Desde hace mucho tiempo, observamos como, ante cualquier suceso, lo único que parece importar, es qué podemos obtener de él. Hemos dejado de observar aquello que nos acontece como hechos en sí y, amparados por la mentalidad post-fordista, hacemos de la frase de Winston Churchill : « un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad», una máxima. Y así ha sido como se nos ha llenado el mundo de optimistas.
Optimistas que,para aprovechar las oportunidades, han de despojarse de todos los principios que, hasta hace no demasiado, se consideraban los correctos. Y es que, como podemos pretender que aquellos a los que creemos elegir no sean oportunistas por mayúsculo que sea lo acontecido, engrandeciendo su papel o enfangando el de aquel que bien podría ocupar su espacio, cuando nosotros, simples mortales, hacemos lo mismo.
La solidaridad ha de ser mostrada y cacareada. ¡Que se entere todo el mundo! Como si la entrega de una bolsa con comida, grabada y reproducida cien veces, se transformaran en cien bolsas con comida y no una sola.Lo cierto es que hoy día, parece ser que hasta alimenta el doble. Pero solo lo parece.
Hasta el barro merece exportarse hasta límites insospechados.¿Dónde habrá quedado la solidaridad anónima, silenciosa y sin proyección social? ¿Dónde habrán quedado las verdades sin aristas? y no las mentiras que, a fuerza de repetirlas, creemos que pueden llegar a ser verdades.
Porque para mejorar el mundo, tal vez lo mejor sea empezar por los principios del principio.
Feliz miércoles.-
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