La conciencia de clase entre los privilegiados: el Motín de Esquisánchez o el Levantamiento de los Fachalecos

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Jueves 14 de Mayo de 2020. Me he levantado hoy como de costumbre: horario desajustado, confundido por la oscuridad de un día de antemano gris, añublado, ya a las doce del mediodía; me han ingresado apenas 380€ de subsidio después de quedarme sin trabajo hace dos lunas, a poco de completar otro año de cotización y así poder optar a un paro íntegro, en su mínima decencia que pudiera cubrir mis necesidades vitales. Doy, entre incertidumbre e incertidumbre, un sorbo a ese café ya frío; entretanto paseo por el piso de mis padres de apenas 50m² y sin balcón, envidiando las casas de mis vecinos de enfrente que conforman parte del paisaje en nuestros suburbios, allí al sur de Madrid, al otro lado del Manzanares.

Retomo mis quehaceres tras limpiar superficialmente lo que había ensuciado: hacer algo de ejercicio, seguir estudiando un máster que no sé si podré seguir pagando después de este cuatrimestre y entrar en redes sociales para hiperconectarme, nuevamente, al mundo. Me encuentro con lo impensable después de revivir, orwelliano, el principio de un estado policial, de los toques de queda, de la burorrepresión en los barrios obreros de la desfasada realidad madrileña: una cacerolada en los dos barrios con más renta per cápita de Madrid, y probablemente de España; a saber, el barrio de Salamanca y Aravaca.

Es, cuando menos, extraordinario: una marabunta de personas de atrezzo castizo (gomina, castellanos, rojigualdas, chalequitos y alguna que otra muestra de “nostalgia” en forma de Cruz de Borgoña o aguilucho, para que nos entendamos) han salido a la calle a protestar, amparados por su DNI español en el que residen sus cognomina, –estirpes seculares de Cayetanos y Borjamaris–, palos de golf y utensilios de la criada en mano para hacerse notar contra ¡sorpresa! su amenazada libertad. Libertad para explotar a la clase trabajadora que puebla sus negocios; libertad para realcanzar, reaccionarios, las glorias del pasado en una sempiterna Cruzada por Dios, por la Patria y por el Rey. En definitiva, un Motín de Esquisánchez. Un Levantamiento de Fachalecos de por y para españoles de bien, constitucionalistas y Borjanazis en contraposición al gorro rojo frigio, a lo afrancesado e ilustrado; sustituir poder rancio con poder aún más rancio. Y es que su libertad, su pan –nuestro pan–, es su privilegio; sin privilegio no hay gomina ni castellanos ni rojigualdas ni chalequitos ni muestra de “nostalgia” alguna. Pero, ¿y el 8M qué? ¿Y los catalanes qué?

En cierto modo, comienza a tener sentido esa abrumadora cantidad de datos y noticias donde se presenta una dualidad económica, social, política y geográfica. En términos heraclitianos, la unidad esencial de los opuestos y sus metáforas. Esa bimembración paradójica que nos separa al sur del norte, a la cara externa de la ribera de un río, ajeno a las causas humanas, de la interna; de Dios, Patria y Estado, todopoderoso hombre que planta cara a la mujer, al transexual y al extranjero empoderado; a una tumultuosa caterva de empresarios y ricos rentistas clamando “¡libertad!” salvaguardados por el cobalto de las sirenas, frente a los acallados barrios obreros en los que se pueden ver largas colas de personas en riesgo de exclusión, cabizbajas y cívicas, esperando recoger una bolsa con el pan que ofrecen las despensas solidarias de colectivos, sindicatos  y asociaciones vecinales, antifascistas, sociales y combativas; apoyo mutuo, en definitiva, que se entremezcla con los abusos diarios por parte de las fuerzas del orden y del sistema, donde residen, aún hoy, pequeños actos que no son sino remanentes de utopía.

Debe ser que en las pulseras reside todo. Pulseras en las que se retuerce la realidad y la mentira en una suerte de trenzado perfecto de equidistancia y posverdad que busca resignificar España, esa España única, libre, mórbida, que es significante de los opuestos, a su vez apropiados y desgastados, que más tememos todos aquellos que luchamos como buenamente podemos. Esa España sinestésica que huele a Brummel y a autoritarismo, a Santos Inocentes, a la bajeza del poder por el poder y de todo aquello que lo representa. El Motín de Esquisánchez ha sido un hecho, un Levantamiento de Fachalecos en toda regla: un claro ejemplo de lo que es la conciencia de clase. Pero, ¿cuándo será nuestro momento? No sé vosotros, pero en esta apartada orilla del Manzanares se respira bastante mejor.

Feliz Viernes

Imagen: https://www.elespanol.com/espana/madrid/20200514/organizadores-protestas-barrio-salamanca-piden-respetar-distancias/489951876_0.html

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