El binomio abismamiento-renacer en María Zambrano, y Tolkien. O de cómo afrontar la “nueva normalidad”

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Introducción

Según María Zambrano, abismarse implica: aceptar la propia limitación; vivir con pasión esa caída; ahondar, penetrar en el subsuelo; dejarse caer. Pero no hay que quedarse en el abismo, hay que saber sacar partido a esa caída, hay que renacer. La caída en el abismo nos posiciona para enfrentarnos bien a otra caída posterior, o a esa misma. Toda contradicción se resuelve ahondando.

El binomio abismamiento-renacer ejemplificado en la obra de Tolkien

Hay un ejemplo muy gráfico de este binomio de Zambrano en la archiconocida obra de Tolkien “El señor de los anillos”. Nos referimos a la caída de Gandalf a las profundidades de las Minas de Moria (o Khazad-dûm) provocada por el Balrog. Gandalf cae al abismo, se abisma, e incluso llega a tocar fondo. Parece que ya no tiene escapatoria, que la historia del personaje ha de terminar ahí; el abismo siempre se nos aparece como un obstáculo insalvable. Y allí, en lo más hondo, en lo más profundo, vence a su enemigo y resurge, renace. Pero ya no es el mismo Gandalf el que resurge; el que cae es Gandalf el Gris, y el que resurge es Gandalf el Blanco. ¿Por qué el Gandalf que resurge no es el mismo que cayó al abismo? María Zambrano nos diría: porque cuando el sujeto tiene una experiencia en la que se le da una evidencia (una experiencia de abismamiento), ese sujeto cambia, se transforma. Y esa evidencia, que el sujeto descubre en el abismamiento, es la que le permite renacer como otro; como otro que está mejor posicionado que al anterior para enfrentarse a nuevas caídas posibles.

Pero, ojo, esto sólo ocurre si el sujeto es capaz de comprender la evidencia que se le da en la experiencia de abismamiento. Y aquí es dónde está la cuestión que nos ocupa.

Hacia la “nueva normalidad”

Tendríamos ahora que preguntarnos: ¿Seremos capaces nosotros de comprender, de recibir, la evidencia que se nos da en esta experiencia de la crisis del COVID-19, en este abismamiento (porque, sin duda alguna, hemos caído al abismo, hemos tocado fondo)? Esta pregunta, que puede parecer una perogrullada, es crucial –la más crucial-, porque sólo si somos capaces de comprenderla, podremos renacer, aunque ya no seamos los mismos.

Pero, ¿cuál es esa evidencia? Bajo mi punto de vista es la siguiente: el capitalismo voraz (representado por el neoliberalismo) ha fracasado, tanto o más que el marxismo. La globalización –entendida como Mercado global– ha fracasado. Ante esta evidencia, no podemos (ni debemos) retomar la normalidad anterior a la crisis, porque ahora somos conscientes de esto, y ya no somos los mismos. Ahora somos conscientes de que un mercado global que se dedica a especular con los precios de materiales de protección básicos para hacer frente a una pandemia mundial, mientras miles y miles de personas mueren por falta de estos materiales no es un mercado que se pueda defender ni teórica ni prácticamente. Y esto es sólo un ejemplo, podríamos poner muchos más: un país que decide comprar todas las reservas mundiales de un fármaco que parece funcionar contra la enfermedad, que intenta hacerse con los derechos exclusivos de una posible vacuna; países que prefieren ver morir a sus ciudadanos por decenas de miles, incluso cientos de miles antes que perjudicar a su economía, y un largo etcétera.

Conclusión: ¿Qué camino tomar?

Hay que replantear el modelo, el paradigma. Si el marxismo no ha funcionado y el capitalismo (neoliberal) tampoco, hay que intentar una nueva salida, una “nueva normalidad”. En este sentido, la apuesta que se erige como solución es la socialdemocracia: una sociedad libre, y un Mercado controlado en sus límites por un Estado social. Una socialdemocracia real, y no impostada (como las que hemos visto hasta ahora), que comprenda que hay que dar unas condiciones de vida mínimas para todo ser humano, y que no puede dejar de ser una socialdemocracia verde, puesto que esas condiciones de vida mínima para todo ser humano deben incluir a los seres humanos futuros.

Sé que esta salida se presenta casi como una utopía (qué pobres son las utopías actuales), y que no va a llegar pronto, pero no hay otra salida distinta a esta que no pase por repetir la misma caída una y otra vez.

José A. Herrera

 

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