“Hemos creado un héroe. ¿Qué pasará si abre la boca?” (Robocop, 2014)
En 1987, Paul Verhoeven estrenaba una de las películas más taquilleras del año: RoboCop, que nos transporta al nada esperanzador panorama de Detroit en un futuro próximo. La ciudad es básicamente una jungla de asfalto en la que las fuerzas de seguridad son incapaces de detener el avance del crimen. En este ambiente de decadencia, la corporación OCP (Omni Consumer Products) sostiene que es hora de hacer de la vieja Detroit un escenario nuevo en el que no haya lugar para la delincuencia: la Ciudad Delta. Para ello firman un acuerdo con el ayuntamiento que les permita reemplazar a los infructuosos policías por avanzados diseños robóticos, y que así la máquina cumpla exitosamente con la tarea que se le asignó al hombre y ante la que éste resulta inútil.
No obstante, en la exhibición del potencial de los robots se produce un accidente que acaba con la vida de uno de los ejecutivos, lo que revela que todavía es pronto para poner en marcha su plan de reemplazo y obliga a la corporación a explorar alternativas más viables, tales como el programa RoboCop, que consiste en fusionar humano y máquina, dando lugar a un cyborg. Este programa permitiría pues “resucitar” a alguien recientemente fallecido, y encuentra a su candidato ideal en el policía Álex J. Murphy, brutalmente asesinado. Las partes salvables de su cuerpo son combinadas con la alta tecnología de la que la OCP dispone y su mente, a pesar de conservar recuerdos de su vida como humano, es programada para servir, proteger y velar por el cumplimiento de la ley.
Sin embargo, a lo largo de la cinta descubriremos que una corporación capaz de traer de vuelta al mundo de los vivos a un policía mutilado y de convertir lo que una vez fue su cerebro en un procesador de instrucciones, debe tener poder para hacer mucho más. No es ningún secreto que el poder corrompe, y mucho menos que sirve a los intereses de quienes lo ostentan. Así pues, asistiremos a una OCP que no pretende ni por asomo poner sus conocimientos y recursos al servicio de los agentes heridos o eliminados para que puedan volver a sus vidas y al trabajo, sino que se sirve de ellos para convencer a la opinión pública de que necesitan a tal organización para garantizar el bien de la ciudad.
En la Robocop de Paul Verhoeven no asistimos a una lucha entre el hombre y la máquina. No nos situamos ya en el futuro retratado en Blade Runner –por situarnos en el género cinematográfico, si bien la sociedad está descrita con mayor detalle en el libro en el que se basa, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? –en el que la humanidad había sido capaz de crear inteligencias artificiales que reclamaban su identidad y su derecho a vivir frente a los errores de sus padres de carne y hueso, sino que estamos observando la pugna del hombre contra su propia especie. Una pugna que se lleva a cabo por la supervivencia de sus intereses. Esta idea es si cabe mejor retratada en el remake de la historia del policía cyborg a manos de José Padilha en 2014. En esta versión de la historia, la OCP –llamada OmniCorp – tiene una imagen más consolidada y trata de instalar a sus robots policías en Estados Unidos, pero se encuentra inmersa en una lucha mediática para convencer a la opinión pública de que son la mejor opción de la que disponen. El atentado contra la vida del policía Álex J. Murphy les pone en bandeja la oportunidad de crear una entidad mitad hombre, mitad máquina, cosa que será susceptible de causar un impacto positivo en la imagen que la sociedad tiene de la corporación, convirtiendo al RoboCop que han creado en la pieza clave de sus maniobras propagandísticas.
El remake de RoboCop está lejos de la película original, que inspiró toda una saga en la que el policía robot que se debía por encima de todo a la protección de los inocentes trataba de luchar contra la corrupción del sistema dentro de sus posibilidades. Si bien dependía en gran parte de las decisiones que otros tomasen dado su estado, Murphy era un héroe humano confinado a un cuerpo mecánico. En la versión de 2014 la trama se centra en las estrategias de OmniCorp para enriquecerse y ganar la batalla que se libra ante las cámaras para que se apruebe la ley que permitirá a la empresa extender su imperio de autómatas en el único bastión que quedaba libre de su dominio. RoboCop queda reducido a un mero instrumento cuyos sentimientos son manipulados al antojo de los corruptos dirigentes de OmniCorp, quienes se sirven de todo tipo de artimañas para justificar que Murphy está muerto, tratando así de separarle de sus seres queridos y gozar de libre albedrío para dirigir a la máquina; al mismo tiempo, ofrecen una imagen muy distinta ante los medios de comunicación: la imagen de un héroe que garantizará la seguridad de los habitantes de Detroit y que podría proteger a muchos más si la sociedad acepta las ventajas que sólo OmniCorp puede proporcionarles.
La idea del mundo viejo que ve en la renovación mediante la tecnología una utopía alcanzable si se cede ante las promesas de un grupo de sabios que se hacen con su dominio sin intención alguna de convertirlo en un lugar mejor es recurrente en las distopías futuristas. No es mi intención realizar un análisis de los numerosos ejemplos cinematográficos y/o literarios en los que se ha tratado este tema, pero partiendo de RoboCop sí me gustaría mencionar el anime de 2003 de Hiroshi Hamasaki, Texhnolyze, como un interesante paso más en la recreación de las distopías cyberpunk. Texhnolyze nos muestra lo que podría haber sido de la Detroit de RoboCop o de cualquier otra ciudad venida a menos en la que los cyborgs estuviesen a la orden del día. En esta serie de 22 capítulos se nos muestra cómo es la vida en Lux, una ciudad subterránea sumida en el caos en la que tres facciones claramente diferenciadas se disputan su control. La dominante es Órgano, una gran corporación dedicada a “tecnologizar” a los seres humanos reemplazando sus partes dañadas por prótesis mecánicas. Lo que tiempo atrás se mostraba como una oportunidad para personas mutiladas o enfermas de corregir disfuncionalidades físicas o recuperar extremidades perdidas a cambio de copiosas sumas de dinero –con la correspondiente polémica que suscitaba – es ahora motivo de lucha en los suburbios de una metrópolis podrida. Un grupo de fanáticos contrarios a Órgano, la Unión por la Salvación, tratan de interferir en los negocios de Órgano mediante propaganda difamatoria y atentados terroristas. Por último, los Racan constituyen una asociación de jóvenes “tecnologizados” que proclaman su libertad frente a Órgano, que se erige como propietaria de aquellos a los que ha instalado prótesis imposibles de retirar, y la Unión por la Salvación, que ve en las personas tratadas por Órgano individuos que no pueden ser libres. Texhnolyze posee además un importante componente de búsqueda de la verdad, el consuelo y la libertad, presente en los discursos de las distintas facciones en una especie de mito de la caverna recreado en una urbe regida por el oscurantismo. La aparición de un personaje proveniente de la “superficie” ofrecerá nuevos debates en la Lux que los torturados ciudadanos conocen y en la que las luchas de poder se suceden.
Tanto en Texhnolyze como en RoboCop observamos el uso de la tecnología como reclamo para una sociedad que demanda atención por parte de gobernantes incapaces de dar respuestas adecuadas a sus necesidades. Gobernantes que se dejan manipular por intereses privados deseosos de copar todas las miradas y las ganancias que el entorno pueda otorgarles. En el caso de Texhnolyze, podemos imaginar que lo que parecía una esperanza para mucha gente se ha convertido en el negocio de unos pocos que controlan a los ciudadanos y se llenan los bolsillos a costa de la destrucción paulatina de lo que ya era una ciudad ruinosa. En el caso de RoboCop, asistimos a lo que podría ser el principio del fin pero no lo es porque el tono de la obra es claramente de advertencia. En RoboCop se juega, por una parte, con el tipo de distopía de la que hablábamos en el párrafo anterior; y, por otra, con el planteamiento de un vigilante perfecto del que Foucault estaría orgulloso. Se exploran los peligros de crear una fuerza de seguridad que haga cumplir la ley –o lo que sus propietarios demanden –a cualquier precio, sin sentido común o piedad alguna. De ahí la importancia de que Murphy siga siendo él mismo y no se vea anulado por la programación a la que ha sido sometido su cerebro, pues si no conserva nada de humano, cumplirá con su deber a costa de violar los principios morales por los que se rige como persona.
Cabe destacar en este punto que el personaje de RoboCop está inspirado en el Juez Dredd de John Wagner y Carlos Ezquerra, quien patrullaba las calles de la corrupta Mega-City en busca de criminales a los que detener, juzgar, condenar y ejecutar. Dredd era el producto de la clonación del Juez Supremo Fargo, quien implantó el sistema de “justicia instantánea” y acabó suicidándose ante su propia creación. Dredd cree firmemente en la cruzada de su predecesor porque su mente está creada a su imagen y semejanza, sirviendo como herramienta para perpetuar un sistema que no reduce la criminalidad, pero legitima la creación de un Estado de miedo regido por el Departamento de Justicia. Así pues, el desarrollo de la personalidad de Dredd está condicionado por la institución en cuyo seno ha sido creado al igual que RoboCop está sometido a los designios de la organización que ha hecho de él algo más que un policía desmembrado. Es este paralelismo el que confirma que el peligro no está en la tecnología de la que se disponga, sino en que, pase el tiempo que pase, el hombre seguirá siendo un lobo para el hombre.
Referencias
https://cincodays.files.wordpress.com/2014/06/robocop-cincodays.jpg
http://www.jamesaxler.com/images/dredd.png
http://img.dubbedanimeonline.tv/512.jpg
http://www.laweekly.com/imager/b/magnum/4438954/7afc/Featured_image.jpg
http://www.weeatfilms.com/wp-content/uploads/2014/02/robocop_movie-wide.jpg
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