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La palabra momia viene del árabe mummiya, betún. Las primeras momias que conocimos en Europa fueron las egipcias, de ahí el uso del árabe y su identificación con el betún. Pero, lo realmente interesante y un tanto desconocido, es la leyenda que hay detrás de la momificación en el Antiguo Egipto.

«El rey Osiris era envidiado por el pérfido Set, su hermano, quien quería apoderarse del trono de Egipto. Set asesinó a Osiris y despedazó su cuerpo en catorce trozos. Los esparció por todo Egipto a fin de evitar que su mujer Isis pudiera reunirlos. No obstante, Isis, junto con la ayuda de su cuñada Neftis (esposa de Set) y el Dios Anubis (hijo de Neftis, sobrino de Isis), logró juntar todas las partes del cuerpo de su esposo salvo el pene, que fue engullido por los peces del Nilo. Isis, para no perderse nada, fabricó un pene de madera a su medida y lo colocó en el cuerpo despedazado de Osiris. Anubis vendó todos los fragmentos uno a uno, siguiendo el ritual de embalsamamiento, y de esta forma se confeccionó la primera momia de la historia de Egipto.»

Anubis tuvo un papel importante en la momificación de Osiris, así que a ojos de los egipcios se le consideró el Señor de los secretos del embalsamamiento. Desde ese momento fue él el responsable de encargarse de los rituales del proceso de momificación de los difuntos.

Anubis se encarga de la momificación del difunto, tumba de Deir el-Medina

El proceso de momificación en el Antiguo Egipto duraba 70 días. La momificación ritual estaba presidida por un sacerdote cubierto con una cabeza de Anubis; su misión era ir recitando todo el ritual que originariamente hizo al rey Osiris. Tras desnudar y lavar el cuerpo, un sacerdote introducía un gancho de hierro por la nariz del difunto y, con un gran golpe, fracturaba el cráneo. Después removía el gancho con movimientos circulares para licuar el cerebro. Tumbaban al cadáver boca abajo, de forma que todo el contenido encefálico (ya líquido) salía por la nariz. Después le realizaban al cadáver un pequeño corte en el lado izquierdo del vientre por donde le evisceraban. El corazón se vendaba y, una vez lavada la cavidad abdominal, era colocado en su interior, puesto que para los egipcios en él residían la inteligencia y sabiduría. Estómago, intestinos, hígado y pulmones eran desecados en natrón (como nuestro jamón, el mismo proceso) y vendados por separado. Cada uno de estos órganos momificados se metía dentro de un vaso canopo y los cuatro vasos en una caja al lado del sarcófago.

La historia secreta de las momias: la momia dorada’, RTVE

En este momento venía la parte más mágica del ritual. El sacerdote Anubis tocaba los orificios corporales del difunto con la hoja de un cuchillo para así abrirlos de nuevo y que el finado pudiera usarlos en su otra vida (boca, oídos, nariz y ano). Después, sumergían el cadáver en natrón durante cuarenta días para eliminar toda la humedad, rellenaban la cavidad torácica con hierbas aromáticas y cebollas, y era envuelto con una venda de lino siguiendo un complejísimo ritual. Entre capa y capa de vendaje se colocaban amuletos de protección para el más allá. Para finalizar, la momia era colocada en el sarcófago y llevada a la tumba.

Pero, ¿Son las momias egipcias las primeras de la Historia?… ¡Por supuesto que no!

Las momias más antiguas conocidas son las de la cultura chinchorro (Chile), un pueblo de pescadores que vivió hace 9.000 años. Al fallecer, cortaban la cabeza y extremidades del finado, le evisceraban y despegaban todos los tejidos. Sacaban la piel toda entera, del revés (como un calcetín). Entonces, secaban el cadáver metiendo ascuas en la cavidad torácica y reconstruían la forma del cuerpo con palos y pelo de animal. Volvían a poner la piel del cadáver, la cubrían con ceniza blanca y cosían una melena de pelo humano al cuero cabelludo. Para terminar, pintaban todo el cuerpo con manganeso, quedando así un tono oscuro que hace que a las momias chinchorro de las conozca como momias negras.

Momia de la cultura Chinchorro, EFE

Y, siguiendo con América… Tras los deshielos de las cumbres andinas, aparecieron en 1999 tres fardos con momias que sorprenderían al mundo entero. “La doncella”, una niña de 13 años sacrificada en el rito Capac-Cocha para apaciguar a los dioses y dos niños más pequeños. Esta niña pertenecía a una familia campesina de la zona y fue seleccionada en el inicio de su pubertad como “aclla”, separada de su familia y educada por las grandes sacerdotisas del Inca. El análisis de su cabello indica que su dieta varió notablemente un año antes de morir. Esto indica que pasó de la dieta común del pueblo del altiplano (patatas y verduras) a comer maíz y carne de llama (alimentos exclusivos de la élite) y consumir hojas de coca casi a diario. Este cambio en la dieta se debe a que en el momento en el que fue seleccionada como víctima sacrificial se la trató como un regalo de los dioses, alimentándola bien para ellos. Además del enorme consumo de coca, durante el mes previo a la muerte ingirió grandes cantidades de chicha (bebida alcohólica hecha con maíz) probablemente para permanecer más dócil durante el ascenso al volcán Llullaillaco (6.739 mts) y adormilarla en el sacrificio. Fue envuelta en un fardo con ricos tejidos, estatuas de madera vestidas, joyas de oro, conchas sagradas… Las condiciones climáticas de sequedad y frío de esta altitud hicieron que el fardo permaneciera tal cual fue enterrado. Lo que vemos no es una momia, es una niña.

La doncella, fotografía de Johan Reinhard

Y ahora, permitidme que os hable de una experiencia personal que me dejó boquiabierta.

Era mi segundo o tercer viaje a Roma, estaba en una exposición de algo que no recuerdo (yo solo voy a ver Roma Antigua, el resto no me interesa). Y me encontré con Rosalía… Rosalía Lombardo nació en 1918 y murió de neumonía cuando tenía 2 años. Su padre encargó al Dr. Alfredo Solafia conservar el cadáver de su hija. Inventó una mezcla de compuestos químicos que, al inyectarla en el cuerpecito de Rosalía, produjo el resultado que podéis ver. Impresionante, no hay palabras para describir lo que sientes cuando ves a Rosalía frente a ti.

Rosalía Lombardo, Sibeaster, Public domain, via Wikimedia Commons

Y para finalizar este apasionante tema, abordemos las momias que más me gustan. Puede que sea porque son tremendamente desconocidas, por su estado de conservación o por el misterio que entraña su muerte: ¡Las momias de las turberas!

Lindow Moss, Mánchester, 1961. Un hombre recibe la visita de su exmujer; es la última vez que se vería a Malika María de Fernández con vida. La policía sospecha de su exmarido, pero sin cuerpo ni pruebas, se ven forzados a guardar el caso en un cajón.

Mismo lugar, 1980. Una empresa se encuentra extrayendo turba en la ciénaga de Lindow Moss cuando dos trabajadores ven en la cinta transportadora algo que parecía una pelota. Al inspeccionar esa extraña esfera descubren pelo y un ojo, por lo que llaman a la policía. Los forenses confirman que el cuerpo pertenece a una mujer de de 30-50 años. Se relaciona el cadáver con la desaparición de María de Fernández e interrogan a su exmarido. Al informarle de que habían encontrado la cabeza de una mujer en la ciénaga, confiesa el crimen. Sin embargo, uno de los detectives no está conforme y se realiza la prueba del C14… Los resultados confirman que efectivamente ese cráneo perteneció a una mujer, pero que murió hacía unos 1600 años (cuando esa zona estaba aún ocupada por el Imperio romano).

Mujer de Lindow, Fotografía de Wikicommons

En la zona que va de Dinamarca a Irlanda hay depósitos de turba almacenados de forma natural. La turba es un carbón ligero, esponjoso y de aspecto terroso que se forma en lugares pantanosos debido a la descomposición de restos vegetales. Se utiliza en jardinería. Es por esto que los campesinos del norte de Europa han recurrido durante siglos a las turberas para recoger este material y preparar así sus campos.

Pero, entre palada y palada de turba, comenzaron a aparecer restos humanos. Un brazo, un torso… El magnífico estado de conservación hizo pensar a la policía que se trataba de homicidios recientes. Las condiciones creadas por el musgo esfagnáceo (entorno frío, ácido y sin oxígeno) hace de los depósitos de turba el ambiente perfecto para preservar restos orgánicos. Se han contabilizado más de 1.000 cadáveres enterrados entre la turba, todos ellos correspondientes a la Edad del Hierro (hace más de 2.000 años) al período anterior a la llegada e invasión de los romanos. Eran «bárbaros», los habitantes célticos de las umbrías norteñas. Por sus ropajes muy elaborados y el cuidado de sus manos y uñas se sabe que pertenecían a la clase alta. Cabello muy cuidado, tejidos suaves, pieles bien curtidas… los fallecidos eran la élite del grupo. Los cuerpos presentan signos de muerte violenta que hacen sospechar que fueron víctimas de sacrificios o rituales religiosos. Unos muestran el cráneo machacado por detrás, otros conservaban aún en torno al cuello la cuerda con la que fueron ahorcados…

El Hombre de Tollund, Museo Sikeborg de Dinamarca. Fotografía Robert Clark- National Geographic

La magnífica conservación de los cuerpos hace que se hayan podido tomar hasta sus huellas dactilares, contemplar la barba creciente y analizar sus últimas comidas (en todos los casos unas gachas de cebada y trigo aderezadas con hierbas). El polvo y las bayas de muérdago encontradas en sus estómagos vincula las muertes violentas con las prácticas druídicas. Para estos pueblos los dioses habitaban en las turberas. Ya sea como castigo o como sacrificio, estas vidas eran entregadas a los dioses. Se han encontrado cuerpos de mujeres y hombres. Sabemos que para estos pueblos la igualdad entre sexos era real en la vida, así pues, también como víctimas sacrificiales en la muerte.

Mano del Hombre de Grauballe, fotografía de Wikimedia Commons

Acabemos mostrando un caso especialmente cruel, el del hombre de Croghan: torso cortado de un hombre que fue apuñalado en el pecho, destripado y decapitado y al que le habían arrancado los pezones. El hombre medía más de 1.90, estaba muy fornido y tenía unos 25 años. ¿Cuáles serían los motivos para torturar y asesinar a un hombre de estas características? Probablemente, nunca lo sabremos.

El hombre de Croghan, fotografía de Wikimedia Commons

Mientras tanto, cada momia que aparece nos trae más preguntas que respuestas, nos abre la mente a un mundo muchas veces desconocido en el que ciencia, religión y estructura social se dan la mano en un caleidoscopio a veces incomprensible.

000000;">Rocío Díaz Conde,

000000;">@nefer_neferu

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