Niños y niñas con necesidades especiales: cuando la violencia transforma la vida de los/as menores y los convierte en jóvenes “problemáticos”

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Siempre que hablamos de pobreza, exclusión o desigualdad social, pensamos en barriadas populares, con edificaciones en malas condiciones, con poca salubridad y pocos recursos para las personas que viven en estos barios. Sin embargo, en el interior de estos barrios, hay mujeres, hombres, jóvenes y niñas/os que reciben directamente toda esta violencia, que podríamos denominar “violencia estructural” Galtung [1969 (2003)][1] o “violencia simbólica” Bourdieu (2000)[2].

Aunque los/as jóvenes y adultos/as que reciben toda esta violencia probablemente terminarán reproduciendo otras formas de violencia, es muy preocupante la situación de las/os niñas/os que no tienen más opción que sobrevivir en un entorno hostil, en el que no tendrán cubiertas sus necesidades básicas. Estos/as menores muchas veces presentan una conducta agresiva, o les cuesta socializar con otros niños y niñas, se les dificulta adaptarse al entorno escolar (presentando un rendimiento bajo), se sienten atraídos y atrapados por distintas adicciones (drogas varias, apuestas, video juegos, etc.), son niños retraídos, con algún tipo de patología que les impedirá desarrollarse y sentirse parte del entorno familiar y social.

Muchos/as de estos/as menores serán considerados jóvenes “problemáticos/as” que prefieren estar en las calles, o en agrupaciones juveniles de calle, buscando la forma de sacar fuera toda esa violencia que han recibido desde pequeños/as: un padre con problemas de alcohol u otras drogas, o un maltratador que pega a su madre y al resto de la familia, una escuela con pocos recursos donde son estigmatizados/as o encasillados/as, un hogar donde a penas tienen cubiertas sus necesidades básicas, etc. Podría tratarse de barrios situados en la periferia de una ciudad (en un país “desarollado”) o contextos de violencia extrema de alguna ciudad de país en vías de desarrollo.

En el caso de contextos donde se vive una violencia extrema, las personas llegan a interiorizar el miedo y el terror de tal forma, que prefieren enmudecer y no delatar ningún hecho de violencia que, por desgracia, les haya tocado presenciar. Taussig (2013), en su relato sobre su estancia en un pueblo de Colombia (cuando la violencia campaba a sus anchas), nos habla de la forma en la que los enfrentamientos entre la guerrilla y las bandas, había transformado el panorama y la violencia se había hecho presente en todas las formas posibles entre los/as habitantes de este pueblo (Taussig en Cañedo, 2013:248).

¿Si esto ocurría a los/as adultos/as, que podía esperarse de los/as niñas/os del pueblo? Probablemente habían interiorizado todo el terror, el miedo y la violencia que se respiraba en su entorno.

Estos/as niños/as se convierten en las victimas más vulnerables de los contextos de violencia, como ocurre a quienes les toca vivir en zonas de guerra como la de Irak, el Líbano, Siria u otros países que han enfrentado conflictos bélicos. Niños/as que se convierten en refugiados/as, con necesidades especiales, que muchas veces nunca llegan a ser cubiertas y son caldo de cultivo para organizaciones extremistas dedicadas a la reproducción de la violencia.

Muchos/as de los/as jovenes que han crecido en entornos de violencia (o han sido receptores de violencia estructural o institucional) sienten que sólo se pueden empoderar mediante el uso de la violencia o la pertenencia a agrupaciones de calle, cometiendo hurtos, delitos, crímenes o dedicándose al narcotráfico, inicialmente en pequeña escala y luego accediendo de lleno a estas agrupaciones, donde se les exige un mayor grado de violencia y la media de vida no pasará de los 20 años.

Para Taussig (2013) la violencia [que presenció en Colombia] es un mal que tiene su base en las desigualdades socioeconómicas que sufren las personas desde décadas anteriores, el autor no lo justifica ni lo legitima (incluso el autor experimentó el miedo en su propia piel), pero observa que para algunos es la forma de estar seguros, o de empoderarse, o es una forma de repudio a todo lo que representa el poder que está detrás de toda esa violencia (Taussig en Cañedo, 2013:248). De alguna manera, los/as jóvenes que ingresan en agrupaciones de calle o se dedican al narcotráfico, entienden que es la única forma de estar seguros, de empoderarse y de repudiar toda la violencia que han recibido.

Pero ¿A que nos referimos cuando hablamos de necesidades especiales? La mayoría de menores y jóvenes en estas circunstancias necesitan, sobre todo, sentir que pueden salir del entorno de violencia en el que viven, tener cubiertas sus necesidades básicas (como vivienda, alimentos, salud, escolarización, etc.), apoyo psicológico y emocional, acceso actividades lúdicas y deportivas, acceso a cursos de formación, acceso a cobertura jurídico-legal y contar con unos referentes positivos que les ayude a desarrollarse.

En entornos de violencia extrema esto es difícil (por no decir imposible), pero una vez fuera de estos entornos, es necesario cubrir sus necesidades. En el caso de menores y jóvenes que viven en barrios donde se pone de manifiesto la desigualdad y la pobreza, es importante que haya un equipo interdisciplinar que facilite a los/as menores o jóvenes el acceso a los recursos, que sean un apoyo y un puente entre la administración y esta población juvenil, es decir, ser el enlace entre los centros educativos (o las instituciones en general), la familia y los/as menores o jóvenes.

En los llamados “países desarrollados” se supone que estas necesidades estarán cubiertas, pero esto no es del todo cierto, ya que como expresa Loic Wacquant (2007), en los países europeos se han establecido unas políticas públicas europeas que “aíslan zonas y poblaciones urbanas” de otras, lo que propicia que se adopten estrategias de supervivencia que desembocan en una “involución social” o la “guetificación” de zonas. El autor habla de “un nuevo régimen de marginalidad urbana” haciendo referencia a la “modernización de la pobreza” lo que termina incrementando las brechas sociales o la desigualdad, estableciéndose en los barrios más deprimidos y con peor fama. Para Wacquant esta nueva marginalidad urbana no es otra cosa que el producto de una desigualdad que se incrementa cada vez más y un enriquecimiento económico global, pero sólo para “los grupos de poder más privilegiados de las sociedades del primer mundo”, o de los grupos de poder de los países de la periferia (Wacquant, 2007:171).

En estas sociedades se crea un escenario que fomenta la desigualdad y la exclusión de miles de niños/as y jóvenes que han crecido en la pobreza, que se sienten fuera de un sistema, ante el que se rebelan y al que intentan enfrentarse desde la rabia y el resentimiento. Si bien es cierto que la violencia en ninguna de sus manifestaciones está justificada, es necesario ahondar en las circunstancias en las que viven los/as menores y jóvenes que son marginados y estigmatizados (etiquetándolos de violentos o “problemáticos”), para intentar comprender lo que les ha llevado a ejercer la violencia y cuál es la mejor manera de intervenir con ellos/as y su entorno socio familiar.

A quienes nos apasiona la antropología (o cualquier disciplina social) creemos que nuestra disciplina puede ser una herramienta desde la que se pueden sentar las bases de una intervención de calidad con estos/as menores y jóvenes. Es necesaria nuestra aportación, desde una perspectiva antropológica, que muestre la realidad en la que viven muchos niños/as y jóvenes, poniendo de manifiesto las formas de violencia que reciben, en entornos de pobreza, exclusión, desigualdad o violencia extrema. Es importante la colaboración de la administración y el trabajo en red con profesionales que se especializan en la intervención con menores y jóvenes para poder suplir las necesidades especiales de quienes han crecido en entornos de violencia y desigualdad social.

Kattya Núñez Castillo

Referencias

Bourdieu en Bastos, López y Camus (2009). “Guatemala Violencias Desbordadas”. Córdova: Servicios de Publicaciones: Universidad de Córdova. (Córdova), pp.29-62.

Ferrándiz, F. y Feixa, C. (2004). Una mirada antropológica sobre las violencias. Revísta Alteridades. Vol. 14 (027):159-174.

Taussig, en Cañedo, R. Montserrat (2013) “Cosmopolíticas. Perspectivas Antropológicas”, Trotta, S.A. pp. 248.

Wacquant, Loic. (2007). Marginalidad urbana en el Próximo milenio en Parias Urbanos: Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio. Manantial. (Buenos Aires), pp.163-188.

Imágenes

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[1] Ferrándiz y Feixa, 2004:162.

[2] Bourdieu en Bastos, López y Camus, 2009:31.

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