Desde que se puso fin en julio de 1994 al genocidio de Ruanda, el país ha experimentado un desarrollo espectacular. Su economía ha crecido y es uno de los países más seguros a nivel mundial. Su renta per cápita está en 724,7 dólares, su esperanza de vida ha pasado de los 49 a los 64,5 años, el 84,6% de la población está cubierta por un seguro médico y ronda el 98% de escolarización infantil.
La República de Ruanda es un pequeño país de 12,8 millones de habitantes, situado en el África Oriental que limita al norte con Uganda, al sur y al este con Tanzania y al oeste con República Democrática del Congo. Está ubicado en la región de los Grandes Lagos, conocida como las “Nieblas de África” y es conocido como la “Tierra de las Mil Colinas” por su terreno montañoso.
Gran parte de la población trabaja de la agricultura de subsistencia y con una creciente producción mineral. De hecho, la minería ha sobrepasado al café y al té como principales productos de exportación. En los últimos años, el turismo se ha convertido en la principal fuente de ingresos del país.
A modo de resumen podemos decir que originalmente Ruanda está habitada por los pigmeos de origen Twa, cazadores-recolectores y por los grupos Bantú. En el siglo I d.C se establecieron los Hutu que se dedican a la agricultura y hacia el siglo XV llegaron los Tutsi que son granjeros. A día de hoy estos dos últimos son las dos principales etnias y que además comparten cultura, religión y lengua (Kiñaruanda, francés e inglés). La diferencia en el nombre se basó en el linaje y en la ocupación económica: la ganadería o la agricultura. Estas categorías podían modificarse por ocupación o matrimonio interétnico. A día de hoy, los Twa viven marginados en zonas rurales e inaccesibles. Se ganan la vida con la alfarería y con la agricultura. Comparten lengua con los grupos bantú.
La República de Ruanda fue colonizada primero por Alemania, pero, en 1916, las tropas belgas llegadas del Congo colonizaron el país. En 1933 los belgas consideraron que era mejor para ellos si establecían una división social basada en la raza. Contaban con el apoyo de la Iglesia Católica y con su ayuda, instauraron un sistema social racista. Argumentaron que la minoría tutsi, que eran un 15% de la población aproximadamente, constituían una raza superior, más civilizada y la establecieron como casta dominante, frente a los hutus, que eran mayoría en la sociedad ruandesa, alrededor del 85% de la población, que fue subordinada, incluso a trabajos forzados. Los belgas justificaron que los rasgos físicos de los tutsis eran más cercanos a los europeos y por lo tanto podían gobernar mejor. Esto aumento las diferencias y el odio social dentro de la sociedad ruandesa.
La población fue sometida a mediciones raciales para determinar las supuestas diferencias, como fueron las basadas en la medición de la nariz y el cráneo. Además, introdujeron el carnet étnico en 1934, otorgando a los tutsis un mayor nivel social y unos mejores puestos en la administración.
En este clima de diferenciación y crispación, los Twa gozaron de buen trato por parte de los tutsis que los consideraban por encima de los hutus socialmente.
Durante el dominio belga, el país y sus instituciones estuvieron dominados por estos, junto a los tutsis. Pero estos con el tiempo empezaron a demandar la independencia a Bélgica, por lo que desde la metrópoli empezaron a favorecer a los hutus. En noviembre de 1954 la población hutu animada por los militares belgas y la Iglesia Católica inicio una revuelta que concluyó con la salida del poder de MwamiKigeri V Ndahindurwa, el último monarca. Desde 1954 existieron ya enfrentamientos entre las diferentes facciones políticas en Ruanda. Como consecuencia, entre 1959-1963 más de 20.000 tutsis fueron asesinados y al menos 140.000 tuvieron que abandonar el país y refugiarse en Uganda o Burundi. En 1961 el pueblo ruandés declaró su independencia constituyendo la república que se consolido en 1962 con el partido hutu en el poder. Años después, los niños exiliados en aquellos momentos se llegarían a convertir en los fundadores del Frente Patriótico Ruandés.
Durante los siguientes años Ruanda creció económicamente y el país progresaba. Pese a las diferencias los tutsis y los hutus lograban convivir en paz. Pero los tutsis que estaban exiliados en países limítrofes se organizaron y lanzaron ataques contra el ejército ruandés. El odio entre ambos grupos iba en aumento, así como los enfrentamientos a principios de los años 70, lo que llevaría a enfrentamientos y conflictos mayores. De hecho, en 1972 en Burundi se produjeron una serie de matanzas que tuvieron como consecuencia la muerte de 350.000 hutus a manos de tutsis. Esto alimentó el odio hacia este grupo y se exigió al entonces presidente Grégoire Kayibanda, mano dura contra ellos, pero la respuesta fue insatisfactoria y junto con los casos de corrupción que se estaban dando en el gobierno, desemboco en un golpe de Estado.
En 1973 Juvenal Habyarimana, hutu, entonces ministro de Defensa, da un golpe de estado, asumiendo la presidencia. Se instauro entonces un régimen totalitario que continuo con la propaganda en contra de los tutsis. Se formo entonces el Frente Patriótico Ruandés (FPR), integrado por 6 mil tutsis que habían huido a Uganda. Entre los fundadores está el actual presidente desde el año 2000 Paul Kagame. Pese a todo, el Gobierno realizó una buena gestión en el país hasta mediados de los años 80, tanto a nivel económico como en relación a los DD. HH (reconocidos tanto por el Banco Mundial como por Amnistía Internacional). Se había conseguido calmar las tensiones entre ambos grupos, cediendo el control financiero a los tutsis, lo que les daba pese a sus acusaciones, de nuevo poder. A su vez el FPR habría entrado en el país y reclutado a jóvenes tutsis recibiendo formación ideología y militar.
A partir de mediados de los 80, el descenso en el precio del café, principal producto del país provocó una hambruna, sobre todo en zonas rurales, pero también en algunos sectores urbanos. Esto, junto con la devaluación de la moneda, el aumento en los precios, del gasto militar y los casos de corrupción que se estaban produciendo en el norte del país, de donde era natural Habyarimana, provocó una profunda crisis política y una guerra. En 1990 comenzó una guerra contra el gobierno hutu exigiendo un gobierno democrático y que los refugiados podrían regresar al país. Tras dos años de guerra civil el presidente logró y firmo los Acuerdos de Arusha (Tanzania) en los que se permitía regresar a los refugiados, una apertura democrática con inclusión de los tutsis en la sociedad, en el gobierno y en el ejército, aunque los extremistas hutus no lo aceptaron. El gobierno nunca oculto su política antitutsi, aun así fue apoyado por diversos países como Bélgica, Alemania, EE.UU, Canadá y Francia.
Habyarimana creó las milicias interahamwe (los que pelean juntos) integradas por extremistas hutus e incremento la campaña contra los tutsis con ayuda de intelectuales de la Universidad de Butare, para convencer a la población de que los tutsis eran peligrosos para la sociedad y que su eliminación era necesaria para poder solucionar los problemas que sufría el país. Ante esta situación, el general Romeo Dallaire, que entonces estaba al mando de los Cascos Azules, envió un comunicado a Naciones Unidas, alertando de un inminente genocidio, pero fue ignorado y los Estados miembros rehusaron responder con más efectivos.
Viñeta 1
El 6 de abril de 1994, cuando el presidente Habyarimana, volvía de la firma de los Acuerdos, junto con el presidente de Burundi, Cyprien Ntaryamira, el avión sufrió un accidente en el que ambos presidentes murieron. El 7 de abril fue asesinada la primera ministra Agathe Uwilingiyimana , junto a 10 soldados belgas encargados de su protección. Se responsabilizó a los rebeldes tutsis y mediante los medios de comunicación, la radio en este caso, se llamó a su exterminio. Y fue inmediato y eficiente. Esto dejó constancia de que estaba planificado y coordinado desde las altas esferas del gobierno y militares. El 9 de abril sucedió la masacre de Gikondo, en la que fueron asesinados más de 100 tutsis refugiados en una iglesia. El 18 de abril fueron asesinados 12.000 tutsis en Kibuye, en el estadio de Gatwaro.
El 21 de abril, el Consejo de Seguridad de la ONU, retiró las tropas del territorio, reduciendo el número de efectivos de su misión de paz de 2.500 a 250 más o menos. A finales del mes de abril miles de refugiados huyeron a países vecinos como Tanzania, Burundi y Zaide.
En mayo, el 80% de la masacre ya había sido perpetrada.
El 23 de junio el Consejo de Seguridad de la ONU autorizó a las fuerzas francesas a enviar una misión humanitaria, “La Operación Turquesa” para restablecer el orden y mantener una zona de protección al suroeste de Ruanda. Francia fue señalada años después por dar apoyo logístico a los hutus en la masacre y de proteger al gobierno durante la operación
En julio el FPR, con Paul Kagame como uno de sus fundadores y actual presidente del país desde el año 2000, derrotó a las tropas gubernamentales conformada por extremistas hutus tomando el control de la situación.
100 días duro la masacre y durante esos días fueron asesinados entre 800 mil y 1 millón de tutsis y unos 30.000 hutus moderados. Las milicias civiles se apoderaron de las calles y golpearon, mutilaron y asesinaron a los tutsis. Inspeccionaban casa por caso aniquilando a familias enteras, no se perdonaba la vida ni a recién nacidos ni a mujeres embarazadas. No había donde huir ya que aquellos lugares que eran utilizados para esconderse: estadios, iglesias u hospitales fueron al final una trampa de donde no se podía escapar y facilitó la matanza. Fue una matanza a sangre fría. Se utilizaron machetes por lo que la muerte fue lenta y dolorosa, de hecho, algunos tutsis pagaron por morir fusilados. Amigos, vecinos y familias se convirtieron de la noche a la mañana en enemigos violentos.
Muchas mujeres fueron testigos de cómo sus maridos o familiares cometían atrocidades contra sus vecinos, amigos y familiares, otras en cambio, fueron manipuladas por sus maridos para matar a otras mujeres que conocían y a sus hijos. La violación fue empleada como arma genocida para torturar y humillar en este caso a las mujeres tutsi, de hecho, la práctica totalidad de las mujeres que sobrevivieron fueron violadas. Las que sobrevivieron, contrajeron enfermedades de transmisión sexual y VIH/SIDA, dieron a luz a niñosque les supuso ser marginadas por sus comunidades. Pero también participaron en la matanza. Mujeres como Pauline Nyiramasuhuko, la entonces ministra de Promoción de la Mujer y la Familia fue clave en la ejecución del genocidio, al igual que otras que ocupaban cargos de responsabilidad política.
Los niños y niñas que sobrevivieron fueron doblemente víctimas, ya que, por un lado, vieron como mataban a sus padres y por otro, fueron testigos de cómo sus padres masacraban a otras personas.
En cómo se propagó el odio contra los tutsis y cómo se llevó a cabo el genocidio tienen mucho que ver los medios de comunicación. El entonces presidente impulsó una campaña que incluía a revistas, periódicos y radios, para fomentar el odio y la violencia hacia los tutsis.
Hay que destacar el caso de Radio Televisión Libre de las Mil Colinas que fue fundamental a la hora de llamar a la movilización a la población hutu. Tras los Acuerdos de Arusha, su única misión fue fomentar el odio y llamar al exterminio tutsi. Aseguraban que eran peligrosos y qué si no se acababa con ellos, ellos acabarían con los hutu. A través de la radio al igual que de la televisión, que pertenecía también al gobierno se lanzaban frases como: “los bastardos deben de desaparecer”, “serán exterminados para siempre”, “desháganse de ellos”, “las tumbas aún no están llenas”… Además, la mayoría de las veces se referían a los tutsis como “cucarachas”: “las cucarachas deben morir”. Como anteriormente, el régimen ruandés fue respaldado por las milicias belgas que siempre quisieron la región como herramienta de defensa y logística.
A esta propaganda se unió la Iglesia Católica. El arzobispo de Kigali, André Perraudin, influyó negativamente sobre los tutsis. Dijo que la guerrilla tutsi representaba una amenaza comunista al estado cristiano ideal, y en cartas enviadas al Vaticano antes y durante el genocidio, los comparo con Satanás, afirmando que eran comunistas anticristianos enviados del infierno, que Dios deseaba eliminar y que los hutus tenían derecho a defenderse.
Viñeta 2
El genocidio finalizó el 4 de julio de 1994, cuando el Frente Patriótico Ruandés (FPR) tomó Kigali, presionando al ejército de Ruanda y a los civiles hutus que huyeron al noroeste, a la frontera con Zaire. Por temor a las represalias huyeron más de 1 millón de hutus a los campos de refugiados instalados en los países vecinos. Más de 2 millones de personas entre asesinos y victimas tutsis que habían logrado escapar, coincidieron en estos campos. Un ejemplo fue el campo de refugiados de Goma, en Congo. Como consecuencia, y pese a los esfuerzos en la ayuda internacional, no se pudo frenar la aparición de epidemias o el desabastecimiento y falta de recursos que se necesitaban para ayudar a los miles de personas que llegaban día tras día, lo que provoco una gran hambruna.
Tras el genocidio, las Naciones Unidas establecieron en Arusha, el Tribunal Penal Internacional Para Ruanda, para lograr justicia y asegurar una reconciliación de todos los afectados, tanto supervivientes de la matanza como de los responsables de ella. El deseo de justicia era tan grande que la mayoría de las acusaciones fueron delegadas al sistema internacional de justicia y a cortes comunitarias de Ruanda, las llamadas gacacas, en las que fueron procesadas más de un millón de casos para mayor control de las investigaciones y así garantizar el castigo. Pero la magnitud del genocidio hacía imposible procesar a miles de responsables. Solo fueron condenados 61 personas por genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. Además, al estar involucradas todas las instancias de poder en la masacre sobrepasó el alcance de los tribunales internacionales.
Se dictaron sentencias de cárcel y no de pena de muerte, lo que el gobierno de Ruanda vio que más que servir a la reconciliación y la paz interna, avivaba las diferencias entre los grupos de sobrevivientes. Estas acciones solamente servían para calmar la conciencia de la comunidad internacional que fue duramente criticada por su falta de interés ante lo ocurrido en Ruanda desde abril hasta julio de 1994.
Pero el genocidio podría haberse evitado porque el Consejo de Seguridad de la ONU sabía lo que estaba ocurriendo. Pero retiraron al ejército y EE.UU y Francia también a los Cascos Azules. Llevaban meses recibiendo noticias e informes sobre la violencia que se avecinaba y de actos que se estaban produciendo. El presidente del Consejo de Naciones Unidas Colin Keaing, dijo que se debió al desconocimiento y a la información contradictoria. Se interpretó como una guerra civil por lo que debían usar los medios diplomáticos para el alto el fuego. Mientras Dalleire insistía en matanzas unilaterales. Butros Butros-Ghali, Secretario General de Naciones Unidas, pidió la intervención humanitaria pero seguía hablando en términos de “guerra civil” y de “odios tribales arraigados”. No se utilizó el término genocidio hasta el 4 de mayo.
La población civil, que conocía la situación creyó que contaban con la protección de UNAMIR, la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Ruanda, que se creó para contribuir a la implantación del Acuerdo de Paz de Arusha y terminar con la Guerra Civil en la que estaba inmersa Ruanda por lo que no huyeron.
EE.UU. y Francia también fueron responsables del genocidio, ya que entrenaron al ejército ruandés y vendieron armas al gobierno. La ONU bloqueó la investigación del asesinato del presidente.
Todos los analistas coinciden en señalar que el genocidio fue perpetrado de manera coordinada, sistemática y metódicamente con el único fin de terminar con toda la población tutsis. Se calcula que el 75% de los tutsis fueron exterminados. Mientras la comunidad internacional y el mundo miró hacia otro lado.
Referencias
France24.com/es/20190406-genocidio-ruanda-25-anos-africa
Museo Memoria y tolerancia. México, D.F. www.myt.org.mx
Leach, P. “Rwanda: para deconstruir un genocidio evitable” Estudios de Asia y África. Vol. XXXVIII, nº 2 mayo-agosto, 2003. Colegio de México, A.C. Distrito Federal, México.
Straus, S. “The order of genocide: race, power and war in Rwanda”, 2006. Ithaca: Cornell University Press.
Shake hand with the devil. The Journey of Romeo Dalleire. Documentary
Foro Mundial de Mujeres Contra la Violencia. V reunión internacional sobre Biología y Sociología de la Violencia ¿Es posible un mundo sin violencia? Centro Reina Sofia para el estudio de la violencia. Nov. 2000. Palacios de Exposiciones y Congresos de Valencia (España)
Rwanda Genocide BBC (2016) Documentary National Geographic. http://goo.gl/Cf0Nwq
Film: “Hotel Rwanda” (2004) Director: Terry George
Imagenes
Museo Memoria y Tolerancia. México, D.F.www.myt.org.mx
Kigali Genocide Memorial http://kgm.rw
Revista Kangura: Verticalmente a la izquierda: “¿Qué armas debemos usar para acabar por completo con las cucarachas?” Debajo de la imagen: “Sí se repitiera la revolución hutu de 1959 podríamos acabar con las cucarachas tutsis” Traducción textual de la Revista Kangura nº26 Kigali Memorial Centre
Viñeta 1: ¡Nosotros el poderoso FPR (exiliados tutsis) regresamos a casa! ¡Estamos aquí para oprimir a aquellos que perdieron todo! Caricatura que induce a los hutus a desconfiar de los tutsis. Traducción literal de la caricatura publicada por Kangura. Kigali Memorial Centre.
Viñeta 2: Comic:
Paciente: Doctor ¡Estoy muy enfermo!
Doctor: ¿Su enfermedad?
Paciente: ¡¡¡ Tutsi…Tutsi…tutsi!!
Traducción textual de la caricatura publicada en la revista Kangura nº 43 en junio 1993. Kigali Memorial Centre
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