Está claro que las culturas se manifiestan también a través del sexo, y el lenguaje es el conductor muchas veces de todas estas diferencias. Además de las costumbres de cada zona, entre los países que comparten el español como lengua nativa, podemos observar diferencias y peculiaridades a través de las comparaciones. El tema va más allá de las preferencias de cada zona, en muchas ocasiones el lenguaje sexual desvela procesos latentes.
Es el caso del porno, ya que en muchos países latinoamericanos la primera pornografía que llegó venía de España. Al igual que para nosotros muchos de los primeros dibujos animados a los que tuvimos acceso estaban grabados con acento mexicano, al otro lado del charco, los hispanohablantes se acercaron a las películas eróticas con el acento peninsular y este hecho sería determinante para asociaciones eróticas posteriores.
Esta situación provoca situaciones curiosas y muy analizables. Muchos de los inmigrantes sudamericanos que ahora viven en nuestro país aseguran que mantener relaciones sexuales con personas españolas es como vivir una película porno, ya que nuestro lenguaje, nuestras expresiones, tales como: follar, tetas o culo, para ellos son impensables en su vida cotidiana. Todas estas palabras las tienen asociadas únicamente a la pornografía y por lo tanto les parecen aún más excitantes.
Acostumbrados a escuchar: ‘cógeme bien fuerte’, ‘agárrame las chichis o las lolas’, nuestras palabras les parecen más apasionantes. En muchos casos sucede al contrario, los españoles sentimos debilidad por algunos acentos y expresiones que nos parecen exóticos y, por lo tanto, aunque están dentro de nuestro idioma, aumentan nuestra tensión sexual al sentir que el otro mundo llega a nuestra cama.
Consultando algunas fuentes del nuevo continente, he podido saber que los latinos consideran que aunque sus compatriotas son, por lo general, más calientes, las españolas son más libres y disfrutan de prácticas sexuales con una mayor libertad y variedad. Esto puede ser explicado por el hecho de que nuestra sociedad es menos patriarcal en muchos aspectos. En nuestro país, hemos asistido a un proceso de liberación sexual de la mujer en las últimas décadas, lo que podría estar condicionando nuestras preferencias sexuales.
Esta comparación podría continuar con otros continentes (África, Asia…) y otras culturas, ya que todo ello nos acerca un poco más a comprender cómo los procesos sociales y los sexuales guardan relaciones mucho más íntimas de lo que pueda parecer.
Imagen: cromos.elespectador.com
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