A raíz de la noticia del diagnostico de sarampión a un joven guipuzcoano de 22 años que no estaba vacunado, la duda es por qué hay personas, padres en este caso, que se niegan a que sus hijos sean vacunados y de esta forma estén protegidos ante ciertas enfermedades. Es cierto que este joven había viajado a la India, donde posiblemente podría haber contraído la enfermedad, pero de haber estado vacunado posiblemente hubiese estado protegido contra esta enfermedad.
Las vacunas son uno de los grandes avances científicos de la medicina y una de las medidas de mayor impacto en salud pública. Gracias a ellas se han podido salvar millones de vidas y/o minimizar el impacto de enfermedades provocadas por virus o bacterias, hasta entonces altamente peligrosas.
Su mecanismo de acción se ha basado en administrar al organismo sustancias que provocan la formación de anticuerpos, para que el organismo quede protegido ante los diferentes patógenos. La primera vacuna conocida salió a la luz en 1796 y fue contra la viruela. Su creador fue Edward Jenner. Desde esta primera hasta las más recientes para el papiloma o las nuevas cepas de la gripe, han contribuido a que desciendan los índices de mortalidad en todo el mundo.
Pero ahora no vamos a hablar de los diferentes tipos de vacunas y de su historia a través de los años, sino de los mitos, creencias que corren a su alrededor y que la rumorología popular se ha encargado de expandir por toda la sociedad, provocando graves situaciones de riesgo desde los más pequeños a los adultos. A partir de estas situaciones se han creado movimientos antivacunas, con argumentos lo suficientemente fuertes para influir sobre parte de la sociedad y que esta deje de vacunar a sus hijos e hijas.
Se puede decir que el acto de vacunarse beneficia a toda la sociedad, no solo a la persona que se vacuna, es lo que se denomina “inmunidad colectiva”. Ofrece protección a casi toda la comunidad, porque la persona no vacunada de alguna manera se aprovecha de los beneficios que ofrece que el resto de la población este protegida por la vacunación. Pero el peligro se genera cuando hay grupos de personas sin vacunar dentro de una población, ya que en esta situación se pierde esa “inmunidad colectiva” y el patógeno tiene más fácil el camino. Ante esto también habría que aclarar que la vacunación es un acto opcional, no es obligatoria, como mucha gente piensa.
Hay una creencia popular de que las vacunas son cosas de niños, y aunque es verdad que la mayoría de ellas se reciben en la infancia, algunas se administran siendo adultos como es el caso de la vacuna de la gripe, en personas mayores de 65 años o en población de riesgo como son en personas con enfermedades crónicas, embarazadas, personal sanitario…
Puede ocurrir que se viaje al extranjero y la vacunación entonces va a depender de la zona o país, tipo de viaje, época del año, estado de salud,… Hay que asesorarse e informarse adecuadamente, ya que en este caso, aparte de proteger a la persona o personas que se van a desplazar, protegerá a las personas de su entorno cuando regrese a su país y sí se está adecuadamente vacunado protegerá a las personas del país donde viaje.
Esto puede llevarnos a pensar que en los países desarrollados no hace falta vacunarse. Hay una falsa sensación de seguridad y protección brindada por los sistemas de salud, higiene… Pero los patógenos contra los que se vacuna están presentes a nuestro alrededor. La única enfermedad infecciosa que se considera erradicada es la viruela y fue gracias a la campaña internacional de vacunación en los años 50 y 60. De hecho, en los países donde la vacunación no da cobertura a toda la población, las enfermedades que no están presentes en nuestro entorno, gracias ella, siguen presentes allí, como es el caso de la poliomielitis.
Otra de las creencias es aquella que piensa que la vacunación te inmuniza de por vida. Vacunarse de una enfermedad no siempre te inmuniza para toda la vida. De hecho, algunas necesitan varias dosis de recuerdo para una adecuada respuesta inmunológica, como es el caso de la vacuna antitetánica.
Otro de los rumores que circula, es que vacunarse de muchas cosas a la vez es arriesgado. Hay que tener en cuenta que en el día a día estamos expuestos a numerosos antígenos, más de los que puedan administrarse a través de una vacuna y que además esto se hace así para garantizar su cumplimiento (calendario vacunal) y se reduce el número de pinchazos. Además a través de este calendario y de su consenso entre las diferentes comunidades y países, se asegura la administración sistemática de las mismas vacunas.
Hay gente que cree que los niños o adultos alérgicos al huevo no pueden vacunarse. Aunque algunas vacunas como la triple vírica, la gripe o la fiebre amarilla, necesitan para su fabricación un medio de cultivo de huevo embrionario de pollo, estas presentan una cierta cantidad de proteína residual de huevo. Hay que tener en cuenta que no todas las personas alérgicas tienen el mismo grado de sensibilidad y que va a depender de la cantidad de proteína en la vacuna (no todas llevan la misma cantidad) y de la gravedad de la reacción alérgica, por lo tanto, deberían seguir unas normas en su administración.
En esta línea hay personas que creen que las vacunas conllevan algunos efectos secundarios nocivos. Las vacunas son seguras. La mayoría de las reacciones son leves y temporales: dolor en el brazo, febrícula,… Los trastornos graves son muy raros. En cuanto a la creencia de que la vacuna combinada contra la difteria, tétanos y tos ferina y la antipoliomielitica pueden provocar el síndrome de muerte súbita en el recién nacido, no tiene ningún sentido ni pruebas científicas que lo confirmen. Las muertes que coinciden con la administración de la vacuna son causales.
Unas buenas condiciones higiénicas y de saneamiento (lavado de manos, agua potable…) harán desaparecer las enfermedades, por lo que las vacunas no serian necesarias, ya que esto contribuye a proteger a las personas contra las enfermedades infecciosas, pero muchas se propagan independientemente de la higiene que mantengamos. Muchas de las enfermedades contra las que nos vacunamos volverían a aparecer sino mantenemos los programas de vacunación.
Otras de los mitos o creencias que existen contra la vacunación, son las referentes a que mucha gente piensa que las enfermedades infantiles son algo inevitable, pese a ella y que la mejor inmunización es la que proporciona pasarlas. Las patologías prevenibles mediante vacunación no tienen porque ser algo “inevitable en la vida”. Enfermedades como el sarampión, la parotiditis y la rubeola son graves y pueden acarrear complicaciones importantes en niños y adultos como son: encefalitis, ceguera, infecciones de oído, síndrome de rubeola congénita y muerte. En el caso de la inmunización, la vacunación interactúa con el sistema inmune para producir una respuesta similar a la proporcionada por la enfermedad natural pero sin causarla, evitando sufrimiento y complicaciones graves como pueden ser: defectos congénitos por rubeola, cáncer de hígado por el virus de la hepatitis B o muerte por sarampión.
Otro de los mitos es que las vacunas contienen mercurio. El tiomersal es un compuesto orgánico con mercurio que se añade a algunas vacunas como conservante y el más utilizado en las vacunas administradas en ampollas de dosis múltiple. Pero no hay pruebas científicas que la cantidad utilizada sea peligroso para la salud (OMS).
Las vacunas no causan autismo. No existe ninguna prueba científica que avale la relación entre las vacunas del sarampión, la parotiditis y la rubeola y el autismo. Esta falsa creencia está muy extendida porque a finales de los noventa una publicación informó sobre un estudio que alertaba del vínculo entre estas vacunas y el autismo. Para cuando se retiro el trabajo, debido a sus irregularidades, el daño ya estaba hecho. Esto propicio una bajada en las tasas de vacunación y el repunte de estas enfermedades.
Tampoco es cierto que las vacunas provoquen infertilidad o esterilidad. Este es uno de los mitos que más se repiten, junto con el del autismo, y que múltiples estudios científicos han desmentido. Ningún estudio médico demuestra que la inmunización cause estos trastornos o enfermedades.
Además de todos lo que hemos dicho hasta ahora, también existen otra clase de creencias de concepciones religiosas y filosóficas que se han mantenido a lo largo de la historia. Uno de los ejemplos más conocidos se refiere a la comunidad Amish. Su renuncia a la vacunación contra la rubeola documentado en 1991, en Pensilvania, mostro elevadas tasas de síndrome de rubeola congénita en una población con elevados niveles de susceptibilidad a la enfermedad.
Hay constancia también de la confusión sobre los efectos anticonceptivos de vacunas contra el tétanos, rubeola y sarampión. En este caso se difundió el rumor que estas vacunas contenían Hormona Gonadotropina Corionica que les confería un efecto anticonceptivo.
Diversos estudios realizados en todo el mundo, han desmentido todos estos rumores, al igual que se ha visto que no existe ninguna asociación entre estas vacunas y enfermedades como el autismo, citado anteriormente, el Síndrome de Guillain-Barré u otras enfermedades de tipo neurológico.
A pesar que este tipo de efectos se han descartado y sus resultados se han difundido en revistas, foros científicos,… es difícil revertir los efectos negativos de la inadecuada información. El acelerado desarrollo de las tecnologías de información durante las últimas décadas ofrece disponibilidad inmediata de información errónea y desactualizada. Hay que reforzar estrategias para facilitar el acceso al conocimiento basado en evidencias científicas. Los medios de comunicación son aliados indispensables y es necesario destacar la importancia de contar con personal sanitario debidamente capacitado en el manejo de eventos que ocurren después de la vacunación.
Evidentemente la vacunación es una decisión personal, pero con consecuencias para toda la población. Todos formamos parte de una gran comunidad por donde circulan gérmenes y que pueden provocar enfermedades potencialmente mortales.
El miedo a las reacciones adversas y las diferentes creencias y mitos que envuelven a la inmunización contra algunos virus, promovidos por diferentes grupos o comunidades naturistas y otro tipo de organismos, ha provocado que familias se hayan negado a vacunar a sus hijos e hijas.
Como final podríamos decir que rumorología se ha encargado de difundir falsedades. Y como dice el artículo “Cuando el rumor mueve el mundo” de Sonia Hidalgo , los rumores han calado fuerte en diferentes personas en contra de uno de avances que ha demostrado con creces sus beneficios. Incluso hay pediatras que dicen que la sociedad ha evolucionado gracias a la vacunación.
Sigamos evolucionando.
Referencias
Masquela, A; Pekka Nuorti, J.; Peltola, H. Neurologic disorders after Measles-Mumps-Rubelia vaccination. Pediatrics 200s; 110:957-963.
Roberts, R.; Kiln, MR., Selway, J. MMR vaccinatin and autism. BMJ. 1998; 316: 1824.
Hidalgo, S. Cuando el rumor mueve el mundo. Anthropologies
Morice, A.; Ávila-Agüero, ML. Mitos, creencias y realidades sobre las vacunas. Acta pediatr. Costarric. Volumen 20, número 2, 2008
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