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Mientras pensaba en como enfocar este nuevo artículo, decidí empezar con una de mis estrategias metodológicas, es decir, empezar a “rastrear” el “estado de la cuestión, revisar literatura e investigaciones previas, para tener una idea más cabal del tema. Suelo “googlear” en busca de las palabras que considero claves, y esta vez, empecé por las imágenes, dado que me interesan, sobre todo, las representaciones que, sobre el tema, están en boga. Evidentemente no solo imágenes, pero hay que empezar por algo, ¿no?

La lluvia de imágenes me remite a mujeres blancas, de mediana edad, en diferentes posturas, situaciones, pero con un común denominador, todas con una alta carga de preocupación, a juzgar por sus expresiones. ¿Por qué un proceso, en principio, natural, es decir, que forma parte del ciclo de vida de la hembra de los homínidos humanos, se connota de manera tan negativa y se convierten en “síntomas” de una “enfermedad”, sin límites ni clínica precisos, pero con una alta carga de presión sobre las mujeres y sus- nuestros- cuerpos??

La industria farmacológica, tan pródiga siempre en rentabilizar todo proceso natural, se ha apoderado de la mayoría de las representaciones. Si miramos ese cuadro previo, (palpitaciones, ganancia de peso, sueño deficitario, perdida del pelo) todos son síntomas, indefinidos, es decir, pueden ser sintomatología de varias disfuncionalidades o incluso de enfermedades, pero juntas, son demoledoras. Configuran un diagnostico biomédico, muy poderoso, que nos dice que a nuestros cuerpos les pasa “algo”, que, por supuesto hay que tapar, combatir y tratar de vencer, (aun a riesgo de daño físico, pienso por ejemplo en las terapias de “sustitución hormonal”, tan en boga en el lustro pasado, las cuales saturaban de estrógenos los cuerpos femeninos), en una batalla por paliar, dejar sin efectos, los síntomas del paso del tiempo en nuestros cuerpos. Cuando eso no basta, aún tenemos el mantra de “es por salud”, definida ésta como conseguir o seguir manteniendo un cuerpo normativo, socialmente aceptable. La industria de la moda, de las revistas “femeninas” ha encontrado un nuevo nicho, en estas mujeres de mediana edad, con cierto poder adquisitivo, que les gusta “cuidarse” para seguir vendiendo un sinfín de productos y servicios.

¿Y el sexo?

Es cierto que el tema ha dejado de ser tabú, aunque todavía arrastra una fuerte carga de estigma, el tener sexo hedónico, sin consecuencias ahora si, (por lo menos en cuanto a la descendencia se refiere). El sexo se practica en todas las etapas vitales y a través de los años, va evolucionando, en función de los patrones sociales que interioricemos. Así, mujeres que han sido siempre activas, lo siguen siendo, con pareja afectiva o solo sexual y para quienes el sexo no era determinante, tampoco lo es en esta etapa. Es cierto que la sociedad y sus representaciones siguen pesando, pero en líneas generales se percibe una cierta libertad, (más cuando ya se disfrutaba), para la intimidad y la exploración de alternativas al sexo genital o coital. Lo cual también puede ser un arma de doble filo, sobre todo para las mujeres más ancladas en modelos tradicionales de feminidad, las cuales sienten la presión, que se ejerce desde la industria y los medios, de “disfrutar” de una nueva vida sexual, cuando ese deseo se ha canalizado de manera divergente desde la juventud.

Pero ojo, tan limitante es la represión de los deseos, como la permanente incitación a “disfrutar del sexo”; si no lo practicas, envejeces, y eso también es estigma anti-edad. Es interesante resaltar, de la revisión del estado de la cuestión, como las mujeres más jóvenes tiene estereotipos más negativos hacia el sexo en la menopausia, asociado, casi linealmente, esta con vejez, que las propias menopaúsicas, las cuales viven el proceso de manera mucho más libre.

En un libro celebre en la antropología, Margaret Mead decía que la adolescencia se “vivía” en Norteamérica, y puede aplicarse a la menopausia: las representaciones y vivencias, cambian. Aunque sea un proceso biológico, “pasa sobre nuestros cuerpos”, que están anclados en una sociedad y tiempo determinados. Así también, hay variaciones transculturales, a grandes rasgos, hay una tendencia más acusada en sociedades occidentales a sintomatologías de tipo médico, que en sociedades no occidentales.

Además, en muchas culturales no occidentales, que apartan a las mujeres “sangrantes” por impuras, el hecho de la menopausia, las libera y permite su adscripción a estatus socialmente mejor valorados, abandonando restricciones de movimientos y espacios.

                                                                                          Beatriz Lamas

Antropóloga y profesora de secundaria

Beatriz Lamas Pereyra

Referencias

https://thumbs.dreamstime.com/b/palabras-asociadas-la-menopausia-128286672.jpg

https://www.google.com/url?sa=i&url=https%3A%2F%2Fes.dreamstime.com%2Fphotos-images%2Fmenopausia.html&psig=AOvVaw1NQjAW2JSFEnNr8GNSduh7&ust=1669151968899000&source=images&cd=vfe&ved=0CBEQjhxqFwoTCLDIs_WZwPsCFQAAAAAdAAAAABAE

Gisela Duran, (2020), CUERPOS TUTELADOS: UNA ETNOGRAFÍA SOBRE LAS LECTURAS CULTURALES DE LA MENOPAUSIA. Revista Nuevas Tendencias en Antropología, nº 11, 2020, pp. 81-110   http://www.revistadeantropologia.es/Textos/N11/Cuerpos%20tutelados.pdf

Larrosa Domínguez, M., Tejada Misté, R. y Martorell Poveda, M.A. (2020). Influencia de la cultura en la menopausia: revisión de literatura. Cultura de los Cuidados (Edición digital), 24 (56) Recuperado de http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2020.56.15

Angelica Gómez Martínez et all, Representaciones socio-culturales sobre la menopausia. Vivencias del proceso en mujeres residentes en Albacete (España)

Tomado de: https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1132-12962008000300002

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