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Rodolfo Padilla Sánchez

Rodolfo Padilla Sánchez

La mentalidad capitalista de producción y rendimiento se ha filtrado en nuestras vidas y en el proceso creativo, sometiéndonos al ritmo de los mercados y negándonos la tranquilidad derivada de la pausa y del silencio, lo cual pervierte nuestra capacidad crítica y el cuestionamiento que nos permite mejorar, devolviéndonos a un estadio de salvajismo. En este artículo se hace una reivindicación de la lentitud como vía para recuperar la libertad.

Hace unas semanas, una joven autora afirmaba que el privilegio de la lentitud ya no existe. Con ello se refería al ritmo frenético de publicación y a la competitividad: para tener éxito en el mundo de la literatura es necesario estar visible todos los meses en las listas de novedades, incluso ayuda tener un seudónimo inglés para aparecer en las estanterías de literatura extrajera. Se trata de producir, vender, hacer negocio, ganar dinero. Qué lejos queda el mero disfrute del proceso creativo, con mimo, como un trabajo de artesanía para ofrecer calidad y originalidad, quizás con un anhelo de perdurabilidad cada vez más imposible en el Reino de lo Efímero que parece ser el rumbo establecido para el Arte a través de los mercados, aunque afortunadamente haya quien se resista a esta deriva.

No obstante, anular o negar el «privilegio» de la lentitud pone de manifiesto un problema mucho mayor y más preocupante. Define también nuestro rumbo como seres humanos, en primer lugar, al denominar a la lentitud como un privilegio y no como un derecho que todos deberíamos poseer y que, dadas las circunstancias, tal vez deberíamos (re)conquistar, pues en la pausa, en el silencio y en el sosiego residen nuestra capacidad de observar el mundo, de analizarlo y de ser críticos con él para cambiarlo, para mejorarlo. La ausencia de todo esto y el ritmo frenético de nuestras vidas es la manifestación de la enfermedad mortal del mundo contemporáneo: la prisa, la producción obsesiva, el consumismo, una malsana inquietud y, en último término, la desesperación y la depresión. Necesitamos estar en constante actividad, si nos detenemos, aun por agotamiento, sentimos una punzada en el pecho: algo no estamos haciendo bien, dejamos de producir, no somos capaces de seguir el ritmo que nos marca la aceleración desmedida del trabajo y del ocio. Sin tiempo para detenernos, pervertimos la capacidad de pensar y juzgar, silenciamos esa voz innata en el ser humano que nos incita a la rebelión, al cuestionamiento y, en el proceso, abandonamos la individualidad en pro de la uniformidad y del conformismo.

Esto se manifiesta en el mundo editorial, sobre todo con el fenómeno de la autopublicación, donde cualquiera puede sentirse escritor sin unos estándares de calidad, sólo por tener los recursos económicos y las habilidades suficientes para editarse y venderse en redes sociales. El escritor, por tanto, ya no se dedica –sólo– a escribir, sino también a maquetar sus libros, a diseñar las portadas y a mantener unas redes atractivas y actualizadas diariamente para que sus seguidores no los pierdan de vista y, mientras, estos escritores-titanes son capaces de publicar ¡un libro al mes! Este multitasking, que se identifica en cualquier ámbito de nuestro entorno, no es una habilidad propia de esta sociedad del trabajo y la información, sino una regresión al ser una capacidad asociada a los animales salvajes, que requieren de múltiples atenciones para sobrevivir en la selva; la hiperatención o atención dispersa es contraria de la atención profunda que ha permitido los principales logros culturales de la humanidad (Byung-Chul Han, 2010).

Por supuesto, siempre hay honrosas excepciones, pero la generalidad es la de libros intercambiables entre sí, siguiendo un patrón de argumentos, prototipo de personajes y una calidad exigua, suficiente para llamar la atención por un corto período de tiempo antes de publicar el siguiente y repetir el proceso una y otra vez con libros que sustituirán al anterior, probablemente sin pena ni gloria. Milan Kundera lo describía así en La insoportable levedad del ser, refiriéndose a la sobreproducción académica, pero que igualmente podríamos extender a este asunto: «Los folios de papel escrito se amontonan en los archivos, que son más tristes que un cementerio, porque en ellos no entra nadie ni siquiera el día de difuntos. La cultura sucumbe bajo el volumen de la producción, la avalancha de letras, la locura de la cantidad». Vincular la escritura, así como cualquier tipo de arte, a los ritmos de producción, mercantilizar el proceso creativo es redundar en la banalidad y la nula creatividad y, al mismo tiempo, traicionar el que debería ser la esencia misma del arte en general y de la literatura en particular: dotarnos de libertad, no sólo porque nos entretenga, sino porque nos permite conocer otras realidades, conocernos a nosotros mismos, pensar y ser críticos. Como escribió Julio Cortázar a Carlos Fuentes, «una gran novela debe psicoanalizarnos, devolver todos los peces ciegos a la superficie». Si convertimos los libros en un objeto de consumo, inane, de escritura y lectura rápidas, los condenamos al vacío de contenido y de sentido, a la desmemoria de lo mediocre, para devaluar la cultura y, por ende, a nosotros mismos. También Kundera, en El arte de la novela, se refería a este fenómeno de banalización a través de la palabra kitsch, la cual «designa la actitud de quien desea complacer a cualquier precio y a la mayor cantidad de gente posible. Para complacer hay que confirmar lo que todos quieren oír, estar al servicio de las ideas preconcebidas. El kitsch es la traducción de la necesidad de las ideas preconcebidas, el lenguaje de la belleza y de la emoción […] el kitsch se convierte en nuestra estética y nuestra moral cotidianas». Se pretende encontrar la receta perfecta del best-seller, los ingredientes necesarios y comunes a todas las novelas, a todos los relatos, se prescinde del estilo y de lo único para conseguir el mayor número de ventas con historias prefabricadas de rápido olvido y escaso poso.

Considerar la lentitud como un privilegio que ya no podemos permitirnos es un mecanismo de sometimiento y, en fin, de esclavitud. En su ensayo La sociedad del cansancio, Byung-Chul Han define esta actitud como la sustitución de la mentalidad negativa del deber por el pensamiento positivo del poder, ya no se trata de una sociedad disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento cuyo mayor logro es la depresión como la expresión patológica del fracaso del hombre contemporáneo de devenir él mismo, pues «al nuevo tipo de hombre, indefenso y desprotegido frente al exceso de positividad, le falta toda soberanía. El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima».

El ser humano contemporáneo adolece de ritmos imparables, de desesperación, de la positividad del «todo es posible» y, en esa prisa constante, no es consciente de su propia destrucción cuando es incapaz de detenerse un instante, unas horas o un día, silenciar las voces ansiosas de la cabeza que lo incitan a producir incluso en su tiempo libre, también en las aficiones que deberían servirnos para descansar y para disfrutar. La velocidad lo anega todo, la insatisfacción es cada vez más frecuente y nos preguntamos cómo en la sociedad positiva de la oportunidad y del poder se incrementa la venta de ansiolíticos y antidepresivos cuando ni siquiera somos capaces de tomarnos el tiempo necesario para crear y aprender en silencio.

Tal vez debiéramos romper esas cadenas productivas, detenernos un momento y alejarnos, con paciencia, de la banalidad y de la vuelta al salvajismo.

Referencias

Byung-Chul Han (2010). La sociedad del cansancio. [Epub].

Julio Cortázar (1966). Carta de Julio Cortázar a Carlos Fuentes, en Carlos Aguirre, Gerald Martin, et al. (Eds.) (2023): Las cartas del boom (2023). Alfaguara, Barcelona.

Milan Kundera (1992). La insoportable levedad del ser, RBA, Barcelona.

Milan Kundera (2006). El arte de la novela, Tusquets Editores, Barcelona.

https://www.granadahoy.com/ocio/Eleanor-Rigby-granadina-privilegio-lentitud-libro-mes_0_1822918822.html

Imágenes

https://blog.donalo.org/2022/05/24/consumismo-y-obsolescencia-programada/

https://es.wikipedia.org/wiki/Milan_Kundera

https://www.lasexta.com/ahoraqueleo/libros/sociedad-cansancio-byungchul-han_202006225ef3cb1b0950a800012f4c13.html

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