Los argentinos y su selección, una historia de amor y odio

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La pasión de los argentinos por su selección de futbol es relativamente nueva y, precisamente por ello, es que llama tanto la atención. Razones políticas, sociales y hasta económicas propician estos comportamientos que en este artículo tratamos de desmenuzar. ¡Bienvenidos al desquiciante mundo del hincha argentino!

Atenas, año 2004, Juegos Olímpicos. Argentina gana con horas de diferencia los oros en baloncesto y en fútbol. Entrevistado por una emisora de radio argentina, el periodista deportivo uruguayo Jorge da Silveira dijo: “Siento envidia de los argentinos; en primer lugar, por tener una generación de deportistas que se juegan el físico por su selección, teniendo contratos millonarios con sus clubes; y en segundo lugar porque en un país con tantos problemas políticos, sociales y económicos, son capaces de olvidarse de ellos y tener todos la voluntad de dejar de lado sus diferencias y unirse como lo hacen…” Y yo, nacido en Argentina y viviendo allí por entonces, por un lado, me emocionaron esas palabras, y por el otro me hicieron pensar que, para un argentino, no era extraordinaria esa unión ante un éxito deportivo porque así había sido desde siempre… o no… hagamos historia…

El fútbol desembarcó en Argentina en el año 1840, de la mano de los primeros obreros ingleses que llegaron al país para la construcción del ferrocarril. Ese novedoso juego fue rápidamente adoptado por los autóctonos por dos razones principales: las reglas eran muy sencillas, y no se necesitaba ninguna indumentaria especial, ni desembolso de ningún tipo. Cualquiera podía jugarlo. En pocos años se empiezan a fundar, en todo el territorio, clubes para la práctica de este juego convertido en deporte. El primer partido “oficial” organizado ya bajo un reglamento común, se jugó en 1867. En el año 1893 se funda la Asociación del Fútbol Argentino, siendo la primera en Sudamérica y la octava en el mundo. En el año 1931 el campeonato de liga de primera división se convierte en profesional. Hoy en día, Argentina es el país con más licencias federativas del mundo (900.000 federados) y Buenos Aires la ciudad con mayor cantidad de estadios (18).

Pero, a pesar del arraigo popular del futbol, de la pasión que siempre ha despertado a nivel local, y de la cantidad de futbolistas que han sido figuras en ligas de todo el mundo, la selección argentina no contaba con el apoyo masivo de los aficionados. No fue hasta el año 1974, después del fracaso argentino en el mundial de Alemania, que, con la contratación de un seleccionador de 36 años, Cesar Luis Menotti, con un proyecto de cuatro años, hasta el mundial de 1978 que se jugaría justamente en Argentina, un estilo de juego ofensivo y vistoso, y por los continuos pedidos por parte de éste de que el aficionado al fútbol se hiciera hincha de la selección “de todos”, la gente primero se acercó, y luego se apasionó por el equipo nacional. Hasta la locura…

Después del campeonato mundial logrado en Qatar 2022, el mundo entero pudo ver la magnitud de los festejos, con participación gubernamental incluida, decretando festivo nacional para que el pueblo pueda salir a la calle a expresar su algarabía. Y el pueblo se dejó llevar, convencido. ¿Por qué?

Según Sergio, jubilado de 61 años, es porque: “¡Por fin ganamos algo! Nos llevamos tantos palos… nos apalea el gobierno, el FMI, los empresarios. Podemos ser los mejores en tantas cosas, pero no lo somos. Al menos ahora, en futbol, ¡somos Campeones del mundo!”

José Luis, empresario de 59 años, me cuenta: “Es como “Fiesta” de Serrat, con la pequeña diferencia que, en los pueblos, la fiesta es, al menos, una al año, y yo he tenido de estas solo tres en mi vida. Si lo pienso fríamente, sigo teniendo los mismos problemas que antes pero, al menos, me quito un poco de ganas de festejar algo grande”

El hecho es que el argentino es un pueblo sufrido. Es por eso que cualquier victoria es magnificada, cualquier logro es motivo de orgullo. Aún más en un mundial de fútbol porque saben que, históricamente, los jugadores argentinos están en la élite mundial, no en vano tres de los cuatro mejores jugadores de todos los tiempos nacieron allí. Por tanto, una gran actuación en el campeonato es una obligación. Pero Argentina es el país del “Casi”; el cine argentino atesora dos Oscar, y “casi” ganó otros dos; tiene cinco premios Nobel, y “casi” otros tres; la Ciudad de Buenos Aires es “casi” una ciudad europea; han ganado el mundial tres veces, y otras tres “casi”, siendo subcampeones.

Federico, economista de 34 años, me cuenta: “El primer recuerdo que tengo de un mundial son los llantos por la eliminación en el del 98 en Francia. A partir de entonces lloré con cada eliminación, cada cuatro años. Esta vez el llanto fue de alegría. ¡El futbol nos debía una! No vamos a ser mejores como país; tendremos las mismas miserias, los mismos problemas, seguiremos igual de enfrentados pero, al menos por unos días, tenemos algo de lo que festejar TODOS

Como todos los pueblos, el argentino necesita de objetivos comunes. Contar con un fin común genera unidad, planes a medio y largo plazo, incentivos por los que luchar. Pero no los tienen. Los añoran y los buscan. Es por esto que la Selección Argentina de fútbol se convierte en una cuestión prioritaria sabiendo, como saben, que el potencial para ser los mejores siempre está ahí. Por esa falta de objetivos comunes, también, el pueblo salió a la calle para festejar una guerra tan absurda como los gobernantes que la iniciaron, pero esa es otra historia…

Cecilia, psicóloga de 54 años, detalla el perfil del fanático: “El argentino, con la Selección, tiene una personalidad determinada como hincha, que no siempre se corresponde con la suya en otros ámbitos. El inconsciente colectivo le lleva a adoptar conductas que no son propias. Y se vuelve fanático. Tiene pensamientos absolutistas, creencias irracionales, emociones exacerbadas, baja tolerancia a la frustración, y falta de control de impulsos. Es por todo esto que se festeja la victoria como se festeja, pero, por contrapartida, se sufren las derrotas como se sufren. Por eso es que podemos salir a festejar al obelisco una victoria contra Brasil, por ejemplo, y a la semana siguiente pedir la cabeza de los jugadores por un empate contra Ecuador.”

El argentino prototípico idolatra a sus héroes de una manera casi irracional, tanto como condena a sus enemigos. O Dios o el diablo. Sin razón, sin imparcialidad; y, mientras que, para cuestiones más mundanas o más domésticas, existen los grises, para con el fútbol todo es blanco o negro.

Por todo esto, desde el 18 de diciembre de 2022, y hasta julio de 2026, cuídense de discutir de fútbol con un argentino porque ellos, todos, sin excepción, son CAMPEONES DEL MUNDO.

Diego Moll Soto

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