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“Hay tres clases de personas: los de arriba, los de abalargo tiempo a un abismojo y los que caen”

En el hoyo vemos una muestra descorazonadora de la competitividad, de cómo el instinto de supervivencia nos lleva a despertar nuestro cerebro reptiliano, anulando la razón y llevándonos a un sistema basado en la suspensión de la moralidad. Se produce un retorno al primitivismo, al salvajismo y la depredación, a los instintos más primarios de la raza humana, donde la ética se desvanece. Se llega así a pensar en la ley del más fuerte, produciéndose una distorsión del principio de selección natural de Darwin. Esto sitúa en los márgenes de la convivencia a la cooperación y la ayuda mutua de Kropotkin, las cuales parecen ser un espejismo, accionadas únicamente por el interés y propio beneficio para sobrevivir sobre los “otros”, no con ellos por un fin común.

Siguiendo a Nietzsche, “no hay hechos, solo interpretaciones”. Sin embargo, no desearía utilizar esta cita, convertida ya en mantra, para legitimar la presente interpretación subjetiva de “El Hoyo”, sino en un sentido meramente perspectivista. He aquí este análisis de una película que ha causado gran impacto entre sus espectadores.

“Hay tres clases de personas: los de arriba, los de abajo y los que caen”. Así empieza esta cinta, dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia y protagonizada por Iván Massagué como personaje principal y eje vertebrador de esta interpretación. Pero antes de centrarnos en él, vayamos con el entorno donde se desenvuelve. El lugar distópico en el que se desarrolla la trama parece representar una sociedad en vertical, jerarquizada, aunque no estática en lo que se refiere al movimiento físico de sus miembros. La analogía de este hoyo estratificado bien podría ajustarse a una sociedad concreta o incluso a la sociedad a nivel global, donde conviven los distintos mundos: desde el mal llamado “Primer Mundo” hasta el peor denominado “Tercer Mundo”. El primero estaría representado por la administración del hoyo, pasando después por la cocina, bajando por los distintos niveles cada vez menos privilegiados, hasta llegar al último piso, donde hace ya varios niveles que no llega ni un gramo de comida. El reparto mundial de la riqueza identificada en una torre invertida, en un pozo, donde no es la comida lo que cae, ya que nada llega al fondo. Lo que cae hasta lo más bajo en realidad son otras cosas.

Podríamos pensar que se trata de una sociedad estática, al regirse por una especie de tradición rigurosa en la que la comida siempre es la misma, donde los platos se colocan de igual forma cada día, siguiendo un orden estricto. Pero en realidad, todo sigue un proceso dinámico. Hay un proceso en marcha que hace que, aunque no lo parezca, se sigan procesos de cambio.

La delicadeza y el detalle con los que se elaboran los platos, orquestados por música de violines, para luego ser pisoteados, destrozados y devorados, muestran la verdad de ese mundo superficial en superficie. Su preocupación se limita a la estética y la perfección de lo que saben va a ser maltratado y mal repartido, de la exquisita presentación de alimento insuficiente que desatará inevitablemente el conflicto una y otra vez. Todos forman parte de una jerarquía basada en la agresividad y la violencia, disfrazada de una estética refinada que se desmorona y destruye según se desciende en el hoyo.

Y, como en toda sociedad de clases, la desigualdad empieza arriba, y también se crean divisiones dentro de cada estamento. Buen ejemplo de ello lo vemos en la forma en la que el maître trata a los cocineros, de manera déspota y altiva, siendo conscientes de que, quizá, en los estamentos más altos hay incluso menos movilidad social y más presión.

Quien mora en el hoyo vive en un sistema adscriptivo, no meritocrático. Uno podrá estar más o menos hundido en él, pero siempre está abajo. Nada de lo que pueda hacer le sugiere o asegura un puesto mejor más arriba, donde tenga acceso a más alimento. La circulación a lo largo de los pisos es aleatoria; aparentemente, al menos, no parece obedecer a ningún patrón. No hay causa o consecuencia, ni recompensa o penalización para ser situado en un nivel u otro. Solo existe el azar. Una sola clase social que cada mes cambia de ubicación y mejora o empeora sus posibilidades de supervivencia. Una lucha de clases temporales dentro de una misma clase permanente en un mundo apocalíptico, que hace pensar en un futuro lejano, o quizá no tanto. ¿No estaremos ante la caricatura del capitalismo y sus ciclos periódicos?

Es un sistema social basado en el alimento como metáfora de riqueza, donde lo único que se prohíbe y penaliza es la acumulación de comida, mientras se muestra una pornografía de la violencia y de la alimentación, una abierta y descarnada voracidad por la supervivencia. Un lugar gris, sobrio, sórdido, minimalista y frío donde no hay ventanas ni puertas, lo que lo convierte en agobiante, angustioso y de ambiente pesado. Un agujero al vacío que comporta, al mismo tiempo, un peligro, pero también una oportunidad de comunicación. La administración es invisible, pero está, participa, vigila, castiga y modifica. El hoyo es un panóptico vertical que se pierde en lo que parece el infinito. La administración lo ve todo con el ojo del “Gran hermano” y hace cumplir sus reglas, a pesar de que no informa a los internos de ellas. Uno puede llevar un solo objeto para pasar su “estancia” en el agujero, que, junto al uniforme de preso, su cuerpo y sus propios pensamientos, serán la única propiedad privada con la que contarán dentro.

Todo gira en torno a la alimentación, incluso el test que realiza Goreng para ser admitido como voluntario en el hoyo, donde se le pregunta si es intolerante al gluten o a la lactosa, y cuál es su comida favorita. La historia pivota sobre ella hasta el punto de que algunos de los “alias” que reciben los internos cuando entran en el hoyo, corresponden a alimentos o platos de comida de otros pueblos.

Todo se homogeneiza dentro del hoyo, donde se nos presenta una sociedad multicultural y diversa, en la que ninguna de estas variables determina el destino de ninguno de los personajes.  No importa la procedencia, ni la condición sexual, ni la etnia… Solo importa la comida y el instinto de supervivencia. Al final, el hoyo cuenta con menos elementos discriminatorios que nuestra sociedad actual. Pero en cambio, encontramos un elemento común: el individualismo. El director nos muestra, de una manera cruda, cómo cada habitante del hoyo mira por su propio interés, sin tener en cuenta a los de arriba ni, mucho menos, a los de abajo.

Vemos una muestra descorazonadora de la competitividad, de cómo el instinto de supervivencia nos lleva a despertar nuestro cerebro reptiliano, anulando la razón y llevándonos a un sistema basado en la suspensión de la moralidad. Se produce un retorno al primitivismo, al salvajismo y la depredación, a los instintos más primarios de la raza humana, donde la ética se desvanece. Se llega así a pensar en la ley del más fuerte, no del más apto o del que mejor se adapta, produciéndose una distorsión del principio de selección natural de Darwin. Esto sitúa en los márgenes de la convivencia a la cooperación y la ayuda mutua de Kropotkin, las cuales parecen ser un espejismo, accionadas únicamente por el interés y propio beneficio para sobrevivir sobre los “otros”, no con ellos por un fin común.

Este concepto nos lleva a una reflexión: ¿vivimos en una sociedad producto de la modernidad líquida, totalmente cínica y basada en el individualismo, en la que nos tenemos que adaptar a los continuos cambios dependiendo solo de nosotros mismos? Al denominar al hoyo con el eufemismo de “Centro Vertical de Autogestión”, ¿se responsabiliza única y exclusivamente al individuo de sus elecciones que determinarán su propio destino? ¿O estamos inmersos en un sistema con cientos de capas sociales que nos aplastan impidiendo que las transformaciones puedan ser reales?

Volviendo a Goreng, comprobamos cómo va conociendo las convenciones sociales existentes en el hoyo mediante conversaciones fundamentadas en el do ut des con su compañero Trimagasi. La voz de la experiencia queda representada por este personaje de edad avanzada. Volveremos a comprobar después que, aquellos que ofrecen información de relevancia son personajes de una cierta edad, mientras que los que deben usar la fuerza para luchar e intentar cambiar el sistema son personajes jóvenes y vigorosos.

Así, Goreng conoce cuánto tiempo pasará en cada nivel, cómo se efectuará el traslado, lo que significa la sirena y las luces verde y roja, cómo y durante cuánto tiempo se come, el calor y el frío extremos si retiene comida, cuántos pisos podría haber y cómo piensan los de arriba y los de abajo. Desde el primer momento, se sorprende de lo injusto de la estructura, tanto física como social, y siente impulsos de cambiar este sistema estratificado. Según va adquiriendo conocimiento y conciencia del funcionamiento del hoyo, Goreng va sufriendo una metamorfosis hasta alcanzar la emancipación. Cada experiencia en el hoyo le da más fuerza para intentar cambiar las cosas. De hecho, el conocimiento es uno de los aspectos más relevantes de la historia. Mientras otros presos deciden llevar cuchillos, katanas, piscinas hinchables o dinero, Goreng lleva un libro. El libro que le acompaña durante todo su periplo por el hoyo es El Quijote, que alimenta su mente, su cuerpo y su “amistad” con Trimagasi. El libro es otra metáfora más dentro de la meta-metáfora del filme: Goreng como caballero andante y personificación del idealismo que pretende enderezar los males, mientras se va encontrando con diferentes personajes en su camino y tiene (lo que parecen ser) alucinaciones. Miharu, la madre que busca a su hijo descendiendo por el hoyo subida a la plataforma, parece ser una de ellas. Es posible que se suba a la plataforma y vaya bajando, poco probable que aún no haya sucumbido, pero imposible que baje de la plataforma mientras esta sube a toda velocidad hasta el piso 0.

No obstante, Miharu dista mucho de ser una alucinación. Este personaje tan disruptivo aparece en los momentos exactos de crisis agudas de Goreng. Bien podría simbolizar la inspiración, la motivación que él necesita para emprender su lucha por el cambio sistémico. El conocimiento le empodera y la inspiración le mueve a actuar, invencible, aunque no sepa hasta mucho más adelante cómo llevar a cabo su cometido ni cuál es exactamente.

La relación entre Trimagasi y Goreng se mueve entre lo tenso y lo cómodo. Vemos cómo el protagonista se comienza a adaptar poco a poco a su estancia en el hoyo. Incluso podemos llegar a pensar que acaban siendo amigos. Nada más lejos de la realidad. Trimagasi simboliza uno de los muchos obstáculos que el protagonista debe superar. Además de la experiencia, la locura, el cinismo y la resignación, muestra la envidia. Encarna uno de los Procustos con los que Goreng se topa y con cuyos encuentros alimentará su aprendizaje.

Y aunque el agujero permite comunicación, nadie quiere escuchar. Observamos varios momentos en los que algunos personajes tratan de iniciar algún tipo de comunicación productiva con miembros de otros niveles, pero siempre acaba siendo fallida. Quizá por eso el protagonista decide pasar a la acción cuando la palabra por sí sola no basta. Así, decide arriesgar la propia vida para transmitir el mensaje, para intentar que las cosas cambien. Todo parece ser obvio, pero deja de serlo cuando interviene Goreng.

Y es aquí donde vemos la más dura censura social frente a quien se mueve e intenta cambiar las cosas. Nos damos cuenta de cómo aparecen el racismo, la intransigencia ante creencias religiosas y políticas contrarias, la intolerancia a lo diferente, los prejuicios, estereotipos y clichés. El sistema, como todos, perjudica a los que quieren enfrentarse al statu quo, e incluso los propios perjudicados por el mismo salen en su defensa atacando a quien se cree capaz de imaginar un mundo diferente. La resistencia al cambio es común a todos los sistemas sociales y, en el caso del hoyo, es más que evidente.

Como moradores de un símil de la Caverna de Platón, los habitantes del hoyo niegan otra realidad posible, bien por cobardía, por sentir poder sobre otros cuando se está arriba, por resignación o por indiferencia. Esa postura de complicidad hacia el sistema hubiera sacado de quicio al propio Gramsci cuando escribía:

“Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes. […] Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad […]”.

Goreng es atacado y ridiculizado al querer romper con la normalización de una situación tal de opresión extrema. Sin embargo, el hoyo representa el lugar donde se sanciona el idealismo.

En otro orden de cosas, a lo largo de la película se producen continuas referencias religiosas, como las representaciones gráficas de los siete pecados capitales. También entre esas referencias encontramos los momentos en que a Goreng le preguntan con sorna si se cree el salvador, el Mesías, el comunista que viene a cambiar ese submundo por uno más justo y equitativo. El canibalismo que se practica dentro del agujero coloca al protagonista en una posición de mártir, además de servir de comunión con su carne y su sangre a Trimagasi. Como situación desesperada y última de crisis aguda que experimenta Goreng, Miharu aparece milagrosamente para salvarlo. Ambos canibalizan a Trimagasi, lo cual supondría una metáfora de que el sistema ha de cambiarse desde dentro, requiriendo un gran conocimiento de él, siendo partícipe y tomando parte.

Goreng continúa encontrándose con personajes que van alimentando su aprendizaje y engordando su motivación en su camino a la transformación en un lugar donde se sanciona el idealismo. Imoguiri, Baharat, Brambang, los moradores anónimos que se va encontrando al cambiar de nivel… De todos aprende algo, hasta que finalmente, decide adentrarse en las profundidades.

“Quien con monstruos lucha, cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”

Friedrich Nietzsche

El personaje principal intenta convencer con diálogo antes que vencer por la fuerza. Sin embargo, la lucha va desde la pluma representada por el libro que el Goreng del principio lleva al hoyo, hasta la violencia con la que el Goreng del final termina su periplo a lo largo del agujero, donde incluso acaba por fagocitar las hojas del Quijote. Ese descenso a los infiernos, que bien podría representar el infierno de Dante, lo hace acompañado por su lazarillo, por su Sancho Panza: Baharat.

Allí abajo se produce lo imposible. La niña a la que Miharu buscaba sin descanso espera oculta en el último nivel, donde hace muchos metros e infinitos días que no llega comida. La niña es el futuro, el cambio, el idealismo, la inocencia, la esperanza, el futuro. De aspecto sano, ella siempre fue el mensaje, siempre estuvo ahí, imperturbable, esperando a ser transmitido.

Es imposible que la niña haya sobrevivido en las profundidades a las lógicas del hoyo. Tampoco es posible que Miharu no la haya encontrado nunca.  Como dijo Imoguiri, no pueden entrar niños en el hoyo; así que, siempre estuvo ahí, incluso antes de que este se construyera. Por todo ello, al llegar arriba subida en la plataforma, el sistema colapsará ante la incapacidad de comprender lo imposible, pero posible al fin al cabo. Se producirá un cambio de paradigma, que conllevará a una metamorfosis del sistema.

El final simbolizaría la muerte de Goreng, el profeta, que lucha hasta el último momento para completar su misión. Esa es su forma de salir del hoyo. Su lucha no fue sobre otros para vivir, sino morir para salvar al resto. Hay tres tipos de personas: “los de arriba, los de abajo y los que caen”. Goreng cayó para transmitir el mensaje. Consiguió bajar hasta lo más profundo para después subir de manera metafórica. Algo no tan… “obvio”, ¿no es cierto?

Susana Callizo Fernández

Referencias

Imagen: https://elpais.com/elpais/2020/03/31/icon/1585667899_698507.html

https://rpp.pe/cine/internacional/netflix-el-hoyo-por-que-don-quijote-de-la-mancha-es-clave-para-entender-el-final-de-la-pelicula-espanola-noticia-1255264

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