La mayoría de los espacios (urbanos y rurales) se han configurado sin tomar mucho en cuenta el lugar de la mujer en ambos espacios. Muchas de las políticas urbanísticas se plantean y llevan a cabo desde perspectivas en las que no se ha tomado en cuenta a las mujeres. En los últimos años arquitectos/as y urbanistas con una mayor conciencia del lugar de la mujer en los espacios públicos, comienzan a alzar la voz al respecto y se promueven políticas urbanísticas que tomen en cuenta las necesidades y demandas de las mujeres en sus entornos, ya sean urbanos o rurales.
Desde la geografía feminista (y la antropología urbana) se han realizado y publicados estudios muy interesantes que potencian la inclusión y visibilización de la mujer en los proyectos urbanísticos y los espacios rurales. En este artículo, abordaré estudios realizados por Anna Ortiz Guitar, Ortiz Guitar y Fabia Díaz, y María-Ángeles Durán, cuyos estudios y publicaciones van encaminados a incluir la perspectiva de género en la arquitectura, el urbanismo, las políticas urbanísticas y las de desarrollo rural.
Para Anna Ortiz Guitar los cuerpos no sólo ocupan espacio, también son espacios y a través de ellos experimentamos nuestras emociones y conectamos con los demás, con el mundo. Indica que los cuerpos “son lugares físicos donde las relaciones de género clase y etnia, se encuentran y son practicadas”. Los cuerpos son “mapas de deseo, placer, dolor, odio, amor”, y son los primeros lugares donde inscribimos los valores, la moralidad y las leyes sociales. Las identidades se construyen desde las prácticas del lenguaje corporal, la masa corporal, la estética (formas de vestir y simbología inscrita en los cuerpos), de forma tal que esas identidades pueden ser leídas o interpretadas de diversas formas. (Ortiz Guitar, 2012).
El análisis del cuerpo en estudios geográficos, rompe con los esquemas tradicionalistas de ver el cuerpo sólo en la esfera privada, como si no ocupase un lugar relevante en la esfera pública. La importancia de constatar cómo en una visión del cuerpo desde una perspectiva conservadora (desde las esferas del poder), se relegan las emociones y sentimientos a la cotidianidad, por tanto exclusivamente a la esfera privada, ha contribuido a que durante mucho tiempo se haya dejado el cuerpo fuera del ámbito de la investigación.
En cuanto a estudios realizados sobre juventud, La autora señala diferentes estudios sobre los cuerpos de jóvenes que viven en la calle —como los trabajos de Herrera et al en Puebla (México) y los de Beazley– en los que el primero, refleja cómo los jóvenes a través del control de sus cuerpos, que identifican “como lugares de autodefinición, resistencia y transgresión”, tomando en cuenta la creatividad y la libertad que esta situación les proporciona, les facilita la creación de “una identidad social y un sentimiento de pertenencia”, que necesitan para sentirse empoderados en un ambiente que por lo general les puede resultar hostil. Mientras que Bazley, analiza los “espacios de vida cotidiana de las calles” —estaciones de autobuses, lavabos, parques, mercados, debajo de los puentes, etc.— espacios que la autora considera se convierten en “territorios de transformación y constatación”, a la vez que espacios donde se forjan “las identidades y comunidades alternativas”.
Aunque los espacios públicos permiten la creación de identidades sociales y son espacios que forjan el carácter de los jóvenes y les permite sobrevivir en la adversidad, también son espacios donde los/las niños/as son estigmatizados, por el Estado y los medios de comunicación. Una veces tratados como delincuentes y otras como víctimas. Sobreviven a la marginación a través de sus cuerpos, a través de una estética caracterizada por su vestuario, piercing, tatuajes, etc.
La autora también hace referencia a algunos autores analizan los cuerpos móviles, en contexto de movilidad y globalización, considerando el cuerpo como “escala de análisis político”. Otros estudios facilitan el entendimiento del cuerpo como “vector en movimiento”, mostrando cómo la sexualidad corporal “refuerza la migración queer” y cómo los sentimientos positivisados refuerzan el sentido de lugar, en la sociedad de acogida.
A partir de estos planteamientos la autora muestra la necesidad investigar sobre la juventud desde una perspectiva de género interseccional, ya que los roles de género que tradicionalmente se han construido y asimilado —en diferentes contextos, lugares y espacios— contribuyen a la invisibilización del cuerpo femenino, a su dominación, explotación y seducción, mientras que se potencia y visibiliza mayormente el cuerpo masculino. Los y las niñas y jóvenes, son los más vulnerables a ser sujeto de estas interpretaciones patriarcales y a reproducirlas, por lo que el estudio de éstos desde una perspectiva de género que contemple diferentes formas de interactuar, diferencias culturales, étnicas y generacionales facilitará y fomentará las relaciones de género en igualdad de condiciones y desde el respeto mutuo.
Junto a Fabia Díaz, Ortiz Guitar también hace referencia a los espacios públicos con una dimensión sociocultural, donde se dan distintas dimensiones de interrelaciones. Las autoras hacen referencia a grupos con intereses diversos que “contribuyen a una identidad colectiva de comunidad”, debido a la diversidad de las personas que “ se apropian del lugar” y desarrollan diversas actividades en los mismos. (Díaz, F. Ortiz., A. 2002).
Haciendo referencia a la llegada de inmigrantes asentados en dos barrios de Barcelona (el Raval y Ca n´Ánglada), las autoras muestran cómo en la cotidianidad en estos barrios se dan “situaciones de fragmentación social” que muchas veces desembocan en situaciones de violencia y xenofobia contra los nuevos residentes. Estas autoras ponen de manifiesto la forma en la que la gentrificación de espacios urbanos, con la idea de “elitización”, excluye, desplaza y promueve la reducción de densidad en zonas urbanas, contribuyendo a que se pierda la riqueza poblacional, la heterogeneidad social y étnica, y la diversidad como experiencia cotidiana en los barrios de mayor población de inmigrantes.
Las autoras señalan que por lo general los/as inmigrantes son “los chivos expiatorios de los problemas del barrios”, a quienes se les atribuye la causa de la “huida” de los autóctonos de los barrios y los “usurpadores” de los espacios públicos. En lugar de plantearse este tipo de discursos, exponen las autoras, que habría que plantearse hasta donde los espacios públicos cubren las demandas y necesidades de los y las vecinas que lo habitan, o si el por el contrario, sólo se han proyectado como “espacio de diseño” para las ciudades. Esto es, sin espacios para los niños y niñas, sin la percepción de seguridad para las mujeres y los mayores, sin la garantía de interacción, ni el respeto a la diversidad o la riqueza de la heterogeneidad social y étnica, y sólo pensados para el consumo y el comercio. Unas políticas urbanísticas que sólo garantizan una “débil cohesión social que dificulta el uso y la apropiación compartida de los espacios públicos” y que trae como consecuencia la fragmentación social del espacio urbano.
Por su parte, María-Ángeles Durán nos muestra la figura de la mujer en la ciudad, tomando en cuenta los modelos urbanos y las diferentes teorías que analizan el lugar de la mujer en los distintos espacios. Esta autora señala cómo la mujer ha sido considerada, en los discursos hegemónicos, como un objeto, una pieza de adorno, ajena a los espacios públicos y “representada desde una posición marginal”. Para esta autora, esta perspectiva hegemónica considera de igual manera las necesidades de los hombres y la mujeres, desde una mirada simplista, que propone “un sujeto estandarizado y consumidor de imágenes”, que trae como consecuencia “el diseño de espacios urbanos excluyentes”, que apuestan por “objetos arquitectónicos de lujo que configuran una ciudad segmentada”. (Durán, 2008).
Lo que se ha escrito sobre las ciudades, según esta autora, por lo general se hace sin tomar en cuenta los sujetos que producen este conocimiento. En el caso de las mujeres, no se toma en cuenta su experiencia corporal, sus vivencias ni sus estrategias personales de vida, para incluirla en los espacios públicos. Esto se debe a que en la mayoría de las comunidades científicas “se plantea una tensión entre el tipo de conocimiento desde dentro y el que se genera desde fuera”. Hay una tensión entre un lenguaje científico en el que se deben excluir las sensaciones, emociones y sentimientos que se generan desde el cuerpo (sobre todo femenino), dando paso sólo a las definiciones que las disciplinas científicas imponen, esto se da sobre todo en arquitectura y urbanismo, pero no es algo de lo que escapen también las ciencias sociales.
En los diseños hegemónicos establecidos, los hombres son los que tienen la posibilidad de crear discursos sobre la ciudad y al mismo tiempo la posibilidad de difundirlo, mientras que la mujer tiene un papel más pasivo. El conocimiento que se genera desde dentro, desde las emociones y sensaciones que nos sugieren los espacios que compartimos, habitamos, transitamos, etc., (el conocimiento más subjetivo) que tomado en cuenta fomentaría verdaderos espacios de convivencia, donde habría una representación de la mujer potenciando su agencia, su capacidad de transformación, de interacción y de representatividad en los espacios públicos, provocaría además un desafío político que obligaría a los grupos de poder a integrar a los grupos sociales excluidos en los planteamientos urbanísticos.
La autora aboga por “una ciudad compartida”, en la que se desmonte “el modelo de estructura urbana” en el que el modelo social y del contrato implícito, deshacen la pretensión igualitaria, que afirma la Constitución. La autora hace referencia a La Carta Europea de la Mujer en la Ciudad[1], en la que se reclama para las mujeres y otros grupos sociales:
- La ciudad activa.
- La participación en la toma de decisiones respecto al planteamiento urbano, vivienda, transporte y medio ambiente.
- La igualdad de oportunidades en la investigación y educación, en los centros de trabajo, en las profesiones relacionadas con los planteamientos, viviendas, movilidad y seguridad en las ciudades.
- La solidaridad, promovida tanto a nivel básico, como a niveles intermedios.
- La consideración de la vida cotidiana.
- El equilibrio ecológico, que permita un desarrollo sostenible y la conservación del planeta para las generaciones venideras.
- Movilidad y seguridad, con acceso al transporte público y libre circulación por la ciudad.
Conclusión: Por lo general la mujer ha sido relegada al espacio privado y excluida de los espacios públicos, lo que no ha sido una excepción en los planteamientos y políticas urbanas, configuradas para seguir reproduciendo espacios de poder. A pesar de esto, en los últimos años los estudios realizados desde la geografía feminista, la antropología urbana (entre otras disciplinas), se han empeñado en la visibilización e inclusión de la mujer en el espacio público. Se aboga por una arquitectura, urbanismo y políticas urbanísticas verdaderamente inclusivas, proyectadas desde las necesidades y las experiencias de la mujer y los grupos menos favorecidos hasta ahora. Es necesario que la reestructuración de espacios urbanos no respondan a procesos de gentrificación elitistas que promuevan mucho más exclusión e invisibilización de las mujeres y grupos minoritarios, sino que promuevan la interacción entre los diferentes grupos, la diversidad y la heterogeneidad social y étnica. Aún queda mucho por hacer, pero es importante resaltar que poco a poco se avanza hacia unas políticas más inclusivas y un mayor protagonismo de la mujer en la esfera pública.
Referencias
– Díaz, F., Ortiz, A. (2002). Ciudad e inmigración: uso y apropiación del espacio público en Barcelona. Lorenzo López trigal, Carlos E. Relea Fernández, José Somoza Medina (coords). (2003). La Ciudad: nuevos procesos, nuevas respuestas. (actas Coloquios de Geografía Urbana). León, Universidad de León. Secretariado de Publicaciones y Medios Audiovisuales. Pp. 393-407.
– Durán, M. A. (2008). La Ciudad Compartida. Conocimiento, afecto y uso. Ediciones Sur. Santiago de Chile.
– Ortiz Guitar, Anna. (2012). Cuerpo, Emociones y Lugar: Aproximaciones Teóricas y Metodológicas desde la Geografía-. Geographicalia (Barcelona) Nº 62. 115-31
Imágenes:
http://www.shutterstock.com/s/mujeres/search.html?page=2&thumb_size=mosaic
http://www.freepik.com/freevector/cityskylines_786248.htm#term=ciudades&page=1&position=1
http://www.freepik.com/index.php?goto=2&k=mujeres&order=2&searchform=1&vars=2
https://pixabay.com/es/parque-bryant-park-urbana-91947/
[1] Para ampliar información sobre La Carta Europea de la Mujer en la Ciudad ver:
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