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   En un mundo plagado de grises, la percepción de la realidad se ha tornado en blanco vs negro, los buenos contra los malos, conmigo o contra mí. La polarización existente excede al plano político y ha impregnado la percepción de la realidad de una gran parte de la población espoleada por los medios de comunicación tradicionales y los algoritmos que actúan en las redes sociales, que eliminan los distintos puntos de vista con los que cualquier persona se podría formar una opinión propia.

   Los conflictos nacionales e internacionales que copan las portadas informativas se exponen de tal manera que parece evidente que existen un “eje del bien” que lucha contra un “eje del mal” y que obligan a posicionarse en un bando u otro sin dar lugar a la crítica ni a resaltar matices. Lo que se conoce la falacia del todo o nada, donde se admite la totalidad de una acción o se niega la totalidad de la misma acción o posicionamiento.

   El conflicto de Ucrania ha sido planteado desde el punto donde Ucrania ocupa el papel del bueno y Rusia el papel del malo, la crítica al gobierno de Zelenski, sitúa al que la realice, automáticamente, como aliado o simpatizante de Putin. Del mismo modo si cualquier persona se posiciona en contra de la actuación que Israel está llevando a cabo contra la población civil palestina, en ese mismo instante se sitúa al que realice esta crítica como aliado simpatizante de Hamás.

   A nivel nacional, si estás de acuerdo con una propuesta de EH Bildu eres un “filoetarra” que no condena el terrorismo de ETA, si una propuesta de VOX te parece interesante eres un fascista y si te sientes identificado con unas declaraciones de SUMAR, entonces eres un bolchevique revolucionario. Cualquier intento de argumentar es anulado y atacado por la masa contra quien se atreva a tener un criterio propio.

   Todo es y debe ser cuestionable, y estar en contra de un posicionamiento no te sitúa a favor de su contrario. Se puede entender que Irán atacara Israel tras el bombardeo de su embajada en el Líbano y no estar de acuerdo con las políticas que lleva a cabo Irán en su nación. Es entendible que una persona esté en contra de que Israel esté matando sistemáticamente a la población civil palestina, sin por ello estar a favor del secuestro de civiles inocentes por parte de Hamás y así sucesivamente. Cada posicionamiento debería ir acompañado de un argumentario, pero la capacidad de argumentar se va perdiendo, justificando los posicionamientos con la “falacia” expuesta anteriormente.

   Schopenhauer escribió en 1831, “El arte de tener razón”, donde exponía toda una serie de estrategias para “ganar” una discusión, como él mismo explicaba en el prólogo no se trataba de ejercer un debate filosófico donde a través de una contraposición de argumentos se llegue a un acuerdo donde prevalezca la mejor opción o la búsqueda de la verdad, sino de dejar a nuestro “oponente” sin capacidad de rebatir (habrá quien ponga en duda la obra del filósofo por ser un misógino, como si una cosa tuviera que ver con la otra). La capacidad de pensar y reflexionar por nosotros mismos es una de las características que nos diferencia de los animales, no hacerlo nos convierte en autómatas programados para dar una respuesta previamente condicionada.

La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros” Noam Chomsky

Manuel Carmona Curtido

@mcarmonacurtido

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