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“Muchas gracias por llamarnos mayores y no viejos, Julia” – ¿Por qué? – Pregunté yo.

“El término viejo nos hace creer que ya no valemos, que no aportamos, que no somos nada o somos un estorbo.” Esto me decían algunas de las personas mayores con las que trabajo en un centro de día. Desde entonces comencé a dar vueltas al asunto de la jubilación y al sentido de la vida que se le da una vez acaba la “etapa productiva” de las personas en la sociedad.

Comencé a observar el sentido que se le da a la “vejez” y el proceso que ello conlleva. Quiero decir, desde que comencé a trabajar con adultos mayores me interesé mucho por el proceso de la jubilación, el paso de tener una vida casi rutinaria con, mínimo, ocho horas diarias cubiertas en el trabajo a la situación de terminar esa etapa. Siempre había creído que lo que más quiere una persona que lleva años y años trabajando es la jubilación merecida, pero me he ido dando cuenta de que, a pesar de que esta afirmación sea cierta, hay un tanto de incertidumbre total en este proceso, de no saber qué hacer y de sentimiento de inutilidad. Una situación difícil para la gran mayoría de las personas a las que he preguntado.

Esto no significa que las personas no quieran jubilarse ni sean felices al tener tiempo para ellas, sino que al principio es un proceso complicado por el cual no saben por dónde empezar.

Una persona “mayor”; con mayor me refiero a personas que han alcanzado la edad de la jubilación, tiene dificultades a la hora de elegir qué hacer. Todos pensamos que es maravilloso, podemos hacer lo que nos dé la gana y disfrutar, ahora sí, al cien por cien de la vida y lo que ella nos ofrece…. pero cuando llega ese momento no saben por dónde empezar o hacia dónde tirar.

He hablado con muchas personas, sí es cierto que la gran mayoría de ellas llevan jubiladas muchos años y por ello ya se mueven en este mundo como “pez en el agua”, pero todos me hablan del proceso que aquí cuento. A mis “alumnos” les pedí que me contaran y que me hicieran una redacción sobre el tiempo transcurrido entre el momento en el que se jubilaron hasta que consiguieron adaptarse a esa “nueva vida” y me di cuenta de que muchos de ellos pensaban lo mismo. Por ejemplo: “sesenta y cinco años esperando la jubilación con muchas ganas de que llegue ese día” decía Pedro. “Voy a hacer todo lo que no he podido antes, viajar, estudiar, diversión, excusiones, etc. Pero cuando llega, la realidad es otra: la pensión es menos de lo que pensabas, te sobra mucho tiempo, tienes que organizarte, pierdes amistades, te entra angustia y te deprimes.”

Veo a mi alrededor familiares y amigos que están deseosos de que llegue esta nueva etapa y una vez ha llegado se pasan meses sin saber qué hacer, perdidos y desorientados. A mi parecer, creo que es más el sentimiento de sentirse poco productivos y de ver a los jóvenes como un reemplazo el cual no son capaces de aceptar. Es normal ese sentimiento, sobre todo al principio, pues una persona que acaba de jubilarse no es lo mismo que una persona de 90 años.

Del mismo modo he comprendido también el sentimiento de soledad que sufren muchas personas recién jubiladas o bien aquellas que llevan años en “este mundo”. Sienten que han perdido una etapa maravillosa y, aunque esta nueva sea igual o más maravillosa aún, les cuesta comprender y aceptar. La vida sigue su curso, la cotidianeidad, comienza la necesidad de realizar nuevas actividades, conocer nuevas personas y cerrar una etapa que ha sido la gran mayoría de su vida. Comienza una incertidumbre que poco a poco irá desapareciendo, pero que en sus comienzos es difícil. Con esto no quiero decir que todo el mundo piense lo mismo ni que esté en la misma situación, ni mucho menos que sea absurda esta nueva etapa, simplemente dar a conocer mi sensación y la visión que he tenido al trabajar con personas mayores. En los centros de día hay personas desde los 65 años hasta personas que han alcanzado la centena, esta diferencia de edad es notable y al comienzo, las personas recién jubiladas se sienten fuera de lugar. Muy comúnmente he oído frases del tipo “¿qué hago yo con tanto viejo?”

Es difícil aceptar esta nueva etapa, no solo por lo antes descrito, la pérdida de rutina y la necesidad de crear una nueva, el saber que no vas a volver a trabajar por lo tanto no vas a ser “productivo” en esta sociedad, sino porque sabes que estás alcanzando la nueva etapa de la vida, lo que algunos llamarían la vejez o lo que a mí me gusta más, la adultez al cuadrado. La vejez es una etapa maravillosa, pero tiene diferentes momentos y hay que saber aceptarlos y creo que esa es la mayor dificultad para las personas. Me da la sensación de que pocas personas recién jubiladas son capaces de aceptar que están comenzando una nueva fase, admitiendo así que se están haciendo mayores. Pero a la vez siento que esta culpa es social, que toda la sociedad ve a las personas mayores como viejas, y el término viejo, en muchas ocasiones da a comprensiones “negativas,” en el sentido de no valer. Como sociedad, deberíamos avanzar en este aspecto, dar mayor importancia a la gente mayor a la vejez y lo que ello conlleva e invertir la situación. Dando un papel protagonista a las personas mayores, comprendiendo que, aunque su etapa productiva en la economía haya acabado, tienen otras muchas más y mejores cosas que ofrecer a la sociedad. Uno de los mayores problemas que tenemos como sociedad es que, cada vez más, nos movemos por y para la economía. Pero, podríamos aprovechar, como seres sociales que somos, la experiencia acumulada por los mayores, valores y saberes. De nuevo, “cambiando las tornas,” deberíamos dejar de apartar a los adultos mayores de los procesos de mejora social, empresarial o económica. Dejar de pensar (de nuevo como sociedad no a nivel individual) que son un coste o una carga.

Son lo mejor que tenemos en la sociedad, la experiencia y la sabiduría. En definitiva, la voz de la experiencia. Debemos motivar, apoyar, respetar y sobre todo valorar. La jubilación y la transformación que ello conlleva puede ser algo maravilloso, pero del mismo modo frustrante. Si bien es cierto que hay millones de actividades y cosas que hacer, pero es una situación que tiene varias etapas y entre ellas está la negación de entrar en la tercera edad, por ello siempre hay que dar voz a este colectivo, hacernos todos y ellos mismos conscientes de su valía y capacidad de aportar valor, hacerles sentir que son “útiles,” que valen, que tienen un espacio en la sociedad, pero uno real, con voz y participación.

 Julia Sanz González

Imagen: https://psicologiaymente.com/psicologia/fases-de-vejez

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