Hace unos días nos encontramos con una curiosa noticia [1] en la que se nos contaba que una “atrevida” mujer, Kiran Gandhi, había decidido correr la maratón de Londres sin tampones, compresas, copas menstruales o cualquier otro método para retener su sangre mensual. Por supuesto nos picó la curiosidad y leímos la noticia. En este artículo conectaremos su caso con algunas tesis antropológicas y algunos aportes desde las artes alrededor del sangrado menstrual, un hecho que a primera vista parece estrictamente biológico, pero que cada vez es más depositario de atención social, intelectual, estética y política.
Lo primero que pensamos al terminar de leer el reportaje fue, ¿y por qué esto es noticia? ¿Cuántos siglos llevamos menstruando? ¿Y aún nos sorprende? A base de convertir el sangrado en un tema tabú y privado, hemos conseguido que una mujer que mancha sus pantalones de deporte se vuelva digna de extrañeza y aprensión -y noticia-. Ahondemos en ello. Para empezar, acudimos a la antropóloga sevillana Assumpta Sabuco i Cantó, y a su conferencia ‘Artivismo sangriento: de Pilar Albarracín a los nuevos movimientos feministas’ [2], que dictó en 2016 en la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla. En el artículo publicado sobre dicha ponencia [3] podemos leer por qué el hecho de que las mujeres exhiban partes de su cuerpo o de sus procesos corporales levanta polémica: porque tiene lugar en una cultura que condena que se transgreda la “compostura femenina”, aunque irónicamente esta misma cultura no muestre pudor en utilizar los cuerpos de las mujeres como objetos publicitarios y sexuales. Por eso, reapropiarse y reelaborar las representaciones corporales puede servir como una potente metáfora puesta al servicio del feminismo (p.50).
Pero hoy queremos reflexionar en concreto sobre la reapropiación y la visibilización de la regla: ¿por qué nos parece extraño y curioso que una mujer muestre su sangrado? La respuesta parece más que evidente: porque nos han enseñado desde que éramos niñxs que la regla es, posiblemente, lo más íntimo que tenemos las mujeres -y no solo las mujeres, cuestión que mencionaremos más adelante-. Se trata de un proceso del que solo podemos compartir pequeñas parcelas, y siempre en espacios reducidos y normalmente entre mujeres. A día de hoy nos encontramos con un discurso muy prescriptivo de cómo vivir la menstruación, con reglas rígidas y grandes castigos sociales para quienes las incumplen, y con grandes dificultades para enfrentarnos al espacio público desde la posición de cuerpos menstruantes. Se puede decir que estamos en una época de invisibilidad y estigma de la menstruación, pero lo cierto es que esta actitud ha sido una constante a lo largo de la historia y en multitud de sociedades. En este sentido, el ginecoobstreta colombiano Miguel Ángel Alarcón-Nivia nos ofrece un rico retrato global en su artículo de 2005 ‘Algunas consideraciones antropológicas y religiosas alrededor de la menstruación’ [4]. El autor da cuenta de la cantidad de mitos y tabúes que orbitan en torno a la regla, entendida como potente símbolo de la feminidad. Los más frecuentes transculturalmente -los encontramos en EE.UU., México, Brasil, India, China, Australia o Kenia; en la Torah, la Biblia o el Corán- han sido apartar y aislar a las mujeres menstruantes, prohibirles mantener relaciones sexuales, cocinar o participar en ritos religiosos, y considerar su sangre peligrosa, venenosa o mágica (p.35). El texto acaba lamentando que todas estas actitudes negativas se heredan y siguen afectando a los grupos humanos sometidos, y señala que las peores libradas son siempre las mujeres (p.43).
Ejemplo de esta tendencia hereditaria y oscurantista sobre el periodo es el estudio de la antropóloga madrileña Maribel Blázquez Rodríguez, junto a la psicóloga Eva Bolaños Gallardo, recogido en el artículo conjunto de 2017 ‘Aportes a una antropología feminista de la salud: el estudio del ciclo menstrual’ [5]. Ambas investigadoras realizaron entre 2013 y 2014 unas 20 entrevistas a mujeres madrileñas de entre 16 y 44 años, para constatar cómo la llegada de la menstruación se vuelve pretexto para dar a las mujeres una información que las reduce a su biología (p.253), obviando que el ciclo menstrual plantea otras cuestiones. Por ejemplo, que interactúa con nuestras condiciones de vida y los eventos concretos que vivimos, como el estrés. O que hace a las personas menstruantes reflexionar y ser conscientes de sus propios cambios corporales, lo cual choca con las exigencias patriarcales y capitalistas de mantener un estado físico y anímico lineal, permanente (pp.256-258). O que con la llegada de la menarquia -la primera regla- se inculca en las niñas y adolescentes el miedo a la sexualidad de los hombres, insistiéndoles en ocultar y esconder sus cuerpos (p.260). O que hay que aumentar considerablemente la higiene, porque el sangrado no debe notarse, verse, olerse, porque el sangrado es impuro, sucio, vergonzoso (p.261).
La siguiente pregunta que surge entonces es el porqué de ese asco e incomodidad que gravitan alrededor de la regla. La mencionada Kiran Gandhi -la corredora del primer artículo que mencionábamos- cuenta que ha recibido comentarios insultantes y atacantes por la decisión tomada; como ya pasara con la artista Rupi Kaur, a la que la red social Instagram censuró una foto en la que salía tumbada en su cama mostrando una mancha menstrual, y que también tuvo que soportar los comentarios y opiniones de quienes no se sienten cómodxs ante las mujeres que no ocultan sus procesos naturales. Por esta razón, y para manifestar nuestro apoyo -a la vez que disfrutamos de nuestra pequeña venganza-, hemos decidido ilustrar este artículo con ilustraciones y fotografías salidas de diferentes cuentas de Instagram, en las que artistas y activistas emplean el sangrado y el cuerpo como reclamos políticos. De hecho, el artivismo, que para la citada Assumpta Sabuco i Cantó significa usar las artes como mecanismos de concienciación y protesta, ha demostrado ser tremendamente útil a la hora de transformar las emociones -en este caso negativas, principalmente el asco- que envuelven el tabú de la sangre vaginal, y que impiden resignificarla para adoptar nuevas perspectivas más liberadoras en cuanto a la vivencia política de los cuerpos (pp.62-63). Esto, afortunadamente, está cambiando: ahí tenemos, por ejemplo, las copas menstruales, las siembras menstruales, las acciones del colectivo Sangre Menstrual de Madrid, o las muchas muestras pictóricas que acompañan este artículo.
Siguiendo con la reflexión en torno al asco, nos dimos cuenta de que otros efluvios corporales se perciben con mayor normalidad que la menstruación: por ejemplo, no nos extrañamos de que lxs deportistas muestren marcas de sudor, ni la sociedad les obliga a ponerse inventos absorbentes para que esas manchas no se noten. Ningunx hemos pensando en decirle a lxs triatletas que deberían ponerse compresas absorbentes en las axilas para sentirnos más cómodxs al mirarles; claro que la sudoración es un mecanismo corporal común en todos los sexos y géneros. ¿No será que en realidad lo que se está censurando es la propia feminidad? Algunas autoras aseguran que si en vez de sangre la menstruación se compusiera solo de agua seguiría siendo un tabú, generando ascos y siendo rechazada.
En este punto de la reflexión, es interesante rescatar algunos pasajes de la ‘Historia del erotismo’ [6] escrita por el antropólogo francés Georges Bataille y publicada en 1976 -de forma póstuma, fallecido el autor en 1962-. La tercera parte de esta obra, dedicada a “los objetos sometidos a prohibición”, comienza ahondando en “la sexualidad y las excreciones”, y ahí es donde encontramos algunas ideas muy reveladoras. Este pensador sostuvo que lxs seres humanxs se caracterizan por ser animales que niegan la naturaleza. De entre las muchas formas que empleamos para suprimir nuestra vergonzosa animalidad y diferenciarnos del resto de especies, señala tres fundamentales. Primera, la destrucción del entorno a través del trabajo, dando forma a nuestro mundo artificial y controlado. Segunda, la náusea y la repugnancia que aparecen cuando interactuamos con la muerte y los cadáveres, que rechazamos y rehuimos. Y tercera, el horror que experimentamos ante la carnalidad y nuestras necesidades naturales, que como no podemos erradicar, nos limitamos a apartar de las miradas y silenciar. Lo que tienen en común estas tres circunstancias es el asco -ante lo natural-, que para Georges Bataille es la emoción más exclusivamente humana pero también es puramente aprendida; de ahí que nos esforcemos por purificar y liberar a nuestrxs hijxs de los olores, la suciedad, la desnudez -contaminantes y propias de animales-, y les enseñamos a que limpien y oculten sus fluidos, sus orificios, sus cuerpos y sus sexualidades (pp.63-66). Y en todo esto la regla tiene un papel protagonista: la sangre vaginal despierta un terror obsesivo universal, que en las “sociedades primitivas” conduce a apartar del resto de la comunidad a los cuerpos menstruantes, y que se mantiene de otros modos en nuestras sociedades occidentales. Lo que hay de fondo, en cualquier caso, es la creencia de que tanto este sangrado como el órgano del que procede son impuros, revelando la imperfección -incluso la maldición- que pesa sobre las mujeres (pp.66-67). El pensador termina preguntándose, cuando compara con la mayor tolerancia que concedemos a otras excreciones también rechazadas -las intestinales, por ejemplo-, si los hombres hubiesen concebido de un modo distinto las actitudes ante el periodo en el caso de que ellos también manchasen (p.68).
Sin querer llegar demasiado lejos, desde nuestro punto de vista, estamos ante una prueba fehaciente de cómo el patriarcado se impone sobre el cuerpo femenino, convirtiendo lo natural en algo prohibido y sucio. No existe un símbolo más pura y naturalmente femenino que la sangre menstrual -más adelante retomaremos esta cuestión para problematizarla-, y quizá tampoco existe ningún proceso tan natural y estigmatizado como este. Es curioso cómo la sangre es tratada por la sociedad. Al ver un artículo o fotografía en la que una mujer está manchada con su sangre menstrual surgen comentarios y reacciones de asco y rechazo, pero nadie tiene estas mismas reacciones con la sangre de guerra. Cuando aparecen cuerpos decapitados y sangrantes en las noticias, nuestras reacciones son de pena y rechazo, pero nadie se manifiesta en contra de este tipo de sangre como tal, tan sólo de la violencia que la ha provocado; ¿por qué la sangre de vida nos produce más rechazo que la sangre de muerte?
Esta comparación en concreto goza ya de tradición en los debates feministas. Dedicada a denunciar la dominación masculina, la antropóloga francesa Françoise Héritier -recientemente fallecida- dedicó interesantes reflexiones a esta cuestión. Tanto en su obra de 1996 ‘Masculino/femenino: el pensamiento de la diferencia’ como en su ‘Masculino/femenino II: disolver la jerarquía’ de 2002, esta intelectual analiza los géneros hombre/mujer como categorías binarias, que incluyen una valoración implícita positivo/negativo. La autora habla de cómo la sangre se sitúa en la base de la jerarquía masculino/femenino: las mujeres la derraman involuntariamente con sus hemorragias menstruales, mientras que los hombres tienen control para derramarla a su antojo durante la guerra -actividad tradicionalmente ligada a la masculinidad-. A estos hechos se les asignan diferentes significados, que nuestro entendimiento binario de la realidad exige dotar de un valor negativo frente a otro positivo, valores que se construyen y se perpetúan socialmente.
Como ya venimos anunciando, no podemos dejar escapar la ocasión para criticar otro importante binarismo ligado a la regla y que también reproducimos una y otra vez, acríticamente: el que identifica a cualquier persona menstruante con una mujer, y a cualquier cuerpo no menstruante con un hombre. Ya lo explican las mencionadas Maribel Blázquez Rodríguez y Eva Bolaños Gallardo al final de su artículo, mientras hablan de la gran diversidad entre mujeres, y humana: hay hombres transgénero que sí tienen la menstruación, y mujeres transgénero que no la tienen. También hay mujeres cisgénero -es decir, no transgénero- que no menstrúan, y en el caso de las mujeres cisgénero que sí lo hacen, sucede solo durante parte de sus vidas (p.263). Es igualmente importante y necesario analizar las vulnerabilidades, dependencias y tensiones que padecen las mujeres que no menstrúan, en una sociedad que exige mujeres reproductoras y asexuales (p.264). Y aunque en este artículo no les dediquemos la atención que merecen, muchos hombres trans e intersex y otras personas de género no binario, que desde hace algunos años están dando visibilidad a sus ciclos menstruales y a la forma en que los vivencian y aceptan -sin conflictos-, están generando nuevos y ricos debates que ponen en peligro que el periodo siga utilizándose como símbolo absoluto -a la vez que vector de opresión- de la feminidad.
Así pues, debemos tener en cuenta que el sangrado menstrual es clasificado, regulado y entendido en función de la cultura. Es biológico, pero también un acontecimiento cultural, que ha sido interpretado de diferentes formas a lo largo de la historia, aunque la mayoría de esas formas han incluido el ingrediente del asco y el estigma, y se interrelacionan con un sistema de relaciones desigualitarias y cisexistas entre los géneros. Por eso la decisión de Kiran Gandhi supone una ruptura de reglas sociales tan impactante. Las mujeres, así como cualquier persona menstruante, deberíamos apropiarnos de nuestro cuerpo, tomar un papel protagonista en la forma en que lo habitamos y en las decisiones que tomamos con respecto a él, y si eso significa mostrar nuestra sangre menstrual como símbolo de nuestra actitud crítica ante las desigualdades de género, deberíamos empezar a planteárnoslo todxs. Y un buen punto de arranque -y la recomendación con la que hoy nos despedimos- es leer el inspirador ‘Manifiesto por la Visibilidad de la Regla’ [7], redactado por la artista Mar Cejas en 2009 para acompañar su obra ‘Mi regla’. Cabe mencionar que, según recoge un artículo de Playground Magazine [8], dicha obra fue eliminada de una exhibición en el Mercado Fuencarral de Valencia por “no ser del gusto de los comerciantes”, como denunció la Asociación de Artistas Visuales de Valencia Alacant i Castelló (AVVAC)… Esperamos, tras la lectura de nuestro artículo, que ahora resulte más fácil entender este tipo de noticias, y, sobre todo, de denunciar y subvertir.
Referencias
[1] Consultado el 03/04/2018 en http://www.upsocl.com/mujer/esta-mujer-decidio-correr-una-maraton-sin-usar-un-tampon-mientras-tenia-la-menstruacion-y-este-es-el-porque/?utm_source=FBppal&utm_medium=Facebook&utm_campaign=fb
[2] Consultado el 03/04/2018 en http://www.arteycompromiso.com/encuentros/iii-encuentro/ , espacio web que aloja la conferencia completa en vídeo
[3] Sabuco, Assumpta (2017): ‘Artivismo sangriento: de Pilar Albarracín a los nuevos movimientos feministas’. En Vicerrectorado de Cultura y Compromiso Social de la Universidad Pablo de Olavide (coord.): III Encuentro Internacional ‘Mil Formas de Mirar y Hacer’: Artes y Movimientos Sociales. Dirección General de Universidades de la Consejería de Economía y Conocimiento de la Junta de Andalucía (ed.), Sevilla (pp.50-63) Consultado el 03/04/2018 en https://rio.upo.es/xmlui/bitstream/handle/10433/5161/III%20Encuentro%20Mil%20formas%20de%20mirar%20y%20hacer.pdf?sequence=1&isAllowed=y
[4] Alarcón-Nivia, Miguel Ángel (2005): ‘Algunas consideraciones antropológicas y religiosas alrededor de la menstruación’, en Revista Colombiana de Obstetricia y Ginecología, vol. 56, nº 1 (pp.35-45). Consultado el 03/04/2018 en www.redalyc.org/pdf/1952/195214314005.pdf
[5] Blázquez Rodríguez, Maribel y Bolaños Gallardo, Eva (2017): ‘Aportes a una antropología feminista de la salud: el estudio del ciclo menstrual’, en Salud Colectiva, vol. 13, nº 2 (pp.253-265). Consultado el 03/04/2018 en https://www.scielosp.org/pdf/scol/2017.v13n2/253-265/es
[6] Bataille, Georges (1976): Historia del erotismo. Errata naturae, Madrid. 2015 (pp.63-69)
[7] Consultado el 03/04/2018 en http://cuerpopolitico.blogspot.com.es/
[8] Consultado el 03/04/2018 en https://www.playgroundmag.net/now/rebeldia-muslos-ensangrentados_22727132.html
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