“Hacen falta mapas estratégicos, mapas de combate, porque estamos en guerra permanente, y la paz es, en ese sentido, la peor de las batallas, la más solapada y la más mezquina”
Michael Foucault
¿Imaginas un ajedrez adaptado a las democracias liberales e inspirado en las ideas que tenía Foucault respecto al poder? Pues ese juego existe ¿Quieres saber cómo es? No te vayas muy lejos.
Llevamos un par de meses en plena vorágine de campaña electoral (dos seguidas para ser más concretos, por si con una no teníamos suficiente) y de resaca la martingala de los pactos postelectorales donde hay que conjugar la política local con la nacional tratando de atisbar que precio habrá de pagarse según con quien se pacte.
Es por eso que si hay un juego que refleje esto de lo que estoy hablando es el djambi, más conocido como ajedrez de Maquiavelo, y no porque fuera su creador sino porque refleja las aptitudes maquiavélicas necesarias para jugar al juego (o mejor dicho ganarlo) y a la política en general.
Lo que quedó de las revoluciones
Si existe un año que amenazó con cambiar el mundo tal y como lo conocemos ese fue el de 1968. Si hubo un lugar en el que aquel año se hizo revolución es Francia en general y París en particular… y si existe alguien competente por haber analizado hasta la extenuación los entresijos del poder ese fue Michael Foucalt.
Pues resulta que fueran estas tres variables las que se conjugaron para que naciera el juego que nos ocupa este mes; fue en un taller llevado a cabo por un grupo de discípulos del filósofo francés en el que trataron de recrear en un juego de mesa las luchas de poder que se reflejaban durante una campaña electoral en una democracia occidental. Y si a eso le añadimos que se hizo desde una perspectiva foucaultiana el producto no podía tener otro nombre que Ajedrez de Maquiavelo.
¿Qué es el ajedrez de Maquiavelo (o djambi)?
Se trata de un juego de tablero abstracto (para que se me entienda de una forma fácil, lo contrario a la concretitud de Warhammer) en el que cuatro partidos políticos (es decir; cuatro jugadores pese a que exista una versión para tres) tratan de un modo bastante acertado, según mi parecer, e irónico alcanzar el poder simbolizado en la casilla del centro del tablero. Estos cuatro partidos políticos están encarnados en los colores del parchís (rojo, verde, amarillo y azul).
El tablero consta de 9 filas y 9 columnas (el ajedrez se juega en uno de 8×8) en el que se distribuyen los siguientes “contendientes” por partido político: un líder, un asesino, un reportero, un provocador, un necromóvil y cuatro militantes colocados todos ellos en las esquinas del “terreno de juego” al iniciarse la contienda.
El objetivo final es bastante claro y sencillo: asesinar al líder contrario (a los líderes en este caso) para que el propio ocupe la casilla central. Os suena ¿verdad? Sin embargo, hay algo que lo cambia todo y que también nos recordará a algo de rabiosa actualidad: pese a que se trata de un juego individual a lo largo de toda la partida no solo se podrá sino que serán necesarias los pactos y alianzas que posteriormente se romperán para forjar nuevas con aquellos que hace unos turnos eran nuestros más fervientes enemigos. Y como sucede en política, ni que decir tiene que estos pactos pueden llevarse a cabo a viva voz o en secreto.
Pero como siempre digo, estas reseñas no pretenden ser instrucciones exhaustivas sino anzuelos conectados a temas antropológicos con el que enganchar a alguien a probar nuevos juegos, y por ello la mejor forma de verlo es a través de un vídeo explicativo.
Aclaraciones por si te decides a jugar
Este juego no solo tiene de genial el trasfondo para los frikis de Foucault sino que resulta profundamente sencillo fabricarse uno de andar por casa (lo que representa un plus en el cada vez más mercantilizado mundo de los juegos de mesa). En España, principalmente, y otros países hispanohablantes se comercializó en los años 80 con el nombre de “El líder” y “El candidato”.
Por cierto, la ya citada versión para tres jugadores representa aún más irónica y tristemente real: este partido es movido a placer por el resto de candidatos como si fuese un títere y si ocupa la casilla de poder es únicamente para obstaculizar a los rivales y hacer aquello que quiere el partido que le maneja.
Por último, si finalmente te animas y pretendes ganar a tus amigos ten en cuenta que para ganar tienes que fijarte en la realidad de la política actual: ni la ética ni los escrúpulos son rentables para ganar a este juego sino más bien todo lo contrario.
Referencias
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