Escondido en el londinense parque de Kensington Garden, esta estatua atrae a personas de todas las edades que ven en la escultura del niño del país de Nunca Jamás la ilusión de percibir siempre las cosas como un niño. Es considerado por muchos fans del personaje de James Matthew Barrie un lugar mágico por su curiosa historia, incluso muchos de ellos colocan a los pies de la escultura flores, notas y pequeños animales de peluche para homenajear al niño que nunca crecía. Más que un simple reclamo turístico este enclave es considerado un lugar de culto a la imaginación, al recuerdo y a la fantasía.
Pasear por los diferentes parques londinenses es una de las sensaciones más maravillosas que nos proporciona esta bulliciosa y ajetreada ciudad. La vasta extensión forestal que regalan Kensington Gardens y Hyde Park , considerados el pulmón de Londres , unen desasosiego y naturaleza para todo caminante que desee hacer una parada .
Ardillas, gansos y cuervos son la fauna predominante que podemos encontrar entre los casi dos kilómetros de recorrido que tienen ambos parques. Por la parte norte de Kensington Gardens, muy cerca del lago que lo separa de Hyde Park, cercano al monumento a la princesa Diana de Gales (otro lugar cargado de simbolismo) y escondido entre los senderos y los árboles se sitúa uno de los lugares más visitados del parque y que atrae la atención tanto de niños como de mayores: la estatua de Peter Pan.
Este lugar de culto no tiene iconografías de ningún dogma ni evangelio, pero alberga el suficiente poder para que centenares de personas de todos los países lo visiten sin importar su religión. No solo es un símbolo para la infancia de todos, sino también un regalo del creador de este tan querido personaje. La estatua de Peter pan es obra del escultor Sir George Frampton, y lo más anecdótico de ésta es que fue situada en secreto sobre los jardines, ya que las autoridades le denegaron el permiso a James Matthew Barrie para colocarla. Gracias a un plan secreto del autor y a una noticia que publicó él mismo en el periódico The Times anunciando a los niños de Londres que tendrían un regalo en Kensington Gardens de parte de Peter Pan; el 1 de mayo de 1912 apareció en los jardines para sorpresa de todos los que esperaban el presente prometido.
Pero sin duda lo que más llama la atención son los presentes que se encuentran a los pies de la escultura; cartas de puño y letra tanto de pequeños como de adultos, peluches con motivos infantiles o dibujos del personaje, así como de otros personajes Disney, flores, velas, etc. Esta “reciprocidad” se ve generada gracias a la fuerza que produce llegar al enclave, ya que la breve peregrinación para llegar al sitio alimenta la ilusión y el entusiasmo del viandante que incluso se ve recompensado visualmente con una inmensa instantánea del lago.
Este fragmento pertenece a una carta semienterradas por la hierba y casi ininteligible por el efecto de las constantes lluvias:
Querido Peter.
…Crecer es un asco. Ser un adulto es una cosa totalmente distinta a lo que nos prepararon de niño. El paso del tiempo, aunque puedas disfrutarlo, deja a su paso un gran número de almas que se van al país de Nunca Jamás para no volver: seres queridos, mascotas, momentos que solo perduran en la memoria… Cuando tu cuerpo va perdiendo su forma infantil y llega al punto de la pubertad, temibles piratas convierten tu travesía en un bombardeo continuo de insultos con metralla de mofas y al abordaje de tu dignidad…
Nunca crezcas Peter.
Fdo.: un niño perdido.
A pesar de existir 7 estatuas del niño que nunca quiso crecer por todo el mundo, la de Londres es sin duda la más especial, ya que según cuenta su historia, Peter Pan aterrizó en este lugar exacto la primera vez que voló gracias al polvo de hada de Campanilla. James Matthew Barrie se inspiró en estos jardines para realizar su obra y, por si fuera poco, en el final de la película Hook (1991) de Steven Spielberg, Robin Williams también aterriza de Nunca Jamás en este mismo lugar.
Desde un punto de vista antropológico, llama la atención la ilusión de las personas que visitan el escondido lugar donde descansa la estatua, como si fuera un lugar de peregrinación para todos aquellos que crecieron con la historia de James Matthew Barrie y se identifican con el sueño de que el tiempo se detenga para volver a sentirse niño. Estoy seguro que la gran mayoría, como le pasó a un servidor, al admirar la estatua, recordará la infancia más inocente en manos de seres queridos, la alegría incontrolable de las noches de reyes o la satisfacción de tener un 10 en un examen del colegio. Sin embargo, otros visitantes no hubiesen querido crecer ya que, como el caso anónimo de la carta que antes mencionaba, sufrieron la parte negativa de crecer y dejan al descubierto las consecuencias del paso del tiempo, exclusiones sociales y demás problemas a los que todos alguna vez tuvimos que enfrentarnos en nuestra niñez.
Pararse, admirar el entorno y contemplar aquella imagen de bronce, hace rememorar no solo las aventuras de Peter con los niños perdidos, la lucha de los piratas de Garfio o su amistad con Wendy y Campanilla… también inspira a recordar que nos dejamos en el camino mientras nos hacíamos adultos y que, aunque el tiempo pase, nunca es demasiado tarde para comenzar una nueva aventura.
Ese rincón es el lugar donde todo adulto recuerda que alguna vez fue un niño…
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