Un héroe español muy desconocido, Ángel Sanz Briz, cuyos actos en la Segunda Guerra Mundial le valieron el título del Ángel de Budapest, llegando a salvar la vida de más de 5.000 personas.
Comienza esta historia un 28 de septiembre de 1910, día en el que nacía Ángel Sanz-Briz en el Hospital de Zaragoza. En su currículo aparecen los estudios de Derecho que realizó en Madrid y posteriormente su ingreso en la Escuela Diplomática.
Su primera misión como diplomático fue en Egipto, y posteriormente, en 1942, fue destinado a Hungría, afincándose en Budapest.
En esa época la Segunda Guerra Mundial estaba en pleno apogeo. Hungría tuvo un doble papel en ella: la comenzó integrado en el Eje que formaba Alemania y otros países como Italia.
Sin embargo, como se vio más adelante, se trataba de una alianza forzada, y el país húngaro no tardó en contactar en secreto con Inglaterra y Estados Unidos, sus supuestos enemigos.
Cuando Alemania fue consciente de esta traición, mandó a sus fuerzas ocupar Hungría. Hasta entonces los judíos residentes en Budapest habían tenido que soportar nuevas leyes que mermaban sus libertades, pero desde la ocupación la situación empeoro rápidamente y comenzaron las deportaciones y las exterminaciones en masa.
Desde el inicio, Ángel comenzó a transmitir a España lo que sucedía. Empezó dando noticias de las nuevas disposiciones legales que se estaban imponiendo en el país húngaro. En ese momento en el país español gobernaba Francisco Franco, y las palabras del embajador no causaban el efecto deseado.
Entonces se decidió a actuar, desde la indignación y la impotencia que la situación le causaba se propuso hacer todo lo que estuviera en su mano. Así, como conocedor de las leyes de su país, encontró la manera de salvar a más de 5.000 judíos.
Se acogió al Real Decreto de 20 de diciembre de 1924. Éste responde a una especie de compensación por la expulsión en el siglo XV por los Reyes Católicos de todos los judíos no convertidos. Lo que dice es que los «antiguos protegidos españoles o descendientes de éstos, y en general individuos pertenecientes a familias de origen español que en alguna ocasión han sido inscritas en registros españoles y estos elementos hispanos, con sentimientos arraigados de amor a España, por desconocimiento de la ley y por otras causas ajenas a su voluntad de ser españoles, no han logrado obtener nuestra nacionalidad» deben de ser protegidos por España y sus agentes.
Aunque era una ley que tenía una fecha de caducidad ya pasada, logró hacerla pasar por válida para nacionalizar a judíos húngaros haciéndolos pasar por judíos sefardíes, es decir, con antepasados españoles.
Alquilaba apartamentos donde refugiaba a todas estas personas ya bajo protección española. Según él mismo relató posteriormente en entrevistas, la situación era horrible, podían llegar a convivir más de 50 personas en pisos de 2 habitaciones, pero todo era mejor que la alternativa: un campo de concentración o la cámara de gas.
Ante estas prácticas, el gobierno español se mantuvo en silencio, pero llegó un momento, a finales de 1944 en el que decidieron trasladarlo por miedo a que todo saliera a la luz y las represalias hacia España fuesen importantes.
Es también importante decir, que otros enviados españoles en otras zonas siguieron sus pasos y utilizaron la misma técnica para salvar miles de vidas más. Su heroísmo le ha valido muchas condecoraciones, hasta ganarse el apodo del Ángel de Budapest, pero ningún agradecimiento igualará nunca a la magnitud de sus actos.
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