cruciales sobre el 11-S permanecen aún lejos de las páginas o pantallas de esos grandes medios, los que, por otro lado, y siguiendo las instrucciones de las élites gobernantes, se encargan asimismo de desacreditar cualquier información que no sea la contenida en ellos.
Por eso, a continuación, expondremos toda una serie de hechos (en el sentido más empírico, comprobable, de la palabra), que no encontrarás en dichas páginas o pantallas que dirigen la información del mundo. Concretamente nos limitaremos a diez hechos, diez sucesos o acontecimientos con los que las, en un principio, increibles y terribles interrogaciones que marcan y guían este artículo, no tendrán más remedio que tornarse en, finalmente, terribles e increíbles afirmaciones. La verdad puede ser tremendamente dolorosa, sí, pero ésta debe ser de todo menos mentira. Porque la verdad, lo que realmente es o fue, ha de estar por encima de cualquier cosa, por encima de cualquier persona. Y porque las víctimas de las verdades, de algo tan atroz y casi irreal como el 11-S, así lo merecen; y tal vez sea el mejor tributo que se les pueda hacer.
Diez importantes hechos que prueban la terrible impostura del relato oficial sobre el 11-S
En realidad, a día de hoy se llegan a contabilizar cientos de pruebas que desmontan, o ponen en entredicho, la tan protegida versión oficial de los hechos. Las diez que presentamos son más que suficientes, demasiado. Y lo son no sólo por aglutinar varias en una misma o, en algún caso, por ser de hecho una obra sobre la fatídica fecha: lo son, sobre todo, por la propia fuerza de lo que tienen que contar al mundo:
HECHO I – Tan sólo nueve meses después del 11 de septiembre de 2001, aparecía la obra que se trasluce en parte del título de este artículo: La terrible impostura. Ningún avión se estrelló en el Pentágono. Aquellas -como cabía esperar- controvertidas páginas fueron firmadas por el -obviamente- entonces no menos controvertido periodista independiente y activista político francés Thierry Meyssan. Su postura central, como vemos, queda claramente expuesta sin necesidad de abrir el libro: “ningún avión se estrelló en el Pentágono”. Es el punto de partida para acabar poniendo patas arriba el relato oficial sobre lo que ocurrió en el World Trade Center.
“Monográficos Zona Cero, 11 S La Gran Impostura Thierry Meyssan”
Argumento tras argumento, lógica tras lógica, Meyssan construye unos sólidos cimientos para poder hablar de “avión fantasma del Pentágono” y, por tanto, desnudar sin complejos, y avergonzar, a la construcción oficial de los hechos:
Interrogado el 13 de septiembre por la Comisión Senatorial de las Fuerzas Armadas, el jefe de Estado Mayor Conjunto, el general Richard Myers, fue incapaz de referir las medidas que se tomaron para interceptar el Boeing. (…) los parlamentarios llegaron a la conclusión de que no se había realizado ninguna acción para interceptarlo (…) ¿es posible creer que el ejército de Estados Unidos permaneciera pasivo durante los atentados?
Para contrarrestar el desastroso efecto de esta comparecencia, el NORAD (Comando Norteamericano de Defensa del Aeroespacio) [un día después] (…) Además de reparar la falta de memoria del general Richard Myers (…) Aseguró haber dado de inmediato la orden a dos cazas F-16 de la base de Langley (Virginia) para que interceptaran el Boeing. Pero la Fuerza Aérea, al no saber dónde estaba, pensó que quizá se iba a cometer un nuevo atentado en Nuevo York y mandó los cazas hacia el norte. Un avión de transporte militar, que despegó de la base presidencial de Saint-Andrews, se cruzó con el Boeing por casualidad y pudo identificarlo. Demasiado tarde.
(…) ¿Es posible creer que el sistema de radar militar de Estados Unidos fuese incapaz de localizar un Boeing en una zona de varias decenas de kilómetros de radio? ¿Y que un gran avión de línea pueda despistar a potentes F-16 lanzados en su persecución? Por tanto, es de suponer que si el Boeing había franqueado este primer obstáculo sería abatido al acercarse al Pentágono. Es obvio que el dispositivo de seguridad que protege el Departamento de Defensa es un secreto militar. (…) este dispositivo antiaéreo comprende cinco baterías de misiles instaladas sobre el Pentágono y cazas estacionados en la base presidencial de Saint-Andrews. Dos escuadrones de combate están permanentemente instalados allí: el 113º Fighter Wing de la Fuerza Aérea y el 321º Fighter Attack de la Marina. Están equipados respectivamente con F-16 y F/A-18 y nunca habrían dejado que el Boeing se acercara.
Pues bien, el teniente coronel Vic Warzinski, portavoz del Pentágono, pretendiendo derribar este complejo sistema de defensa: pretendiendo reducir a este irreductible argumento, declaró: “No éramos conscientes de que ese avión se dirigía hacia nosotros y dudo que antes del martes [11 de septiembre] alguien hubiera podido prever algo semejante“.
En definitiva, el relato oficial nos presenta a un Boeing despistando y franqueando, sin problema alguno, a la defensa antiaérea más sotifisticada del mundo, para acabar incrustándose en una de las fachadas del Pentágono. Sin embargo, incluso dando cabida a esta inverosímil posibilidad, las piezas siguen sin encajar (y, como veremos, nunca mejor dicho)… ¿Seguro que ese Boeing, hito del escapismo aéreo, acabó formando parte de esa fachada de la sede del Departamento de Defensa de EE. UU. de la manera que contó al mundo dicho gobierno? Porque, también en este parte del relato oficial, la construcción del mismo no tarda en tambalearse grave y patéticamente.
Meyssan se limita a unir los propios puntos de dicho relato gubernamental: las conclusiones, a poco que se use la lógica, se escriben prácticamente solas:
[El Pentágono] es el mayor edificio administrativo del mundo. (…) Para causar los mayores estragos, el Boeing debería haberse estrellado contra el techo del Pentágono. A fin de cuentas era la solución más simple: la superficie del edificio es de 29 acres. En cambio, los terroristas prefirieron estrellarse contra una fachada, aunque su altura fuese sólo de 24 metros. El avión se acercó repentinamente al suelo, como para aterrizar. Manteniéndose en posición horizontal descendió casi verticalmente, sin dañar las farolas de la autopista que bordea el estacionamiento del Pentágono, ni siquiera rozándolas con el soplo de su desplazamiento.
(…) El Boeing chocó contra la fachada del edificio a la altura de la planta baja y la primera planta. Todo [aquí Meyssan nos remite a las fotos publicadas, que veremos seguidamente] sin dañar el magnífico césped en primer plano, ni el muro, ni el estacionamiento, ni el helipuerto.
(…) A pesar de su peso (un centenar de toneladas) y de su velocidad (entre 400 y 700 kilómetros/hora), el avión sólo destruyó el primer anillo de la construcción.
Aparte de los pasajeros que iban en el excepcional Boeing, la muerte alcanzó también a 125 personas que se encontraban en ese momento en la zona del Pentágono reducida e incendiada. Antes de exponer una de las piezas que –literalmente- menos encajan en el puzzle del relato oficial del 11-S, no podemos obviar este mismo punto:
La casualidad (¿) quiso que el avión chocara contra una parte del Pentágono que estaba en reparación. Se acababa de acondicionar el nuevo Centro de Mando de la Marina. Varios despachos estaban desocupados, otros estaban ocupados por el personal civil encargado de la instalación. Lo que explica que las víctimas fueran mayoritariamente civiles y que sólo hubiera un militar (un general) entre estas.
Más de un centenar de personas murieron, todas civiles menos un militar, a causa de un Boeing que, además de ser excepcional, casi de ciencia-ficción, fue también milimétricamente selectivo con el lugar del impacto en el Pentágono.
Y finalmente, la pieza más difícil de encajar en este inverosímil e imposible puzzle presentado por el gobierno estadounidense: el encaje del Boeing en la fachada del Pentágono. Un encaje que desafía a la propia física. Sí, definitivamente, las piezas no encajan:
Si se incrusta la forma del avión en la foto del satélite, se puede comprobar que sólo la nariz del Boeing penetró en el edificio. El fuselaje y las alas permanecieron en el exterior. El avión se detuvo en seco, sin que sus alas golpearan la fachada. No se aprecia ningún rastro de impacto, salvo el de la nariz del avión. En realidad, deberían verse las alas y el fuselaje en el exterior, de hecho, en el césped.
Mientras que la nariz del avión está fabricada con una aleación de un compuesto susceptible de fundirse rápidamente y las alas –que almacenan el combustible- pueden arder, el fuselaje de un Boeing es de aluminio y los reactores son de acero. Tras el incendio el aparato tiene que dejar, necesariamente, restos calcinados. Si nos remitimos a la fotografía de Associated Press [Meyssan se refiere a la de la portada del libro, que es la primera de la serie de imágenes expuestas], se puede observar manifiestamente que allí no hay avión. Sin embargo, la foto fue tomada en los primeros minutos: los camiones de bomberos ya habían llegado, pero los bomberos aún no se habían desplegado.
Y a pesar de todo, de todo lo que acabamos de exponer, este es sólo el comienzo de lo que Meyssan dio a conocer al mundo tras la desaparición del que conocíamos, y precisamente en el tiempo que dura la gestación de una vida. Este es sólo el comienzo del relato de lo verdaderamente acontecido un tan increíble como real 11 de septiembre de 2001.
Rubén Blasco y Francisco J. Sánchez
Referencias
Meyssan, Thierry: La terrible impostura. Ningún avión se estrelló en el Pentágono, ed. El Ateneo, Buenos Aires, 2002. [Descargable en: http://www.cosaslibres.com/libros/leer-online/?title=La+Gran+Impostura&pdf=http%3A%2F%2Fmanolox.files.wordpress.com%2F2010%2F01%2Fmeyssan-thierry-la-gran-impostura.pdf]
http://www.insumisos.com/diplo/NODE/4184.HTM
https://es.wikipedia.org/wiki/Thierry_Meyssan
Cebrián, Juan Antonio; Callejo, Jesús; Canales, Carlos; Cardeñosa, Bruno: entrevista a Thierry Meyssan en el programa de radio de Onda Cero La rosa de los vientos, julio de 2002. En https://www.youtube.com/watch?v=HCH462g7Vwo
Créditos y fuente de las imágenes bajo las mismas.
Average Rating