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El Uruguay y l@s uruguay@s, se han pensado históricamente como parte de una nación de descendientes de migrantes, sin tener en cuenta su pasado indígena ni afrodescendiente. El relato impulsado por el estado nación, desde su fundación en el SXIX, se hace desde una matriz europea, la cual resalta el triunfo sobre la “barbarie”. Entonces, ¿cómo se ha llegado desde ese “país sin indios”, civilizado, a reivindicar como seña de identidad la “garra charrúa”?

Antes de la llegada del contingente colonialista español, que se data sobre 1516 a los territorios de la antigua Banda Oriental, se han encontrado restos de ocupaciones permanentes de grupos indígenas, por lo menos desde 5000 años antes. Los primitivos habitantes, de diferentes etnias: guenoas, chanaes, minuanes, yaros y charrúas, eran básicamente recolectores-cazadores, hábiles canoeros, dada la primacía del río en el territorio, y también practicaban una incipiente agricultura, además de la domesticación de perros y otros animales, que convivían en las “tolderías”.

Con la introducción de la ganadería, tanto caballar, como ovinos y bovinos, el paisaje y la ocupación del territorio cambio notablemente. Dadas las favorables condiciones de reproducción del ganado, en las amplias llanuras de la banda oriental, el acceso al alimento, y los subproductos del ganado, mejoraron notablemente la vida de las comunidades indígenas, pero también se modificó la estructura de tenencia de la tierra, en la cual, los colonos de origen europeo practicaban el latifundio, en detrimento de la ocupación comunal, habitual de las comunidades indígenas.

Esto provocó, desde mediados del siglo XVIII, constantes luchas por el dominio de las praderas, los pastos y los ganados, los cuales tenían “marca”, es decir, tenían dueño. Durante casi trescientos años, tiempo transcurrido desde la introducción de la ganadería, los grupos originarios habían sido, lenta pero constantemente, desplazados desde sus territorios habituales de ocupación, hacia los prados menos fértiles, en una modalidad de colonialismo llamado de desplazamiento o exterminio, opuesto por las propias características del territorio, al utilizado en el resto del continente americano, donde los españoles practicaron el colonialismo de sometimiento y dominación. Esta modalidad, llamada “settler- colonialism” o colonialismo de colonos, no necesitaba de grandes masas de indígenas sometidos y dominados, o de sus sustitutos negros esclavizados, dado que la riqueza, la apropiación de la plusvalía, venía dada por la explotación ganadera de tipo extensiva, la cual no necesita de grandes contingentes de mano de obra.

Una vez desplazados o exterminados (si no consienten los indígenas), los colonos ocupan el lugar de los nativos, tanto en la producción como en el uso del territorio. Este desplazamiento y posterior exterminio, está en la base del relato dominante del “país sin indios”. Evidentemente, los grupos indígenas plantaron cara, de desigual manera, al hombre blanco. Los más feroces, indómitos y los que peor parte llevaron, fueron los grupos de la nación charrúa. Desde el siglo XVIII los enfrentamientos fueron casi constantes, con las relaciones colonos/indígenas en franca guerra. Además, el colonialismo español en el cono sur, practico el “divide y reinarás”, en donde las tribus guaraníes, originarias en un primer momento en los territorios del actual Paraguay, fueron sometidas, cristianizadas en las famosas “misiones guaraníes” de los jesuitas, y luego utilizadas para el desplazamiento y enfrentamiento con los charrúas, abriendo así dos frentes de guerra simultáneos. Así se llega a comienzos del 1800, en donde, aún bajo el gobierno colonial, se planifica, y ejecuta, la ofensiva final por la conquista y sometimiento del territorio. En el relato de la época, se habla de “pacificar los campos”, poner orden en el caos y someter la “barbarie”, argumentos terriblemente modernos.

Ya en el año 1801, en épocas aun coloniales, se llevaron a cabo hasta tres grandes guerras contra los indígenas, los cuales estaban prácticamente diezmados, sobrevivían en los márgenes del territorio, y estaban profundamente aculturados, dado que las sucesivas derrotas y matanzas, los reducían a la esclavitud, y en el mejor de los casos, se permitía su incorporación como mano de obra libre, a los estratos más bajos de la sociedad criolla.

Hay una pequeña tregua, dado que, en 1810, los criollos del virreinato del Río de la Plata, se levantan contra la monarquía hispánica, iniciándose el proceso conocido como Guerras de la Independencia. En el caso del actual Uruguay, su caudillo, el general Artigas, incorporó a sus ejércitos, a los escasos indígenas charrúas y minuanes sobrevivientes, dado su valor y predisposición a la lucha.

Pero esta tregua dura poco, ya en 1828, constituida la República independiente, se retoma el asunto indígena, el control del territorio y de la economía, iniciándose la ofensiva final. Toda la clase política de la época, así como la sociedad criolla en su conjunto, exigía una solución, al pillaje y descontrol en los territorios situados al norte del río Negro.

En uno de los dos episodios más oscuros y tristes de la historia de la nueva república (el otro seria la participación del Uruguay, en el infame triple entente, participando en la masacre del Paraguay) el flamante presidente Rivera, convoca en la confluencia de dos grandes ríos norteños, a los caciques sobrevivientes de la nación charrúa, en el paraje hoy conocido como Salsipuedes, con la excusa de que el nuevo país los necesitaba para el control de las fronteras con el Brasil. Luego de emborracharles, fueron masacrados por las tropas emboscadas, en un episodio luctuoso, al cual hoy todavía duele mirar. El 11 de abril de 1831, fueron exterminados los principales caudillos de la nación charrúa, los sobrevivientes vendidos como esclavos, mujeres y niños repartidos como botín entre la soldadesca. Así acabó la libre circulación del territorio, el uso comunal de los frutos y dones de la tierra, la ausencia de propiedad privada, en fin, un modo de producción precapitalista, junto con su cosmovisión y formas de vida. Pero, ¿se extinguieron realmente los charrúas?

Para el incipiente nacionalismo uruguayo, la respuesta es sí. Su relato de conformación del estado nación moderno, pasa por sostener que se “extinguieron” verbo sin sujeto, para desmarcarse del etnocidio y genocidio perpetrados por la República.

El uso de la categoría social/jurídica de genocidio, para esta guerra colonial, luego proseguida por el primer gobierno de la nueva República, es debatido en ámbitos académicos. Si analizamos los componentes de la lucha, vemos que se da primero una “deshumanización” del indígena, el cual no forma parte de la nación, por su barbarie y costumbres contrarias a la civilización, practicando con ellos lo que el antropólogo Joan Frigole (Frigolé, 2003), en su imprescindible texto “Cultura y genocidio”, califica como “control de la procreación”, es decir, una vez vencidos los varones, se capturaba a mujeres y niños, las cuales eran repartidas entre las familias criollas de la colonia, (luego república),  para que fuesen “civilizadas, cristianizadas”. Esa destrucción de su humanidad, esa negación de su propia existencia está en la base del estado nación uruguayo, el cual se basó, en el exterminio de la población indígena.

Este ataque a la procreación es lo que a juicio de Frigolé, distingue la matanza del genocidio. Así, no hay semejanza, proximidad ni tan siquiera lazos de humanidad.

En contextos coloniales, nos dice el autor:

“…la noción de humanidad se hace equivalente a la de raza blanca y su representación y defensa por parte del estado implica…el exterminio de la población indígena……

La doctrina de terra nullius, legitimo la conquista y el objetivo principal de la misma fue la explotación del territorio y no de la mano de obra indígena, debido al predominio del sistema ganadero extensivo”. 

Así, con el exterminio de charrúas y minuanes, con la asimilación de guaraníes, realizada por la jerarquía católica, y con los pocos sobrevivientes obligados a la asimilación, a la total mimetización con la sociedad blanca, se inicia la vida del Uruguay independiente, país sin indios.

Pero la memoria es persistente, y los que siguieron respirando, portaron en silencio, su relato, el cual fue trasmitido de manera oral, a los descendientes.

Poco a poco, en la consolidación del relato fundacional, varios autores, escultores y pintores, van incorporando lo “charrúa” como parte del Uruguay, en un intento de “blanquear” su final, se apela a la valentía, honestidad y su fiereza en la batalla. Aunque siempre manteniéndoles, en un pasado intemporal, se les restituyen de alguna manera, rasgos positivos. El poema más tradicional del Uruguay, cuyos párrafos recitan de memoria los niños en la escuela laica, gratuita y obligatoria de cada rincón del país: Tabaré, alude a la relación entre un mestizo (Tabaré) y una blanca, (Blanca) en clara metáfora del enfrentamiento entre las dos sociedades. La muerte de Tabaré, es la desaparición de la raza. Pero el canto de la libertad e independencia, son asumidos por la Republica como propios.

El Uruguay del 1900, país que se enorgullece de su laicidad, de su estado moderno, de su democracia consolidada, retoma el relato fundacional de país criollo, agregando el peso inmenso que la emigración europea tuvo durante todo el Siglo XX. Es recién, con la recuperación de la democracia, a finales de los años 80 del siglo pasado, cuando voces empiezan a alzarse, reivindicando el origen diverso de la nación. Primero los afrodescendientes, y luego los herederos de la nación charrúa, han iniciado un proceso de lucha, no por ocupar territorios ancestrales ni gestionar derechos, sino por el reconocimiento social en tanto grupo, en un proceso de etnogénesis, único en el continente.

Esa lucha propicia, que, a finales de los años 90, pese a que Uruguay ostenta el triste registro (junto con Surinam) de ser el único país americano que no ha ratificado el Convenio 169 de la OIT, se han dado pasos en el reconocimiento de este grupo. Así en la encuesta de hogares que realiza bianual el INE, se incluyó por vez primera la pregunta sobre el origen percibido de los ancestros, y la sorpresa al leer los resultados, se dio cuando un 5% se auto percibió como descendiente de indígena.

Lo paradójico, es que este proceso de etnogénesis es confrontado duramente por los principales antropólogos clásicos del Uruguay. Solo en épocas muy recientes y al calor de los estudios decoloniales, se alzan voces casi fuera de la Academia, que reivindican este proceso y sostienen que la antropología debe acompañar, y aportar sus herramientas a esta lucha.

Como resumen, diríamos que, en el proceso de formación del Uruguay moderno, se homogeneizó racialmente a la población, disciplinando a la ciudadanía, participando en un modo de producción del capitalismo moderno, de base extractiva, y, por otro lado, se reivindica una matriz cosmopolita, que incorpora un perfil diverso, solo de rasgos positivos, pero que se resiste, en una amplia mayoría a abandonar el mito del ser el único país de América sin indios.

                                                                  Beatriz Lamas Pereyra

Para saber más

Un país sin indios, las voces de los nuevos charrúas. Imprescindibile

Los narradores del Caraguatá, sobre la memoria y su persistencia

Referencias

Arocena, F. (2013). Uruguay: un país más diverso que su imaginación. Una interpretación a partir del censo de 2011. En Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 26, n. 33. 137-158.

Bassini, J. (2003). Indios num país sem indios: a estética do desaparecimento. Um estudo sobre imagens indias e versoes étnicas no Uruguai. Fundación de Amparo a la Investigación del gobierno de Amazonas (FAPEAM, Brasil), Editorial Valer, Programa de Posgrado en Antropología Social de la Universidad Federal del Amazonas.

Calvo, L., Lucas, G. y Silva, P. (2007). El Uruguay multicultural. Los descendientes de charrúas. En Multiculturalismo en Uruguay, ensayo y entrevistas a once comunidades culturales.

Frigolé, Joan (2003). Cultura y genocidio. UB

Guigou, N. (2004). Cartografías antropológicas: sobre clasificaciones, escrituras y derechos humanos.

Verdesio, G. (2014). Un fantasma recorre el Uruguay: la reemergencia charrúa en un “país sin indios”. En Cuadernos de Literatura vol. XVIII, n. 36. 2014. 86-107

http://visibleearth.nasa.gov/view_rec.php?id=4817

https://en.wikipedia.org/wiki/es:Jean-Baptiste_Debret

https://es.wikipedia.org/wiki/Charr%C3%BAas#:~:text=Dibujo%20del%20ataque%20a%20Juan%20D%C3%ADaz%20de%20Sol%C3%ADs%20en%201526.%20Obra%20de%20Ulpiano%20Checa%20(1860-1916).

https://es.wikipedia.org/wiki/Charr%C3%BAas#:~:text=El%20cacique%20charr%C3%BAa%20Vaimaca%20Pir%C3%BA%20hacia%201822.%20Dibujo%20de%20Delaunois%2C%201833.

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