No me gusta el futbol. No, no me siento más español porque juegue la roja, ni me invade el sentimiento deportivo o consumista que fundamentan todas las estrellas que forman ese firmamento que, en la liga, o en el mundial, brillan con luz propia.
Se puede (o no) estar de acuerdo con que el futbol es la hipnosis que la sociedad obtiene para que olvidarse de los problemas que realmente están sufriendo. El mundial, es declarado solo un reclamo exterior para que el mundo (al igual que le colaron el anillo a Sauron) pueda estar entretenido a otra cosa y con lo cual, la gente pierde el culo con todo lo que desprende un aconteciendo de gran calibre.
Sin embargo, para mí, un mundial puede suponer algo mas que estar pegado a la tele. Suponen recuerdos con mi padre, el cual si era un enamorado del futbol. Eran tardes de nostalgia con una camiseta roja de publicidad y toda la familia festejando (pocos en esos tiempos) goles y pases de la selección española en nuestra particular grada que no era más que el sillón de mi casa. Luego venían las derrotas, las decepciones, los “arbitro cabrón”… pero luego todo se arreglaba con ir a cenar a mi lugar preferido de comida rápida.
Un evento futbolístico reúne a los amigos que, durante noventa minutos, apartan diferencias de preferencias de equipo para disfrutar del juego conjunto. Surgen incluso nuevas amistades de grupos que se unen y todos unidos por un único deseo, la victoria. Viene a mi memoria el gol de Iniesta y como me quedé afónico, la celebración por las calles, el caos que aquello formó, pero a la vez el sentimiento de unión por parte de toda la población.
Curiosamente, es consumismo… pero también es hostelería agradecida. Son bares abarrotados con cañas, tapas y refrescos. Es tomarse una cerveza fresquita en una terraza con la expectación del momento, la euforia de sentirse uno más de los once del terreno de juego o la impotencia de no poder hacer nada si nos han encajado varios goles…
No me gusta el fútbol, no. Pero si me gusta compartir momentos con los míos y recordar buenos momentos que, por desgracia, ya nunca volverán.
Feliz Jueves
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