
“Increíble el primer animal que soñó con otro animal. Monstruoso el primer vertebrado que logró incorporare sobre dos pies y así esparció el temor entre las bestias normales que aún se arrastraban, con alegre y natural cercanía, por el fango creado”
Carlos Fuentes
Abril de 1979. Ciudad de México.
Su cuerpo llevaba dos días en la morgue y, sin embargo, todavía no podían llevar a cabo su funeral: aún permanecía caliente. Siempre se había definido a sí misma como “mujer jodida” y, los encargados de dar cuenta de su cadáver, estaban dando buena fe de ello.
Había nacido en 1900, en un pueblo de Chihuahua, donde fue criada por un africano que la había instruido en las artes curativas. Después de eso había formado parte de la división revolucionaria de Pancho Villa, había trabajado como cantante o de servidora en un cabaret. O, al menos, eso era lo que ella contaba.
Su fama había adquirido tal magnitud que por mediación de Alejandro Jodorowsky, ese multiempleado que igual que te hace una lectura de tarot se marca un cómic, la hermana del presidente mexicano José Luis Pérez Portillo, Margarita, se interesó por ella.
Vamos, que acabó siendo invitada a Los Pinos, la residencia oficial de la presidencia. Cuentan que las aves que pululaban por allí la recibieron “como si saludaran al alba”. Eso sí, en honor de la verdad, hay que decir que esto no lo confirmó nadie, a pesar de que ella dijera estar poseída por el espíritu de Cuauhtémoc, su “hermanito”.
El científico y la curandera.
Guiado por esta fama, en una ocasión acudió acudió hasta ella un científico. Cuentan que había decidido seguir este camino cuando, con doce años, había recibido un golpe irreversible: su madre fallecía a causa de un tumor cerebral. Desde ese momento encomendaría su vida a la mente humana.
Había oído la historia de una anciana que operaba en su casa con un cuchillo de cocina, y así fue como se llegó un viernes (el día que abría la consulta) a la esquina que conformaban las calles Río de Janeiro y Durango, en la colonia Roma.
El procedimiento era el siguiente: la “doña” entrevistaba al paciente (y uno tiene la sospecha de que también próximo difunto) y en función de eso analizaba el origen de su dolor. Hecho esto, les citaba para la intervención indicándoles lo que tenían que llevar: una sábana, un litro de alcohol, un paquete de algodón y seis rollos de vendas.
El día de la operación el paciente se acostaba en un catre viejo y la ayudante preparaba el sofisticado artilugio con el que llevaba a cabo la operación: un cuchillo de cocina con un indio con penacho dibujado en la hoja, y cuya empuñadura estaba cubierta por cinta aislante negra. Tecnología punta.
En ese momento llegaba Pachita, como todo el mundo la conocía, y realizaba una abertura en el cuerpo del paciente por donde metía sus manos. Sacaba el órgano dañado en cuestión y lo sustituía por otro “nuevo y mejorado” del que decía haberlo creado ella misma. Una vez finalizaba la intervención y tras unos días de reposo, el paciente quedaba como nuevo.
Algo me da que el científico nunca logró entrevistar posteriormente a ninguno de esos trasplantados, pero lo que sí afirmó fue que los poderes de Pachita se debían a su capacidad para analizar todos los niveles superiores de conciencia entre la realidad y la percepción. Ver para creer.
De Ciudad de México a la consciencia.
Casi medio siglo después de nacer Pachita lo hacía Jacobo Grinberg-Zylbermaun, el científico que haría que su nombre perdurara en el tiempo, en el seno de una familia judía de Ciudad de México.
Fiel a la promesa que se hizo cuando falleció su madre, estudió psicología en la UNAM para, posteriormente, marchar a Nueva York para formarse en psicofisiología en el Brain Research Institute, y doctorarse en un área en el que estudió los efectos electrofisiológicos de los estímulos geométricos en el cerebro humano.
A su vuelta a México fundaría el laboratorio de psicofisiología en la universidad de Anáhuac.
Pero no tardó demasiado en exasperar a sus congéneres y ser muy criticado por la comunidad científica: sus estudios sobre el chamanismo, la conciencia o la meditación no estaban muy bien vistos a pesar de que siempre argumentó que utilizaba el método científico para entender el mundo mágico. De hecho, una de sus cruzadas particulares era la de tratar de cambiar el modo en el que se entendía la ciencia y la conciencia. Sentó las bases científicas del estudio de la telepatía y otras disciplinas esotéricas.
La mayoría de sus esfuerzos eran considerados un fraude en el mundo académico. Sin embargo, un artículo cuyo tema era la transferencia de potencial en el cerebro, idea que surgió tras contactar con Pachita y observar su proceder, vio la luz en Physics Essays, una publicación de contrastado prestigio.
Otra de sus aportaciones, e igual de peculiar que todas las demás, fue la de la “dermoóptica” a partir de la observación de unos niños de Toluca. Según sus palabras “consiste en hacer una lectura sin necesidad de tocar absolutamente nada, solamente con las variaciones dermográficas, con los sensores que tenemos en los pulpejos de los dedos…”. Tenía pensado, y planificado, continuar su estudio en esta área con niños tibetanos, pero nunca se llevó a cabo.
También registró las frecuencias energéticas, haciendo que estas fueran medibles y comprobables, durante el estado meditativo. Algo que, posteriormente, no ha hecho más que reafirmarse según la literatura científica. Sin embargo, su aportación estrella, fue la que llevó a cabo tras entrar en contacto con diversos chamanes y, principalmente, tras dar con Pachita. Se trata de la teoría sinérgica.
Jacobo Grinberg y la teoría sinérgica
Voy a intentar explicar la teoría sinérgica. Y he dicho que lo voy a intentar porque no creo que lo logre. Se basa en la premisa de que existe un continuo en el espacio de energía y que el ser humano únicamente percibe una parte de este. Básicamente lo que conocemos como realidad.
Lo que percibimos como experiencia sería el resultado de tres procesos de interacción: en el primer punto estaría la interacción entre los elementos neuronales capaces de crear un camo energético complejo. A este concepto lo llamó campo neuronal.
Después, en el segundo paso, el campo neuronal entra en contacto con la estructura energética del espacio creándose un patrón de interferencia: la estructura energética de la experiencia.
Finalmente, en el último paso se sucede la fase más fascinante de todas, la que se produce entre la estructura energética de la experiencia y el procesador central, lo que implica la existencia de una focalización energética.
En palabras del propio científico: “la realidad es percibida como el resultado de una decodificación que lleva a cabo nuestro cerebro a partir de una estructura pre-espacial, y como tal involucra la interpretación realizada por el aparato de nuestra mente-cerebro”.
Por lo que, según la teoría sinérgica, y parafraseando a Ouspenky: lo que aún no está en tu mente lo vives como tiempo, y aquello que ya está en tu mente, lo vives como espacio.
A modo de epílogo
Los hijos de Bárbara Guerrero, como así se llamaba Pachita, siempre afirmaron haber heredado sus poderes. Esta premisa era muy importante, pues había que seguir con el negocio. Pasados más de cuarenta años, aún no han sido capaces de demostrarlo. A lo mejor es que, en efecto, los heredaron.
Jacobo Grinberg desaparecería a finales de 1994. Sí, he dicho bien: desaparecido. Se esfumó sin dejar rastro. Viendo que es un científico de los que gustan a esotéricos y seguidores de los programas de misterios, pues para qué queremos más. Las causas de que se haya evaporado han levantado todo tipo de teorías conspirativas: que si fue secuestrado por la CIA, misión secreta de los EEUU (que antes de Trump ya eran de por sí bastante chungos), que si se quedó en el Himalaya… Sin embargo la verdad parece ser más terrenal y menos sinérgica pues, detrás de su desaparición, no miro a nadie, parece estar la que en ese momento era su esposa.
Recientemente se estrenó en Netflix un documental que trata de su desaparición en el que se pone en constancia todas estas teorías descabelladas, a ver si pensáis que los suscriptores se ganan buscando la explicación lógica.
Rubén Blasco
Fuentes:
- Pijamasurf
-
Muyinteresante.mx
-
wikipedia.
-
“El secreto del doctor Grinsberg” docu-serie de Netflix
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