El ritmoanálisis parte de la idea de Lefebvre (1992) de analizar la ciudad a través de los diferentes ritmos que se originan en ella, generados estos no desde una orquestación consciente o planificada, sino a partir de la mezcla de habitantes y actividades que se dan en ella. Amin y Thrift (2002), en Cities, reimagining the Urban, definen estos ritmos como actividades, sonidos u olores caracterizados por una determinada regularidad, que además no implican sólo lo que el observador puede ver, sino que abarcan una complejidad interrelacionada más allá de lo que se puede percibir de entrada. En esta complejidad se entretejen, además, ritmos biológicos, psicológicos y sociales en el espacio y el tiempo de la cotidianeidad. Con el ritmoanálisis, por tanto, Lefebvre aúna el estudio del tiempo y el espacio, mostrando la importancia de considerar estos temas en conjunto, contribuyendo a pensar ambos de una forma diferente a la habitual. Para Revol (2012), la cualidad temporal de los ritmos liga el presente con el pasado y con el futuro pero, además, el espacio forma parte del ritmoanálisis de dos maneras. En primer lugar por medio de «una definición rítmica del lugar, capaz de tener en cuenta los cambios temporales a través de la repetición y la diferencia y de establecer su identidad a base de rasgos rítmicos que persisten a lo largo del tiempo»(Revol, 2012: 13). En segundo lugar mediante la escala: la necesidad de captar el ritmo a nivel humano conlleva el tener en cuenta esa limitación y contemplar la necesaria integración del espacio en un lugar mayor.
Esta escala humana viene trazada por la manera en que trabaja el ritmoanalista. Este observa los ritmos que se despliegan ante él, pero a diferencia del flâneur, que se sumerge en la ciudad mientras pasea por ella, necesita cierta distancia de lo observado para hacerlo (como la ventana de Lefebvre[i]). El punto de partida para este análisis parte del cuerpo, de su experiencia y conocimiento, de sus propios ritmos, aunque esto no implica un abandono a la total subjetividad: no hablamos únicamente de un proceso sensorial, sino de una forma de percibir que puede y debe ejercitarse como paso previo. Pero a la vez que el ritmoanalista trabaja la inteligencia analítica, es necesario dejarse llevar por el ritmo, abandonarse a él. Así, el proceso requiere de atención, una cierta cantidad de tiempo y la intención de realizar una observación que, más allá de constatar la existencia de ritmos, dirija su atención a su análisis para desvelar qué es lo que hay detrás de ellos, ya que a través de estos, de las repeticiones y regularidades, las personas ordenan su
experiencia espacio-temporalmente situada y se desenvuelven a través de la ciudad. Hablamos pues de la necesidad de fijar para un estudio de este tipo un determinado contexto espacio-temporal. Los ritmos no son iguales en todas partes y tiempos. Estas repeticiones y regularidades sugieren a Lefebvre que hay un orden, algo que se extiende más allá de lo observado y que es necesario desentrañar una vez constatados los ritmos que lo delatan. Este orden se esconde en la cotidianeidad, hecha de diferentes regularidades, de la que el ritmoanálisis ofrece una perspectiva privilegiada que conjuga lo «natural» con lo social, la naturaleza y el cuerpo con la sociedad. Para Lefebvre lo cotidiano sería lo mundano, y también la repetición, y es a través de lo cotidiano que este se plantea una crítica contra el capitalismo que abarca también la cuestión del cuerpo. Revol (2012) subraya esta característica del trabajo de Lefebvre, al que además sitúa dentro de los críticos de la vida cotidiana: mientras que desde otras posiciones de las ciencias sociales no se cuestionan el significado de vida cotidiana, los críticos buscan demostrar el desarrollo de su estructura a lo largo del tiempo, cómo se producen sus transformaciones a través de la repetición y como dentro de la cotidianeidad se insertan relaciones de poder asimétricas entre los sistemas burocráticos/institucionales y sus usuarios. Para ello habría que desentrañar lo que subyace bajo lo cotidiano, que introduce la continuidad y la sensación de que todo se repite, para trascenderlo. Lo rutinario de la cotidianeidad disimula los cambios, presenta el tiempo como una repetición continua, sin inicio ni final, donde los ritmos lineales, aquellos que Lefebvre asocia a la rutina y la monotonía, ocultan a los ritmos cíclicos, los movimientos de largos intervalos, la organización social que se manifiesta y conecta el presente con el pasado y el futuro. Es aquí donde Lefebvre efectúa su crítica al capitalismo, ya mencionada: el tiempo que mide el trabajo ha subordinado a este entre otros aspectos de la vida cotidiana. La repetición se convierte en fatiga y agotamiento, el tiempo, a la vez que se vive, se vende, se institucionaliza y la cotidianeidad tomada por la repetición se estabiliza, los ritmos naturales son cambiados y el tiempo, así cuantificado se convierte en uniforme a la vez que se divide y fragmenta en diversas actividades jerarquizadas donde el trabajo es lo principal (Revol, 2012). Esto no quiere decir que lo cíclico y lo lineal sean aspectos separados, ambos forman una unidad y se penetran mutuamente, pero en la sociedad industrial se produce una lucha entre ambos donde la repetición lineal tiende a imponerse.
Referencias bibliográficas:
Amin, A, & Thrift, N. (2002). Cities. Reimagining the Urban. Cambridge/Malden: Polity Press
Lefebvre, H. (1992) Ritmoanálisis. Espacio, tiempo y vida cotidiana. N. York: Continuum
Revol, C. (2012) “Rue Rambuteau Today: Rhythmanalysis in practice” en Urban, NS02, pp 3-14
[i] Lefevbre realizó el ritmoanálisis de las calles parisinas que aparece en su libro del mismo nombre desde su balcón que da a la calle Rambuteau, frente al Centre Pompidou
Un artículo muy interesante!! Muchas gracias!
Excelente síntesis, mejor no puede estar plasmado.
[…] a partir de la mezcla de habitantes y actividades que se dan en ella”, como se explica en anthropologies. Ritmos que comprenden actividades, sonidos y olores en el espacio y el tiempo de la […]