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 Quiero besarte en París. Sostener tu mano en Roma. Quiero correr desnuda en una tormenta. Hacer el amor en un tren atravesando el campo. Pon eso en mí. ¿Y ahora qué? ¿Y ahora qué? Esperando, rezando por ti, para justificar mi amor. Quiero conocerte. No así. No quiero ser tu madre. Tampoco tu hermana. Quiero ser tu amante. Quiero ser tu bebé. Bésame, eso es, bésame. Anhelo, ardiente. Por ti, para justificar mi amor. ¿Qué quieres hacer? Cuéntame tus sueños. ¿Estoy en ellos? Cuéntame tus miedos. ¿Tienes miedo? Cuéntame tus historias. No tengo miedo de quién eres. Podemos volar. Pobre es el hombre cuyos placeres dependen del permiso de los otros. Ámame, eso es, ámame. Quiero ser tu bebé.

Justify my love.  (Madonna)

Si Madonna hubiera cantado esto en el siglo XIX, Isaac Baker Brown (1811-1873) habría usado toda su erudición para torturarla y anularla como persona. A esto se dedicaba este cirujano ‘experto’ en enfermedades de la mujer que fue un pionero en la ablación del clítoris, aunque él lo llamaba clitoridectomía y se quedaba tan ancho. Por su parte, el psiquiatra chileno Manuel Antonio Carmona (1810-1886) no se habría quedado de brazos cruzados ante la endemoniada Madonna y habría eliminado las quimeras de su cerebro con gran fruición. Decía el psiquiatra Carmona que “el histérico es más frecuente en las mujeres sanguíneas nerviosas y de constitución viril” y que, en tales circunstancias, de histeria, se entiende, “el útero es como la hidra-monstruo, como el único natural demonio que irradia sobre todo el sistema, y muy particularmente sobre el cerebro, sus quiméricas y vivísimas simpatías”.

En el siglo XIX, una mujer solo podía tocarse si lo hacía tal y como dictaban las normas médicas (ni en exceso ni en defecto), y eso es como decir que estaba prohibido, porque a ver quién era la guapa que atinaba con el término medio impuesto. Y era tal la prohibición, que, aunque tuvieran intimidad para hacerlo sin que nadie las viera, no lo hacían por miedo (era una práctica habitual encerrar a las mujeres en un sanatorio por casi cualquier cosa: desde leer novelas hasta ser golpeada por un caballo. También por masturbarse como no es debido, obviamente). Sin embargo, un médico especialista en mujeres sí podía tocar a una mujer (aunque con mucho melindre) ya que tenía potestad sobre nosotras tal y como la tienen los progenitores sobre su progenie. El médico era un guía científico que conducía a las mujeres por el camino correcto, presentándose como el único que tenía un amplio conocimiento del cuerpo y la mente de la donna. Tengamos presente que en esa época poquísimas mujeres podían acceder a estudios superiores y no había mujeres médicos. El ginecólogo Miguel A. Fargas Roca (1858-1913), por ejemplo, decía que, para evitar las enfermedades en los órganos reproductores, se debía educar correctamente a las chicas y guiarlas en el camino de la maternidad, ya que la mujer sólo era feliz cuando era madre.

Hoy día, ¿qué ocurre? ¿Podemos afirmar que, en general, la mujer disfruta de libertad sexual? (obviando que esta libertad, si la hubiera, no existe en todas partes del mundo) Bueno, podría ser, sin embargo, nunca hay libertad plena si existen prejuicios, complejos, trabas, tabúes y se insiste, además, en una educación patriarcal. Si tecleamos en Google ‘deseo sexual femenino’,  se repiten las referencias a la carencia de deseo sexual y faltan entradas que lleven a un contenido positivo, es decir, que aborden el deseo sexual femenino en su plenitud. ¿Es posible que de aquellos polvos (los de la sociedad victoriana entre otros), estos lodos? Pues, en efecto, es posible. El deseo femenino siempre ha sido visto como una tara, ocultado y tratado como tal y las consecuencias aún nos limitan. Seamos conscientes de ello o no.

Desde Anthropologies nos interesaba especialmente tener datos actuales sobre este tema, por ello, como algunas sabréis, el 8 de abril lanzamos una encuesta anónima centrada en el deseo sexual femenino. Conscientes de que esta encuesta, como cualquier otra, está sesgada, consideramos, sin embargo, que los datos que proporciona, aunque no son concluyentes, sí arrojan luz sobre algo que, afortunadamente, está dejando de ser un tabú.

Lo primero que observamos es que el mayor porcentaje de mujeres que han participado, un 40%, tienen entre 26 y 35 años. Esto puede deberse a que es el perfil de mujer al que hemos llegado con más facilidad, pero también a que es una cohorte más trabajada y liberada respecto al sexo. Un 27% está en la franja de 36-45 años y un 23% en la de 46-55. Hemos detectado que las más jóvenes contestan menos, quizás porque el perfil de Anthropologies https://www.anthropologies.es/ llega menos a ese target, pero también porque a esa edad se tienen reticencias a contestar preguntas sobre sexualidad. En relación a la orientación sexual, vemos que un 1% de las encuestadas se define como homosexual y un 10% como bisexual. Podría ser un reflejo de la sociedad, aunque hay que tener en cuenta que si el porcentaje de heterosexuales es mayor quizás tenga que ver con que el grueso de las participantes supera los 30 años. Tenemos sospechas de que en las nuevas generaciones las orientaciones sexuales estarían más equilibradas.

 

En cuanto al deseo sexual, el 41% lo considera alto o muy alto. Es un porcentaje que se relaciona directamente con el estereotipo de mujer pasiva que aún se mantiene. Es decir, a la mujer se la ha construido socialmente como ser objeto deseado y se la ha castigado (juzgado) cuando se ha presentado como sujeto deseante. Esto significa que, incluso a día de hoy, cuando una mujer siente deseo, lo considera alto porque cree que está por encima de lo ‘normal’. Cuando lo cierto es que todas las personas somos seres con deseo sexual y el estándar de ‘alto’ o ‘bajo’ lo impone la sociedad.

En cuanto a la disminución del deseo, el 43% considera que es por razón de la edad y/o por causas sociales como tener una pareja estable o haber sufrido un desengaño. Sobre esta pregunta, una amiga me comentó que su deseo sexual había disminuido, porque lleva con su pareja 15 años, y el de su amiga, mayor que ella, que se acababa de separar, se había ‘desatado’, es decir, no solo había aumentado, sino que había experimentado una transformación. En este sentido, y a pesar de que el desarrollo hormonal y la menopausia hacen que desciendan los niveles de hormonas sexuales, se puede decir que al deseo lo condicionan más las circunstancias vitales/sociales que la edad.

Una buena noticia es que el 61% de las mujeres dicen tener ahora una relación más positiva con su deseo, lo que confirma que estamos en el camino de trabajar una mejor relación con nuestra sexualidad. También nos muestra, una vez más, la influencia de los condicionamientos sociales a la hora de conocer nuestra sexualidad y una deficiencia en la educación sexual a edades tempranas. Esto aparece aún más claro en la respuesta a la pregunta ¿qué factores han influido en tu deseo? los más citados son los emocionales y los sociales, algo que ya veíamos en este artículo   Esto nos deja claro que no es nuestra parte animal e instintiva lo que condiciona el deseo, si no la emocional y social.

Este condicionamiento está directamente relacionado con el siguiente dato: el 55% de las mujeres considera que el deseo sexual no es mayor en los hombres. Esto supone un cambio, ya que durante muchas generaciones se ha dado por una verdad indiscutible que el hombre tiene más deseo sexual. Una verdad que ha servido para justificar todo tipo de atrocidades en perjuicio de las mujeres. Quién no ha escuchado decir a su abuela, o a su madre, o a una tía eso de que ‘los hombres son diferentes, ellos necesitan eso más que nosotras, tienen que desahogarse’. El horror.

Un 36% invierte tiempo en cuidar y satisfacer sus deseos sexuales. Esto es un indicador de que, pese al cambio, un gran porcentaje de mujeres no cuidan de sí mismas. Bien por falta de ganas, de interés o porque delegan esta responsabilidad en otras personas. Esto lo vemos reflejado en el siguiente dato: el 48% no creen que ellas mismas sean las únicas responsables de satisfacer sus deseos y necesidades sexuales.

Ante la pregunta ¿qué te gustaría cambiar con respecto a tu deseo? un gran porcentaje contesta que cambiarían prejuicios morales y la forma de verse y relacionarse con ellas mismas. Cierto es que se atisba cierta evolución, pero las mujeres aún necesitamos más educación y menos trabas para llegar a una relación más plena y sana con nuestro deseo. Un dato curioso: una gran mayoría cree que su generación muestra y satisface su deseo sexual con más libertad que la anterior y que la posterior, es decir, que, independientemente de la generación, todas tenemos la sensación de que nos estamos liberando con respecto a la generación anterior, pero que la siguiente no lo ha conseguido. Esto es muy revelador y daría para un análisis profundo.

El 80% tuvieron su primera relación entre los 16-25 años (estaría bien compararlo con el caso de los hombres), aunque sólo el 36% disfrutó de ella, quizá fruto de que aún no se había realizado ese trabajo del que hablábamos antes por romper estereotipos sociales y tener una mejor relación con la auto sexualidad, ya que un 28% afirma que empezó a interesarse por su deseo y satisfacción después de los 20 años. Por otro lado, un 84% sabe con seguridad lo que es un orgasmo femenino, lo que nos deja a un 16% de mujeres que no lo sabe. Aunque pueda parecer un porcentaje pequeño, si tenemos en cuenta que se trata de un proceso natural que tiene que ver con nuestro cuerpo, es muy elevado. De hecho, el 33% no tiene orgasmos o satisfacción sexual con la regularidad que les gustaría, aunque un 20% está trabajando en ello.

Por último, nos encontramos con que el 74% de las mujeres utiliza juguetes sexuales y casi el 50% lo hace sola y en compañía. Aquí podemos ver un dato relevante sobre la liberación sexual, ya que el uso de juguetes nos muestra cómo las mujeres hemos buscado tecnología para mejorar nuestra sexualidad, lo que es un dato positivo, además del hecho de que seamos capaces de utilizarlos en pareja y no sólo en soledad.

Como dijo la periodista Ana Requena Aguilar , a propósito de la publicación de su libro “Feminismo vibrante” (o el derecho al placer de las mujeres sin culpa ni pudor): “hemos roto el silencio sobre la violencia sexual, pero esto debería ir acompañado también de una ruptura del silencio respecto a nuestro placer y a nuestro deseo”.

Susana R. Sousa

Mitad persona, mitad animal

Azalí Macías

Twitter: @azali_mg

Instagram: @azali_mg

Referencias

https://culturainquieta.com/es/lifestyle/item/13578-la-delirante-lista-de-razones-por-los-que-encerraban-a-las-mujeres-en-un-manicomio-en-el-siglo-xix.html

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