La madre de Pippi vivía en el cielo y observaba desde allí las andanzas de su hija. Poco más sabemos de ella. De su padre, Efraím, conocemos algo más: era un capitán de barco nombrado rey de una isla tropical. Pippi decía que, algún día, su padre iría a buscarla a Villa Mangaporhombro donde vivía con el mono Señor Nelson y un cofre lleno de monedas de oro.
Corría el año 1941 y Suecia era un oasis de paz en medio de la Segunda Guerra Mundial cuando Ingrid Lindgren inventó al personaje infantil más famoso de Suecia: Pippi Calzaslargas. Dos años más tarde, en 1945, se publicaron por primera vez las historias de Pippi, un año antes de que el socialdemócrata Per Albin Hansson dejara su jefatura como primer ministro. Pero antes de su retirada, sentó las bases de lo que sería la sociedad sueca en el futuro al formular un proyecto inclusivo que abarcó todos los sectores sociales. Hay muchas hipótesis sobre los personajes históricos que inspiraron a Lindgren para crear a Pippi Calzaslargas, pero ¿y si Pippi inspiró, a su vez, a los dirigentes políticos de su país? Al fin y al cabo, muchos de ellos se criaron leyendo las aventuras de una niña de 9 años huérfana, feliz e independiente.
En el otro extremo de la niña que se reía de los roles de género tenemos a Ingmar Berman, otro sueco universal. Bergman decía “la falta de amor es muerte” y por eso se casó cinco veces y engañó a todas sus mujeres. La suyas fueron familias tradicionales: marido, amantes, mujer y descendencia de ambas. Aunque quizás un cineasta mujeriego y adicto al trabajo no represente fielmente el carácter sueco sino más bien el carácter de hombres cis de toda nacionalidad.
En su discurso ante el parlamento en 1928, Hanson dejó claras las directrices del cambio que debía dar el partido y, por extensión, la sociedad sueca: “El buen hogar no conoce privilegiados o postergados, favoritos o hijastros. No hay uno considerado mejor que el otro. Nadie trata de sacar ventaja a costa del otro, el fuerte no somete ni saquea al débil. En el buen hogar reina la igualdad, la consideración, la cooperación, la solidaridad.” El Estado de bienestar sueco estaba en marcha a través de la orientación del desarrollo económico por medio de la intervención estatal. En este modelo sociopolítico podríamos decir que se cumple en buena medida el valor de no dejar a nadie atrás, una de las promesas que la ONU, en su agenda 2030, adquiere como compromiso clave.
Por otro lado, está el hecho de que la religión católica, adalid de la familia tradicional y soporte de ideologías reaccionarias, nunca ha sido mayoritaria en Suecia. Aunque desde 1951 hay libertad de religión, la religión del Estado es la luterana donde más de la mitad del sacerdocio está ocupado por mujeres. Desde su instauración como religión del Estado (en 1593), la iglesia luterana ha introducido algunas reformas, una de las últimas en 2017, eliminando los términos “Señor” y “Él” para designar a Dios en los servicios y liturgias.
En el documental La teoría sueca del amor, sin embargo, Erik Gandini no pone el acento en la prosperidad sueca ni en sus avances sociales, sino en el aislamiento de sus habitantes debido al individualismo extremo. De una forma más o menos sentenciosa, Gandini elabora la teoría (o, al menos, deja caer la sospecha) de que ha sido esta prosperidad y promoción de la independencia del individuo lo que ha llevado a los suecos a la incomunicación y a la soledad. Y, a este respecto, me pregunto qué porcentaje de esa tendencia a la introspección es un rasgo nórdico per se, qué porcentaje se ha promovido por el Estado y qué porcentaje roza el estereotipo.
Pippi Calzaslargas no necesita que nadie la cuide, porque es fuerte y lista y, además, tiene un cofre de monedas de oro que no se terminan nunca. Pippi, aunque es anterior a la reforma política sueca, aquella que promulgaba la autonomía e independencia del individuo como valor fundamental, es el preludio del ideal sueco. “No te preocupes por mi” le decía a su madre mirando al cielo “que yo sé cuidarme solita”. ¿Sería el sueño de Pippi la sociedad individualista que nos dibuja Erik Gandini en su documental? ¿Una sociedad donde la familia tradicional ha sido casi abolida y las mujeres se fecundan solas comprando esperma por internet? Probablemente, aunque insisto en que la Suecia de Gandini hay que cogerla con pinzas ya que aplica un sesgo cuya intención es, cuanto menos, crear un producto efectista y algo provocador.
El periodista Marcos Bartolomé, en su cuenta de Twitter (@bartoleiros), destaca la opresión a la que la familia tradicional somete a la mujer y denuncia la romantización de los cuidados. “Soy el primero que recela de las sociedades nórdicas y su atomización, soledad, institucionalización de los cuidados… Pero a ver si no nos hacemos trampas al solitario y reconocemos que nuestras bonitas redes humanas mediterráneas tienen por cara B la opresión de la mujer”. No sabemos si Pippi estaría de acuerdo en que la institucionalización de los cuidados debería ser compatible con las redes de apoyo ciudadanas, pero se me ocurre que la confluencia de ambas realidades podría ser la base de una sociedad realmente próspera.
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