¿Cómo puedes pensar distinto a mí? ¿No ves que todo el mundo piensa igual que yo?. O del peligro de los algoritmos en el nuevo sesgo de confirmación.

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Vivimos en un mundo nuevo y a la vez tan viejo, que los mismos mecanismos sociales de toda la vida siguen funcionando, sólo que ahora no dependen tanto de los que nos rodean, sino de lo que nos rodea: el algoritmo. Las redes sociales son la nueva ciudad que habitamos, el nuevo mundo que nos rodea. Y ellas se rigen por algoritmos, fórmulas que sólo nos muestran cosas relacionadas con nuestros gustos e intereses. Y esto en una sociedad es algo muy muy peligroso. Aquí es donde aparece el sesgo de confirmación.

El sesgo de confirmación es un mecanismo psicológico que hace que sólo aceptemos las opiniones o hechos que nos confirman en nuestras ideas o creencias. Antes, te rodeabas de un grupo de amigos que más o menos compartieran tus puntos de vista sobre las cosas, y eso confirmaba tus posiciones, pero cada día estabas rodeado de gente que no opinaba igual que tú, y las noticias que te llegaban en televisión o en los periódicos podían ser muy distintas. Además, dentro de tu mismo grupo, encontrabas algunas opiniones diferentes. Aun así, el sesgo de confirmación tenía un poder muy reseñable. Ahora esto no ocurre.

Ya no te rodeas de tu grupo de amigos, sino de un entorno digital, en el que te rodeas de amigos digitales, pero con una diferencia muy grande. Antes no te alejabas de tu amigo el que pensaba diferente a ti, ahora ya no hace falta que te alejes, porque si el contenido que comparte en redes no te gusta, el algoritmo hace que dejes de ver ese contenido de forma automática. Y esto no ocurre sólo con los amigos, también con el contenido. El algoritmo siempre está vigilante y atento al contenido al que dedicas tiempo e interés, por lo que, si un día te interesas por un tipo de contenido o por una orientación ideológica o social, a partir de ese momento las redes te van a mostrar más contenido de ese tipo, y ninguno que vaya en contra de él. Con esto se consigue que estés más cómodo en dichas redes, y que pases más tiempo en ellas. Pero los efectos secundarios de esto son devastadores para las sociedades democráticas, pues te rodeas de todo un mundo digital que te confirma en tus opiniones, siendo así que sólo conoces y aceptas ese mundo digital como único posible y existente. A partir de ahora, tu imagen del mundo será que todos aceptan y comparten tus ideas, para ti eso será la opinión mayoritaria, ya que será la única que veas por todas partes, lo cual aumentará tu ego hasta límites insospechados.

Un ciudadano de este tipo, con un ego enorme y una percepción de la realidad tan distorsionada, tan desconectada de lo que es la realidad en sí, se convierte en un elemento muy peligroso para las sociedades democráticas actuales, que necesitan para su correcto funcionamiento de una masa social bien formada e informada. Imposible negociar o convencer, labores necesarias en la vida política de una democracia, a aquel que está completamente seguro de que su visión del mundo es la única posible, al dogmático que no puede entender que haya alguien que piense de forma distinta a él, a todos (porque él piensa que todos opinan igual, ya que las redes le muestran eso). Para él, el que opina distinto no es más que un ser irracional, salido de algún tipo de caverna aislada donde no ha podido conocer el mundo «real», que él conoce y al que accede varias horas al día a través de su teléfono (ventana digital abierta al mundo). Esto es triste y terrible, pero es nuestro presente (cada vez más) y, sin ninguna duda, nuestro futuro. El mundo se polariza, pues crece el dogmatismo.

Asistimos a la muerte de la democracia, y son las redes sociales las que la están matando. R.I.P.

José A. Herrera

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