Escapar del “bla, bla, bla”. La nostalgia de Paolo Sorrentino.

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Jaime Campillos Cañas

Sorrentino utiliza recurrentemente la soledad y la melancolía en su filmografía. Los personajes no se sienten a gusto con su manera de “estar en el mundo”. Esto viene derivado por el universo frenético en el que viven donde, al coger perspectiva y alejarse de su mundanidad, es cuando verdaderamente se dan cuenta de que el tiempo se escapa. Sin embargo, aún están a tiempo de remediar la situación mediante la búsqueda de respuestas que encontraran desde la infancia o la juventud.

Como en el mito griego de Orfeo y Eurídice; o en el episodio bíblico de Sodoma y Gomorra, echar la vista hacia atrás puede dejarte aquejado de una tortícolis agravada por una nostalgia que se convierte en una prisión.

A pesar del tono humorístico con el que Paolo Sorrentino (Nápoles, 1970) impregna todas sus películas, también aborda temáticas con las que gran parte de la sociedad podría identificarse. Una de ellas es la concepción del paso del tiempo y el enfrentamiento con la vejez, así como la intensa crisis de identidad que puede acompañar a este proceso. Los personajes en sus obras experimentan un envejecimiento palpable, se sienten fatigados y sus cuerpos cansados se mueven lentamente. Son incapaces de llevar a cabo acciones significativas y parecen sufrir una especie de catatonia existencial.

En las películas de Sorrentino, la nostalgia no se presenta simplemente como una mirada hacia atrás, sino como una reflexión profunda sobre la condición humana y la búsqueda de la identidad. Sus personajes, a menudo en la etapa de la madurez y peinando canas, se enfrentan a la realidad de sus vidas y se preguntan qué ha sucedido con sus sueños y ambiciones. La nostalgia se convierte en un catalizador para la autorreflexión y la reevaluación de las elecciones pasadas. Es a través de la confrontación con el pasado que los personajes de Sorrentino buscan encontrar un sentido renovado en sus vidas y reconciliarse con sus propias imperfecciones.

Así pues, los personajes se remiten de modo melancólico a unas situaciones pasadas en un momento de plena felicidad para ellos. Especialmente, cuando se trata de personajes masculinos, hay una introspección que desemboca en los recuerdos de juventud, en su identidad.

Sus protagonistas son estrellas, pero han caído o están cayendo en desgracia; son los rostros extremadamente conocidos de una sociedad que los está olvidando y mirando hacia otro lado. Al director le gusta mostrar ese lado oculto, oscuro de la fama y la notoriedad que nadie muestra.

Son hombres mayores, en el ocaso de su vida, que de alguna manera triunfan, aunque se presenten como cerrados, solitarios, arrogantes y egocéntricos, siempre tienen una especie de altruismo que ni ellos mismos conocían.

El tedio

Los personajes sorrentinianos debido a su carácter melancólico se convierten en observadores de lo que les rodea formando parte, a su vez, de una rutina de la que no pueden salir. Se crea un horizonte al que se ha de observar con la mirada de las mil yardas.

De este modo, los personajes de Sorrentino habitan en un mundo donde la acción ha desaparecido, vagando y perdiéndose en un espacio que observan con extrañeza, siendo incapaces de establecer un contacto y una unidad que les permita comprender los mensajes que dicho espacio, es decir, el mundo real, contiene. Es por esto por lo que se ven incapaces de «actuar» en él y sobre él. Con inquietud y malestar, de alguna manera, lo rechazan y reniegan, negándose a verlo, a menudo dándole la espalda.

Se trata del ennui, el tedio, el hastío y aburrimiento crónico. Una dolencia que afecta al mundo burgués al cual pertenecen los personajes de Sorrentino que tratan de esconder sus achaques de desilusión mediante la ironía y el sarcasmo. Sin embargo, este aburrimiento no se muestra en pantalla mediante un bostezo, eso sería síntoma de una desidia superficial, algo ubicado en las antípodas del ennui.

El ennui puede manifestarse a través de personajes que experimentan un vacío existencial, una sensación de descontento y desinterés hacia su entorno y sus relaciones personales. Estos personajes pueden buscar escapar de su realidad a través de conductas autodestructivas, como el consumo excesivo de drogas, alcohol, fiestas, congas o la participación en relaciones emocionalmente vacías.

Las películas

En La Grande Bellezza (2013), el protagonista, Jep Gambardella, interpretado por Toni Servillo, actor fetiche de Sorrentino, es un escritor en busca de la belleza perdida en la sociedad superficial y decadente de Roma. A medida que reflexiona sobre su pasado y se encuentra con personajes extravagantes, la nostalgia se convierte en un motor impulsor de su viaje emocional. Sorrentino nos muestra la belleza melancólica de la ciudad eterna, al tiempo que critica su vacío existencial. La nostalgia se convierte en un eco constante en la vida de Jep, recordándole lo que se ha perdido y lo que nunca podrá recuperar. Además, descubriremos, que la película es un nostos hacia un lugar mágico e inalcanzable: la juventud perdida.

Jep vive dentro de un truco, convertido, como nos indica el film, en el “rey de los mundanos” casi de la misma manera que Marcello Rubini, protagonista de La Dolce Vita de Federico Fellini de quien bebe mucho el director napolitano. Es de resaltar la escena en la que Jep le explica a Ramona, uno de los personajes que aparentemente puede traer consigo la gran belleza que busca Jep, la “filosofía del funeral” reflejo de un mundo que hace perder el tiempo y donde cada cosa y cada persona se convierte en una caricatura que hace su papel.

Al final de la película, Sorrentino toma la decisión de rescatar a Jep a través de sus recuerdos. Con esta convicción, el veterano escritor decide embarcarse en la creación de su segunda novela, basada en la consolidación de un truco emocional que le permite vivir la vida con el mismo deseo que lo ayuda a ilusionarse. Utiliza el recuerdo de aquella mujer rubia de su juventud, a quien siempre amó, y con quien ahora imagina una historia con un final feliz, como una forma de volver a creer en el amor. La felicidad puede no ser eterna, pero la idea principal es imaginarla y hacerla posible, como un viaje a través de la vida a través de una ilusión, encontrando en ella la razón para vivir.

En Youth (2015), Sorrentino nos presenta a dos amigos, Fred y Mick, quienes se encuentran en un retiro en los Alpes suizos. Ambos están en la última etapa de sus vidas y se enfrentan a la inevitable llegada de la vejez. Fred, interpretado magistralmente por Michael Caine, es un reconocido director de orquesta que se niega a aceptar nuevas ofertas de trabajo, mientras que Mick, un talentoso director de cine trata de terminar su último proyecto, recordando a otro personaje felliniano, Guido Anselmi en . A través de diálogos profundos y momentos de introspección, Sorrentino nos invita a reflexionar sobre la naturaleza efímera de la juventud y la importancia de valorar cada etapa de nuestras vidas.

Uno de los temas centrales de Youth es la idea de la juventud como un estado mental. Aunque los personajes principales son personas mayores, se sienten conectados con la juventud a través de sus recuerdos, pasiones y deseos no cumplidos. Sorrentino utiliza imágenes simbólicas, como la presencia recurrente de una Miss Universo y la representación del proceso creativo en el personaje de Mick, para explorar la relación entre la juventud y la creatividad. A medida que los personajes se enfrentan a las limitaciones físicas y emocionales propias de la vejez, se evidencia la importancia de mantener vivo el espíritu joven en nuestro interior.

Del mismo modo, Cheyenne, el protagonista de This must be the place (2011) interpretado por Sean Penn viste una estética dark glam propia de los años ochenta, al estilo Robert Smith de The Cure. Este personaje vive en un aburrimiento patológico dentro de su jaula de oro en una mansión de Dublín. Cada día se carda el pelo, se pinta los ojos y los labios, y sale a pasear por los centros comerciales.

Cheyenne experimenta un momento épico al asistir a un concierto de Talking Heads, especialmente cuando escucha la pieza «This Must Be the Place». Esta escena se sitúa en un punto entre lo sublime y lo perturbador, ya que muestra al antiguo rockstar rodeado de cientos de fanáticos coreando la canción cantada por David Byrne, mientras él experimenta una mezcla de excitación y profunda tristeza. Sorrentino logra captar en esta imagen una de las escenas más estremecedoras de la película, así como uno de los momentos más íntimos del protagonista.

La falta de sentido en la vida provoca en estos personajes apatía y una crisis del deseo. Con el paso del tiempo, el cuerpo se deteriora y la vejez suele afectar tanto la mente como el cuerpo del individuo. El deseo, especialmente el deseo primordial de vivir se convierte en uno de los motores que ayuda a sacar al protagonista de este letargo emocional. Finalmente, se alcanza una reconciliación que los protagonistas establecen con la vida a través de ese primer deseo de vivir, que se convierte en su última voluntad.

È stata la mano di Dio (2021) constituye el punto de ruptura con lo anteriormente dicho sobre la vejez y los personajes crepusculares de Sorrentino. La película es un viaje emocional que nos lleva a través de los recuerdos de Fabietto, quien narra su infancia y juventud en Nápoles durante la década de los ochenta. La tragedia golpea a la familia Schisa de una manera dolorosa e inesperada, y es a través de esta tragedia que Fabietto comienza a cuestionar su lugar en el mundo. Sorrentino retrata magistralmente el caos externo como un reflejo del caos interno de los personajes, creando una metáfora visual de la condición humana.

La nostalgia es otro elemento clave en È stata la mano di Dio. A través de la mirada retrospectiva de Fabietto, la película evoca una sensación de añoranza por un tiempo y un lugar perdidos. Sorrentino utiliza imágenes evocadoras y una cuidadosa selección musical para transportar al espectador a la Nápoles de los años ochenta, creando una experiencia sensorial que despierta emociones y recuerdos propios.

No en vano, la historia de È stata la mano di Dio es la historia del propio Sorrentino que crea el sosia de Fabietto para hablar de cómo sufrió él la muerte de sus padres. Un detalle a tener en cuenta es cómo toda la película está grabada en el dialecto napolitano excepto las intervenciones de Fabietto que se encuentran en un italiano más “estándar”. Este hecho hace que nos demos cuenta de la distancia que existe entre el protagonista y su entorno que se cierra en un tren camino a Roma mientras suena Napul´è de Pino Daniele.

Los finales de Sorrentino concluyen de forma sublime, con una mirada llena de esperanza y la convicción de que la imaginación en la vida es un viaje que todos podemos permitirnos de manera independiente, y que puede transformar la vida incluso del más nihilista.

Los medios audiovisuales para contar la nostalgia

El eje central de todas estas características abordadas es el concepto de crisis de identidad, una cuestión recurrente que atormenta a los protagonistas a lo largo de la filmografía de Sorrentino. Cada uno de ellos se encuentra inmerso en una constante burbuja de incertidumbre sobre su propia esencia y la manera en que se relacionan con el mundo que les rodea.

El aburrimiento que experimentan frente al mundo los lleva a sumergirse en un constante ensueño. Los espacios exteriores se caracterizan por su amplitud, a diferencia de los interiores, donde la presencia de elementos ornamentales es escasa. Estos espacios representan aquel lugar en el que los personajes pueden respirar y escapar de la claustrofobia de sus hogares.

Este elemento acuático se hace presente principalmente en momentos relacionados con la juventud de los protagonistas masculinos o en situaciones de reflexión sobre su postura ante la vida. Siguiendo los regímenes simbólicos establecidos por el mitólogo Gilbert Durand, las aguas están vinculadas al paso del tiempo y la muerte.

En la obra sorrentiniana, se puede apreciar la presencia constante del agua, así como la recurrente aparición de espacios exteriores naturales en los que el color verde predomina. Si analizamos esto desde la perspectiva del color, podemos entenderlo como un símbolo de juventud, pero también como una metáfora de «todo lo que crece».

El significado de esta elección cromática se conecta con la nostalgia que los protagonistas masculinos sienten por su pasado y, en particular, por su adolescencia. Además, esto se vincula con la relación entre el paso del tiempo y un elemento en constante crecimiento y evolución, como el avance de la vejez en la vida de los personajes.

Los personajes que Sorrentino construye se presentan todos con un doble valor: por un lado, está el mal, la decadencia, la vacuidad moral y, por otro lado, siempre está también el bien, incluso si es solo la toma de conciencia de su propia insignificancia. La filmografía misma está construida sobre un juego entre lo sagrado y lo profano, la profundidad y la superficialidad.

Los diálogos en las películas de Sorrentino se caracterizan por una retórica profunda que a menudo parece ser un fin en sí misma. Estos diálogos no cuentan una historia, no la juzgan ni participan en ella, sino que parecen ser consideraciones generalizadas extraídas de los eventos que se suceden.

Los personajes, a pesar de su mirada profundamente cínica hacia la realidad, expresan sus pensamientos más íntimos a través de voces en off y monólogos larguísimos. Los diálogos y monólogos en los guiones de Sorrentino, aunque virtuosos y retóricos, están impregnados de una sutil pero profunda ironía.

La nostalgia y el tedio en las películas de Sorrentino funcionan como unas herramientas narrativas poderosas para explorar la condición humana y sus emociones más complejas. A través de la representación de estas emociones, el director logra transmitir una profunda sensación de pérdida y desencanto, pero también nos invita a reflexionar sobre la importancia de enfrentar el presente por nebuloso que parezca y buscar la redención.

Referencias

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Mendieta Rodríguez, E. (2019). El tedio crónico en el sujeto contemporáneo. Estudio del ennui en La grande bellezza (Paolo Sorrentino, 2013). Escritura e Imagen, 15.

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Durán Manso, V. (2018). La ciudad de Roma como imagen de marca en el cine: presencia y evolución en Vacaciones en Roma, La Dolce vita y La gran belleza. In Qué es el cine: IX Congreso Internacional de Análisis Textual. Ediciones Universidad de Valladolid.

Iannotta, A. (2016). Le immagini del potere. Note sull’identità italiana nel cinema di Paolo Sorrentino. California Italian Studies, 6(2).

Macías Hernández, V. (2022). Paolo Sorrentino: la puesta en escena como cimiento de la construcción de personajes.

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