Viva la inteligencia! Curiosidad científica, investigación libre y cerebros adolescentes en el aula

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«La lucha es fuerte, la labor es intensa, pero con el constante y perpetuo querer, única providencia del mundo moral, estamos en lo cierto que obtendremos el triunfo que perseguimos; que sacaremos cerebros vivos capaces de reaccionar; que las inteligencias de nuestros educandos, cuando se emancipen de la racional tutela de nuestro Centro, continuarán enemigas mortales de los prejuicios; serán inteligencias sustantivas, capaces de formarse convicciones razonadas, propias, suyas, respecto a todo lo que sea objeto del pensamiento.»

 –Francesc Ferrer i Guàrdia

 

Todas y todos hemos atravesado, en cierta medida, aquellas etapas de formación: el colegio, el instituto o la universidad; por escuelas talleres o cursos; con formaciones profesionales, técnicas y de oficios varios… Sea como fuere, la vida es aquello que pasa en las aulas y, posteriormente, en nuestros centros de trabajo. Educandos y futuros trabajadores. Algunos de estos trabajadores, además, sucederán como maestras/os, profesoras/es, educadoras/es…; en definitiva, padres y madres morales de millares de personas que cierran un círculo pedagógico ad aeternum.

Nuestra vida social se vertebra o, más bien, se sostiene, por nuestras primeras obligaciones por y para la sociedad, más allá de nuestro entorno inmediato y familiar. Es la educación el sostén de una cultura, de un sistema; un pilar básico de nuestra humanidad que, mal entendido, nos condena a una (in)humanidad, valga la redundancia, inocua, plana, donde la ignorancia y la abundancia del fake permea sobre nuestro mundo, fortaleciendo desigualdades, injusticias y demás perversidades que, por desgracia, siempre acaban por proteger los privilegios de unos pocos.

 

La pulsión natural entre lo que nos gustaría ser frente a lo que significa el espacio donde aprendemos desde pequeñas. Por si había dudas.

Ciertamente, un sistema que prima la desigualdad ofrecerá un sistema educativo desigual en sí mismo. Ferrer i Guàrdia ya anticipaba aquella «miserable vanidad, a costa de la vida moral y física del alumno» como consecuencia de la exigencia en la enseñanza ilustrada de su época, la garantía de una supervivencia individualista y donde aquella idea trasnochada del “todos contra todos” se había acomodado entre los bachilleres. En estas ideas de anacrónica actualidad ad hoc que todas y todos hemos vivido parcialmente, nos encontramos con pequeñas grietas que pueblan dichos pilares por las que se asoman nuevas-viejas luces en la enseñanza. Un saneamiento que se traduce en la frescura de nuevas voces, nuevos proyectos y nuevas reinterpretaciones de cómo enseñar y cómo relacionarnos con la educación.

Aunque no sea oro todo lo que reluce, me gusta recordar que materiales como la pirita, popularmente conocida como “el oro de los tontos”, ha sido utilizada desde nuestros albores como elemento para hacer fuego, de ahí su nombre (pyr, -os, fuego en griego). Su abundante presencia en la corteza terrestre, además de lo llamativo de su dureza y brillantez, ha servido desde hace eones como material imprescindible para nuestra supervivencia como especie. De este modo queda meridiano que, con el material necesario y una consecuente chispa fruto de la fricción, hasta lo “menos valioso” puede prender una llama y demostrar su gran utilidad para el grupo, demostrando su valía per se. Para colmo, hace relativamente poco, los científicos han conseguido algo con la pirita que parecía impensable: transformar eléctricamente un elemento no magnético en uno magnético. Después de todo, la pirita no resultaba tan “tonta”, ¿verdad?

En otro orden de cosas –y después de esta digresión del tipo geológico–, hemos querido dar un paso más allá de la recurrente entrevista. No nos interesan los méritos individuales, sino el trabajo y saber colectivo frente a un individualismo rutinario y cómo podemos comunicar estos pequeños brillos dentro de tantos oscuros que suelen ser norma entre nuestras instituciones educativas. Es por ello que, por encima de unificar y buscar un criterio estético, hemos preferido ser partícipes, mutuamente, de una última lección: escuchar, ser escuchados y aceptar la diversidad de voces que existe en el proceso humano de la educación desde la investigación libre, el apoyo mutuo y la autonomía.

Así pues, y en la medida que nos permiten las herramientas unidireccionales de la divulgación, hemos creído conveniente hacer un artículo a tres voces, donde las verdaderas protagonistas nos cuentan sus vivencias mediante un trabajo de investigación sobre antropología física. Ellas son Rocío Navarro Domínguez y José Mañani Pérez, alumna y profesor, respectivamente, del Instituto Nicolás Copérnico de Parla, Madrid.

Miradas desde el aula: el proyecto y la visión del profesorado

 

El trabajo del que habla este artículo se enmarca en una propuesta docente del I.E.S. Nicolás Copérnico, como bien ha señalado un poco más arriba Álex. Ésta consiste en desarrollar, en el caso de la asignatura que imparto (Biología y Geología), una investigación sobre algún elemento del currículo de primero de bachillerato. Los alumnos han de redactar un informe y, en base a él, diseñar una presentación con la que, delante de un tribunal formado por profesores especialistas del claustro, demostrar lo aprendido y defender las conclusiones derivadas del estudio ante las preguntas de los miembros del tribunal. Para mí, ha sido una experiencia muy similar a la de tutorizar un Trabajo de Fin de Grado, pero a nivel de primero de bachillerato. Acogiéndome a esta propuesta, entonces, decidí tutorizar los Trabajos de Investigación de siete alumnos a lo largo del curso 21-22.

En primer lugar, hablé directamente con mis tutorandos: Carlos, David, Edelweiss, Irene, Lidia, Raquel y Rocío. Con los siete, en sendos recreos. Les pregunté por su futuro académico y profesional; por aquello a lo que se querían dedicar; por aquello que querían estudiar; en definitiva, por aquello que les despertaba curiosidad, interés y ganas de aprender. Ése fue el tema central de su investigación.

En segundo lugar, una vez acordado el tema, nos dedicamos a precisar el objetivo de cada una de sus investigaciones: una alumna quería ser fisioterapeuta, por lo que estudiamos el efecto del sedentarismo en las articulaciones; otro alumno quería ser psicólogo, por lo que decidimos analizar el efecto del ruido ambiental en la velocidad de reacción frente a estímulos visuales; con otro alumno lo hicimos sobre la iconografía natural de los escudos municipales madrileños; por último, Rocío, compartió conmigo su interés por las ciencias forenses, lo que derivó hacia la antropología física.

Este trabajo presentaba, desde mi punto de vista, dos aspectos muy positivos para mí como profesor de instituto: por un lado el contenido y, por  otro, el entorno del aula. En cuanto al primero, tuve la oportunidad de ayudar a Rocío a introducirse en la rama biológica de la antropología: tuvo que leer manuales, artículos y bibliografía de diversa índole para dominar el tema sobre el que iba a investigar, lo cual le permitió aprender sobre un campo de conocimiento que apenas se incluye en el currículo de las ciencias naturales ni en el de las ciencias sociales, en el que, si acaso, se ve someramente el proceso de hominización.

El otro punto fuerte del proyecto se manifiesta cuando decidimos cómo y sobre qué llevar a cabo la investigación. El objetivo consistía en caracterizar matemáticamente las diferencias en los rasgos oculares entre distintos fenotipos o apariencias presentes en Homo sapiens. Durante el proceso comprendimos que era un lujo investigar en un centro público en el cual una parte importante de sus compañeros tiene orígenes geográficos muy diversos (y si no, sus progenitores), ya que teníamos la posibilidad de obtener datos de individuos de países muy distintos: China, Ecuador, Guinea Ecuatorial, Marruecos y Venezuela, entre otros.

Creo con esto que supuso a mis alumnos una gran oportunidad para poder aumentar su conocimiento sobre aquello que, particularmente, les gustaba. A su vez, estaba ligado al desarrollo de una investigación científica, por lo que estaban (o, mejor dicho, estábamos) motivados y entusiasmados a partes iguales. También pude mostrarles un ejemplo de aquello sobre lo que insisto mucho en mis clases a lo largo del curso: el carácter interdisciplinar de la Biología y la Geología. Todos, sin excepción, tuvieron que emplear conocimientos de otras disciplinas, desde el inglés para leer textos, la redacción y uso de vocabulario acorde aprendido en lengua y hasta el empleo, obviamente, de lo aprendido en la asignatura de ciencias naturales y de matemáticas. Con ello, Rocío, por ejemplo, tuvo que aplicar el teorema del coseno para calcular los ángulos de la carúncula lagrimal de los sujetos y el concepto de excentricidad de una elipse para analizar la forma de sus ojos, entre otros aspectos.

El compendio de trabajo, entorno y crecimiento ha sido para mí una de las mejores experiencias que tuve en el instituto, tanto como profesor, como científico en general. En cuanto abandoné mis intentos de dedicarme a la ciencia como investigador y me dediqué a la docencia, empecé a echar de menos la primera; a saber, aquel ejercicio de plantear hipótesis, el diseñar protocolos de muestreo, obtener datos y analizarlos para extraer conclusiones… Pensaba para mis adentros que, aunque no me dedicara a la ciencia, había contribuido a formar científicos y, a fin de cuentas, a culturizar a la población en ciencia. No es de extrañar, a tenor de la posibilidad que se me presentaba, que en mí se reavivara la llama remanente de la investigación científica que poco a poco y, sin llegar a desvanecerse, había ido apagándose progresivamente.

Y es que no es lo mismo enseñar teoría sobre biología y geología, conceptos y procesos, hacer ejercicios, enseñar a los alumnos lo que es el método científico y en qué consiste y cómo se lleva a cabo, que desarrollar una investigación científica relativamente seria; sin desmerecer lo anterior, sin ello, no tendrían sentido los TI: no se puede investigar sin saber sobre aquello que se investiga.

Fueron muchos recreos, séptimas, octavas e incluso novenas horas las que permanecí en el centro tomando datos junto al educando correspondiente, lo cual también hay que reconocerles a ellas y ellos. Mención aparte merece todo el trabajo de preparación de cada TI, añadido al trabajo docente que me correspondía de preparación de clases, prácticas, de corrección de exámenes… Así como la excesiva y creciente burocracia, consumidora de un muy valioso y preciado tiempo, que lamentablemente conlleva la profesión.

La falta de tiempo y la carga de trabajo que me suponía la coordinación y tutorización de los siete trabajos me llevó a insistirles en otra lección: la necesidad de que se autogestionaran y se ayudaran entre ellos. Si tenían dudas podían consultármelas, naturalmente; sin embargo, una vez que la duda era resuelta, compartían la respuesta entre ellos. Fue precioso e ilusionante ver cómo trabajaron codo con codo, apoyándose entre sí, tomando datos, diseñando la presentación con la que exponer el trabajo, criticándose entre ellos y dándose consejos. Y es curioso, cuando menos, que demostraron aquello que entendemos por apoyo mutuo con todas las letras. Un apoyo mutuo que, por norma general, no se suele ver en algunos espacios del “mundo adulto” y en el cual, inconscientemente y desde el paternalismo, solemos invalidar la realidad adolescente. Una realidad de lo que os hablará Rocío a continuación.

Miradas desde el aula: adolescencia y futuro

 

La adolescencia no es precisamente una etapa fácil, pues las hormonas, las ganas de comerse el mundo y la falta de herramientas para hacerlo la hacen parecer un intrincado laberinto de preguntas sin respuesta sobre nosotros mismos, sobre quién somos y quién queremos llegar a ser. Yo, por ahora, de todas esas dudas que suelen pasar por la cabeza de un/a joven he conseguido responder a una. Claramente, no fue fácil y tampoco lo hice sola.

El día en que tuve que decidir la modalidad de bachillerato que quería estudiar, escogí ciencias porque me sentía atraída por la biología, la química y las matemáticas. La idea de ser una mujer científica, intelectual, erudita y culta, me tenía fascinada. No tenía tan claro a lo que me quería dedicar como lo que quería llegar a ser como persona, como si quisiera saber de todo y no especializarme en algo en concreto porque ninguna disciplina había llegado a cautivarme por completo. Todo esto cambió al empezar bachillerato, debido a que se me presentó la oportunidad que hizo cambiar completamente la visión que yo tenía sobre la ciencia cuando José Mañani, mi profesor de Biología y Geología de aquel entonces me propuso hacer el trabajo de investigación.

El cambio no fue de un día para otro, por supuesto; yo ya me sentía atraída de alguna forma por la materia, pues siempre me han gustado las series policiacas y de asesinatos. Eso fue, más o menos, lo que le dio una pista a mi tutor del TI sobre cómo ayudarme a formular la tesis en la que se iba a apoyar el trabajo. A pesar de todo esto, no sabría decir el momento exacto en que me enamoré de la antropología. Yo lo definiría como un proceso de inmersión en un tema que cada vez despertaba más mi curiosidad. Lo mejor de la experiencia fue que durante el proceso de realización del trabajo de investigación, tuve suficiente tiempo como para profundizar en el tema a desarrollar, a entenderlo y a deleitarme con los conocimientos que algunos artículos y libros de antropología me ofrecían.

El trabajo en sí consistió en un conjunto de indagaciones para intentar confirmar cómo la evolución, el clima y las infinitas combinaciones de fenotipos que se han producido desde los tiempos de los primeros Homo sapiens, habían influido en la morfometría de las facciones oculares de la especie humana en general. Por primera vez en mi vida sentí que amaba lo que hacía. Así que, aunque el trabajo fue duradero y exhaustivo, no me cansaba de aprender sobre el tema, y entonces fue cuando supe que era a lo que me quería dedicar.

Una última lección

 

Es aquí, como hemos podido observar, donde reside el sentido de las pequeñas enseñanzas, ápices que nos acercan a la libertad. Libertad fruto del compromiso, vocación y empeño de un profesorado implicado que ejerce como transmisor y que despierta en los educandos un saber, una guía y un futuro. Y un alumnado que, si bien se halla inmerso en ese cóctel explosivo de hormonas que significan las adolescencias –y del que nadie se escapa, aunque a muchas y muchos se les olvide haberlo vivido–, encuentra en el saber y el conocimiento bien transmitido una nueva ruta de crecimiento y aporte humano que, en potencia, devendrá en un mundo nuevo. La desconexión total de estas realidades y la falta de comunicación consciente o inconsciente por parte de muchos sectores de la sociedad hacen que, indudablemente, nos desesperancemos de las generaciones venideras. No obstante, este espíritu descorazonador y derrotista propio del adulto no es diferente de cómo una generación anterior nos puso en el foco de lo mismo mientras éramos adolescentes, y la anterior generación con la anterior, y la anterior con la anterior… En esa marejada de prejuicios y adultismos, es de debida madurez romper con la cadena.

Y recuerden, independientemente de si se acaban por dedicar o no la investigación, a un oficio u otro: en la diversidad, el apoyo mutuo y el conocimiento desde el amplio abanico de las inteligencias reside el avance, la evolución y la adaptabilidad.

Rocío Navarro, José Mañani, Álex García

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15 thoughts on “Viva la inteligencia! Curiosidad científica, investigación libre y cerebros adolescentes en el aula

  1. Un artículo maravilloso a la par que interesante. Gran trabajo de alumnos y profesor. Mencionar a Rocío y su ejemplar trabajo de investigación destacando el esfuerzo y el crivado tan meticuloso que ha tenido que hacer separando la información importante y relevante.
    Es un orgullo poder leer su nombre en artículos y que se reconozca todo el trabajado realizado.

  2. Con orgullo y satisfacción escribo estas lineas. Todos sabemos cuáles son las fuentes del conocimiento, algunos menos los capaces de cultivar el ansia por conocer y entender el mundo en los pupilos. Una experiencia que sin duda desarrollara mayores capacidades en los alumnos. En ese camino que suponen la observación, toma de datos, análisis y conclusiones se cultivan muchas areas. Resulta muy tranquilizador ver hay jóvenes a los que la curiosidad y el afán por entender las cosas les empuja a asumir retos y proyectos. Desde luego el futuro esta en sus manos.

  3. Maravilloso trabajo de alumna y profesor una mención especial a rocío por su esfuerzo trabajo e interés en este articulo mi enhorabuena satisfacción absoluta

  4. Un maravilloso trabajo de alumnos y profesor fascinante muy bien redactado y detallado.
    Por supuesto doy una mención especial a Rocío estás líneas que he leído me han dejado sin habla

  5. Precioso e interesantísimo artículo, Bravo!
    Enhorabuena al profesor y alumnos, y en especial a mi querida ROCÍO NAVARRO, Maravillosa en cada palabra del artículo

    1. Es un buen trabajo muy bien explicado por el profesor y los alumnos. Sobre todo doy una mención a Rocío por todo el trabajo que ha tenido que realizar para poder explicar este proyecto.
      Tienes futuro prometedor, enhorabuena Rocío.

  6. A mí que me interesa mucho la investigación, debo decir que es un artículo con mucha profesionalidad de parte de el profesor y los alumnos. Me ha gustado todo, las horas de trabajo que le han dedicado, el compañerismo, el saber estar.
    Por último, una mención a Rocío porque para lo jovencita que es ha sido muy profesional se le nota que le gusta la antropología, doy fe que tiene un futuro prometedor en ese campo.

  7. Doy la enhorabuena al profesor y a Rocío por el escrito tan bonito. Me encanta, estoy muy orgullosa porque es muy joven, tiene una gran inteligencia y la emplea debidamente.

  8. En estos tiempos en los que la ciencia y el estudio están tan poco valorados, me llena de orgullo ver, como jóvenes con tanto talento se abren paso en este difícil mundo, volviendo a destacar la importancia del estudio e investigación desde comienzos de la civilización hasta nuestros días. Gracias a este tipo de trabajos los alumnos aprenden a trabajar a nivel de equipo, adquiriendo no solo conocimientos, si no, aptitudes a nivel personal y de compañerismo. Este artículo es un claro ejemplo de cómo profesor y alumnos trabajan en unidad, con grandes resultados. Mencionar a Rocío Navarro por su labor, su dedicación y su profesionalidad. Me tranquiliza saber que mujeres tan eficientes como ella van a llegar lejos en el mundo de la antropología, la ciencia y el desarrollo. Enhorabuena a todos!!

  9. No podemos perder la esperanza en las próximas generaciones, cuando observamos la implicación de profesor@s y alumn@s en proyectos como éste. Enhorabuena a tod@s.
    Felicidades a Rocío por encontrar, con esta oportunidad, su vocación, sigue adelante. Admirable tu ansia de conocimiento y tu generosidad al compartirlo.

  10. Me alegra que las nuevas generaciones sigan teniendo el ansía de aprender , investigar crecer, estudiar… me encanta el artículo y ver que esto no va a quedar atrás olvidado, esto sigue fluyendo, ánimo chic@s! Buen trabajo de profesor y alumnos enhorabuena y mención en especial a Rocío Navarro por su constancia y perseverancia vas a llegar muy lejos y mis ojos junto a los de mi familia lo verán como hasta ahora como has crecido por dentro y por fuera eres muy grande.

  11. Me encanta el artículo!!!y me siento muy orgulloso por mi alumna de natación Rocío y por lo especial que es!!!Muchas felicidades y siempre una sonrisa por fuera y mil batallas por dentro.

  12. Un artículo muy interesante donde cabe destacar el esfuerzo realizado por la alumna que ha aportado al trabajo un lenguaje simple para explicar
    temas tan complejos como los mencionados. Seleccionando lo más relevante ha conseguido adaptarlo para que
    sea inteligible (e interesante) para acaparar un amplio sector de lectores. Esta es una tarea mucho más ardua
    de lo que pudiera parecer y eso lo hace más reseñable. Me encanta que la brecha social entre las nuevas generaciones y la ciencia sea cada vez mejor gracias a este tipo de alumnado al que le motiva la materia.
    Quiero aprovechar esta comentario para recordar la importancia que tiene la divulgación de la
    ciencia (tanto en cantidad como, sobre todo, en calidad) en un país como España, donde las
    vocaciones científicas de los adolescentes han experimentado una tremenda reducción en los
    últimos tiempos. Por último dar mi enhorabuena a los tres autores por el gran trabajo realizado.

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